En el municipio de Granada hay varios lugares que se asocian con la desaparición forzada, pues en ellos se vio por última vez a muchos de los que hoy siguen desaparecidos.

El Alto del Palmar

El Alto del Palmar es un lugar de la carretera que comunica a Granada con la autopista Medellín – Bogotá. Está en jurisdicción del municipio de El Santuario y desde allí empezó, entre 1998 y 1999 la incursión de paramilitar bajo el mando de Carlos Mauricio García Fernández, alias ‘Doble Cero’. Para los paramilitares era un lugar estratégico que les facilitaba el control de quién entraba y quién salía de Granada.

La cancha que está en el Alto del Palmar, que otrora sirvió como punto de encuentro para los habitantes de la vereda, se convirtió en una suerte de puesto de control usado por los paramilitares para requisas, asesinatos selectivos y como símbolo de control territorial. Los retenes que hacían en ese lugar era el terror de quienes transitaban por esa carretera, al punto que en la mente de muchos conductores el recorrido estaba dividido en dos: antes y después del Altor del Palmar.

“Si la gente iba charlando en el bus, cuando íbamos a pasar por ahí se quedaban mudos, cuando veían que no había retén, la gente descansaba. Cuando sí había, lo paraban a uno con un listado en la mano y separaban a la gente para corroborar la identidad de algunos”, así lo recuerda Edwin Gómez, conductor de Flota Granada.

Alejandro Molina, también conductor de bus, recuerda que el recorrido hasta el Alto del palmar lo hacía en absoluto silencio, como con el corazón en la boca. “Cuando llegaba a la autopista sin que nadie parara el bus, la gente empezaba a conversar y uno también prendía el radio, ponía música y respiraba hondo. Mucha gente, incluso, pasaba ese trayecto rezando el rosario”, comenta Molina.

Las listas a las que se refiere Edwin eran creadas por los paramilitares con base en información que recibían de colaboradores, habitantes interrogados, excombatientes de la guerrilla que se cambiaban de bando e incluso de las fuerzas militares. En estas, según el relato de varios conductores, se leían los nombres de familiares de guerrilleros o de personas señaladas de serlo; de maestros de escuela con pensamiento crítico o de simples campesinos que por una u otra circunstancia eran acusados de colaborar con las guerrillas. De ese señalamiento pocos conductores pudieron escapar. “Para uno era muy difícil no haber ‘colaborado’, sin querer, con alguno de los dos grupos. Porque a uno lo paraba un campesino en la carretera y le decía, ‘vea, don, lléveme este mercadito o esta cajita y se la entrega a tal persona. Entonces, si uno no lo llevaba, luego lo paraban unos que por mala gente y si uno la llevaba, lo paraban los otros por colaborador”, recuerda Darío García, también conductor de Flota Granada.

“Un día venía de Medellín y cerca al Alto del Palmar me encontré un retén. Como nosotros ya estábamos acostumbrados a eso, paré sin preocuparme y el paramilitar sacó una libreta, miró mi placa y me preguntó si yo era ‘Molina’, como me conocían en el pueblo. Al yo decirle que sí, me pidió que me bajara. En cuestión de dos segundos me amarró con una cincha y me dijo: ‘ah, con que cargándole comida a la guerrilla’. Me tiró por un pastal y me tuvo un rato boca abajo con una pistola en la cabeza. Solo por supuestamente haber cargado mercado para la guerrilla. Al final del asunto, uno de los comandantes no permitió que me mataran porque sabía que yo no colaboraba con ningún grupo armado”, recuerda Alejandro Molina, conductor de bus.

Muchas desapariciones ocurrieron en esos retenes, casi siempre de la misma forma: Se les pedía a los conductores que detuvieran su vehículo, bajaban a los pasajeros y conductores, se les pedía el documento de identidad y cuando encontraban a alguien incluido en sus macabras listas, lo retiraban del grupo y le pedían al conductor que continuara su viaje. De muchas de esas personas que dejaban retenidas no se volvió a saber.

El Cebadero

En octubre de 1997, Santa Ana, un corregimiento de Granada del que poco se sabía, salió en los titulares de medios nacionales e internacionales pues en el parque del pequeño poblado el Ejército de Liberación Nacional, ELN, liberó a dos delegados de la Organización de las Naciones Unidas, ONU, que tenían secuestrados. El show mediático en el que se convirtió la liberación la utilizó el ELN como carta de presentación de su propuesta política y dejó en el ambiente la idea de que Santa Ana era un santuario guerrillero en donde no se movía una hoja sin el aval de ese grupo. Eso puso al corregimiento en la mira de los paramilitares que por esa época estaban aumentando su presencia en la región.

Para llegar en carro a Santa Ana hay que tomar una vía secundaria en una zona que se llama El Cebadero, a unos tres kilómetros del casco urbano de Granada. En ese punto, durante la década de los noventa, tanto el ELN como las Farc hicieron retenes para extorsionar, controlar el paso de víveres y de personas. Para los conductores de buses y camiones tipo escalera, ese era otro punto de la carretera al que le tenían pavor.

Wilson Giraldo, quien empezó a trabajar en 1997 como ayudante de bus, fue testigo de las disputas por el poder y la transición en el dominio territorial que antes era de las guerrillas y posteriormente de los paramilitares.  “Yo recuerdo que al día siguiente de la masacre paramilitar en noviembre del 2000, pasamos en el bus por El Cebadero y la guerrilla nos detuvo y nos hicieron bajar. En el suelo había dos muertos y ellos nos los mostraban y nos decían, ‘vean, estos dos son paracos y fueron los que ayudaron en esa masacre’”.

El Zacatín y el Alto de La María

El Zacatín fue conocido como el “camino de la muerte”, porque fue en esa calle del pueblo en la que se vio por última vez a muchos de los hoy desaparecidos. El Zacatín conecta el casco urbano con la llamada “zona fría” del municipio, que entre los años 2000 y 2002 fue el refugio de los paramilitares. Entre muchos granadinos, aunque nadie se atreve a dar fe de ello, se instaló la idea de que en el Alto de La María había un campamento paramilitar en el que se preparaban las acciones del Bloque Metro. Lo que sí se sabe es que en esa dirección fueron llevados muchas de las personas que hoy permanecen desaparecidas, no se sabe si para asesinarlos y enterrarlos allí o para trasladarlos hacia el vecino municipio de El Santuario.

“Del sector de La María uno siempre decía que qué miedo pasar por ahí porque ya uno sabía que cuando veía pasar a los paramilitares con alguien en un carro, es que lo iban a matar o a desaparecer, entonces, era maluco que lo vieran pasar a uno por ahí porque de pronto le tocaba ver algo y era peligroso. Esa vía conecta a varias veredas y a El Santuario pero en el tiempo en que los paramilitares se asentaron por ahí, esa vía se fue quedando sola”, recuerda Alejandro Molina.

El Carmelo

El Carmelo es un punto situado a unos cuando kilómetros del casco urbano de Granada, en la carretera que conecta a ese municipio con San Carlos. Aunque no muchos pobladores relacionan a El Carmelo con la desaparición forzada, hay conductores que sí recuerdan haber visto allí retenes de paramilitares en los que fueron detenidas personas acusadas de ser colaboradores de las guerrillas.