Noche y Niebla, un exhaustivo registro de derechos humanos

Durante 25 años, la revista Noche y Niebla del Centro de Investigación y Educación Popular ha hecho un esfuerzo minucioso por documentar y publicar, desde una base de datos, hechos de violencia política ocurridos en Colombia.

Por Daniela Jiménez González

Imagen de portada: Consejo de Redacción

Antes de que existiera la revista Noche y Niebla, publicada por primera vez en 1996, el padre Alejandro Angulo dedicaba sus días a delinear los contornos de un país bastante desconocido, cuyos datos le eran revelados, a cuentagotas, por los monjes jesuitas que recorrían la ruralidad en sus misiones de evangelización. El padre pasaba las horas en su oficina del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep) como demógrafo, un ejercicio, en sus palabras, paciente y modesto, pero crucial para entender a Colombia.

Con las noticias que traían los misioneros, quienes obtenían información sobre hechos de violencia, testimonios de las comunidades y nuevos caseríos que iban surgiendo en los territorios, el sacerdote empezó a construir un registro y a ubicar en el mapa los sitios donde se asentaba la población civil y las zonas donde los actores armados ejercían la violencia.

Fue en una de esas tardes en su oficina, mientras el padre Alejandro se dedicaba a las demandantes jornadas de la tarea demográfica, que el sacerdote jesuita Javier Giraldo lo sorprendió con un cúmulo de historias de personas que habitaban en zonas desatendidas por el Estado, donde la información de la violencia que ocurría solo circulaba de voz en voz porque, en muchos lugares no había radio, prensa o televisión para transmitirla.

Luego de varias conversaciones con Javier Giraldo, el padre Alejandro corroboró que las denuncias de violaciones a los derechos humanos en Colombia no se detenían, sino que crecían, y que los medios de comunicación no daban cuenta de cada uno de estos casos, porque muchos de ellos ocurrían en comunidades demasiado alejadas de los casos urbanos.

Frente a esta realidad, el padre Alejandro y Javier Giraldo asumieron una convicción: esos crímenes había que contarlos y ponerles nombre. Era 1970. Poco a poco fueron puliendo la idea, sumando redes y visitando pueblos remotos. Tenían la certeza de que en Colombia era urgente un banco de datos que recopilara la violencia política, los homicidios, las amenazas a las comunidades, un trabajo que sería posible con otros grupos parroquiales, secretarías de Pastoral de las distintas diócesis y un abnegado proceso de clasificar información.  Eran ambiciosos, querían un registro lo más sistematizado que se pudiera, para que no fueran solamente anécdotas inconexas.

Así, a finales de 1980, nació el Banco de Datos de Derechos Humanos, DIH y Violencia Política del Cinep. Para crearlo, ambos sacerdotes tomaron como referencia bancos de datos en Chile y Argentina, que recopilaban violaciones a los derechos humanos durante las dictaduras militares. El asunto, sin embargo, comenzó a quedárseles corto. Querían contar lo que habían averiguado, sacar las innumerables piezas que conformaban el archivo y hacer que el mundo lo viera. Incluso, por supuesto, que el Estado pusiera ahí su ojo. Por eso, los sacerdotes decidieron crear una revista para dar a conocer de manera pública lo que estaba ocurriendo en el país. Aunque les tomó algunos años concretar esa ilusión.

Solo hasta 1996 se publicó la primera edición de una revista que Javier Giraldo llamó Noche y Niebla, en una referencia a la Alemania de los tiempos del nazismo y de Adolf Hitler. La portada, que se puede consultar en línea, tiene la fotografía de un camino veredal que parece no conducir a ningún lado y que está apenas descubierto entre la bruma. Allí recopilaron ejecuciones extrajudiciales, homicidios fuera de combate, torturas, desapariciones forzadas, secuestros y otros crímenes sucedidos en Colombia entre julio y septiembre de ese año.

Primera edición de Noche y Niebla, publicada en el segundo semestre de 1996.

Noche y Niebla evoca las engañosas apariencias de una guerra que profundiza en el terror. Seres misteriosos, conocidos unos y desconocidos otros, que amparados en la penumbra de nuestra historia actual y con propósitos encubiertos favorecen el miedo a través de abominables atrocidades”, se lee en la descripción de esta primera revista que agrega: “noche que oculta la verdad y niebla que disemina la responsabilidad, la mimetiza, con ultrajantes y amparados mecanismos de impunidad. Noche que encubre, enmascara y aterra y niebla que distrae y confunde desdibujando la verdad”.

“Ese es el comienzo del Banco de Datos y de Noche y Niebla. Tenemos 30 años de vida, todavía somos muy jóvenes”, expresó el padre Alejandro a Hacemos Memoria. El primer tiraje, reveló, fue de 500 ejemplares y lo primero que sintieron él y Javier Giraldo al recibir la revista, recién salida de la imprenta, fue la sensación de estar creando un medio de comunicación capaz de aportar una información que nadie más daba en ese momento. En otros medios, insistió el padre Alejandro, se limitaban los casos a los que pudieran caber en una página de periódico o en los minutos cronometrados del noticiero. En Noche y Niebla podían verse todos juntos, uno detrás de otro, con un memorándum que indicaba las circunstancias en las que se produjeron.

“Sentía que teníamos un instrumento muy poderoso para lograr la paz en Colombia. Y, desde ese momento, ese era mi manual en todas las invitaciones que tuve para hablar sobre la paz y la reconciliación. Llevaba el informe, sobre el cual me basaba para decir: miremos dónde y cómo se están cometiendo abusos y quién los está propiciando”, contó el padre Alejandro.

 

Noche y Niebla un referente en Colombia

Hoy Noche y Niebla es uno de los informes semestrales más importantes de balance de derechos humanos en el país, con un rastreo exhaustivo de violaciones al Derecho Internacional Humanitario y violencia política. El tiraje, eso sí, se redujo a unos 200 ejemplares físicos, aunque con disponibilidad para leer en línea.

La información del banco de datos llega a través de pequeñas organizaciones regionales que proveen a Noche y Niebla, cada semestre, de los casos que han podido sumar. Para estos registros adoptan la presentación de los Decretos de Ginebra y la nomenclatura o la técnica de las Naciones Unidas.

Algunas de las organizaciones que han contribuido a la consolidación del banco de datos son la Agencia Prensa Rural, la Asociación Campesina del Catatumbo, la Asociación de Cabildos Indígenas Embera, Wounaan, Katío, Chamí y Tule del Chocó – Asorewa, la Asociación de Desplazados Asentados en el Municipio de Barrancabermeja, la Central Unitaria de Trabajadores – CUT, el Comité para la Defensa del Agua y del Páramo de Santurbán, la Fundación Universitaria Claretiana-Fucla (Quibdó, Chocó) y otras tantas que unidas son más de 110.

“En este momento uno siente que la edición impresa no tiene razón de ser, porque es un sistema muy lento y esa información puede llegar completa en medios virtuales. Pero hay muchas bibliotecas que insisten en que no descontinuemos el envío, estamos hablando de investigadores que leen, no solo en pantallas, sino en bibliotecas. Pero eso es una especie rara y también se está acabando”, apuntó Angulo, quien hoy sigue a cargo de la publicación.

Cada edición de la revista Noche y Niebla incluye una separata con un tema de análisis, además del recuento de los hechos violentos de los últimos seis meses. La edición más reciente,  la número 61 de 2020, dedicada al departamento de la Guajira, incluye, en palabras del Cinep, una mirada a “la incumplida promesa del desarrollo tras más de 40 años de explotación minera en La Guajira, uno de los departamentos más pobres de Colombia”.

La revista, a pesar de los años, conserva una estructura similar. Incluye los datos de falsos positivos, líderes sociales asesinados, amenazados y víctimas de atentados, los desmovilizados asesinados, con una corta descripción del caso categorizado. En la última edición, la de 2020, el primero hecho de violencia que recopila Noche y Niebla para 2020 ocurrió en pleno Año Nuevo, es el asesinato de dos personas en Guapi, cuyo caso fue denunciado por los Voceros de la Coordinación de Consejos Comunitarios del Pueblo Negro de la Costa Pacífica del Cauca.

El último informe destacó que las regiones con mayor violación de derechos humanos en el primer semestre de 2020 fueron Bogotá D.C. con 182 victimizaciones, Antioquia con 108 victimizaciones, y Cauca con 46 victimizaciones. En esos primeros seis meses, las victimizaciones alcanzaron los 609 registros. De las infracciones graves al Derecho Internacional Humanitario, la revista documentó que los departamentos más afectados fueron Cauca con 103 infracciones, Bogotá con 33 infracciones, y Nariño con 27 infracciones.

Noche y Niebla, enfatizó Angulo, sigue siendo tan necesaria ahora como hace décadas atrás: “Cada pelea muere en sí misma, deja sus muertos ahí. Sabíamos que había que hacer un esfuerzo serio con el banco de datos, no para un periodo, sino una información continua sobre la violación de los derechos humanos en el país».

 

Un dúo de palabras que guarda relación con la Alemania nazi

Durante el juicio de Núremberg contra el Alto Mando del Ejército, en 1947, Rudolf Lehmann, exteniente general del Alto Mando de la Wehrmacht, contó cómo las órdenes de Adolf Hitler habían sido que los opositores al régimen “fueran conducidos, de noche y entre la niebla, del otro lado de la frontera, a Alemania, donde debían permanecer aislados”.

Este relato lo recogió Rainer Huhle, politólogo y especialista en derechos humanos y políticas del pasado, en su ensayo Noche y niebla, mito y significado, en el que estudia el origen de esta combinación de palabras e identifica una serie de publicaciones que llevan este título. Nacht und ne bel, night and fog, nuit et brouillard o también noche y niebla, son algunos de los términos escritos en varios idiomas que refirió Huhle en su estudio. La expresión, reseñó el experto, al parecer la habría tomado Hitler de la ópera wagneriana El oro del Rin, quizás inspirado “en el enano Alberich, personaje de que podía hacerse invisible con su yelmo mágico”. La escena es así: Alberich, el enano, se coloca el yelmo mágico y lo ajusta a la cabeza: ¿ocurrirá el hechizo?, se pregunta en voz baja. “Noche y niebla. ¡Ya no hay nadie!”, dice. Su figura desaparece y en su lugar llega la niebla.

Dada la popularidad de estas dos palabras juntas, la revista del Cinep tiene varios hermanos homónimos en otras partes del mundo; se trata de otros proyectos, algunos muy similares, que comparten su nombre. Entre ellos el documental de Alain Resnais de 1955, con material cinematográfico de los nazis. Rainer Huhle retoma en su estudio éstas y otras publicaciones tituladas bajo el término noche y niebla, sin dejar de lado el ejemplo colombiano, como lo refiere en su trabajo: “No fue así solamente en Alemania, pues Noche y Niebla es también el título de una publicación del banco de datos del Cinep que, desde 1987, documenta en Colombia graves violaciones de los derechos humanos y sus víctimas. De modo similar es también el nombre con el que se conoce un blog que mantiene la ONG Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos (CMDPDH). Este mismo título lleva también el extenso informe sobre la tortura y el sistema de justicia militar en México elaborado por esta organización. Noche y Niebla fue asimismo una película realizada en 2005 sobre los desaparecidos en Bolivia”.

Incluso, concluyó Huhle, “una película israelí sobre la ejecución nocturna de Adolf Eichmann, en que las autoridades israelíes esparcen en secreto sus cenizas en el mar, lleva el sugerente título de Noche y Niebla”.

 

Proteger la sistematización sobre derechos humanos

Una motivación recurrente en los primeros años del banco de datos era que a la revista Noche y Niebla había que conseguirle aliados o, en palabras de Angulo, “todas las defensas posibles y todos los contactos necesarios para que no quedara en un solo ejemplar y en un solo sitio, sino que llegara a distintas partes del mundo”.

Algo le hacía creer a los investigadores de la revista, y a las organizaciones aportantes de registros, que esa información estaba amenazada. Así lo recordó Angulo: “Estábamos manejando un material explosivo políticamente, porque denunciaba a todos los guerreros. Una de las acusaciones era que solo acusábamos las violaciones del ejército y la policía y no la de los guerrilleros, lo cual es falso”.

Otro asunto que les preocupaba a los creadores del banco de datos era la sostenibilidad de esta información en el tiempo y, en eso insistió Angulo, las organizaciones de base nunca han tenido los recursos necesarios para consolidar una información que realmente sea de calidad en este punto tan delicado: “El banco de datos, además de hacer Noche y Niebla, que ya de por sí es un trabajo sumamente demandante, comprometedor y exigente, empezó a desarrollar un programa pedagógico con esas organizaciones que nos colaboraban para que pudieran enviar la información lo más cercana posible al ideal de una información técnica sobre violación de derechos humanos. Vimos que la gente lo agradecía. Noche y Niebla se había convertido en un instrumento para la defensa, por ejemplo, de los abusos del Estado colombiano y los gobiernos locales”.

En la actualidad la base de datos del Cinep y la revista Noche y Niebla, que es de libre acceso al público se han convertido en una fuente jurídica habitual para la conformación de expedientes y en fuente de información para diferentes estudios de las ciencias sociales en Colombia.

Nelly Osorno, presidenta del Instituto Popular de Capacitación (IPC), destacó que en la materialización de la revista hay una multiplicidad de organizaciones que, a su vez, se nutren de la información posteriormente analizada, estudiada y recopilada: “La revista y el banco de datos son un patrimonio fundamental para la Comisión de la Verdad. Hay un trabajo juicioso que deberían ser parte fundamental de la construcción de su informe final”.

Para el politólogo e investigador social Juan Pablo Guerrero Home, magíster en Derechos Humanos, constituye un mérito recobrar la memoria de las víctimas en esta revista: “No conozco un ejercicio similar por parte de una organización no gubernamental. Inclusive el Centro Nacional de Memoria Histórica ha tomado los aportes del Cinep para reconstruir la memoria de las víctimas, así que es fundamental”.

Tres décadas después, Alejandro Angulo y su equipo de investigadores van sumando ilusiones a la lista. Ya han visto cómo Noche y Niebla ha sido citada no solamente por el cuerpo diplomático en Colombia, sino que es además mencionada, como enfatizó Angulo, “en revistas serias de todo el mundo, sobre todo Europa y Estados Unidos. No conozco que haya sido muy citada por los chinos, y tampoco que sea una revista muy leída en Moscú, pero sí he visto que es leída en muchos países europeos”.

Con esa certeza de que es una actividad que debe continuarse, porque es una forma de tener control sobre los crímenes y hechos violentos, el equipo editorial ahora también sueña con que la revista se vuelva un texto de estudio en el sistema educativo colombiano, para que así en las aulas de las veredas y también de las grandes ciudades, en las bibliotecas escolares y en los computadores, sea posible leer esta publicación que se ha esmerado por recoger una parte de la historia colombiana, ligada íntimamente con lo que hemos perdido por la violencia.