De las 271 víctimas de desaparición forzada durante el conflicto armado en el municipio de Granada 38 han sido encontradas. Esta es la historia de dos familias que hallaron los cuerpos de sus seres queridos.

“Nosotros ya estábamos curtidos de lado y lado por tanta violencia”

Sergio Giraldo Suárez, hermano de Wilson Ferney, reclutado forzosamente y desaparecido en el conflicto armado. Foto: Hacemos Memoria.

Sergio no recuerda la fecha exacta, solo que en 2006 una mujer desconocida lo buscó a él y a María Nelly, su madre. Tampoco tiene en su mente los rasgos físicos de aquella persona que les dio una de las mejores noticias que han recibido en sus vidas: “Wilson está bien y los mandó a buscar”. La sorpresa y el susto les impidió creer lo que esa mujer les estaba diciendo, hasta que le pidieron que describiera a ese hermano e hijo que no veían desde 1999. La respuesta despejó sus dudas y, ya seguros de que se trataba de él, accedieron a enviarle sus números telefónicos con la esperanza de que se comunicara pronto.

“Mi mamá iba en un bus, en Medellín, cuando recibió la primera llamada. Fue tanta la emoción que se tuvo que bajar a hacer el escándalo en la calle. Yo estaba aquí, en Granada, trabajando, cuando me sonó el teléfono y me llevé la sorpresa de que la voz que había del otro lado era la de él, la de mi hermano”, recuerda Sergio, entusiasmado.

El cuerpo de Wilson Ferney Giraldo Suárez fue encontrado en el cementerio del municipio de Abejorral. Foto: Archivo familiar.

A Wilson Ferney Giraldo Suárez se lo llevó un grupo armado cuando tenía 13 años. “Dicen que fue las Farc, yo no sé, en ese caso no se sabe nada”, afirma Sergio. Wilson salió del colegio y nunca más regresó a la finca de su familia, ubicada en la vereda El Edén, en Granada. María Nelly no tuvo mucho tiempo para buscarlo porque a los pocos días, cuando intentó preguntar por él, quienes lo reclutaron le advirtieron que se quedara callada y, además, le dijeron que Sergio, quien entonces tenía nueve años, ya estaba grandecito, “casi listo para cargar un fusil”.

El miedo a perder a otro más de sus cuatro hijos la llevó a huir esa misma noche hacia el pueblo. Logró salir a caballo de El Edén argumentando que Sergio estaba enfermo y que necesitaba ser atendido en el pueblo. Allí lo dejó junto a su hijo menor y se regresó a la finca, pero la vereda le traía tan malos recuerdos que no aguantó mucho tiempo y decidió irse a vivir a Medellín. Meses antes de la desaparición de Wilson, el mismo grupo armado asesinó a su esposo, Israel de Jesús Giraldo Vergara, delante de Sergio y otro de sus hijos, “ahí nos dimos cuenta de que la violencia estaba empezando a llegar a las veredas”, explica Sergio.

María Nelly no se sintió capaz de resistir un dolor más y optó por abandonar lo que tenía: dejó a sus hijos en Granada al cuidado de una de sus hermanas y partió con la idea de ganarse la vida en la ciudad y no sufrir más. Pero al parecer el destino estaba ensañado con ella. En 2004, en una de las pocas visitas que hizo a Granada, los paramilitares desaparecieron a su entonces pareja, Jesús Ernesto Aristizábal. En ese momento su ruptura con el pueblo fue inevitable.

Hasta que en 2006, con la llamada de Wilson, le volvió el alma al cuerpo. “Escuchar de su propia voz que se encontraba bien y que quería regresar con nosotros nos llenó de alegría”, asegura Sergio. Pero esa dicha no se prolongó por mucho tiempo porque después de unos meses Wilson dejó de llamar. “La comunicación con él siempre fue muy difícil. Al parecer mi hermano nos hablaba al escondido, por eso cada vez que podía nos decía que lo ayudáramos y de un momento a otro colgaba abruptamente”, recuerda.

Esa nueva desaparición de Wilson llenó de angustia a María Nelly y a Sergio, más cuando se enteraron de que por esos días habían asesinado a varios combatientes de las Farc en el municipio de Abejorral, Antioquia. Según las pistas que les dio Wilson cuando llamaba, era en ese municipio en el que se encontraba.

El instinto de madre llevó a María Nelly a buscar ayuda en la Alcaldía de Granada, en la Gobernación de Antioquia, en la Fiscalía, en la Defensoría del Pueblo, hasta que un día fue escuchada. Le pidieron que viajara a Abejorral y allí le mostraron algunos datos de personas no identificadas que ya estaban enterradas. “Ahí mismo distinguió a uno de ellos por su parecido a mí, a ella se le metió en la cabeza que ese era Wilson”, relata Sergio.

En ese momento comenzó para él y para su madre un largo y dispendioso proceso. Primero, las pruebas de ADN. Después, en 2008, cuando confirmaron que efectivamente los restos encontrados en Abejorral eran de Wilson, siguió un sinfín de trámites durante cuatro años hasta conseguir los recursos para trasladar el cuerpo al cementerio de Granada.

“A la exhumación fuimos mi mamá y yo, y una gente de Teleantioquia que envió la dueña de la casa donde trabajaba mi mamá en Medellín, que nos había ayudado con esas diligencias. Cuando abrieron el ataúd la impresión fue mucha porque yo esperaba encontrar el cuerpo completo de mi hermano, pero lo que había era un montoncito de huesos en una esquina, porque para hacerle las pruebas de ADN le habían partido el cráneo y otras partes del cuerpo. Yo con una mano llevaba la cajita y con la otra sostenía a mi mamá que se estaba desmayando”, cuenta Sergio.

En 2012 los restos de Wilson se unieron a los de su padre en un mismo osario. Solo en ese momento comenzó el proceso de duelo para la familia Giraldo Suárez. María Nelly, que todavía se niega a visitar Granada e involucrarse en “los asuntos de las víctimas”, razón por la que no ha querido acceder a procesos de reparación ni de restitución de tierras; encontró en su único nieto, Wilson, de ocho años,  la felicidad que había perdido.

La tierra que se movió en Granada

La búsqueda de los Giraldo Suárez también la han emprendido por su propia cuenta muchos de los familiares de las víctimas de desaparición forzada de Granada. Sin embargo, esta no ha sido la generalidad en los procesos de búsqueda de desaparecidos en el municipio.

Entre 2004 y 2008, años en los que el conflicto desescaló por la derrota militar de las Farc y el ELN y la posterior desmovilización de los paramilitares, se llevaron a cabo varias exhumaciones colectivas que llenaron de esperanza a muchas familias que querían recuperar los restos de a sus seres queridos.

“Hubo varios factores que favorecieron esos procesos de exhumaciones a partir del 2006. El primero, es que muchas de esas víctimas tenían identificadas las zonas donde posiblemente estaban enterrados sus desaparecidos, por ejemplo, en San Matías, por La María, porque se trataba en un 90 por ciento de víctimas de las AUC, que tenía su campamento principal allá y el conflicto con ellos era el más reciente.  Y el segundo, es que a raíz de la Ley de Justicia y Paz el Grupo de Búsqueda de la Fiscalía apenas estaba empezando a funcionar y no tenía tanta demanda”, explica John Jairo Ramírez, quien fue personero de Granada entre 1999 y 2001, y entre 2004 y 2008.

En esos cuatro años fueron recuperados 18 cuerpos, “una cifra aparentemente pequeña pero muy importante para mitigar un poco el dolor de las familias de los desaparecidos”, dice Ramírez, quien además señala que con la entrada en vigor de la Ley 975 de 2005, fue tanta la demanda hacia el Grupo de Búsqueda que no dieron abasto.

A partir del 2009 no hay mucha claridad sobre los nuevos procesos de búsqueda colectiva que se emprendieron en Granada. En la memoria de algunos de sus habitantes está una ceremonia de entrega de restos que se realizó en febrero de 2014, en la que se le dio sepultura a Rubén Darío y Gustavo Emilio Galeano González, dos jóvenes de 21 y 22 años ejecutados extrajudicialmente por el Ejército; y otra entrega en 2016, de un cuerpo del que no se tiene suficiente información.

La última promesa de Néstor

Luz Aida, hermana de Néstor Alirio Idárraga Salazar, víctima de desaparición forzada del municipio de Granada. Foto: Hacemos Memoria.

La última promesa que le hizo Néstor Alirio Idárraga Salazar a su familia fue asistir al matrimonio de su hermana Disney, el 12 de abril de 2008. La boda era la excusa perfecta para que la familia Idárraga Salazar se reencontrara, pues desde septiembre de 2002, cuando integrantes del Ejército asesinaron a Orlando Idárraga Tobón,[i] padre de los cinco hermanos Idárraga Salazar, gran parte de la familia se desplazó de las veredas El Libertador y El Tablazo, a las ciudades como Cali y Medellín.

Desde Cali llegó al matrimonio Socorro Tobón, la abuela paterna de los hermanos Idárraga Salazar, quien tenía la ilusión de verlos a todos, en especial a Néstor, el mayor. Pero lo que sería un festejo tuvo un giro dramático porque él nunca llegó.

Néstor tenía 22 años cuando desapareció. En ese momento trabajaba como jornalero en fincas de la vereda Las Palmas, ubicada en la parte baja del corregimiento de Santa Ana, cerca al río Calderas. “Una semana antes de que se casara mi hermana Disney vimos que por la zona donde él trabajaba, por Calderas, había helicópteros y se escucharon disparos”, recuerda Luz Aida Idárraga Salazar, como tratando de encontrar en esos hechos una explicación a la desaparición de su hermano.

El cuerpo de Néstor Alirio Idárraga Salazar fue encontrado en el cementerio del municipio de Rionegro. Foto: Archivo familiar.

Un tío de los Idárraga Salazar viajó a Medellín para buscar a Néstor en las morgues y hospitales de la ciudad. También acudió a la Cuarta Brigada para preguntar si trasladaron heridos o muertos desde Granada hasta la capital antioqueña, pero en ningún lugar encontró información sobre el paradero del muchacho.

Al día siguiente de la boda, María Nubia Salazar, la madre, puso la denuncia de la desaparición en la comisaría de policía de Granada. Dos años después, la familia recibió la noticia de que el cuerpo de Néstor había aparecido.

El 17 de diciembre de 2010, María Nubia y Luz Aída recibieron sus restos óseos en el búnker de la Fiscalía de Medellín, donde además entregaron otros 14 cuerpos de desaparecidos de Antioquia. “Durante varios meses nos hicieron un acompañamiento psicológico. Allá tenían los cofres enfiladitos y sobre cada cajita las fotografías de cada víctima. En un carro de la Fiscalía lo trajimos hasta el pueblo”, recuerda Luz Aída.

El hallazgo de esos quince cuerpos fue posible gracias a un proyecto que adelantaron la Gobernación de Antioquia, la Organización de Estados Americanos, OEA, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, el Ejército, la Policía, el Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, Medicina Legal y el Cuerpo Técnico de Investigación, CTI, de la Fiscalía. En ese momento, Carlos Iván Lopera, responsable territorial del PNUD, informó a los medios de comunicación que aplicaron una metodología a la que denominaron “búsqueda social de desparecidos”, cuyo punto de partida era investigar los cuerpos de personas que fueron enterradas como N.N. en cementerios del Orienten Antioqueño.

El cadáver de Néstor fue hallado en el cementerio del municipio de Rionegro, enterrado como N.N., y la Fiscalía lo identificó porque realizó un cotejo de huellas dactilares. Según Luz Aída, su hermano recibió varios impactos de bala. “Menos mal a él lo llevaron a un cementerio y que allá le tomaron las huellas, porque donde lo hubieran enterrado donde lo mataron, esta sería la hora en que todavía estaríamos buscando”, comenta.

Aunque pasaron ocho años desde que el cuerpo de Néstor fue enterrado en el cementerio de Granada y de que la familia Idárraga Salazar superó la incertidumbre de preguntarse todos los días ¿Dónde estará? ¿Qué le habrá pasado? ¿Estará vivo o muerto?, Luz Aída cuenta que las secuelas emocionales y psicológicas que les causó la desaparición de Néstor siguen presentes en sus vidas.

Los retos para buscar a los desaparecidos en Granada

Los familiares de personas desaparecidas de Granada esperan que la búsqueda sus seres queridos se reactive en el contexto de la implementación del Acuerdo de Paz que firmaron el Gobierno y las Farc en 2016, más aún después de que Pastor Alape, exintegrante de ese grupo guerrillero, visitara el municipio el 23 de septiembre de 2017, les pidiera perdón y se comprometiera con ayudar a encontrar a las personas que desapareció esta organización insurgente durante las dos décadas que hizo presencia en Granada.

Por la experiencia que tuvo entre 2004 y 2011, tanto en la Personería de Granada como en la Defensoría del Pueblo, John Jairo Ramírez es escéptico en que el compromiso de la Farc sea suficiente para lograr el objetivo de hallar a los desaparecidos. Él recuerda que en el trabajo de las exhumaciones que se realizaron cuando era personero, aproximadamente un “90 por ciento de los cuerpos exhumados eran víctimas de las autodefensas y el otro 10 por ciento de la guerrilla, porque era más fácil, en el 2005, recuperar un cuerpo que desaparecieron en el 2001 a decir que íbamos a recuperar un cuerpo del 89 o 90, que fue la época en la que empezó el accionar de las guerrillas”, sentencia Ramírez.

Sin embargo,  para el expersonero de Granada es claro que en el municipio hay información  suficiente y procesos adelantados para que las autoridades estatales y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas retomen con seriedad la búsqueda de cuerpos en Granada. Recomienda, por ejemplo, que continúen las indagaciones en el cementerio del municipio donde hay 35 cuerpos no identificados y en el de Santa Ana, donde podría haber otros cien. Muchos de esos cuerpos, según Ramírez, son de personas asesinadas durante el momento más duro de la guerra y probablemente un buen porcentaje corresponda a excombatientes.

Finalmente, Ramírez cree que el aporte que puede hacer la Farc en la búsqueda de desaparecidos en Granada, es que muchos de sus excombatientes eran personas del mismo municipio. “Lógicamente ellos tienen información porque desaparecieron al vecino, al conocido, pero el asunto es saber dónde están esos excombatientes”, pregunta. Ramírez plantea que el reto en este caso será encontrar a esas personas que hicieron parte de las Farc, pues muchos de ellos durante el asedio de los paramilitares y del Ejército desertaron o se desmovilizaron; y concientizar a los que quedaron vivos para que den información que aporte a esa importante labor.

[i] Orlando Idárraga Tobón fue asesinado el 9 de septiembre de 2002 en la vereda El Libertador, municipio de Granada. Fue presentado por integrantes de la Cuarta Brigada del Ejército como guerrillero de las Farc. Años después, una investigación judicial concluyó que se trató de una ejecución extrajudicial. Por los hechos está condenado a 30 años de prisión el teniente José Alejandro Ramírez Riaño.

Entrega de dos cuerpos en el municipio de Granada, el 28 de febrero del 2014. Foto: Desde Granada.