La Ruta Pacífica de las Mujeres le entregó a la Comisión de la Verdad el informe Una verdad que repare, donde recogen las experiencias que tuvieron con su propia «comisión de la verdad».

Por: Elizabeth Otálvaro

El ejercicio de comisionar la verdad no es una novedad en Colombia. Suele mirarse al exterior, Sudáfrica, Guatemala, Perú y otras experiencias internacionales para tomar referentes teóricos y metodológicos de cómo es que debe operar una Comisión de la Verdad. Lo que poco se sabe es que en el país hay una experiencia pionera que tiene mucho por enseñar: la Ruta Pacífica de las Mujeres, que hace unos años se embarcó en la tarea de crear su propia comisión de la verdad.

La experiencia que emprendió esta organización feminista, que desde 1996 busca contribuir al trámite negociado de los conflictos en Colombia, se ha convertido en un punto de partida para la actual Comisión de la Verdad y para la Jurisdicción Especial para la Paz. Ambas instancias han solicitado el acompañamiento de la Ruta Pacífica de las Mujeres para revisar los aciertos y desaciertos del proceso de recolección de testimonios derivado en el libro Una verdad que repare, conformado por un total de 1.100 voces de mujeres contando aquellas huellas que la guerra les dejó.

Según Sandra Luna, psicóloga e integrante del equipo coordinador y directivo de la Ruta Pacífica de las Mujeres, son principalmente cuatro los aprendizajes que la organización tiene para compartirle a la Comisión de la Verdad. que resultó como mandato de los acuerdos de La Habana entre la guerrilla de las Farc y el Gobierno.

Primero: una comisión de la verdad es posible hacerse con voluntad más que con recursos. “Es simplemente posible. Nosotras demostramos que así es y lo hicimos en un momento mucho más crítico del país, cuando el conflicto —con las Farc— no había terminado”, dice Luna.

Segundo: solo se consigue si está cimentada en la confianza. En palabras de la psicóloga, se requiere un acompañamiento continuo para que la empatía no se quiebre entre quien recoge y quien entrega el testimonio. “Se trata de respeto por la historia del otro”, señala.

Tercero: la Comisión de la Verdad no solo deberá mostrar los horrores de la guerra sino también narrar cómo las comunidades trabajaron para la reconstrucción del tejido social. Y cuarto: la visibilidad de los resultados es tan fundamental como el proceso mismo. “Ese es un ejercicio que la sociedad deberá hacer con la Comisión de la Verdad. Cuando ese relato salga no puede quedarse en la biblioteca”.

Todos estos aprendizajes son el resultado de un proceso que comenzó en el 2007 cuando la Ley 975 de Justicia y Paz volcó al país a un proceso de verdad, justicia y reparación en el que emergieron una gran cantidad de testimonios que empezaron a develar la crueldad del conflicto armado. La Ruta Pacífica de las Mujeres, de la que hacen parte 350 organizaciones de base de todo el país, se dio a la tarea de ordenar los relatos. Pero según Luna, solo hasta 2011, después de un proceso de entrenamiento al que aportaron los ahora comisionados de la verdad, Carlos Berinstain y Alejandro Valencia,  fue que comenzó la recolección de la verdad de las mujeres.

Del proceso resultó una serie de publicaciones disponibles para ser consultadas en la web. Además del libro Una verdad que repara, que resume el proceso en términos de recomendaciones, de elecciones y aprendizajes, está La verdad de las mujeres tomo I y II en el que se pueden leer los 1.100 testimonios de mujeres de todo el país. Por otro lado, Una verdad para la vida permite conocer la propuesta metodológica y, finalmente, un componente fundamental de todo el proceso que fue la devolución a las mujeres que participaron, quedó consignado en El camino de vuelta.

“Uno de los principales hallazgos del proceso fue que las mujeres consultadas padecieron alrededor de 4,1 hechos victimizantes en el cuerpo o la vida. También, que el tema de violencia sexual, si bien es cierto que es una violencia presente, no es la principal; la principal es el tema del desplazamiento. Corroboramos también un principio para el feminismo que es el del continuo de las violencias: cómo las mujeres somos víctimas de las violencias desde el momento que nacemos o antes, a lo largo de la vida, y que esto se agrava con el conflicto armado”, explica Luna.

Las organizaciones en el país vienen haciendo trabajos de memoria y verdad desde antes de que la legislación lo pusiera en términos de deber del Estado. Experiencias como la de la Ruta Pacífica de las Mujeres nos hablan del poder de la palabra para la reconciliación cuando es construida en procesos empáticos y colectivos. Esta organización no en vano fue invitada a La Habana para sugerir cómo debía ser trabajado el componente de género en el acuerdo final y ahora su trabajo es solicitado para dar pistas en el camino de la búsqueda de la verdad en Colombia.