Las víctimas del conflicto armado en Toledo tienen una nueva Casa de la Memoria desde mayo de este año. El espacio permanece cerrado por culpa de una humedad en una de las paredes, lo que frenó un primer intento por hacer memoria en el municipio.  

Por Juliana Builes Aristizábal y Emmanuel Zapata Bedoya

Foto de Emmanuel Zapata Bedoya 

Mery Clavel Orrego odia la luna llena porque le trae un recuerdo que muchas veces le impide dormir en las noches. “Aún tengo pesadillas”, dice ella. El miércoles 6 de enero de 1999, un grupo armado llegó a la casa de Mery en la vereda Helechales del municipio de Toledo, Antioquia. Allí vivía con su esposo Hernán de Jesús Céspedes Pino y sus hijos Johan Alexis y Lina María 

Era casi media noche. Tocaron la puerta y Mery abrió. Los armados entraron a la fuerza y Hernán, al ver lo que pasaba, se hizo al lado de su esposa. Sin razón alguna, uno de los integrantes del grupo lo hizo tirar al suelo, bocabajo, con los brazos en la espalda y le puso el fusil en el cuello. “Le dispararon. Le dispararon al frente de mis dos hijos, al frente mío. Era una noche de luna llena cuando mataron a mi marido”, cuenta Mery. 

Casi veinticinco años después, ella recuerda la historia de su esposo sentada en una de las pocas sillas que hay en la nueva Casa de la Memoria de Toledo. Mery, que como víctima no ha recibido ayuda del Estado, ni económica, ni psicosocial, afirma que esa nueva Casa es un espacio sanador, donde recordar a Hernán le duele un poco menos. 

“Esta casa, aunque fría, me permite limpiar mucho del dolor que tengo. Cuando estoy acá con mis compañeras y hablamos de lo que nos pasó, yo siento que me libero y que salgo con menos cargas en mi espalda. Lástima que no podamos usar la Casa por ahora”, expresa Mery.  

 La Casa de la Memoria de Toledo, a pesar de ser un nuevo espacio para las víctimas de ese municipio del Norte antioqueño, permanece cerrada debido a una humedad que se tomó uno de los muros de la estructura. La administración municipal se la entregó a la Mesa de Víctimas en comodato por cinco años en 2021, como resultado de la gestión y solicitud de parte de víctimas como Mery y el personero municipal, Conrado Restrepo.  

“Ese espacio lo entregaron para que lo adecuáramos y funcionara la Casa de la Memoria. Lo recibimos en condiciones deplorables, casi caído porque era una construcción vieja. Pero tocamos puertas con EPM, empresa que ha contribuido bastante al desarrollo de Toledo por ser zona de influencia de la hidroeléctrica, en Ituango, y nos ayudaron”, explica Conrado.  

Empresas Públicas de Medellín (EPM), tal como lo confirma el personero del municipio, hizo una donación de 20 millones de pesos para adecuar el lugar. En el contrato que se realizó con la junta de acción comunal de una de las 18 veredas que tiene Toledo, se acordó que, después de las modificaciones necesarias, la Casa fuera entregada a la Mesa de Víctimas, en representación de todas las personas que sufrieron y padecieron el conflicto armado en esa zona.  

Así fue. El 25 de mayo de 2023 las víctimas de Toledo recibieron oficialmente la nueva Casa de la Memoria que dotaron con fotografías, archivos de prensa consultados en la hemeroteca de la Universidad de Antioquia y carteleras con algunos hechos que marcaron un antes y un después en el municipio, debido al conflicto armado. Todo el material que se instaló en la inauguración de la Casa fue recolectado mientras se realizaban las respectivas remodelaciones del lugar, con la intención de que, una vez estuviera la Casa remodelada, sirvieran como elementos para iniciar procesos de memoria.  

“La Casa se organizó. Compramos hasta un televisor para reproducir material audiovisual que tenemos con testimonios y voces de personas de las veredas, pero notamos, días después, que lo que sería la Casa de la Memoria tenía un problema que estaba dañando todo ese material de archivo y fotográfico que pusimos. Nos entregaron la Casa con una humedad en uno de los muros”, cuenta Conrado.  

La humedad del muro izquierdo de ese nuevo lugar de encuentro para las víctimas, que en su mayoría son mujeres, deterioró algunas fotografías y archivos que estaban pegados en las paredes. De igual forma, las sillas donadas por la administración municipal se llenaron de hongos y tuvieron que lavarse para evitar que se perdieran por completo. Por ese problema en la instalación, la nueva Casa de la Memoria, que solo tiene cinco meses de haberse remodelado, está cerrada.  

Han pasado dos años desde que el lugar fue entregado en comodato. Aún faltan tres años para que este tipo de contrato termine, pero el destino de la Casa sigue siendo incierto, pues los contratistas encargados de la obra aún no responden por la garantía de la construcción. 

 

Un pueblo de montañas y café 

A 173 km de Medellín, en la cuenca del río Cauca, está Toledo. Para llegar solo hay dos servicios de buses que salen desde la Terminal del Norte: el primero a las 7:00 a. m. y el segundo a las 2:00 p. m. También, hay dos formas de llegar: una por San José de la Montaña y otra por Ituango. “La vía de San José de la Montaña para acá es destapada, pero está buena. Son dos horas más o menos. La vía de Ituango, aunque está pavimentada, por ahora se encuentra en muy malas condiciones”, dice Conrado.  

El paisaje de ese pueblo de 141 km2, a una altitud de 1850 msnm, es totalmente montañoso, como el de los demás municipios del Norte antioqueño. Allí la gente vive del café y de la gran cosecha que se recoge en los últimos meses del año. Cuando la temporada de cosecha termina, los toledanos tratan de subsistir con los pequeños cultivos que tienen en sus casas, entre ellos tomate y fríjol.  

Su zona urbana tiene “solo tres cuadras”, como lo explica Mery, pero su zona rural abarca dos corregimientos, Buenavista y El Valle, y cuenta con 18 veredas. De acuerdo con el DANE, de sus casi seis mil habitantes, 3217 viven en la zona rural y los restantes 1983 permanecen en la cabecera municipal. 

En la entrada de Toledo se ve una gran cruz pintada de azul y blanco. Ese símbolo ha estado siempre en el mismo lugar, pues los primeros toledanos decidieron ubicarla allí para identificarse y reconocer el territorio como un nuevo caserío. El parque, en todo el centro de la cabecera municipal, lo conforman dos tiendas, una panadería, un restaurante, un par de tabernas, la terminal de transportes donde solo opera la empresa Coonorte, la alcaldía municipal, la estación de policía y la iglesia, que es considerada patrimonio histórico y arquitectónico para sus habitantes.  

 Violencia en 141 km2 

Una de las 18 veredas de Toledo es Helechales. A ella se llega luego de caminar y caminar las estrechas trochas que bordea el municipio y que limitan con Sabanalarga. Esos caminos que demoran una hora en ser recorridos desde la cabecera municipal son conocidos históricamente por ser corredores viales hacia Urabá, subregión antioqueña. Toledo, además de limitar con Sabanalarga al occidente, limita con Ituango al norte, Briceño al nororiente, Yarumal al oriente y San Andrés de Cuerquia al sur. 

De acuerdo con Conrado Restrepo, personero del municipio, ese corredor estratégico que va a dar al mar antioqueño es muy codiciado para los grupos armados. “Este ha sido un punto muy atractivo para actividades delictivas. Ese corredor comunica el sur de Córdoba y el sur de Bolívar con el Urabá antioqueño. Por ahí usted sale al mar de Antioquia. Es muy llamativo para cualquier tipo de mercadería: armas, sustancias ilícitas, oro. Trafican de todo”, afirma.  

Fue en esa zona, en la vereda Helechales, donde Mery Clavel Orrego vivía con su familia y presenció, en ese fatal 1999, el asesinato de su esposo. También allí, en Helechales, la crudeza del conflicto, las amenazas, las disputas por el territorio y el terror implantado por los grupos armados hicieron que, según la revista Noche y Niebla, más de 600 personas de la vereda se desplazaran y dejaran sus hogares. 

Al igual que Mery, Martín Evelio Echavarría, quien toda su vida ha vivido en Toledo y ha habitado Helechales, fue una de las personas que dejó su casa y su tierra. Como él mismo dice, “lo que se vive en la violencia jamás se olvida”.  

 Toledo en cifras 

Por su cercanía a Ituango, Toledo es un municipio de influencia para EPM, por lo que la empresa ha realizado diferentes obras civiles en la zona urbana, como lo fue la reparación a la Casa de la Memoria. Sin embargo, el ser zona de influencia de Hidroituango ha hecho que colectivos y líderes que defienden las comunidades afectadas por las hidroeléctricas sean amenazados tanto por los diferentes actores armados que ejercen algún poder sobre el territorio. Una denuncia documentada por la revista Noche y Niebla, constituye un ejemplo de esto.  

La denuncia afirma que a eso de las 8 de la noche del 14 de diciembre de 2014, Martín Monsalve, líder de la organización Ríos Vivos Antioquia, fue retenido y amenazado de muerte por hombres armados y encapuchados en zona rural de Toledo. Según el reporte, “el lugar donde se produjo la amenaza tiene vigilancia permanente de EPM y el Ejército Nacional, por medio del Batallón Bajes, adscrito a la IV Brigada”. El hecho ocurrió en medio del proceso de desalojo que afectaría a decenas de familias campesinas del sector La Arenera. Esas familias, tras de ser desplazadas por la violencia, desarrollaron su forma de vida en esa zona del cañón del río Cauca.  

Casos como el anterior son producto de la misma incidencia que EPM ha tenido y sigue teniendo en Toledo. Por otro lado, en lo que refiere al conflicto armado, un informe de esa misma revista afirma que en la zona “han delinquido grupos ‘paras’ al mando de los hermanos Carlos y Vicente Castaño, como el Bloque Noroccidente Antioqueño, al igual que guerrilleros de las FARC y el ELN”. 

Según el Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), el periodo más crudo de la violencia en el municipio se divide en dos. El primero va de 1994 a 1999 y el segundo de 2001 a 2005. De acuerdo con el Registro Único de Víctimas (RUV), el hecho victimizante con mayor número de víctimas fue el desplazamiento forzado, que dejó aproximadamente 5 mil personas afectadas en un pueblo de poco más de 6 mil habitantes, lo que también demuestra que a Toledo han llegado personas de otros municipios a dar su testimonio y a registrarse como víctimas.  

Por su parte, la oficina del Enlace de Víctimas, en su base de datos alimentada en compañía de la Red Nacional de Información de la Unidad para las Víctimas, asegura que en Toledo hay 2538 víctimas del conflicto armado. En cabeza de Érika Giraldo, encargada del Enlace de Víctimas, se realizó este año una caracterización de hogares que fueron afectados por la violencia. En dicha caracterización se consultaron 538 familias, y se encontraron 1708 víctimas que aún vivían en el territorio.   

Le invitamos a explorar la siguiente infografía y a conocer las cifras relacionadas con el conflicto armado que el Observatorio de Memoria y Conflicto y el RUV tienen sobre el municipio de Toledo.  

Un espacio para sanar  

“Lo que acá todas soñamos es tener una Casa de la Memoria”, dice Luz Fary García, lideresa y compañera de Mery Clavel en la Mesa Víctimas. Ambas son las mujeres que más tiempo llevan tomando la vocería por las víctimas y personas afectadas por la violencia, principalmente en la zona rural. 

Luz Fary tenía siete meses de embarazo cuando tuvo que desplazarse en compañía de su esposo Carlos Rodolfo García y su hijo Juan Fernando. Ella cuenta que desde joven recuerda que el conflicto armado ha permeado y afectado su vida, pero, dice: “eso no ha impedido que yo salga adelante con mi familia. A veces sí sentía que no podía continuar, pero acá estamos. El conocer más historias e identificarme con otras personas, me ha hecho fuerte y me ha motivado a seguir resistiendo”, expresa Luz Fary.  

Y aunque llevan más de cinco años liderando procesos, ella cuenta que no ha sido nada fácil. “Trabajar con las víctimas en Toledo es muy complejo. Muchas de ellas participan en los eventos solo con la intención de ganar algún dinero o de tener algún pago. Muy pocas entienden que el sacar adelante procesos de memoria no se hace con un fin económico, sino con la intención de sanarnos”. 

Con ella concuerda Érika Giraldo, la encargada de la oficina del Enlace de Víctimas, pues dice que: “El desinterés de las personas es mucho. Yo personalmente las he invitado a que participen de los espacios que abrimos para ellas y vienen las mismas diez personas. Es muy triste que mujeres como Luz Fary y Mery se muevan y se expongan por las demás víctimas y ese esfuerzo no se vea materializado”.  

A la Casa de la Memoria le faltan tres años para que el comodato termine. Luz Fary, Érika y Mery Clavel están de acuerdo en que, lastimosamente, ese espacio está siendo desperdiciado, pues el tenerlo cerrado por la humedad impide los encuentros y los eventos entre las mismas víctimas. “A veces gestionar otro espacio es difícil, por eso queremos que nuestra Casa sea organizada y abra nuevamente”, dice Luz Fary.  

Al respecto, Érika cuenta: “En Toledo hay muchísimas víctimas, por eso, mi sueño también es que ellas se apropien de ese espacio, que sean conscientes de que, por lo menos, nosotros tenemos un lugar y que hay otros municipios que no tienen dónde reunirse a recordar, a sentir y a superar lo que les pasó”.  

Mery, por su parte, se imagina así ese lugar con el que sueña: “Una Casa llena de recuerdos, de fotos, de testimonios que nos permitan a nosotros sanar y que les permita a los jóvenes entender que eso que pasó no debe volver a suceder”. Ella también es consciente de la falta de capacitación e instrucciones que tienen como grupo de víctimas, por lo que hace un llamado a la futura administración para que se interese y le apueste a fortalecer ese tipo de procesos en las comunidades que pretenden ser resilientes y desean superar la violencia por medio del trabajo en colectivo. “Yo quiero que nos capaciten y nos preparen para saber lidiar con nuestro dolor y el dolor de otras víctimas. Yo me sueño esta Casa como un lugar donde recordar y hablar de lo que pasó no nos duela tanto”, finaliza.  

Le invitamos a explorar la siguiente línea de tiempo, donde conocerá diferentes hechos violentos que marcaron un antes y un después en Toledo.