El Salón del Nunca Más, de Granada, vuelve abrir sus puertas a la comunidad, después de nueve meses de permanecer cerrado por las obras de restauración que debieron hacerse por la humedad que ha deteriorado el edificio donde se encuentra. El salón está dentro de la Casa de la Cultura, una casona de tapia, de tres pisos, contigua a la vía que comunica a Granada con San Carlos, en el Oriente de Antioquia. 

Texto y fotos por Fabián Uribe Betancur

Desde el 2017, la edificación que alberga el Salón del Nunca Más venía presentando filtraciones en el techo, paredes húmedas, malos olores y hongos, lo que puso en riesgo las fotografías, carteles, bitácoras, línea de tiempo y demás objetos expositivos que los habitantes y las víctimas del municipio han recolectado como memorias de los años más duros del conflicto armado.   

En la puerta del salón hay un letrero que dice: “Estamos en proceso de montaje. Pronto podrá visitarnos”. Según Gloria Ramírez, presidenta de la Asociación de Víctimas Unidas de Granada, Asovida, entidad promotora del Salón Nunca Más, aunque no se está prestando continuamente el servicio de recorridos, desde el 1 de abril abrieron sus puertas, pero de forma restringida: “La comunidad, con previo aviso, puede solicitar una visita guiada. Estos tipos de visitas por el momento las hemos hecho con diversas instituciones educativas del municipio”, dice. 

Ramírez agrega que en el salón los objetos de memoria estarán dispuestos de una manera distinta a como se encontraban antes del cierre para las reparaciones. En el primer piso, donde antes estaban las exposiciones principales, se ubicarán la línea de tiempo, una sala para capacitar a los visitantes y los elementos de resistencia. En el segundo piso, tendrá protagonismo la galería fotográfica de los familiares de las víctimas, y habrá una cafetería que será fuente de recursos para la asociación.  

Queremos terminar lo más pronto posible la exposición fotográfica. No ha sido fácil, porque estamos buscando recursos para poder montar las fotos y los demás objetos de memoria”, destaca Ramírez.  

Memorias del conflicto armado

Tras las reparaciones locativas del edificio de la Casa de la Cultura de Granada, la asamblea de Asovida, reunida el 16 de marzo de 2024, con la asistencia de 96 miembros de la asociación, decidió poner las fotografías de los familiares de las víctimas en el segundo piso, ya que este lugar cuenta con mejores condiciones de ventilación para preservar los archivos. Hasta la fecha, hay en exposición 352 fotografías aportadas por familiares de las víctimas del conflicto. 

El 1 de abril, el Salón del Nunca Más volvió a abrir sus puertas a la comunidad granadina con recorridos guiados para instituciones educativas, organizaciones sociales y visitantes en general, con previo aviso. Por ahora, el salón no cuenta con los recursos ni con el personal para permanecer abierto toda la semana. 

La persona que está abriendo la puerta del salón es Gloria Ramírez, presidenta de Asovida, quien, sin recibir remuneración económica, está pendiente de las instalaciones y ofrece visitas guiadas en compañía de los demás miembros de la asociación. En la puerta de la Casa de la Cultura, los ciudadanos decidieron pintar un sirirí como homenaje al legado de Fabiola Lalinde, quien fue ejemplo de resistencia en la búsqueda de su hijo Luis Fernando Lalinde. Al pie del ave dice: «Persistir y joder como un sirirí». 

El 6 de diciembre de 2000, Granada sufrió uno de los peores ataques cometidos por las FARC-EP. Allí el grupo armado detonó 400 kilos de dinamita en la calle principal del pueblo, cuando el carrobomba se dirigía a la estación de Policía. Este hecho forma parte de las memorias del conflicto armado que guarda el Salón del Nunca Más, y que la misma comunidad ha aportado a través de fotografías. Estas memorias son un homenaje a las personas que fallecieron en el atentado guerrillero o en la toma paramilitar de junio del 2002, o fueron desaparecidas durante el conflicto, y también a la comunidad sobreviviente que realizó acciones de resistencia como la colecta de recursos para reconstruir el pueblo luego del carrobomba. 

Además de preservar la memoria sobre el conflicto armado en Granada, el salón también narra las transformaciones que ha experimentado la organización de víctimas Asovida a lo largo de su existencia, a través de fotografías, pancartas, carteles y manualidades que  hacen parte de su memoria colectiva. 

En el Salón del Nunca Más reposan bitácoras como esta; cuadernos en los que amigos, conocidos y familiares les escriben mensajes a las víctimas del conflicto armado en Granada. Durante la pandemia, algunas bitácoras sufrieron afectaciones por la humedad del edificio.  

“Jairo Giraldo nació el 20 de febrero de 1960 y murió el 3 de noviembre del 2000. 

Era un padre dedicado a su hogar, a sus hijos y a su esposa. Se sabe que hubo algunas dificultades y desacuerdos, pero gracias a Dios afrontamos con paciencia y amor.  

Nunca dejaré de agradecerte por el ejemplo, el buen trato y cariño de que nos diste; porque gracias a ti y a mi madre somos personas de bien y echadas para adelante  

Nunca olvidaremos tus consejos y tu gran amor. 

Te llevamos presente en nuestro corazón.  

Te quiero mucho.  

Yuliana, tu hija”. 

Las obras de adecuación de la Casa de la Cultura de Granada consistieron en la construcción de una unidad sanitaria, el reemplazo de pisos, ventanas y una parte del techo, el revoque de las tapias, el cambio de cubierta en el patio central de la casona y los acabados de pintura. Las labores de “mantenimiento, mejoramiento y rehabilitación” costaron 1500 millones de pesos. 

Leer más: Concluidas las obras del Salón del Nunca Más, aún hay dudas de si soportará la humedad 

Vivir el desplazamiento en Granada  

Uno de los hechos violentos que más afectó a los granadinos, tanto de la cabecera municipal como de la zona rural, durante el conflicto armado, fue el desplazamiento forzado. Según el informe Granada: Memorias de guerra, resistencia y reconstrucción, del CNMH, el 86% de los habitantes de Granada fueron víctimas de este flagelo; el Registro Único de Víctimas cifra en más de 30 mil personas la cantidad de desplazados, por el cerco de los actores armados, especialmente entre 1999 y 2002.  

En diferentes circunstancias, condiciones y épocas, los miembros de la Asociación de Víctimas Unidas de Granada, Asovida, sufrieron este flagelo. Gloria Ramírez, Sonia y Manuel, quienes suelen hacer los recorridos guiados por el Salón del Nunca Más, cuentan parte de sus experiencias a los visitantes, como una forma de aportar a la memoria del conflicto y a la construcción de paz. 

Gloria Ramírez  

Es líder social y presidenta de Asovida, entidad gestora y promotora del Salón del Nunca Más. En el 2000 fue víctima de desplazamiento forzado en Granada.   

“Un día nos llamaron a una reunión en la vereda La Florida, eso fue en la escuela. Nos decían que teníamos que asistir obligatoriamente. Esa vez nos reunió la guerrilla, nos dijeron que teníamos que ayudar de alguna manera, con trabajo o plata, y que teníamos que pararnos en las partes altas para decirles si el Ejército entraba a la zona, y que nos daban un arma para dispararles. 

La gente no estuvo de acuerdo: ‘Ni por el berraco vamos a hacer eso’. Las personas trataron de irse a sus casas. La guerrilla nos dijo: ‘Aquellos que no colaboren serán objetivo militar’. Uno de los manes dijo: ‘Para Santa Ana vendría algo muy terrible; cuando sientan fuegos pirotécnicos o algo parecido es porque se metió la guerra’.

Cuando pasó el tiempo, se sintieron fuegos pirotécnicos, traqueteos y un montón de cosas. A nosotros se nos olvidó lo que nos dijeron en la reunión. Solo pensamos: ‘Ve, hay fiesta en Santa Ana’.  

A las 12 de la noche comenzó el traqueteo más miedoso. En la vida yo había vivido algo similar. ¡Por los clavos de Cristo! Sonaban balas por todos lados, solo se sentía ¡pa!, ¡pa!, ¡pa! El avión fantasma tirando desde las montañas; solo se escuchaba ¡boom! La tierra templada. Yo decía: ‘Ay Dios mío’”.

Sonia Suárez 

Tiene 61 años de edad y lleva seis años como integrante de Asovida, es la tesorera. En 1985 abandonó el municipio debido a las amenazas recibidas por sus labores de defensa del territorio, y para el año 2000 se exilió en Estados Unidos.   

En 1984 se estaba construyendo el acueducto del municipio y la comunidad no sabía muy bien cómo. Yo era muy inquieta, me metía en las reuniones de las organizaciones sociales que defendían el territorio. Entonces un amigo reunió a varios de los integrantes y nos dijo: ‘¿Ustedes saben qué están haciendo con la construcción del acueducto y la nueva bocatoma allá arriba, en La María?’. Y nos fuimos hasta allá; eso quedaba a una hora y media de la zona urbana. Era pura trocha.

El campesino que había comentado sobre la construcción metió un palo en el muro que había hecho la empresa contratista, y eso salió de lado a lado. Eso era pura tierra, estaba mal hecho. Después llevamos a un ingeniero civil para que verificara la construcción y denunciamos que había sobrecostos e irregularidades en la contratación. Hicimos todo un revuelo con ese tema en el municipio.

A raíz comenzamos a recibir señalamientos de una gente en particular. Nos señalaban de guerrilleros. A muchos compañeros los persiguieron hasta sus casas. Desde ahí tomé la decisión de irme del país; eso lo hice muy callada”.      

Manuel Sepúlveda  

Es campesino, líder social y hace parte desde hace siete años de Asovida. Ha acompañado los procesos sociales de la organización en las veredas; los foros, las asambleas, las actividades pedagógicas y los eventos conmemorativos. Tras varios hechos violentos registrados en Granada, como la masacre de 17 personas por parte de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y la toma guerrillera de las FARC-EP en el 2000, se vio obligado a abandonar el municipio. 

Yo trabajé en una mina de carbón en el César, pero me tocó venirme para Granada, porque estábamos en paro por la falta de pago de nuestros salarios. Ahí estaba yo reclamando mis derechos, y cuando ganamos el pleito con la minera, me comenzaron a seguir los paramilitares. Decidí arreglar con la empresa el tema de la liquidación, pues es mejor la vida que un peso. Ellos estaban aliados con ese grupo armado.

No pensaba que fuese a vivir nuevamente el desplazamiento aquí en Granada. Yo salí una mañana para Rionegro, eso era como en el 2000, cuando me encontré por El Ramal con unos uniformados que parecían del Ejército. Al mediodía me informaron que se habían tomado el pueblo, que habían matado a un montón de gente. Desde ahí no volví a Granada, quedé desplazado en Rionegro”.