A través del radioteatro, la emisora comunitaria La Esquina Radio reconstruye la historia de la violencia en Medellín. Adiós al purgatorio es una obra que narra el conflicto que se desató en las calles de La Divisa y La Quiebra y cuenta cómo retornó la paz a estos barrios de la Comuna 13.

Por Juan Camilo Castañeda Arboleda

La estación Juan XXIII del Metro Cable está incrustada entre los barrios La Quiebra y La Divisa de la Comuna 13 de Medellín. Hace cuatro años las noticias que se emitían en los medios de comunicación sobre este territorio evidenciaban una confrontación bélica entre grupos armados: balaceras, asonadas y disparos que impactaban las cabinas del cable atemorizaban a los habitantes de esta comunidad. Pero hoy en la emisora comunitaria La Esquina
Radio describen un escenario tranquilo, sin el traqueteo de las balas.

A dos cuadras de la estación se encuentra la sede social del barrio La Quiebra, justo al lado del paradero de los buses de Floresta-Estadio. Desde un parque infantil, que está a la entrada del salón, transmiten El solar de la esquina, un programa que se emite los jueves a las 6 de la tarde y que cada semana se produce en un barrio distinto.

Frente a dos micrófonos están sentados el poeta don Perlimplin, un personaje ficticio interpretado por Edwin Gómez, que tiene bigote maquillado y lleva un sombrero rojo sobre la cabeza. A su lado se encuentra Fabián Alexander Arango, el párroco de la iglesia Santa Ana de La Quiebra. Un parlante amplifica la conversación. En el parque los niños están encaramados en los columpios, señoras y jóvenes escuchan el diálogo desde una tribuna.

El padre Fabián le cuenta a don Perlimplin que cuando llegó al barrio, en febrero de 2013, encontró un territorio perturbado por la guerra entre combos. Aunque sintió miedo por las constantes balaceras, estuvo dispuesto a recorrer las calles y hacerse conocer por la comunidad.

Don Perlimplin le cuenta que La Esquina Radio está reconstruyendo la memoria de esa violencia y que por eso transmiten el programa desde diferentes sectores de la Comuna 13. Desde hace varios meses Daniel Serna, Marta Isabel Gómez y Edwin Gómez realizan talleres con jóvenes de la comunidad, quienes aportan relatos para la construcción de esa memoria que será narrada en Adiós al purgatorio, una obra de radioteatro.

Los jóvenes, la violencia y el deseo de contar
Lily Calderón y Leo Vera llegaron a La Quiebra el 31 de diciembre de 1993 provenientes del barrio 12 de Octubre. Recuerdan que en esa época la vida era más tranquila porque solo había un actor armado que controlaba el barrio. Lily dice que el sector se tornó violento cuando otros actores llegaron a disputar el territorio. Según cuenta, durante los días de la guerra lo que más la perjudicó fueron las fronteras invisibles: “Para mí era muy difícil. Vivía muy intranquila porque por mi trabajo me tocaba pasar de un barrio a otro. Uno sentía miedo de que le dijeran o le hicieran algo malo”.

Por su parte, Leo considera que el peor daño que hizo la confrontación entre combos fue la estigmatización de los jóvenes: “A mí no me gustaba salir porque me daba miedo. Iba del trabajo a la casa y de la casa al trabajo. Decían que si uno era de tal barrio, pertenecía a tal banda. Me daba mucho miedo montar en bus porque a veces bajaban a los jóvenes y los mataban, y en Metro Cable uno peligraba por una bala perdida”.

Leidy Londoño, por su parte, llegó al barrio La Quiebra cuando tenía 13 años, en el 2010. Vivía con su familia en un barrio de la Comuna 8, pero se desplazaron por las amenazas de los actores armados. A su llegada a este sector del Occidente de Medellín, se encontró con un escenario similar. De esos años violentos, Leidy recuerda que todos los adultos de la familia trabajaban por fuera del barrio, por eso en la noche, a la hora que debían regresar, siempre se vivía un ambiente de zozobra en su casa. “Por acá esto se prendía a cualquier hora. Varias veces, cuando estábamos en el colegio, nos tocaba tirarnos al suelo”, cuenta.

Según el programa Medellín Cómo Vamos, en la Comuna 13, entre los años 2011 y 2012, se presentaron cerca de dos mil desplazamientos forzados. Según el Instituto de Medicina Legal, en este mismo sector¸ entre 2010 y 2012, ocurrieron 169 homicidios.

El padre Fabián recuerda que las primeras personas que saludó cuando llegó a La Quiebra le recomendaron no salir a la calle después de las siete de la noche. “Aquí ya se sabía que las balaceras empezaban entre las siete y las ocho de la noche, la gente simplemente se encerraba”. Sin embargo, el mismo día que llegó salió a conocer el barrio y a la comunidad. En las primeras semanas, convocó a los jóvenes para que ingresaran a los grupos juveniles de la parroquia. Lo sorprendió que tantos muchachos aceptaran su invitación.

El padre debía organizar dos reuniones: una con los jóvenes de La Quiebra y otra con los de La Divisa, pues era imposible cruzar la frontera invisible. “Con ellos hice actividades sobre temas fuertes como la muerte, el odio, el rencor; por ejemplo, les mostraba videos que los impactaban. Quería abrir sus mentes porque me imaginaba que eran personas que tenían miedo y vacíos afectivos, materiales y espirituales”, explica el padre.

Los discursos que daba en los talleres con los jóvenes llegaron a oídos de los integrantes de los combos. Aprovechaba las misas para subirle el volumen a los parlantes y lograr que sus palabras traspasaran los muros de la iglesia. En sus sermones, insistió en la necesidad de parar la guerra, de vivir en paz.

En abril de 2013, dos meses después de su llegada al barrio, el padre Fabián logró lo que para muchos parecía imposible: habló con los jefes de las bandas para que hicieran una tregua durante Semana Santa; sin embargo, las balaceras volvieron en la semana de Pascua.

El día que llegó la paz
El 17 de julio de 2013 fue el día que se silenciaron las armas en La Quiebra y en la Divisa. El padre recuerda la fecha porque ese día Nacional quedó campeón después de ganarle a Santa Fe en Bogotá. Él estaba en una reunión por fuera del barrio y cuando regresó vio a mucha gente en la calle. “Los habitantes de otros sectores me decían que había llegado la paz. Eso me impactó mucho. Los jóvenes de los combos me decían que querían la paz. Yo les ofrecí un abrazo”, recuerda el padre Fabián. Ese día sintió que sus palabras calaron en la comunidad.

La fecha coincide con lo que los activistas de Derechos Humanos y organizaciones no gubernamentales denominaron “El pacto del fusil”: un acuerdo entre las principales estructuras criminales de la ciudad –La Oficina de Envigado y Los Urabeños–, que durante varios años se disputaron el control de varios barrios de Medellín, entre ellos La Quiebra y La Divisa.

El pacto se firmó el 14 de julio de 2013 y se celebró el 3 de agosto con una fiesta a la que asistieron miembros de las bandas del Coco, Pradera parte alta, La Divisa, Pradera parte baja, La Quiebra, El Socorro y la Agonía.

Después de la pacificación del barrio, el trabajo del padre Fabián se enfocó en reunir a esa comunidad que tanto había sufrido por la guerra, para que disfrutara de torneos de fútbol, bazares, conciertos y shows de humor como el que ofreció Suso el Paspi en septiembre de 2013.

Leidy, Lily y Leo hacen parte de los grupos juveniles organizados por el padre Fabián, en quien reconocen la figura de un gestor de paz. Además, integran el grupo de diez jóvenes que asiste a los talleres de La Esquina Radio para recuperar la memoria del barrio a través del teatro radial.

Lily dice que su principal motivación para participar en esta iniciativa es la posibilidad de contarle a la ciudad las situaciones tormentosas por las que pasó el barrio, pero también asegura que “es una oportunidad para decirle a la gente que las cosas cambiaron en La Quiebra, que todos pueden venir porque acá no les va a pasar nada”.

Para Leo es importante que los jóvenes participen en estos procesos de memoria porque los entiende como “una oportunidad para cerrar las heridas del pasado –explica–. Además, uno puede aprender a actuar y a crear guiones para la radio”.

La Esquina Radio es una de las tres emisoras comunitarias de Medellín. Sus integrantes le apuestan a la construcción de ciudadanía a través de un proceso de comunicación democrático, participativo y transparente. Daniel Serna, un joven que trabaja hace diez años en la Asociación Palco, entidad a la que pertenece la emisora, ha encontrado en La Esquina la posibilidad de acercarse a las comunidades y a la realidad local: “Estamos convencidos de que la radio no tiene barreras. La radio la hacen los mismos ciudadanos y por eso nos tomamos la calle”.

En esas calles de Medellín, el equipo de La Esquina Radio ha escuchado historias atravesadas por la violencia, y contarlas no ha sido fácil. “Nos encontramos con mucha gente quiere hablar, pero les da miedo que su voz se oiga en la radio”, explica Daniel.

Ante ese silencio, La Esquina Radio ha tenido que buscar otras formas de narrar esas realidades. Desde el 2011, la radionovela y el radioteatro les han permitido contar esas historias que, a veces, se escapan de la memoria de la ciudad. “En La Quiebra aunque hay cierta paz, no es un territorio ‘desmilitarizado’; a pesar de eso, la gente nos habla sin miedo porque no se involucra directamente. El radioteatro es una forma de contar la verdad sin comprometer a nadie”, comenta Daniel.

En el parque de La Quiebra el programa continúa. Otros vecinos llegan y escuchan la conversación de don Perlimplin y el padre Fabián. Dos muchachos se acercan con velas encendidas que, dicen, están cargadas de la energía de los jóvenes del barrio que le apuestan a la paz.

Por un momento, el padre Fabián y don Perlimplin se quedan en silencio. Don Perlimplin le hace una seña al hombre que manipula la consola de sonido para que reproduzca un fragmento de Adiós al purgatorio. Se escucha, entonces, el sonido de una motocicleta, después un diálogo entre Coleta y su hija Milena, dos de los personajes de la historia:

—¡Uy!, casi que no llegás. Ya me estaba preocupando —dice Milena.
—¿Preocupando? ¿Qué le pasa mija? Vea, mejor coja ese maletín que ahí está todo lo que necesitan los muchachos —contesta Coleta.
—Bueno, ya con esto quedamos montados.
—Hay diez fierros. Son para repartirlos entre los que están listos, y usted coja el que más le guste. Usted sabe que tiene que cuidarse.
—Cucho, tranquilo. Usted sabe que soy una dura, conmigo nadie se mete, salí igual que usted. Con esto si no nos van a parar, los del otro lado van a saber lo que es bueno.
—Tranquila mija. No se apresure. Las cosas caen por su propio peso y ellos están sentidos porque les matamos al mancito.

Cuando finaliza el diálogo don Perlimplin le pregunta en tono misterioso al padre Fabián si esas situaciones se seguirán repitiendo. El padre espera que los mensajes de paz, alegría y libertad que ha transmitido ayuden a que en estos barrios siga reinando la tranquilidad y a que los jóvenes puedan vivir mejor.

Compartimos el programa El solar de la esquina en el que se presenta un adelanto del radioteatro Adiós al purgatorio, realizado por la emisora La Esquina Radio y los jóvenes de la Comuna 13.