«¿Por qué debería importarnos que haya un museo de la memoria del conflicto armado? ¿Cuál es su pertinencia para nuestras conversaciones del presente?». Estas son algunas de disímiles preguntas que plantea el sociólogo Andrés Suárez en esta columna de opinión, donde recorre la obra física inconclusa del actual Museo Nacional de la Memoria, en Bogotá; una construcción a mediohacer de la que la Contraloría General dijo, en enero de 2024, presentaba fallas e irregularidades que representan pérdidas por más de 12 mil millones de pesos.
Un investigador mexicano, en pasantía por la Universidad de Antioquia, analiza la obra de Juan Manuel Echavarría y encuentra puntos de conexión entre las memorias de la violencia en Colombia y la realidad de las víctimas del narco y el Estado en los contextos de su natal Sinaloa y de su país.
Durante casi tres décadas, Juan Manuel Echavarría ha estado inmerso en la violencia de Colombia, le ha seguido los pasos en muchas partes, ha escuchado a muchas personas: víctimas, victimarios, testigos. De este quehacer y gracias a estos encuentros ha realizado trabajos que se reúnen en la exposición Cuando la muerte empezó a caminar por aquí…, disponible en el Museo de la Universidad de Antioquia hasta mayo de 2024.
«Las noticias de hace 25 años fueron horribles. Los escolares participábamos en marchas por la paz. Yo tenía casi 13 años y estaba en octavo grado. Recuerdo haber oído muchas cosas que pasaron, pero no tengo fijado el horror de aquellos momentos».
La periodista, escritora y profesora Maryluz Vallejo presentó en la Universidad de Antioquia su libro “Xenofobia al rojo vivo en Colombia”. Un libro para reivindicar la memoria de esas víctimas qué, muchas veces, ni las propias familias conocían.
La Comisión de la Verdad tenía como parte de su mandato la misión de esclarecer las responsabilidades colectivas, mas no individuales, en el conflicto, y propiciar su reconocimiento en actos públicos y privados. Así lo hizo en varios casos, exceptuando el del periodismo. Sin embargo, algunos periodistas cuyos testimonios y reflexiones están incluidos en el Informe reconocieron en privado ante la Comisión sus responsabilidades o las de sus colegas y eso tiene un valor incalculable.
La sentencia del pasado 30 de enero, en la cual la CIDH condenó al estado colombiano por la comisión de graves violaciones a los derechos humanos contra los integrantes del partido Unión Patriótica es una valiosa oportunidad para repasar las luchas sociales por la memoria que se adelantan en Colombia desde hace décadas.
La búsqueda de los desaparecidos demanda una imaginación y una creatividad que no tiene descanso, no solo hay que visibilizar, ante todo hay que movilizar, así que hay que crear incesantemente símbolos y metáforas que cuenten lo que viven, lo que hacen y lo que esperan las sobrevivientes, renovando las sensibilidades sociales para acompañar la búsqueda. Uno de esos símbolos es el Jardín de la Esperanza del CARE en San Carlos, Antioquia.
El Parque Monumento es una iniciativa de memoria de la Asociación de Familiares Víctimas de Trujillo que denuncia la masacre de Trujillo y dignifica a las víctimas mediante una pluralidad de espacios, lenguajes y expresiones. Allí, los osarios de vida y esperanza representan el trabajo de duelo hecho a mano con la memoria.
“Black Lives Matter” (las vidas negras importan) empezó como un hashtag en redes sociales que se convirtió en un movimiento internacional de lucha contra el racismo, una protesta ciudadana contra la violencia racial que interpela la conciencia de la humanidad, mientras nosotros, que supimos de la ignominia de los “falsos positivos” hace más de una década, seguimos sin un hashtag y sin una ciudadanía movilizada que reconozca que todas las vidas importan.