Por  Elizabeth Otálvaro Vélez

Una paloma en equilibrio sobre un alambre de púas, un perro que roe los huesos de las fosas comunes o un fusil convertido en perchero parecen imágenes traídas de una alucinación después de un combate en la guerra.

Realmente, las imágenes son apenas tres de las sesenta caricaturas que la exposición “Trazos libres por la paz” reúne para generar, a través del arte y del humor, una reflexión sobre la posibilidad de ponerle fin al conflicto con la guerrilla de las Farc.

Carlos Mario Gallego, “Mico”; Alberto Barreto, “Betto”; y Harold Trujillo, “Chócolo”, ganadores del premio de periodismo Simón Bolívar y tres de los más afamados caricaturistas colombianos, se dan cita en la exposición preparada por la Fundación Trementina, que desde el año 2015 y por iniciativa de Mico y Gloria Ospina, directora de la Fundación, se convirtió en una muestra itinerante cuyo objetivo es aportar a la construcción de una visión crítica sobre los hechos del país pero, de igual modo, producir el goce de los espectadores a partir de la provocación y de la habilidad para ironizar y generar risa pese a la complejidad de pactar la paz.

En Medellín, desde el 2 de junio y durante dos meses, podrá apreciarse en la Casa de la Cultura y la Cooperación Confiar, entidad que cree en la necesidad de promover gestos de paz, la combinación de elementos estéticos del dibujo con la acidez permitida por el humor, pues bien lo manifiesta Mico: “la caricatura no sirve en la práctica para nada distinto que regocijar el espíritu, pienso que cultivar el espíritu nos vuelve más tolerantes y solidarios”.

Por su parte, Gloria Ospina piensa que “desde este proyecto se puede llegar de manera especial a todos los públicos y así generar una conversación con lo que está expuesto y nada más”, pretensión que se sincroniza con la opinión de Daniela Roldán, estudiante de sociología de la Universidad de Antioquia y visitante de la muestra, quien resalta que: “la exposición es directa, uno no tiene que estar preparado ni dispuesto emocionalmente” y agrega: “lo enfrenta a uno como espectador a elementos esenciales del conflicto”.

Ahora, para entender mejor la apuesta de las instituciones impulsadoras de este proyecto artístico es preciso analizar la importancia del humor en un contexto de negociación del conflicto. “El chiste atina con lo que somos”, dice Elizabeth Aristizábal, periodista y estudiante de la Maestría en Comunicación de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien ha tenido como uno de sus objetos de estudio la caricatura colombiana; según ella: “Retomando a Freud, el humor hace un llamado al inconsciente de quien escucha, lee o ve el chiste, al lugar donde se alojan lo que, dice Freud, son nuestras represiones, y la respuesta del individuo se da en cuestión de segundos: una carcajada, furia, tristeza u otra emoción”.

Ella agrega que quien hace el chiste también vuelca todo lo que es y piensa en el mensaje humorístico, para el caso, dice que las caricaturas sobre el conflicto colombiano y sus víctimas siguen siendo humor y, en sus palabras, “pueden causar una leve risa junto con una sensación de indignación o tristeza; parece contradictorio, pero ahí está una de las magias de la caricatura: sintetiza la información y la muestra de un modo que resulta risueña en un primer instante para luego ponerte a reflexionar”.

Esta vez, entonces, es el arte y el humor los que se presentan como alternativa para proveer de información al ciudadano y permitirle una construcción de una consciencia crítica frente a la paz, de lo contrario sería complejo el deseo de Chócolo que bien expresa en su cuota de veinte caricaturas y que concretamente sentencia en una frase: “la paz es el sueño, ojalá el posconflicto no sea la pesadilla”.