La Comisión de la Verdad tenía como parte de su mandato la misión de esclarecer las responsabilidades colectivas, mas no individuales, en el conflicto, y propiciar su reconocimiento en actos públicos y privados. Así lo hizo en varios casos, exceptuando el del periodismo. Sin embargo, algunos periodistas cuyos testimonios y reflexiones están incluidos en el Informe reconocieron en privado ante la Comisión sus responsabilidades o las de sus colegas y eso tiene un valor incalculable.
La sentencia del pasado 30 de enero, en la cual la CIDH condenó al estado colombiano por la comisión de graves violaciones a los derechos humanos contra los integrantes del partido Unión Patriótica es una valiosa oportunidad para repasar las luchas sociales por la memoria que se adelantan en Colombia desde hace décadas.
La búsqueda de los desaparecidos demanda una imaginación y una creatividad que no tiene descanso, no solo hay que visibilizar, ante todo hay que movilizar, así que hay que crear incesantemente símbolos y metáforas que cuenten lo que viven, lo que hacen y lo que esperan las sobrevivientes, renovando las sensibilidades sociales para acompañar la búsqueda. Uno de esos símbolos es el Jardín de la Esperanza del CARE en San Carlos, Antioquia.
El Parque Monumento es una iniciativa de memoria de la Asociación de Familiares Víctimas de Trujillo que denuncia la masacre de Trujillo y dignifica a las víctimas mediante una pluralidad de espacios, lenguajes y expresiones. Allí, los osarios de vida y esperanza representan el trabajo de duelo hecho a mano con la memoria.
“Black Lives Matter” (las vidas negras importan) empezó como un hashtag en redes sociales que se convirtió en un movimiento internacional de lucha contra el racismo, una protesta ciudadana contra la violencia racial que interpela la conciencia de la humanidad, mientras nosotros, que supimos de la ignominia de los “falsos positivos” hace más de una década, seguimos sin un hashtag y sin una ciudadanía movilizada que reconozca que todas las vidas importan.
En su ensayo sobre los abusos de la memoria, Todorov reivindica el uso de la memoria ejemplar, que siempre he comprendido como un llamado a compartir nuestras memorias, a vernos en el espejo de la memoria de otros para reconocernos y aprender de nuestro pasado para afrontar el presente. Vivimos en un presente violento que nos demanda reacción, si es que pensamos que el mal pasado nos ampara del peor futuro.
El coronel de García Márquez siempre espera el telegrama de su pensión lleno de expectativa y frustración; lo mismo viven en Colombia las víctimas del conflicto armado que buscan una indemnización. ¿Por qué se demora tanto la reparación?
Desconcierta que algunos directivos de la administración universitaria hayan decidido borrar el mural del cirirí creado hace menos de un mes por estudiantes universitarios. Si crearlo fue un acto profundamente político, borrarlo también lo fue. Hacerlo desaparecer puede leerse, en el contexto universitario, como una estrategia de silenciamiento.
Es innegable que hoy son noticia los migrantes de Medio Oriente al igual que los de Centro y Sur América, entre estos últimos los de Venezuela en el norte de Chile, los imparables de Tapachula o los varados en la ciudad colombiana de Necoclí en su éxodo hacia Estados Unidos.
¿Qué pasa cuando uno narra su propia historia y construye una disposición simbólica de ella? ¿Qué pasa cuando las propias víctimas del conflicto armado disponen de sus testimonios para crear sus propias obras de arte, en especial, de teatro? Una reflexión sobre las obras escénicas creadas por víctimas.