El abuso sexual es quizá una de las verdades más reprochables del conflicto armado colombiano. Es, además, uno de los más grandes potenciadores del trauma tanto en las víctimas como en las excombatientes. Esta fue una de las conclusiones a las que llegó Claudia Bueno Castellanos, doctora en piscología de la Universidad de Konstanz en Alemania, luego de comparar en sus estudios de posgrado la exposición al trauma y el efecto piscológico de la violencia organizada en Colombia entre víctimas y victimarios.

Por Elizabeth Otálvoro

Ahora que el país se dispone institucionalmente para transitar de la guerra a la paz y para reintegrar a la sociedad civil a cerca 6.804 exguerrilleros –cifra entregada por las Farc ante el gobierno nacional–, la salud mental se convierte en un tema fundamental si se quiere una paz integral. Para Claudia Bueno, experta en temas de salud mental, la Alta Consejería para la Reintegración tiene rutas adecuadas de asesoría en esta materia, pero señala que sería importante incluir más procesos individuales en la ruta de salud mental, como la intervención en trauma y en trastornos mentales. De la misma manera, considera que un complemento a lo que viene haciendo el Estado sería invertir en la formación y capacitación de aquellos profesionales que acompañan la reincorporación.

Bueno es insistente en señalar que en ambos grupos, tanto en víctimas como en victimarios, se encuentran elementos impactantes y transtornos en la salud mental: “Creeríamos que las víctimas están más expuestas a los diferentes episodios de violencia, pero los victimarios también, entonces tenemos prevalencias altas de diferentes trastornos en los dos grupos”, señala la psicóloga. De tal forma que el estrés postraumático, la ansiedad, la depresión y la agresión son algunas de las secuelas que pueden solaparse en la guerra y a las que, como bien lo señala la experta, si se quiere un proceso real de transición hacia la paz, es necesario atenderlos con prontitud y rigusoridad.

Si bien Bueno reconoce similitudes en el trauma causado en quien estuvo en las filas de los grupos armados y en quien sufrió las consecuencias de las acciones violentas, en sus estudios precisa una prevalencia en los victimarios: se trata de lo que la teoría nombra “agresión apetitiva”, que no es nada diferente a la fascinación por cometer actos delictivos y experimentar satisfacción. “Entre más temprano un niño sea reclutado la tendencia es a que sus niveles de agresión sean más altos”, agrega la también coordinadora del posgrado en piscología clínica de la Universidad Pontificia Bolivariana en su sede de Bucaramanga.

En el diploma en Memoria Histórica ofrecido por el proyecto Hacemos Memoria, convenio entre la Universidad de Antioquia y la DW Akademie, se entendió que para hablar de procesos de reconstrucción de memoria en un país como Colombia, que se propone dejar atrás más de 60 años de confrontación armada, es fundamental acercarse a comprender lo que pasa con la salud mental de quienes tuvieron de frente al conflicto armado. Por eso, Claudia Bueno, quien ha dedicado su vida profesional a la relación de la violencia con los efectos psicológicos que deja la guerra a su paso, fue la docente encargada de exponer el tema.

¿Cuál es la relación de la salud mental con la construcción de memoria? Este es uno de los interrogantes que la docente trató de responder, a partir de comprender que el trauma genera afectaciones en la memoria y, por consiguiente, en la construcción que el individuo hace de su propio relato de vida. Pero así mismo, Bueno explica que la piscología clínica ha intentado a través de terapias de exposición narrativa, del uso de la construcción de memorias individuales, atender el trauma. Es así, entonces, como la dupla salud mental y reconstrucción de memoria aparece como un reto urgente con el fin de la confrontación armada.