El libro “Sudor y Tabaco II” ejemplifica la importancia de la construcción de memoria dentro del sindicalismo colombiano, gremio que busca, entre otras cosas, participar en mecanismos transicionales como la Comisión de la Verdad y la Jurisdicción Especial de Paz para esclarecer lo que fue el capítulo de la “violencia antisindical” en el país.

 Por: Natalia Maya

Si hay un gremio que apela a la historia y a la construcción de memoria para mantenerse vigente es el sindical. De acuerdo con Guillermo León Álvarez, presidente de Sintraintabaco, para las organizaciones sindicales es fundamental hacer memoria, porque si bien sus luchas se han ido transformando con el tiempo, en el fondo las consignas siguen siendo las mismas: la defensa de la clase obrera y el logro de la dignidad laboral. “Nuestro sindicato tiene una de las convenciones más importantes de este país en materia económica, social y política. Eso hay que valorarlo y nunca olvidarlo, por eso siempre les recordamos a los trabajadores que dichas convenciones se alcanzaron y se han mantenido con el sudor y la sangre de muchos compañeros a quienes tal vez no conocimos pero que nos han dejado un gran legado”, afirma Álvarez.

En el caso particular de Sintraintabaco, son tres los nombres que figuran en las memorias de la organización: el de Luis Javier Cifuentes, dirigente sindical de la seccional Medellín, desaparecido, torturado y posteriormente asesinado en enero de 1982; el de Aníbal León León, dirigente de la seccional Bucaramanga, quien falleció en octubre de 1991 en un accidente de tránsito después de haber asistido a una Asamblea General; y el de Ciro Arias Blanco, presidente de la seccional Capitanejo y miembro de la Junta Directiva Nacional, asesinado el 24 de marzo de 2001 por paramilitares, con su muerte la seccional que dirigía se acabó en términos operativos.

Portada del libro «Sudor y tabaco II», editado por Miguel Ángel Romero Ortiz y Sara López Acevedo y presentado en la celebración de los ochenta años de Sintraintabaco.

 

Tanto el nombre de Cifuentes como el de Arias hacen parte de los registros de la Escuela Nacional Sindical, que desde 1973 hasta mayo de 2018 ha documentado alrededor de 14.670 violaciones a la vida, la libertad y la integridad contra sindicalistas en el país, de las cuales 3.154 fueron asesinatos. Por esa “violencia antisindical”, “guerra sucia” o “exterminio”, como algunos sindicalistas han denominado el capítulo de la violencia sin precedentes contra su gremio, es que en la actualidad el sindicalismo colombiano demanda su reconocimiento como sujeto colectivo priorizado en el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, y, para lograrlo, serán cruciales los archivos y los ejercicios de memoria que cada sindicato ha construido a lo largo de su historia sobre sus luchas y trayectorias en el país.

Hoy en día Sintraintabaco, considerando las implicaciones que tuvo para la consolidación del sindicato de industria y su lucha por los derechos de los trabajadores tabacaleros los asesinatos de Cifuentes y de Arias, así como la detención y tortura de ocho de sus integrantes de la seccional Medellín, se suma al esfuerzo de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), que adelanta acciones en procura de que el sindicalismo colombiano sea reconocido como víctima del conflicto armado y sujeto de reparación colectiva.

Sudor y Tabaco II, construido con las voces de sus protagonistas, cuenta además las luchas y debates librados en los últimos 30 años por la organización, así como otros hechos de “la represión estatal y patronal y de la lucha contra el capital”, entre los que se destacan, según Jhon Jairo Arboleda Gómez, uno de sus exdirectivos, “el despido de la junta directiva en pleno de la seccional Bogotá, el intento de sabotaje de la huelga de los trabajadores de Coltabaco en Medellín, en 1982, el asesinato de dos policías en nuestra carpa y posterior detención arbitraria de los huelguistas, la compra de Coltabaco y Protabaco por las grandes multinacionales Philip Morris Internacional y British American Tobaco, los despidos colectivos y los múltiples cierres de fábricas en Pasto, Cartagena, Barranquilla, Bogotá, Cali, Bucaramanga y las plantas de Espinal y San Gil”.