El alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, nombró el 23 de enero a Luis Eduardo Vieco Maya como director del Museo Casa de la Memoria, quien se enfrentará a retos y problemas que tienen su propia historia de tropiezos y demoras en la institución. Encontrar el camino jurídico y burocrático para resolverlos puede ser el desafío de fondo que le espera al nuevo director.

Por Hacemos Memoria

En el Plan de Gobierno del alcalde Federico Gutiérrez no se ve el Museo Casa de la Memoria como una prioridad. Sí se lo menciona, pero sin especificidad, lo que lleva a la pregunta de si de verdad existe una intención de posicionamiento de la entidad dentro del llamado conglomerado público y de cara a la sociedad, y cómo se verá esto reflejado en el Plan de Desarrollo que se encuentra en elaboración y que será discutido por el Consejo Territorial de Planeación.

En una propuesta general en el tema de víctimas del Plan de Gobierno que resultó ganador en las elecciones de octubre del 2023 se puede leer: “Fortaleceremos y recuperaremos sitios de memoria como el Jardín Cementerio Universal, el Museo Casa de la Memoria y el CONPAZ”; tres entidades muy distintas entre sí que no podrían denominarse a secas “sitios de memoria”. En cuanto al tema de la memoria, lo único que se expresa en el mismo plan es en relación con la cultura silletera de Medellín.

Ya en su primer periodo de gobierno (2016-2019), el actual alcalde demostró poco interés en la gestión del Museo Casa de la Memoria, al hacerlo a un lado para darle relevancia al proyecto “Inflexión”, parque construido en el terreno del edificio Mónaco (carrera 45 con calle 15 sur), que con tirar abajo la explotada sede de operaciones de Pablo Escobar, y con ello cierta memoria, buscaba centrar la mirada en las victimizaciones producidas por el narcotráfico en Medellín; una apuesta quizás más asociada a lo que representa la ciudad para las industrias del turismo y el entretenimiento, pero que no tenía en cuenta las necesidades de participación y visibilización de las organizaciones sociales y de víctimas activas entonces en Medellín y Antioquia, que reclamaban por los crímenes cometidos por grupos paramilitares, Estado y guerrillas.

En el 2015, cuando el Museo Casa de la Memoria era dirigido por Lucía González, en la alcaldía de Aníbal Gaviria, la institución pasó por un proceso de aprobación en el Concejo de Medellín, para convertirse en establecimiento público con personería jurídica, lo que fue aplaudido por diferentes sectores de la ciudad, puesto que le daba “un lugar de mayor relevancia” y “la posibilidad de tener mayor eficiencia, así como de poder articular otros sectores de la sociedad al proyecto de memoria y de reconciliación”, dijo González en abril de ese año.

En aquella época, hace casi una década, un grupo de mediadores del Museo pertenecía a organizaciones sociales y de víctimas; expertos de universidades e institutos de investigación regionales lideraban, en alianza con la entidad y con el Centro Nacional de Memoria Histórica, la elaboración del informe Medellín: Memorias de una guerra urbana; grupos de víctimas conformaban sus reclamos de participación y de restablecimiento de derechos, y se reunían con constancia en las instalaciones del Museo Casa de la Memoria; había actividades académicas, sociales, comunitarias y lúdicas para comprender el conflicto, no solo en el edificio del parque Bicentenario, sino también en barrios y corregimientos de Medellín; y en fin, la institución se había convertido en un símbolo activo de trabajo y de encuentro por la memoria en la ciudad, si bien continuaba con su propuesta inicial de darles centralidad y protagonismo a las víctimas del conflicto armado. Toda esta actividad contribuyó a posicionar el Museo Casa de la Memoria como espacio de memoria, en el que se sentían convocados diversos grupos, sectores y ciudadanos de Medellín.

En enero del 2016, Federico Gutiérrez nombró como directora a Adriana Valderrama, quien enfrentó retos administrativos bajo la nueva figura jurídica de la administración y cambió la mirada de la institución con respecto a esa centralidad de las víctimas (a Pacifista! le dijo: “no es un espacio ni de las víctimas ni de los victimarios, sino que es de todos”, 19/01/2016), así como limitó la forma en que participaban de las decisiones de funcionamiento de la entidad, sectores sociales que habían sido aliados al Museo Casa de la Memoria desde su origen y puesta en marcha.

Vale recordar también que, durante la primera alcaldía de Federico Gutiérrez, en el 2017, el presupuesto asignado a la entidad fue el más alto: 7.045 millones de pesos; y en la de Daniel Quintero, en el 2022, fue uno de los más bajos: 5.239 millones de pesos.

Durante la administración de Daniel Quintero, la memoria fue mencionada en dos líneas estratégicas del Plan de Desarrollo 2020-2023: “Transformación educativa y cultural” (componente “Cultura, arte y memoria”) y “Medellín me cuida” (programa “Memoria histórica, construcción de paz y superación del conflicto”). Los presupuestos en el cuatrienio fueron moderados, similares a los asignados por Gutiérrez, pero con ejecuciones porcentuales más bajas.

No obstante, asuntos externos como la pandemia de covid-19, el cambio de Gobierno nacional y los ataques cibernéticos a las entidades públicas, e internos como la rotación de directores, la desatención a problemas urgentes (el deterioro de la planta física), la creación de la Secretaría de la No Violencia y sus vaivenes internos, al igual que el cambio en el operador logístico del Museo Casa de la Memoria (en el periodo de Quintero, pasó del Teatro Pablo Tobón Uribe a Fundarte), terminaron por proyectar una idea de relegamiento de la entidad dentro del ordenamiento municipal; una idea de que se conformaría con cumplir las metas mínimas de su gestión permitida, con la misma estructura organizacional y planta de cargos que se había establecido en el 2016, sin mayores transformaciones, pese a los nuevos contextos y desafíos.

Fotografía de una de las salas del museo en mayo de 2023.

Un edificio por reparar y terminar

La planta física del Museo Casa de la Memoria está en problemas, y lo ha estado desde el 2019; no únicamente por falta de mantenimiento, sino por errores de construcción y humedades del terreno donde está emplazada, que para subsanarse requieren un alto presupuesto.

Constantemente medios de comunicación han alertado a los gobiernos locales por el deterioro del edificio; lo más altisonante de los últimos tiempos sucedió en julio del 2022, siendo director Jairo Herrán (que había sido nombrado después de Cathalina Sánchez, en el 2020), cuando el daño del aire acondicionado afectó durante algunas semanas el centro de documentación y la sala de exposición permanente.

Edwin Arias fue director de la institución entre octubre del 2022 y abril del 2023. Lo sucedió Xamara Mesa Betancur, quien al recibir el cargo de directora se percató de los problemas de infraestructura y de planeación del Museo: “Me di cuenta de que no había un plan de mantenimiento y de que muchas de las intervenciones que se hacían en el Museo se realizaban de forma intuitiva. Esto fue una alerta porque observamos que había problemas de planeación, no solo de lo que requiere el Museo para funcionar, sino también en asuntos financieros. No había un plan claro para actuar”, le dijo a Hacemos Memoria en entrevista concedida en mayo del 2023. En la misma época se consultaron excontratistas, bajo las direcciones de Jairo Herrán y Edwin Arias, que expresaron que hubo poca trazabilidad en algunos procesos internos y administrativos del Museo, que se sentía improvisación en decisiones de investigación y exposición, y que esto entorpecía la actividad cotidiana.

Específicamente, en cuanto a la planta física, el actual director, Luis Eduardo Vieco Maya, en entrevista con El Colombiano (28/01/2024), dijo que las reparaciones principales al edificio costarían unos 600 millones de pesos: “Es evidente que el Museo Casa de la Memoria requería unas inversiones en mantenimiento mínimo anuales, pero no se hicieron. Todos esos gastos condicionan nuestro plan para el museo. Adicionalmente, en el exterior hay un deterioro, como se puede ver en los memoriales, que son tan importantes para las organizaciones, y hay que hacer esos trabajos. Los baños también están en muy malas condiciones; de los siete baños que hay para mujeres, por ejemplo, solo funcionan tres”.

Hay humedades, paredes que se desmoronan, salones de exposiciones convertidos en bodegas, artefactos de memoria que perdieron su luz, lugares por donde no se puede transitar, baños fuera de servicio. Además, un exterior hostil al público: un parque Bicentenario que no invita a la reflexión, por el que hay que pasar de afán para evitar ofrecimientos de estupefacientes y acechamientos.

La construcción de la segunda etapa del edificio, proyectada desde los diseños originales del Museo Casa de la Memoria, seguirá en veremos.

El periódico El Colombiano le preguntó al director Vieco Maya si creía que la alcaldía de Federico Gutiérrez iba a avanzar en la construcción de esta etapa, frente a lo que respondió: “Esa segunda etapa hace parte de lo que propondremos, al menos, como un factor importante para tener en cuenta por la administración. […] Nuestro reto es formularlo y disponer de toda nuestra capacidad para que al menos podamos iniciar”.

Entrelíneas puede leerse que el reto interno de la entidad pasa por convencer a la Alcaldía de que el Museo Casa de la Memoria merece atención y ejecución de unas promesas aplazadas incluso desde el primer periodo de Gutiérrez.

Espacios deteriorados en la parte externa del Museo.

Retos que exigen idoneidad

En el periodo 2020-2023, en la administración de Daniel Quintero, el Museo Casa de la Memoria tuvo cuatro directores, lo que evidencia que quien ocupe este cargo está sujeto a las afinidades y vaivenes políticos de la alcaldía de turno, lo que no significa alguna novedad o anomalía en la administración pública en Colombia, pero sí compromete la ejecución de planes de largo plazo y la estabilización de sus actividades, en una agenda social que debería ser más inclusiva y visionaria; es decir, tener mayor alcance que aquello que pueden determinar un mandatario local y su gabinete durante un periodo de gobierno.

El director recién nombrado, Luis Eduardo Vieco Maya, es un profesional de reconocida trayectoria académica: es doctor en Estudios Políticos y Jurídicos, ha sido director de la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana y ha sido conjuez del Tribunal Administrativo de Antioquia. No resaltan en su hoja de vida encargos en el sector público; tampoco experiencia en gestión del patrimonio y la memoria histórica, en acompañamiento a víctimas del conflicto, o en relacionamiento con procesos artísticos y comunitarios; ni se observa que haya ejercido algún liderazgo social.

Sin embargo, las trayectorias de los recientes directores, algunas más cercanas a los públicos que convoca la institución, tampoco son muy expresivas de las capacidades de gestión y liderazgo para enfrentar los retos administrativos y temáticos, que debería tener la persona que ocupe ese cargo.

Si bien con su experiencia en docencia y gestión administrativa dentro de una universidad privada, Vieco puede desarrollar un buen trabajo, vale la pena traer a colación el propósito del cargo de Director General del Museo Casa de la Memoria, que está descrito en el Manual de Funciones de la entidad (vigente desde 2016): “Direccionar, planear y controlar políticas, planes, programas y proyectos que garanticen el desarrollo de procesos de construcción y circulación de las memorias del conflicto armado, la construcción de expresiones culturales y la realización de conmemoraciones; el diseño de pedagogías para la transformación cultural y social, la implementación de estrategias de incidencia política y movilización social, frente a los derechos humanos y las garantías de no repetición, y la definición e implementación de procesos de gestión del conocimiento, orientados a la circulación y democratización del mismo, con el fin de contribuir al desarrollo integral de la ciudad y de conformidad con la legislación vigente”.

A pesar de la amplitud de los temas y asuntos que debe abordar quien se encargue de la dirección, el mismo manual administrativo le delega como primera función: “Ejecutar las decisiones de Consejo Directivo, dictar los actos administrativos que le correspondan y realizar las actividades conducentes al cumplimiento de los objetivos de la entidad”. Queda claro, pues, que más que en el director, el poder de decisión en esta institución lo ostenta el consejo directivo. Así, este órgano debería nutrirse de perfiles capacitados y de mirada amplia para poder apoyar y tomar decisiones acertadas sobre la labor del Museo Casa de la Memoria, que es una entidad descentralizada del Municipio o Distrito de Medellín.

Su consejo directivo está integrado por el director, cuatro secretarios (No Violencia, Mujeres, Inclusión Social y Familia, y Cultura) y dos representantes de las víctimas: la directora de Madres de la Candelaria – Caminos de Esperanza, Teresita Gaviria, y quien lidere la Mesa Municipal de Participación Efectiva de Víctimas de Medellín, órgano acompañado por la Secretaría de No Violencia.

En los primeros años de funcionamiento del Museo Casa de la Memoria, había un comité asesor, luego fue llamado grupo de “amigos”, integrado por representantes del sector público, la cooperación internacional, el sector privado, las ONG, la academia y los entes culturales, y por ciudadanos relevantes en sus áreas de trabajo, quienes podían aportar a la fundamentación y guía de la entidad, que, aunque era visto como una forma de alianza público-privada, también planteaba el malentendido de supeditar la función pública al altruismo y el mecenazgo de los grupos empresariales.

En el 2016 esta figura de comité asesor o grupo de amigos desapareció y dio paso al consejo directivo, que, por su conformación, con mayoría del gabinete municipal, deja todas las decisiones de gestión y direccionamiento en manos del gobierno de turno.

La exdirectora Cathalina Sánchez, consultada por Hacemos Memoria en mayo del 2023, expresó la importancia de que el Museo Casa de la Memoria tenga un comité asesor que propicie y acompañe, desde afuera de la administración, acciones para su desarrollo. “Pienso que se debe estudiar una figura jurídica que le permita al museo tener una participación, un direccionamiento, unas opiniones, sobre temáticas de investigación y de exposiciones, sobre trabajos con comunidades, y también abarcar problemas administrativos”, opinó Sánchez, quien estuvo al frente de la institución entre enero del 2019 y junio del 2020.

Al final de su encargo, en entrevista publicada por Hacemos Memoria, Sánchez enunció otra dificultad en la entidad: “El 95% de las personas que trabajan en el Museo son contratistas”, un asunto que “complejiza la continuidad de los procesos y la proyección o estabilidad de la entidad”. Para ella, el problema al respecto radica en que “en una entidad tan pequeña como el Museo eso puede generar inestabilidad en la continuidad de los procesos. Cada cuatro años se vuelve a empezar, y hay que tener en cuenta que la construcción de memoria necesita tanta confianza, cercanía y tacto, que romper drásticamente los vínculos con las comunidades es perjudicial”.

Por su parte, la saliente directora del Museo Casa de la Memoria, Xamara Mesa, planteó dos retos en la presentación del informe de gestión 2020-2023, titulado “Medellín cuida sus memorias”: por una parte, articular la gestión de la entidad a la implementación del Acuerdo de Paz con su Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición; y, por otra, actualizar el guion museológico de la sala de larga duración con miras a plantear una posición ante todos los tipos de violencia que suceden en Medellín. Ambos asuntos deben encabezar una lista de pendientes en la entidad.

Como se ha visto, la reparación del edificio actual, la terminación de su sede, la actualización de los contenidos, la articulación con plurales sectores de la sociedad, el llamado a la participación de las víctimas y organizaciones sociales y comunitarias, la convocatoria prioritaria a visitantes y público medellinense y colombiano, el presupuesto y la consecución de recursos para financiar su gestión y funcionamiento, etc., todos son retos vigentes para el Museo Casa de la Memoria y quienes están a cargo de su direccionamiento y permanencia.

Más allá de ellos, que tienen acciones específicas para subsanarse o hacerse realidad, el gran desafío puede ser que la institución revise su estructura administrativa y organizativa, para que el carácter descentralizado no signifique aislado ni menguado dentro del ordenamiento público de Medellín, y para que tampoco corra el riesgo, ni en el presente ni el futuro, de ser moneda de cambio de los gobiernos locales. De fondo, el posicionamiento y la permanencia con calidad son asuntos tan urgentes como importantes.

Fuentes

Para la realización de este trabajo fueron consultadas las siguientes personas:

Directivos: Xamara Mesa Betancur, directora entre mayo y diciembre de 2023; Cathalina Sánchez Escobar, directora entre enero de 2019 y junio de 2020; y Juan Carlos Posada González, coordinador del programa de Atención a Víctimas del Conflicto en 2010-2011; se intentó realizar entrevistas con funcionarios de la Secretaría de la No Violencia.

Excontratistas del MCM en distintas administraciones: Fredy Gaviria, Alejandra Cardona, Sebastián Hincapié y Natalia Tejada.

Académicos y miembros de organizaciones que han trabajado en alianza con el Museo Casa de la Memoria: Max Yuri Gil, coordinador regional en la Comisión de la Verdad; Marta Villa, exdirectora de Corporación Región; Gloria Gallego, investigadora de la Universidad EAFIT; Martha Lucía Giraldo, investigadora de la Universidad de Antioquia; Luz Amparo Mejía, líder de Madres de la Candelaria – Línea Fundadora, y Anaydalith Delgado, líder de la Mesa de Participación Activa de Víctimas de Medellín.

Así mismo, se revisaron contenidos de prensa de El Colombiano, El Armadillo y Pacifista! en torno a la gestión de la institución. Hacemos Memoria publicó el especial periodístico “El incierto futuro del Museo Casa de la Memoria” el 29 de julio de 2020, que contó con entrevistas a Jairo Herrán, Cathalina Sánchez, Adriana Valderrama, Lucía González y Carlos Uribe, directores de la institución desde 2013.

En cuanto a información documental, se consultaron materiales de acceso público como informes de gestión, planes estratégicos, cartillas y libros del Museo Casa de la Memoria; planes de gobierno, decretos y actas de la Secretaría de No Violencia y el Concejo de Medellín, así como el documento de la “Auditoria financiera y gestión” realizada por la Contraloría General de Medellín (noviembre de 2022) y datos de procesos de contratación disponibles en SECOP, entre otros.