En el 2006, el Estado definió un amplio territorio de la cordillera Occidental como el Cinturón de Oro de Colombia, una zona estratégica para la extracción de minerales, donde se ubica el Suroeste antioqueño, reconocido por su vocación agrícola y cafetera. En el 2011, organizaciones campesinas, indígenas, ambientalistas y sociales crearon el Cinturón Occidental Ambiental, un movimiento regional que abraza las montañas y defiende el territorio del modelo económico extractivista.
Por María del Mar Giraldo Rendón y Juan Camilo Castañeda Arboleda
Foto: COA
En la mañana del 9 de febrero del 2019, la escena cotidiana de Jericó, Antioquia, es interrumpida por un movimiento inusual: llegan buses escalera o chivas con centenares de personas. Los pasajeros agitan por las ventanas banderas y pancartas pintadas a mano, pero desde donde estoy no se distinguen los mensajes. Algunos cargan instrumentos musicales. Parece que se celebra una fiesta.
Se trata de una marcha-carnaval por la vida y el territorio. Una celebración que hace parte de una estrategia de defensa y lucha, persistencia y dignidad. Las personas que llegaron en las chivas vienen de otros municipios de la región, como Pueblorrico, Támesis, Ciudad Bolívar, Concordia, Urrao, Salgar, Fredonia, Jardín, Andes, incluso, desde Cajamarca, un municipio del departamento de Tolima.
Algunas llevan puestas camisetas blancas con un mensaje estampado: “Suroeste de Antioquia: territorio sagrado para la vida”; otras pegaron en sus camisas una frase contundente: “No a la minería”. Dos señoras sostienen una pancarta en la que puede leerse: “Aquí van los 24 peludos del Suroeste que dicen No a la minería en nuestros territorios. Fuera AngloGold Ashanti”.
Pasadas las diez de la mañana, la masa de ciudadanos empieza la marcha por las calles del pueblo, al ritmo de chirimía.
La marcha se convocó, en parte, para respaldar el Acuerdo 10 de 2018, mediante el cual el Concejo de Jericó prohibió la actividad minera en el municipio. “No se podrán adelantar actividades de prospección, exploración, construcción, montaje, explotación y transformación de metálicos y de minería a mediana y gran escala de los demás minerales”.
El Acuerdo 10 de 2018 era el segundo intento de los cabildantes locales por proteger a su municipio de la actividad minera. En el 2017 habían emitido otra norma que fue invalidada por el Tribunal Administrativo de Antioquia, que señaló que el Concejo no era una autoridad competente para prohibir la minería en el municipio.
En varias pancartas y en pasacalles ubicados en algunas esquinas del pueblo, por donde pasa la manifestación, está pintada la sigla del Cinturón Occidental Ambiental: COA. Esta organización, que se fundó en el año 2011 y que se define como un movimiento regional de defensa del territorio, es una de las que convocó a la marcha-carnaval para decirles a las empresas mineras que el Suroeste antiqueño tiene quien lo abrace. Por eso, la movilización, una acción que para muchos puede ser efímera, tiene fuerza y poder. Es uno de los símbolos de una historia de resistencia.
“Nadie ama lo que no conoce”, dice con vehemencia Herman Vergara Blandón, un habitante de la vereda Riofrío de Támesis. A sus 70 años, él es uno de los abrazadores de las montañas del Suroeste antioqueño, una región que, según afirma, es afortunada porque está dotada con todo lo que se puede soñar: cultivos de café, caña, maíz y todas las frutas que se deseen.
A principios de la década de los setenta, Herman salió de su natal Támesis, uno de los 23 municipios que componen el Suroeste antioqueño, hacia Medellín, la capital de Antioquia, donde estudió licenciatura en educación y trabajó como docente en distintos colegios. Durante los 40 años que vivió en la ciudad, él siempre anheló regresar al lugar donde había nacido para reconectarse con sus raíces, y así ocurrió en el 2011, cuando se pensionó.
Herman, que vivió cuarenta años en Medellín y tan pronto se pensionó decidió volver a Támesis, pensó que el regreso era la oportunidad para descansar y buscar sosiego después de una vida laboral, pero definitivamente estaba equivocado. En cuanto desempacó su trasteo, se enteró de que la minera sudafricana AngloGold Ashanti impulsaba desde el 2008 un distrito minero en el Suroeste antioqueño, con cinco yacimientos de oro, cobre y plata. “Nos enteramos de que algo raro estaba sucediendo. Una serie de conflictos ambientales se hicieron palpables, la amenaza de un proyecto minero se escuchaba cada vez más cerca”, recuerda.
AngloGold Ashanti exploraba un terreno en la vereda Quebradona de Jericó, en los límites con Támesis, su querido pueblo. “Me vine de la ciudad, pero a partir de mi regreso, me incorporé a una iniciativa de varias personas como yo, que estábamos inquietas y preocupadas por algo que estaba sucediendo en esta región y que aparentemente era lejano para muchos: la minería”.
Herman dice que lo primero que hicieron fue aplicar una estrategia para socializar con sus vecinos los proyectos mineros que se estaban proyectando en la región. “Entre varios empezamos a gestionar foros, conversatorios, pedagogías que generaron movilizaciones. Y finalmente, en el año 2011, constituimos lo que es el Cinturón Occidental Ambiental”, explicó.
Diario de la resistencia
El COA es un movimiento regional con una vida similar a la de las abejas, insectos que son, ante todo, una especie de multitud de lo colectivo. La organización es como un panal, una colmena, donde se congregan todos aquellos colectivos campesinos, indígenas, ambientalistas y sociales que están decididos a luchar y resistir a la imposición de un modelo económico basado en la extracción de minerales.
“Nosotros aprendimos a trabajar de manera comunitaria, por eso en nuestro cinturón no hay propiamente roles directivos; conformamos una base: un núcleo integrado por las personas que se destacan en cada municipio, y como es una célula, va creciendo y va tejiendo todas las decisiones, siempre desde lo comunitario”, explica Herman.
Herman recuerda, entre sus acciones, la vigilia por la defensa del territorio que hicieron entre el 20 y el 22 de julio del 2012 en Támesis. Ayunaron en el cerro Cristo Rey e hicieron el Foro sobre la Defensa del Territorio, donde expusieron los riesgos de los proyectos mineros que tiene programados AngloGold Ashanti.
Según Herman, la vigilia fue la preparación para una de las más reconocidas estrategias de defensa que las abejas del COA han implementado en esta década y que se convirtió en un precedente importante, porque demostró la conexión que tienen sus habitantes con el territorio: la primera Travesía, un abrazo a la montaña, en noviembre del 2012.
En la travesía por seis municipios aprendieron de las experiencias locales de conservación de semillas, las economías campesinas, la soberanía alimentaria y los acueductos veredales, un entramado social que fortalece el movimiento de defensa de la vida del Suroeste. También hicieron un diagnóstico de los diferentes conflictos socioambientales que se viven en la región. Encontraron amplios terrenos donde se llevan a cabo proyectos de ganadería extensiva y donde hay sembrados monocultivos de pino, que traen problemas debido a la deforestación de los bosques nativos y el uso de agroquímicos que contaminan el suelo y las fuentes de agua. Además, observaron las plataformas de exploración de las multinacionales mineras.
En 2016 y 2019, el COA organizó la segunda y la tercera versión de la Travesía, un abrazo a la montaña.
El movimiento regional de defensa por el territorio tenía a su favor que en Jericó el Concejo había prohibido la minería con el Acuerdo 10 de 2018. Pero sabían que el documento estaba en revisión en el Tribunal Superior de Antioquia. También sabían que la empresa AngloGold Ashanti ya preparaba la solicitud de licenciamiento ante la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales, ANLA.
Herman, quien durante los últimos años se ha tenido que enterar de los entramados legales que sostienen la minería, dice que todo empezó con la Ley 185 del 2001, que busca: “Fomentar la exploración técnica y la explotación de los recursos mineros de propiedad estatal y privada; estimular estas actividades en orden a satisfacer los requerimientos de la demanda interna y externa de los mismos […]”.
La amenaza minera, como la llama Herman, empezó a concretarse como realidad en el Suroeste antioqueño con la publicación del Plan nacional minero (2002-2006) y el Plan nacional para el desarrollo minero, Colombia país minero, visión al año 2019, que se elaboraron durante el gobierno de Uribe Vélez. En estos dos documentos se delimitó una amplia zona de exploración a lo largo de la vertiente oriental de la cordillera Occidental de los Andes, un ramal montañoso que hace parte de la gran cuenca del río Cauca, el segundo más importante del país.
A ese gran territorio que destinaron a la exploración se le denominó Cinturón del Oro de Colombia. El Suroeste antioqueño está incrustado en la parte intermedia del cinturón. De hecho, los mapas del Plan nacional minero (2002-2006) develan que los 23 municipios de la región fueron priorizados como zonas de interés para la extracción de oro.
Por eso, no es casualidad que la multinacional sudafricana AngloGold Ashanti llegara al Suroeste antioqueño en el 2005, donde se instaló con la seguridad legal y jurídica que le daban los planes de desarrollo mineros, pero donde enfrentó el rechazo de amplios sectores de la población que defienden el medioambiente, la economía agrícola y la cultura campesina.
A pesar del rechazo de gran parte de la población, AngloGold Ashanti persiste en su intención de crear un distrito minero donde, además de Quebradona, pueda explotar las minas de las veredas La Isabella, La Aurora, El Tenedor y La Sola. El 24 de octubre del 2019, el Tribunal Superior de Antioquia invalidó el Acuerdo 10 de 2018, que había emitido el Concejo Municipal de Jericó y que habían respaldado los ciudadanos del Suroeste en la marcha-carnaval que se llevó a cabo el 9 de febrero de ese mismo año.
Después del fallo del Tribunal, el 12 de diciembre del 2019, la minera presentó ante la ANLA la solicitud de licenciamiento para iniciar la construcción y la operación de Quebradona, sobre un título minero de 7593 hectáreas, de donde, según la multinacional, pretenden extraer 4,9 millones de toneladas de concentrado de cobre, oro y plata, durante veintiún años.
El COA ha publicado diversos documentos en los que muestra los impactos de la ejecución de Quebradona. Un primer asunto que les preocupa es que los túneles de la mina estarían construidos bajo la montaña La Mama, que es un enorme manantial de aguas que surte a los municipios de Támesis y Jericó. Por otro lado, el proyecto está a 700 metros del Distrito de Manejo Integrado Cuchilla-Jardín-Támesis, un área protegida debido a que sus bosques conectan la biodiversidad andina con las selvas del Chocó.
Por la dimensión del proyecto, por su impacto social y ambiental, y por su avance, la lucha del COA se ha centrado particularmente en frenar a AngloGold Ashanti y su mina de Quebradona. Pero, según un estudio del departamento de Geociencias y Medio Ambiente de la Universidad Nacional, la proyección minera en el Suroeste es mucho más ambiciosa: “En los municipios de Jericó, Jardín, Támesis, Caramanta y Pueblorrico, la Secretaría de Minas de Antioquia ha entregado 22 autorizaciones o títulos mineros para adelantar exploraciones 39 mil hectáreas, casi la mitad del territorio de las cinco poblaciones que suman 83 mil”.
Por eso, el COA continúa vigilante, abrazando la montaña. En estos años de resistencia sus integrantes han dado la impresión de que son inagotables. “¿Que si agota? Claro que sí. Hay días de días. Pero si no seguimos, ¿entonces qué ocurre?… Pero hay una fuerza mayor, es la conciencia de lo que hemos ido construyendo a lo largo de estos años. Esa conciencia es la que nos exige que estemos ahí y no dejemos solo el territorio”, finaliza Herman.
La versión extendida de esta historia puede leerse en el libro Defender el territorio, publicado por Hacemos Memoria y el Programa Somos Defensores. Descargue el e-book, aquí.