Tras recibir el premio Antioqueña de Oro por su trabajo en favor de la paz, Gloria Elsy Ramírez recordó algunos de los momentos más difíciles en catorce años de liderazgo comunitario.

Por: Esteban Tavera
Foto: Secretaría de las Mujeres de Antioquia

Para Gloria Elsy Ramírez han sido catorce años de altos y bajos. Años en los que, además de trabajar la tierra y cuidar a su familia, ayudó a otros que como ella fueron víctimas del conflicto armado en el Oriente antioqueño.

En 2005, luego regresar a su pueblo de donde salió desplazada por grupos paramilitares, Gloria Elsy fundó junto a otros habitantes del municipio la Asociación de Víctimas Unidas de Granada (Asovida). Para ellos la meta era y sigue siendo la misma: verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición.

A Gloria Elsy el premio Antioqueña de Oro, entregado por la Gobernación de Antioquia, le llaga en un momento de profundas preocupaciones: por un lado, las trabas a la implementación de un Acuerdo de Paz en el que siempre ha creído; y por otro, la persecución a quienes, como ella, lideran procesos sociales y de reivindicación de derechos en todo el territorio nacional.

En estos catorce años de trabajo en Asovida, ¿cuáles han sido los momentos más difíciles?

Me parece muy duro ver que todo lo que nosotros estamos construyendo en lo local, a nivel de país no se valora. Cuando, por ejemplo, se dieron los resultados del plebiscito, fue un bajón muy duro. Yo sé que somos diversos, pero la mayoría de gente que votó en contra de los acuerdos de paz lo hizo por ignorancia. Si fuera por conocimiento, no lo hubieran hecho. Esos son bajones muy bravos.

Usted, incluso, consideró abandonar la asociación de víctimas y dedicarse solo a su familia…

Sí, claro. Cuando fueron las elecciones yo dije: “no, dios mío, esto ya quedó en manos de… ¡jum! Lo mejor es como abrirnos del parche”. Cuando ganó el No, en el plebiscito, también sentí mucha frustración, mucha tristeza. Son cosas que a nivel de territorio no se sienten mucho, pero a nivel de país duele. Eso fue muy tremendo.

Ahora que ha sido reconocida como constructora de paz, ¿cuál es el mensaje para esas personas que se oponen a los Acuerdos y al trabajo de los líderes sociales?

Yo no sé qué piensan las personas que se oponen a la paz. Yo respeto las posiciones de los demás y no soy quién para juzgar, pero no sé qué piensan. ¡Si vivir en paz es lo mejor! No es fácil vivir en un territorio y que de la noche a la mañana te digan a vos: “hey, se tiene que ir porque si no nos colabora, no es bienvenido acá”. O que le digan a uno, “sabe qué, es que le vamos a quitar la vida porque usted está defendiendo el agua, o la paz, o está reclamando que no haya guerra”. O sea, es que eso es inaudito. No es comprensible que la paz sea rechazada. No me cabe en la cabeza por qué hay gente que piensa que la guerra es el camino más fácil.

¿Y a qué cree usted que se debe la persecución contra los líderes sociales?

Hay muchos a los que les conviene que la paz no llegue, porque viven de la guerra o ven que es un negocio. Y si se acaba, se les termina su cuarto de hora.

Nosotros aquí, en Granada, no estamos señalando a X o Y en particular. Hablamos de todos los que vinieron al territorio a hacernos daño, a provocarnos dolor. Entonces, lo único que deseamos es seguir trabajando en paz, nada más. Nosotros no le estamos haciendo daño a nadie, lo que hacemos es tratar de reconstruir con amor y con compromiso lo que nos tiraron al suelo. No sé por qué eso les ofende a ciertas personas.

¿Cómo fue la postulación y la premiación de la Antioqueña de Oro?

Lo primero que tengo que decir es que yo ese premio no lo siento solamente mío, es un reconocimiento para toda la comunidad de Granada que ha sido muy resiliente y luchadora para salir de todas las dificultades que impuso la guerra. Yo soy solamente un eslabón de ese proceso.

Me enteré de que estaba postulada a esa cuestión una semana antes de la premiación. De la Personería me llamaron y me dijeron que me habían postulado a la Antioqueña de Oro y había quedado finalista. Y yo les dije molestando: “¿y a ustedes quién les dio permiso?”. Eso me consiguieron hasta ropa, fue una cosa impresionante. Y cuando me llamaron allá, casi no soy capaz de subirme al escenario.

Entre las 290 mujeres que postularon al premio, solo diez resultaron ganadoras, usted en la categoría de “constructora de paz”. ¿Qué significa ser constructora de paz en un territorio como el Oriente antioqueño?

No es fácil, no es sencillo, pero es lo único que nos queda. O sea, si nosotros no trabajamos por la paz estamos perdidos, porque la paz la necesitamos para vivir bien.  Lo que se ha hecho en Granada es un trabajo muy fuerte, de muchas entidades, de muchos compañeros, de muchas personas que ya no están con nosotros, pero gracias eso, en estos momentos, Granada es un sueño que hemos tratado de mantener y que no queremos que se pierda.

Luego de este reconocimiento, ¿qué sigue para usted en Granada?

Seguir trabajando por la paz, ese es nuestro deber. Pero la paz no se logra solo nombrándola, clamándola. La paz se logra teniendo derechos de por medio, la verdad, la justicia, la reparación y sobre todo las garantías de no repetición. Que podamos seguir viviendo acá, como estamos. Que no venga nadie a entorpecer nuestra vida digna.