El comisionado Saúl Franco es consciente de las dificultades que implica buscar la explicación del conflicto armado en medio de la violencia y por eso hace un llamado para generar confianza y detener acciones como el asesinato de líderes sociales.

Por: Carlos Olimpo Restrepo S.
Foto: Comisión de la Verdad

Si bien en muchas partes del país se presentan situaciones difíciles de orden público, la del Catatumbo, en Norte de Santander, es una de las más graves y eso lo tiene claro Saúl Franco, uno de los once integrantes de la Comisión de la Verdad y coordinador del trabajo de este organismo en la macrorregión nororiental del país.

Este médico de la Universidad de Antioquia clama por el derecho a la vida de los líderes sociales y de los ciudadanos en general, para que la entrega de los testimonios a la Comisión se haga en un ambiente más tranquilo que el actual, de tal manera que se empiece a generar la confianza suficiente para que la labor que tienen a cargo pueda aportar al futuro del país.

Hacemos Memoria repasa con este comisionado lo adelantado en los primeros seis primeros meses de labores oficiales en el territorio que tiene a cargo.

¿Cuál es el diagnóstico de lo encontrado en estos primeros seis meses de trabajo?

La región nororiental del país ha sido muy golpeada por el conflicto y en algunas zonas persiste hoy de manera muy intensa, como es el caso del Catatumbo. En esta macrorregión encontramos unas historias anteriores muy fuertes, como la entrada de las guerrillas, que significó alteraciones muy profundas en la vida de las personas, porque las guerrillas tuvieron una presencia muy consolidada en algunas zonas de Arauca, Casanare, Norte de Santander, con gran influencia en la vida diaria, social y política de las personas.

Pero no son solo estos grupos, también vamos a mirar la presencia de las organizaciones paramilitares, que entraron muy fuerte a esta región, demostrado en hechos como la masacre del 29 de mayo de 1999, en Tibú. Tenemos que analizar todo esto, no en una dinámica de buscar buenos y malos, sino de entender todo lo que nos ha pasado, cómo nos hemos comportado, qué hemos padecido y qué podemos hacer para superarlo. Por eso tratamos de que en cada una de las regiones miremos bien la realidad, lo que pasó, tratemos de poner eso en el contexto nacional, ir más allá de los hechos o la reconstrucción de los hechos, que es un punto de partida muy importante, para llegar a lo que más nos interesa que es el sentido de las cosas, el porqué, la lógica interna de las cosas, porque solo descifrando esto podemos poner bases para que esto no se repita. Y eso debemos hacerlo para poder llamar la atención y hacer ver la gravedad de lo ocurrido y lo que ocurre, así como la posibilidad de superación, porque no podemos conformarnos con que sigan aconteciendo hechos como el asesinato de líderes sociales, que se repita o se reproduzca ese ciclo de violencia, sino que debemos ser capaces de hacerle un corte definitivo a esto.

¿Ya se está adelantando alguna labor concreta?

En el Catatumbo lo primero que estamos haciendo es aclarar bien la complejidad de la situación, porque allá se combina desde la persistencia de actores armados, tanto de disidencias de los que negociaron, como de otros actores que no han negociado, caso ELN, que tiene una presencia muy importante en esta región; y el resurgimiento de organizaciones que estaban casi desaparecidas, como el EPL. Hay que anotar también los residuos de las organizaciones paramilitares, que siguen operando con otros nombres y connotaciones. Y además de esto, el tráfico de cocaína y armas, y la situación de frontera con Venezuela, que han incrementado mucho una serie de problemas que ya estaban. Por eso, con el apoyo de las organizaciones sociales, con las autoridades de los distintos niveles, con las iglesias, tratamos de entender esa lógica y a partir de ahí vamos a trazar estrategias en dos sentidos: uno, tratar de que se modifiquen esas condiciones, para que esto se frene, mediante un llamado de atención firme sobre el asesinato de líderes. Y dos, vamos a buscar que la cuestión migratoria se circunscriba en una política general nacional y que se resuelva desde ahí, porque esto no puede ser por pedazos, sino que es un fenómeno de alto impacto en regiones amplias del país y por eso hay que trabajarlo con el Gobierno Nacional.

Pinta usted un panorama muy difícil…

En esta situación, nuestra tarea se hace más difícil, porque la gente tiene más miedo de hablar, pues está bajo la presión de los actores armados y en riesgo de que, si alguno de ellos no está de acuerdo con este proceso de búsqueda de la verdad, puede tomar represalias y no queremos para nada un muerto más, un amenazado más en el país.

También tenemos que pensar en nuestra gente, porque en la Comisión de la Verdad ya somos casi 400 personas en todo el país. Parte de ese personal está en esta región y estamos tomando medidas de seguridad, pero estamos trabajando sobre todo a partir de la confianza, tanto la que nosotros ganemos, como la que nos brindan organizaciones que están allí en esos territorios como Arauca, Norte de Santander, Casanare, parte de Boyacá, y en los cuales la gente cree, como la MAPP-OEA, que surgió de los acuerdos para la desmovilización de los paramilitares y que ha estado muy cerca de los personeros municipales, en diálogo con las poblaciones. También con las iglesias, concretamente en Tibú la Iglesia Católica y la Pastoral Social tienen una credibilidad muy grande; en otras regiones las universidades. Nosotros no tenemos tiempo de construir la confianza que necesitamos, hacemos lo posible, pero nos apoyamos en todas esas confianzas de estos organismos para, con base en esa confianza, llegar hasta donde podamos, pero queremos hacer un trabajo con mucha responsabilidad, con mucho valor, para tratar de cumplir con esta misión que tenemos, que es muy importante para el país y para el mundo.

¿Es suficiente el tiempo que tiene la comisión para una labor tan compleja?

Esta es una tarea descomunal, le puede quedar grande a cualquier persona o a cualquier grupo en un tiempo tan corto, pero nuestra decisión es hacerla lo mejor posible. Yo he insistido al interior de la comisión y en público que el tiempo que tenemos no se mide en años, meses o días, sino en minutos; por eso estamos aprovechando cada minuto de cada de cada día y de cada noche para hacer este trabajo de la menor mejor manera. Si más adelante se ve la necesidad de alguna prórroga o algo, eso debe ser la sociedad la que lo diga y las organizaciones sociales y políticas las que lo evalúen y decidan, nosotros estamos dispuestos a hacer la tarea de la mejor manera posible en estos tres años, llegar lo más adelante que podamos y, si ahí termina definitivamente nuestro período, entonces hacerle ver al país la importancia de desarrollar y de mirar esos grandes temas y problemas que queden pendientes, mediante otros mecanismos.

Y tenemos también clarísimo que es imposible para cualquier sociedad, en un tiempo tan corto, hacer la disección de todo esto; las sociedades requieren tiempos históricos más largos para procesar todo esto que ha pasado y el impacto que tiene. Por eso, esta comisión quiere poner las bases para que la sociedad siga haciendo este trabajo de una manera inteligente y civilizada, sin está pugnacidad que hay actualmente, sino que eso se vaya reduciendo en función de que todos nos pongamos de acuerdo y que, aunque duela un poquito, tener claro que la verdad es necesaria para poder sanar tantas heridas y superar esta situación.

Usted ha hablado de las afectaciones del conflicto a la salud en general. ¿Cómo se está abordando este aspecto en el proceso que adelanta la comisión en el país?

Dentro de la comisión hay un grupo muy sólido, muy formado y con mucha experiencia, que trabaja todo el campo psicoemocional y psicosocial. Ese es un componente muy importante, porque si bien el conflicto ha dejado consecuencias grandes en la salud física de las personas, en salud mental también el impacto ha sido y sigue siendo supremamente fuerte. Ese equipo viene trabajando muy seriamente esto, tanto al interior de la comisión, para que comisionados y comisionadas y nuestros propios equipos cuidemos nuestra salud mental, así como para que tengamos en cuenta estos elementos en nuestras interacciones con las víctimas, con las organizaciones sociales o con los actores o con los responsables. Con las poblaciones buscamos aclarar esos impactos psicoemocionales sufridos a raíz de la guerra y también tratamos de plantear un paquete de propuestas para trabajar en la superación de la salud emocional de las personas. Ya en la conversación concreta con las personas, si bien nosotros no podemos ofrecer atención de este tipo, pues no es tarea nuestra, sí tratamos de gestionar con organizaciones e instituciones a las que les toca asumir esta tarea, en los casos en que nos encontremos con personas que necesitan estos servicios.