Este colectivo de producción audiovisual y cine campesino está próximo a cumplir dos décadas trabajando por la memoria colectiva en Antioquia. Con la pandemia sus integrantes modificaron los procesos de formación y ahora dan talleres virtuales. Esta es su historia.

 

Por: Daniela Jiménez González

Fotos: archivo Producciones El Retorno

Yury Tabares ama el sonido. El de los pájaros, los grillos, las mañanas a 2.200 metros sobre el nivel del mar con sus vientos fuertes y escandalosos en su natal Betulia, un pueblo del Suroeste de Antioquia. Todos los días, dice, despierta con imágenes maravillosas: las montañas, los horizontes de postal, las carreteras veredales cubiertas por la bruma. El sonido, sin embargo, es otra cosa: la trae y la lleva, es como una revelación que se muestra para quienes están verdaderamente atentos al detalle.

Ella es campesina, hace parte de Producciones El Retorno, y su rol favorito en los rodajes es, precisamente, el de sonidista. Así es desde hace ocho años cuando se echó cámara, micrófono y cables al hombro y se unió al equipo de este colectivo audiovisual, que es el laboratorio de comunicaciones de la Asociación Campesina de Antioquia (ACA). Y no es que no sea capaz de hacer una fotografía, o de hacer una grabación, lo que ocurre es que, en sus palabras, “no hay nada más espectacular que callar y escuchar todo lo que pasa alrededor”. Cuando amanece, y los sonidos van entrando por el patio de su casa, Yury pone a registrar sus grabadoras. “Se acercan hasta veinte pajaritos al patio”, explica, “y se ponen todos parchados, en un guayabo grandote, a cantarme, eso nunca lo voy a poder explicar, cómo amo el sonido”.

Los vecinos de su vereda natal, que lleva por nombre El Cuchillón, en el corregimiento de Altamira, eran sus coequiperos, los actores, los montajistas y productores. Cuando El Retorno llegó a Betulia, como ocurrió en otros municipios, lo hizo con una premisa: que las comunidades rurales pudieran contar sus historias, las de arraigo y desarraigo, y también las de coraje y supervivencia. Así que se iban de pueblo en pueblo con trípodes, lentes, cámaras y empezaba el rodaje.

El Retorno nació entre 2002 y 2003. Gustavo Adolfo Hincapié, su coordinador, cuenta que este es un proceso que se centra en lo audiovisual como un lenguaje creativo, un lenguaje expresivo, y como posibilidad de formación con jóvenes campesinos. Tiene como énfasis el trabajo de reconstrucción de memoria y de defensa del territorio. Surgió precisamente en medio del desplazamiento forzado de comunidades campesinas a causa de la violencia asociada al conflicto armado. Pero para esa época, explica Gustavo Adolfo, no había una política de restablecimiento de derechos para esa población y mucho menos políticas de retorno, aunque muchas de esas comunidades soñaban con volver a la tierra.

En sus inicios la apuesta El Retorno era mostrar el drama del desplazamiento forzado, no solo en Medellín, sino también en el resto del país, incluso documentando la experiencia de comunidades que estaban resistiendo de manera pacífica. Se enfocaron en historias de vida, en un trabajo focalizado en cuatro o cinco comunidades campesinas: San Francisco, Sonsón y Argelia en el Oriente antioqueño, y Betulia en el Suroeste de Antioquia. Luego el colectivo llegó a otras comunidades como Dabeiba y San José de Apartadó en Urabá, donde además de campesinos participaron pueblos indígenas.

Fue así como el audiovisual se convirtió en una posibilidad para indagar sobre hechos dolorosos en la vida de las poblaciones y de brindarles a los jóvenes herramientas y otras formas de expresión que los motivaran a desarrollar sentido de pertenencia, arraigo, identidad por su historia y por su comunidad.

En las proyecciones, que todavía se hacen en las casas comunitarias o en juntas de acción comunal, los vecinos y amigos de toda la vida podían verse a sí mismos proyectados en la pantalla. Son estas personas las protagonistas de las películas que ellas mismos crearon y son sus vidas los guiones que le dan sentido a los cortometrajes. Verse en la pantalla tiene para ellos un encanto natural, afirma Yury, quien recuerda que la primera vez que se paró frente a la cámara pensó que no sería capaz de hablar. Su primer rodaje fue “PAZarte al CAMPO”, un proyecto en el que buscaron los testimonios de campesinos y víctimas del conflicto armado que hubieran sufrido algún maltrato o desplazamiento.

Pero el cortometraje favorito de Yury es “Retrato de una Mujer campesina”, que cuenta la cotidianidad de una mujer de la región: levantarse todos los días a cuidar animales, a coger café, a cuidar a los hijos. Esa historia, comenta, transmite la esencia de lo que es el trabajo del campo, su amor, aporte al país y, lastimosamente, las condiciones precarias y mal remuneradas en las que se realiza. “Me reflejo en ese corto porque nosotras, como documentalistas, nos vemos en esa labor, en esa tarea cómo nuestras madres y nuestras abuelas y sus historias nunca fueron contadas, unas mujeres que dieron la vida por el campo, por levantar ese mundo de hasta 18 hijos y sus historias no fueron narradas con el amor y la atención que merecían”, reflexiona Yury.

Los otros cortometrajes no son siempre buenas noticias, ni son fáciles de digerir. Muchos han sido sobre la violencia, que para Yury es una puñalada en el corazón, “porque la violencia y la guerra nos ha dejado marcados, nos han dejado huellas que, por mucho hemos querido sanar y con esto que cada día se repite en nuestro país, nos sigue doliendo”. Por eso, agrega que le ha generad mucha curiosidad ver que una herramienta tan básica como una cámara puede convertirse en un instrumento para ayudar a sanar y transmitir.

Al respecto, Gustavo Adolfo dice que para El Retorno “hay algo crucial y es lo colectivo de la creación audiovisual. Vimos que en el audiovisual había una posibilidad de generar diálogos intergeneracionales. Esa motivación de ellos por estas herramientas podía ser una excusa para que entraran a dialogar con sus historias y que empezaran a hablar sobre sus propias inquietudes”.

La forma de realizar los trabajos audiovisuales, desde el proceso de producción y la parte logística, es algo que no hubieran conseguido sin la participación y apoyo de las juntas de acción comunal, y sin las propuestas organizativas de las comunidades desplazadas, afirma Gustavo Adolfo, quien considera que este ha sido un proceso de catarsis que ha llevado en algunos casos a elaborar duelos, y a la reconstrucción de una memoria comunitaria en la que las personas vuelven a preguntar por los hechos del pasado y por las luchas de sus líderes. De alguna forma, agrega, estas historias audiovisuales reafirman valores y liderazgos que son clave.

 

Vidas desde el territorio que se cuentan con las cámaras

En 2019 El Retorno realizó 100 proyecciones en 20 veredas de cinco municipios de Antioquia. Los cineclubes campesinos comenzaron desde el 2012 como espacios de proyección de películas donde comparten los documentales producidos por el colectivo, así como películas para niños y adultos, buscando propiciar esos espacios de interacción comunitaria.

Para Gustavo Adolfo, las herramientas audiovisuales les permiten a hombres y mujeres del campo tener otra forma de relacionarse con la biodiversidad y los territorios. Por eso, desde hace tres El Retorno inició una propuesta que se llama Río Verde, Red Campesina de Documentalistas de la Biodiversidad, en la cual quieren tocar el tema ambiental para generar otros vínculos con la memoria del territorio. A través de esta iniciativa les interesa transformar algunas prácticas en torno a la biodiversidad y reconocer las especies de fauna y flora que existen en las zonas rurales de Antioquia. “Estamos en unas zonas con mucha agua, también nos interesa hacer un mapeo por esas cuencas hidrográficas, de cómo han sido preservadas por las comunidades en sus prácticas comunitarias”, explica.

Por otra parte, entre algunos de los trabajos documentales que producido El Retorno en estos 16 años de trabajo, se destaca el audiovisual Por las huellas de los abuelos, de la serie memoria y territorio, en el que Jóvenes de la Escuela de Creación Documental recorren los viejos caminos que históricamente han conectado los territorios campesinos. Un grupo de 30 personas inició estos recorridos en julio de 2013, caminando desde el municipio de San Francisco hasta el corregimiento de Aquitania. Diez años atrás esta región había vivido un fuerte escalamiento del conflicto armado que generó el desplazamiento forzado y el abandono de veredas enteras. También el documental Tejiendo(Nos) desde el páramo, un recorrido por los testimonios y las imágenes de los colectivos de mujeres que conforman el nodo de la zona Páramo en la región del Oriente antioqueño, conformada por Argelia, Nariño y Sonsón, en el cual se incluye el testimonio de la Red de Tejedoras por la Vida y la Memoria.

Hace unos años, el fallecido cronista Alfredo Molano se refirió a la importante labor de El Retorno y, en un artículo publicado en el portal de este colectivo, destacó el documental Dignidad Campesina, acerca del cual dijo: “La opinión pública, dominada por la información oficial y por los intereses de las grandes cadenas de medios de comunicación, ha permanecido ajena al movimiento social que viene del campo a las ciudades. La gente de la calle ha sido obligada a no mirar lo que está más allá de su oficina, de su barrio, o del supermercado de la esquina. El intento por romper la barrera interpuesta entre estos dos mundos es la orden del día. Con el documental Dignidad Campesina se abren grietas a ese muro para que el país se entere de que un nuevo mundo está en construcción”.

Para Yury, si hay algo bello en esta historia, es lo mucho que han aprendido en el proceso de rodaje: “es un camello muy bonito. Nosotros somos campesinos y ver un campesino con la cámara es algo que da alegría, cómo nos capacitamos, cómo rodamos, todos somos personajes naturales. Hemos traído cine al campo”. Aunque reconoció que a veces cree no tener las palabras adecuadas para explicar la alegría que le da ver a su comunidad en la pantalla, conocer los relatos de otras regiones, intercambiar con los campesinos y que ellos se sientan halagados de estar contando su historia en una cámara.

 

Buscando señal en la pandemia

Hace unos años, antes de la pandemia, para El Retorno era impensable trabajar desde la virtualidad, mucho más teniendo en cuenta que su foco estaba puesto en territorios a los que la señal no llega.Pero como queríamos también compartir un poco del proceso con otras comunidades que hemos conocido, no solo en Colombia sino en América Latina, estábamos pensando en ofrecer algunos cursos de la escuela de producción a estos procesos y queríamos hacer el giro a la virtualidad”, dice Gustavo Adolfo. La pandemia aceleró todo. Les mostró, contra su escepticismo, que era posible llevar reuniones a cabo por medios virtuales.

Como parte de su proceso de virtualidad en medio de la pandemia, el colectivo desarrolló una campaña llamada Quédate en el territorio, a través de la cual destacó el papel del campesino en la soberanía alimentaria y el cuidado de los territorios en tiempos difíciles para la humanidad como la crisis sanitaria originada por el coronavirus. Uno de los testimonios que aparece en esta producción es el de Luz Elena Ramírez, a quien la pandemia la agarró desprevenida cuando lleva un mes y medio viviendo en la vereda Caunzal de Sonsón, en una finca llamada La Fe. Ella estaba allí cuando se dio cuenta de la expansión de la COVID-19. Por eso, en su relato, invita a las personas a  ser muy cuidadosas con el uso del tapabocas y a salir bien abrigadas.

Aunque en principio el colectivo se limitó a realizar esta campaña, poco a poco, dice Gustavo Adolfo, “nos fuimos como reuniendo, a finales de septiembre hicimos un proceso de formación virtual por primera vez. Un taller de profundización en fotografía con alrededor de unos 15 jóvenes de las cuatro comunidades. Tuvo unas ocho sesiones y eso nos implicó reestructurar la parte metodológica”.

El resultado los animó y les mostró que era posible darles continuidad a los procesos de formación virtual, incluyendo la parte presencial cuando fuera viable. Por eso en noviembre iniciaron unos conversatorios virtuales llamados Mujer, cine y medio ambiente en tiempos de pandemia.

El sueño, dice Gustavo Adolfo, es seguir sumando voces, fotografías y nuevos cortometrajes, sin perder lo que en esencia siempre han sido. Para Yury, precisamente, lo más valioso de El Retorno es que “somos campesinos, que estamos en los territorios y que cada que nos encontramos lo hacemos desde la ruralidad”.