Dificultades técnicas, falta de recursos y fallas de conectividad fueron algunos de los puntos analizados en el conversatorio Voces de la pandemia: situación de los medios de comunicación.

 

Por Pompilio Peña Montoya

A casi ocho meses desde el inicio de la pandemia, que obligó a muchas naciones a tomar medidas restrictivas con el fin de contener la propagación de la COVID-19, varios medios de comunicación han optado por transformarse y no detener su papel de informar. Para ello, han pasado etapas difíciles. Para comprender un poco cómo se dio este tránsito y cuáles fueron sus efectos, Hacemos Memoria realizó el conversatorio Voces de la pandemia: situación de los medios de comunicación.

En este conversatorio dialogaron María Cianci Bastidas, coordinadora de formación e investigación de la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica (Aler), red que agrupa cerca de 500 emisoras comunitarias en América Latina; Jorge Guachamín, secretario ejecutivo de la Coordinadora de Medios Comunitarios y Educativos del Ecuador (Corape); y Jonathan Bock, director ejecutivo de la Fundación para la Libertad de Prensa, (Flip).

La pandemia obligó a confinamientos que detuvieron actividades de todo tipo en grandes y pequeñas ciudades. Y el periodismo no se salvó. Su modelo de producir noticias y contenidos, en gran medida, chocó con la restricción, ya que se nutre de la realidad actual, del testimonio directo y de las singularidades que ocurren en los diferentes niveles de la sociedad. María Cianci afirmó que al inicio de la pandemia la primera pregunta que se formularon fue ¿Cómo continuar informando sin dejar que la red de medios se debilite?

El público, explicó María Cianci, demanda información, más ante un fenómeno epidemiológico inédito para muchas poblaciones. Para responder a eso,  “tuvimos que hacer, entre otras cosas, transmisiones remotas y ya no en cabina; tuvimos que aprender a manejar muchos programas que nos permitieron mayor conexión, además incorporamos el video a nuestras producciones virtuales, cuando antes solo llevábamos algunos experimentos y, sobre todo, nos tocó adaptarnos a otras dinámicas, ya que el trabajo periodístico se trasladó a nuestro hogar. Todo esto sin dejar de lado que tenemos una gran desigualdad estructural frente a la brecha digital, tanto en el acceso a dispositivos como computadores, grabadoras y cabinas, como en el acceso a la propia señal radial para las radios comunitarias y populares”, comentó refiriéndose también a la necesidad de no exponer la salud de los comunicadores.

Por su parte, Jorge Guachamín concordó con María y añadió que, ante la imposibilidad de que los periodistas de medios comunitarios y educativos de Ecuador contaran con equipos adecuados de transmisión radial en sus casas, debieron adaptarse al uso de herramientas virtuales, pero el acceso permanente a internet fue obligatorio y difícil, entre otras cosas debido a la mala o nula señal de internet en regiones apartadas como la Amazonía, lo que se sumó a la imposibilidad de transportarse a causa de las restricciones de movilidad.

Jorge Guachamín afirmó que el primer mes de la pandemia transcurrió entre pruebas y ensayos frente a la producción periodística. A las emisoras más alejadas de los grandes poblados se les dificultó recibir y producir información para su público. A ello se agregó que los comunicadores tuvieron que establecer otras formas de contacto con sus fuentes, como por ejemplo el uso de aplicaciones de mensajería instantánea cuando era posible.

“A esto hay que añadir que la sostenibilidad económica de los medios comunitarios es complicada porque los aportes para su sostenimiento son pocos y eso también aumenta la distancia entre los medios de comunicación privados, públicos y comunitarios”, aseveró Guachamín, quien resaltó la función educativa de este tipo de emisoras comunitarias en tiempos donde la pandemia ha generado mucha desinformación: “al no haber acceso fácil a internet, la comunidad sintoniza este tipo de emisoras, y esta corriente se ve fortalecida ya que las escuelas estuvieron cerradas, esto también nos inclinó a producir mucha información en la lengua de las regiones —lenguas indígenas—”.

Entre tanto, Jonathan Bock, director ejecutivo de la Flip en Colombia, advirtió que desde antes de que comenzara la pandemia muchos medios de comunicación venían en crisis financiera, por lo que se conocieron casos de cierres de medios y numerosos despidos.

Según Jonathan Bock, otro tema a tener en cuenta fue el papel que jugó el gobierno en la dinámica de la comunicación: “Creo que al principio había una intensión de parte del gobierno y de entidades públicas de controlar demasiado la información. Solo se quiso que hubiera un filtro, el oficial, para saber que estaba pasando. Esto bajo una mirada de emergencia se justificaba de alguna manera, pero implicó barreras en el acceso a la información”.

Además, en el caso de Colombia, recordó Jonathan Bock, existe una tradición histórica de parte de los más poderosos de presionar a los medios de comunicación para obligarlos, de algún modo, a informar de una u otra forma. Esto se hizo evidente al principio de la cuarentena cuando el gobierno instó a los medios a solo informarse sobre del virus a través de las instituciones de gobierno, lo que pudo haberse prestado para manipulaciones.

Finalmente, Jonathan Bock resaltó que este fenómeno de salud pública dejó en evidencia que existe una cantidad indeterminada de poblados que no cuenta con un medio de comunicación, lo que contribuye en gran parte a generar desinformación ante el afán de la gente de saber qué estaba pasando bajo una perspectiva local.