Desconcierta que algunos directivos de la administración universitaria hayan decidido borrar el mural del cirirí creado hace menos de un mes por estudiantes universitarios. Si crearlo fue un acto profundamente político, borrarlo también lo fue. Hacerlo desaparecer puede leerse, en el contexto universitario, como una estrategia de silenciamiento.

 

Adriana González Gil

Patricia Nieto

Sandra Arenas Grisales

Profesoras Universidad de Antioquia

 

Las marcas de la memoria en la Universidad de Antioquia son, en su mayoría, esfuerzos colectivos por crear señales públicas del recuerdo sobre acontecimientos significativos. Los grafitis, murales, esténciles, placas y esculturas representan y construyen una red de significados diversos; hacen referencia a personas, luchas, demandas, ideologías, sueños, pérdidas. Esas huellas evidencian lo complejos que son los procesos sociales de reconstrucción de memorias. Quienes crean esas marcas pretenden establecer un diálogo con otros, es una acción política que pone de presente las tensiones sobre los sentidos atribuidos a ese pasado; sentidos que muchas veces permanecen ocultos por la imposición del olvido.

Desde hace siete años el equipo de Hacemos Memoria, del que somos parte, se ha propuesto incentivar una conversación pública sobre las violencias en la Universidad. Para ello elaboramos y publicamos, con subvención de la cooperación internacional y de la misma Universidad, la línea de tiempo titulada 50 años de violencia y resistencia en la Universidad de Antioquia. Desde entonces, ya que empezamos nuestra pesquisa estudiando los murales pintados en decenas de paredes, decimos que los muros gritan lo que nosotros callamos. Esa frase quiere decir que frente a la imposibilidad de articular palabras después de presenciar hechos atroces, las personas recurrieron a los muros y los usaron como lienzos para escribir su dolor, denunciar atrocidades y dejar una huella que nos impidiera olvidar y renunciar a la exigencia de justicia.

Del ejercicio investigativo se derivó una acción pedagógica de la memoria que nos permite reflexionar sobre lo que ha ocurrido en la Universidad en medio del conflicto armado y los aprendizajes que de esto obtuvieron los universitarios. Entre las estrategias implementadas está el recorrido denominado Huellas de la memoria, se trata de caminatas por el campus en compañía de personas de diversas procedencias que observan algunas de las más de cien paredes pintadas, escuchan las historias que cuenta cada mural e intercambian experiencias, reflexiones y preguntas. La acción pedagógica del recorrido se ha mostrado bastante efectiva para generar diálogos sobre temas difíciles y nos ha permitido evidenciar cómo esas marcas de la memoria resignifican los espacios y los dotan de nuevos y diversos sentidos.

Tal vez por el potencial pedagógico encontrado en esas marcas, nos resulta desconcertante que algunos directivos de la administración universitaria hayan decidido borrar el mural creado hace menos de un mes por estudiantes universitarios. Este hecho parece ir en contra del ideal de un país que abre caminos hacia la memoria, la verdad y la justicia, camino en el que la universidad pública está llamada a jugar un papel protagónico. Y que lo haga justo cuando el país recibe el informe final de la Comisión de la Verdad, al que la UdeA aportó nueve trabajos, y cuando el exdirector del Centro Nacional de Memoria Histórica, Darío Acevedo, comparece ante la Jurisdicción Especial de Paz por alterar el guion museográfico del Museo Nacional de Memoria, en un hecho que se ha calificado como negacionista, solo puede leerse como una respuesta inferior a los atributos universitarios ligados al respeto por la dignidad y la libertad.

 

El mural y sus significados

Antes de reflexionar sobre las distintas camadas de significado del mural en mención, tanto de su elaboración como de su censura, es importante describirlo porque cada elemento de esa materialidad expresaba una poderosa metáfora de lo que podrían ser nuestra aproximación a una memoria plural e incluyente.

Fue pintado al lado del teatro universitario Camilo Torres, al costado occidental del vestíbulo, sobre color azul petróleo. Medía cuatro metros de ancho por dos de alto. Hacia el centro se destacaba el dibujo de un cirirí con sus colores amarillo, blanco, marrón y negro; un ave que para las víctimas de Colombia simboliza el esfuerzo de doña Fabiola Lalinde por encontrar a su hijo Luis Fernando, desaparecido y asesinado por el ejército. A la izquierda se leía la frase: “En la UdeA también canta el cirirí”, una clara referencia a la lucha de cientos de universitarios por la defensa de los Derechos Humanos. A la derecha estaban escritos los nombres de cuarenta y tres víctimas con diversos tipos de letras. En la parte inferior, al centro, en color rojo, decía: “En memoria de lxs compxs caídxs”. Y en la parte superior derecha aparecía la firma de los colectivos responsables por el mural: Movice-RAM.

mural Universidad de Antioquia cirirí Fabiola Lalinde

1. Los creadores y el mensaje que querían expresar. Hablamos con Juan Mejía, estudiante de Historia y uno de los jóvenes que participó en su elaboración. Su historia de vida es una de las razones por las cuales este mural resultaba tan valioso. Juan, como muchos de nuestros estudiantes, es una víctima de crímenes de Estado, como él mismo se presenta. Su hermano fue desaparecido en la Comuna 13, poco tiempo después de la Operación Orión. Su madre es una de las integrantes del Colectivo Mujeres Caminando por la Verdad. Juan se vinculó al Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, Movice, en 2015, y también hace parte del colectivo Resistencia, Arte y Memoria, RAM, que usa el arte como expresión política.

Desde marzo de 2022 Juan, junto a otros jóvenes integrantes del Movice y de RAM, querían realizar alguna acción para concientizar a los nuevos estudiantes universitarios, que ingresaron durante la pandemia, sobre el significado de las luchas estudiantiles, las pérdidas de vidas valiosas y la importancia de la memoria para que estos hechos no vuelvan a pasar.  El grupo llegó a la conclusión de que la mejor forma era pintar un mural. En colectivo definieron el mensaje y los elementos que lo constituirían. Este proyecto coincidió con que algunos integrantes matricularon un curso de historia pública y ahí vieron la oportunidad para ponerle conceptos y rigor a la idea. Así, los jóvenes del Movice, del colectivo RAM y los estudiantes del curso se unieron para pintarlo.

2. Los elementos simbólicos del mural eran de gran riqueza. Quienes lo pintaron destacaron el lugar de Fabiola Lalinde, representada por el cirirí y con su nombre en la parte central del diseño. Un claro homenaje a una mujer que murió a inicios de este año y que representa la dignidad y la persistencia de las mujeres en su lucha por justicia y memoria. Ese pájaro que sobresale en el diseño es una metáfora de aquellos que, como Fabiola Lalinde, perturban e incomodan al poder, persisten en su empeño de verdad y justicia.

También es clara la referencia a esa idea de legado. En el discurso de entrega de su archivo a la Universidad Nacional, Fabiola Lalinde les pidió a los jóvenes que hicieran hablar al archivo, que continuaran con su lucha para que el cirirí siguiera incomodando al poder. Doña Fabiola también simboliza a las madres de algunos de los jóvenes autores del mural que han dado la pelea por encontrar a sus hijos e hijas. Estos jóvenes son conscientes de su lugar como herederos de ese legado. De ahí que su manera de actuar sea no violenta; profunda en su mensaje, empática, diversa, plural en su reivindicación y movilizadora de emociones.

3. El mural era también una forma de hacer hablar al archivo. Aquí es importante resaltar el esfuerzo por identificar con nombre y apellidos a los y las universitarias asesinados y desparecidos. Esta acción dignificaba la historia de vida detrás de cada nombre, por cuyas ausencias fueron impactados familiares, amigos, compañeros y compañeras de clases, de proyectos y de luchas. Los casos se corresponden con momentos y contextos diferentes. Los responsables de esas muertes son también diversos, no están allí únicamente las víctimas de crímenes de Estado, están las víctimas de muy diversos grupos armados e incluso las de accidentes por la manipulación de artefactos con potencial explosivo durante protestas. Y en últimas, ¿qué significa esta diversidad de nombres? pues que todas las vidas importan, que todas las muertes duelen y que el trabajo de memoria y de duelo que la Universidad de Antioquia debe hacer es por todos ellos, los que estaban allí y los que faltaban.

4. Este mural debe ser pensado en el contexto de su creación. Fue pintado una semana después de las conmemoraciones del Día del Estudiante Caído, 8 y 9 de junio y unos pocos días antes de la presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad.

Al pintar este mural los estudiantes y los miembros de las organizaciones recurrieron a una forma no convencional de conmemorar, de traer al presente esas pérdidas por parte de quienes reivindican a los universitarios. Al escribir los nombres de las víctimas, las inscribieron en el discurso público para darles un lugar en la historia. El mural muestra la eficacia simbólica de esa acción que recurre al arte para expresarse, invita a reflexionar, permite construir múltiples sentidos sobre ese pasado y no impone, por la violencia o por la fuerza, una única narrativa.

El mural además fue creado una semana antes de la presentación del Informe Final de la Comisión de la Verdad. Y parece que estos jóvenes hubieran respondido, antes incluso de ser enunciado, al llamado que la Comisión hace para que reconozcamos y reparemos a las víctimas; reflexionemos sobre cómo fue que permitimos que pasara y qué siga pasando; para que creemos políticas de memoria y verdad y transformemos la educación para inculcar valores de paz.

Los jóvenes autores del mural mostraron que estaban sintonizados con el momento actual del país. Y nos dieron una pista de cómo el trabajo en equipo, abierto a la participación y enriquecido con la pluralidad y la diversidad, puede ser un camino para enfrentar el pasado y mirarnos en el espejo para reconocer nuestros errores, reivindicar la dignidad de nuestros muertos y desaparecidos, hacer un duelo por las pérdidas y pensar juntos qué debemos hacer para que no ocurra de nuevo.

 

Exhortación

La Universidad de Antioquia guardó por mucho tiempo silencio sobre sus violencias, es hora de hablar de ellas. Pero ese diálogo no inicia borrando los murales sino activándolos, haciendo que ellos nos permitan preguntarnos por el pasado desde el presente. Si crear el mural fue un acto profundamente político, borrarlo también lo fue. Hacerlo desaparecer de la vista puede leerse, en el contexto universitario, como una estrategia de silenciamiento vinculada a la pretensión banal de imponer criterios estéticos y meramente funcionales para definir, de forma excluyente, el uso de los espacios universitarios.

Es inevitable asociar este hecho con las censuras que se han presentado recientemente en el país. Es ya conocida la violenta censura que ha debido enfrentar el mural Quién dio la orden, una pieza que denuncia a los responsables de los asesinatos de personas protegidas cometidos por hombres del Ejército para ganar bonificaciones. Tampoco podemos olvidar que en las movilizaciones sociales de los años anteriores la disputa se puso en evidencia en la censura y la borradura de los murales creados por los manifestantes. Así también nuestro mural azul petróleo, amarillo, blanco, marrón, negro, rojo fue cubierto por el gris.

 

Estamos convencidas de que los creadores del mural y la comunidad universitaria merecen una explicación sobre este hecho ominoso y un acto público de reconocimiento y de reparación que cobije tanto a los artistas, a quienes se les censuró su derecho a expresarse, como a las familias de las víctimas cuyos nombres fueron borrados.

Además, invitamos a las directivas de la Universidad de Antioquia a elaborar una política universitaria de la memoria y de la verdad, como eje de la formación para la paz, compromiso ético de las instituciones educativas y carta de contención para los excesos en los que pueden incurrir quienes ocupan posiciones de poder.

Creemos en una Universidad donde las paredes hablen, pinten de colores nuestros pesares, pero también nuestros sueños y esperanzas.