Pedro Vaca, director ejecutivo de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), asegura que el poco acceso a la información, la presión de distintos grupos armados y la falta de autonomía de los medios de comunicación son algunos de los factores que han creado atmósferas de silencio en el país, un obstáculo con el que deben lidiar los periodistas que informan sobre temas como la implementación de los Acuerdos de Paz y el asesinato de líderes sociales.

Por “.co.de”, proyecto que reúne a los socios de la Deutsche Welle Akademie en Colombia
Fotografía: Felipe Restrepo

Según Pedro Vaca, director ejecutivo de la Flip, con la firma del Acuerdo de Paz entre el Gobierno y las Farc, los periodistas han tenido más garantías para desempeñar su labor en algunas regiones de Colombia; pero en otras, como el Pacífico colombiano, la presencia de grupos armados como el Eln, el Clan del Golfo o Los Rastrojo sigue representando una amenaza para el derecho a la información.

Sin embargo, como explica Vaca, los actores armadas no son los únicos que ponen en riesgo la libertad de prensa. Para él, es igual de preocupante que cinco millones de personas en Colombia no tengan acceso a información noticiosa local o que los medios pierdan su autonomía con entidades públicas y privadas que controlan lo que se publica.

Durante dos décadas, la Flip ha seguido y denunciado las violaciones contra la libertad de prensa en el país. Su trabajo consiste en asesorar y acompañar a periodistas y medios de comunicación que enfrentan cualquier tipo de censura. Actualmente, la Fundación tiene una red 30 corresponsales distribuidos en distintas regiones del país, quienes se encargan de reportar los casos en los que se vulnera el derecho a la información.

A propósito de estos temas, el proyecto “.co.de”, que reúne a los socios de la Deutsche Welle Akademie en Colombia, y del que hace parte Hacemos Memoria, conversó con Pedro Vaca. Él es abogado, magister en Derecho y especialista en Derecho Constitucional de la Universidad Nacional de Colombia, ha sido activista y defensor de los Derechos Humanos. Desde agosto de 2013 es director ejecutivo de la Fundación para la Libertad de Prensa en Colombia.

¿Cómo está la situación de los periodistas en Colombia después de la firma del Acuerdo de Paz, de que su implementación apenas empieza, de que hay menos homicidios, pero al mismo tiempo siguen atentando contra los líderes sociales?
Yo creo que los periodistas enfrentan un dilema enorme y es que la información se necesita independientemente del contexto. La prensa necesita ser libre en tiempos de guerra y en tiempos de paz. Pero ahora, por lo menos, veo tres problemas.

El primero es la violencia letal. Los asesinatos han disminuido notablemente, pero no quiere decir que hayan desaparecido, siguen existiendo actores que a través de mecanismos no letales ejercen violencia y eso tiene como consecuencia que hay temas de los cuales no se habla en las regiones.

Un segundo problema es que hay una expectativa enorme sobre los periodistas. Hoy en día ellos tienen que cubrir en profundidad, de manera rápida, imparcial, en multiformato, con enfoque diferencial, en territorios. Pero esa expectativa no coincide con las limitaciones de los periodistas.

Y lo tercero, que es parte de lo que más nos preocupa en la Fundación, es que después de la violencia se instala el silencio. Eso ocurre en regiones donde está presente el Clan del Golfo, donde hay disidencias de las Farc y en otros territorios donde hay políticos que imponen el silencio a través de la pauta en los medios de comunicación. Intervenir esas atmósferas de autocensura es muy difícil.

En cuanto al acceso a la información, ¿cómo está el país, sigue siendo la violencia la principal amenaza contra la libertad de prensa?
Desde la Flip, notamos que la variable de libertad de prensa en Colombia siempre se ha marcado en clave de violencia, pero no es la única amenaza. A partir de un proyecto que hemos venido desarrollando en los últimos tres años, donde estamos mapeando la oferta de medios de comunicación local en zonas de conflicto, llegamos a la conclusión de que al menos cinco millones de colombianos viven en zonas donde no hay información local, no tienen medios que produzcan noticias, sino música y entretenimiento. A veces, en estos lugares, el único medio que existe es el de la Fuerza Pública.

Este dato tal vez no se conoce mucho, pero en Colombia el medio público más grande es del Ministerio de Defensa: son 110 frecuencias de radio en manos de la Armada, la Policía y el Ejército. Eso no está mal, pero sí es preocupante cuando uno lo compara con la Radio Nacional de Colombia, que tiene 54 frecuencias y muchos menos recursos que la radio pública militar.

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El acceso a la información también hace parte del Acuerdo Final de Paz entre el Gobierno y las Farc, específicamente, en el capítulo de Participación en Política. ¿Cómo ve los avances en ese tema?
En términos generales, me parece que Colombia tiene un déficit de pluralidad, y esa es una discusión que tiene que darse en todo el nivel democrático, no solo como algo que se deriva del Acuerdo de Paz. Colombia tiene menos información de la que necesita y las fuentes de esa información no son plurales. Hay un problema de información: la gente sabe qué pasa en Bogotá, pero no tiene ni idea de lo que pasa en su región porque no hay información local.

Después viene lo que quedó en el Acuerdo de Paz, y me parece que lo que está ahí es un piso. Lo que acordaron sobre medios en el de punto de participación en política son temas básicos que se deben exigir en una democracia bastante simple.

Pero me concentro en dos puntos. Uno tiene que ver con pauta publicitaria. La pauta publicitaria en Colombia, sobre todo la pauta oficial, es una moneda de chantaje que premia el silencio y castiga la crítica. Las autoridades públicas tienen un potencial enorme de modular y domesticar el debate público. Regular este asunto es una obligación del Estado colombiano, no es logro del Acuerdo de Paz.

Ahora, en lo que tiene que ver con convocatorias de radio comunitaria y con capacitación técnica a trabajadores de medios, debo decir que el Gobierno ha sido francamente opaco. Yo creo que es un Gobierno temeroso de dar una discusión abierta sobre este tema.

Hace poco tuvo una reunión con los 30 corresponsables de la FLIP en las regiones más complicadas. ¿Qué escuchó?, ¿dónde están las situaciones más críticas en este escenario de posconflicto?
Todavía hay presencia de actores armados. Yo creo que con la salida de las Farc del conflicto es mucho más asustador los actores que quedan: el Clan del Golfo, Los Rastrojos, Águilas Negras. Los llaman de cualquier forma, pero son organizaciones mucho más dispersas, con capacidad de presionar a los periodistas, y ahí, puntualmente, nos preocupa la región del cordón litoral del Pacífico. Por otro lado, también está el Eln, una guerrilla que desprecia la libertad de prensa. Los últimos secuestros a periodistas en Colombia los hicieron ellos. Además, más allá de sus planteamientos, hay una resistencia enorme a que haya un debate público abierto, sobre todo a nivel local.

Después, vienen problemas generales como la pauta publicitaria, la pauta oficial. Los recursos que las instituciones públicas nacionales y locales invierten en los medios de comunicación representan muchos conflictos de autonomía, determinan qué se dice y qué se calla, y ahí es la sociedad la más perjudicada.

Frente a ese tema, ¿conocen experiencias exitosas en las que se haya logrado hacer contrapeso a los grandes poderes locales que silencian?
La censura es una golosina del poder, de cualquier poder. Del poder legal, ilegal, económico, político e incluso del poder organizativo. Cualquier fuente de poder va a acudir a la censura cuando la necesita y cuando le convenga. Entonces, teniendo eso presente, los periodistas, aún estando decididos, tienen muchos dilemas. Ellos quieren abordar algunos temas, pero se enfrentan a muchos obstáculos: las fuentes no les hablan, no pueden trabajar en ciertas zonas, se quedan sin financiación, son víctimas de retaliaciones violentas, hay cualquier cantidad de variables. Al final los espacios de autocensura son cómodos.

Una organización que vino a la Feria del Libro de Bogotá tiene una publicación muy buena, se llama Un compendio de ensayos contra la censura. El libro dice que los poderosos ya no se tienen que esforzar cuando quieren censurar, pues nos pusieron unas gafas a través de las cuales nos obligaron a ver el mundo.

Córdoba es un ejemplo fantástico desde este punto de vista. Entre 2006 y 2007, había cifras muy altas de agresión en contra de los periodistas de este departamento, comparadas con otras regiones del país. Esas cifras descendieron. Hace unos 3 o 4 años, el gobernador de Córdoba me dijo que su departamento tenía las mejores condiciones para la libertad de prensa. Y uno va a ver y es que aprendimos a callar, se domesticó el debate público. Un amigo tiene una frase: “ya no amenazan a periodistas porque no molestan a nadie”.

¿Cuál estrategia tiene la Flip para acompañar a los periodistas en estos contextos?
Con estos periodistas nos preguntamos qué hacer con esos problemas. Fue así como creamos la Liga contra el silencio. Básicamente, nosotros no queremos reprochar que los periodistas se autocensuren, sino entender por qué se autocensuran. Lo que sí estamos haciendo es crear una liga de medios, bajo esa lógica de súper héroes, que a través una “batiseñal” informen los problemas que hay en su región, y luego desplegar esfuerzos para que otros que no tienen esos problemas los puedan cubrir. Ahí estamos trabajando con Vice, con La Pulla, con Actualidad Panamericana, con La silla vacía, con Verdad Abierta. La invitación es para todos aquellos que quieran hacer parte de un ejército de reservistas contra la autocensura.