Angostura abrió su primer espacio de divulgación de la memoria histórica sobre el conflicto armado en el municipio. Un lugar para el encuentro de los habitantes con sus relatos del pasado.

Por: Juliana Builes Aristizábal
Fotos: cortesía Yulieth Rúa

A partir de la mitad de la década de los ochenta, distintos grupos armados han mantenido su presencia en el territorio de Angostura, norte de Antioquia. Sin embargo, entre 1994 y 2008, este municipio experimentó un periodo de violencia caracterizado por ataques constantes de grupos armados ilegales, entre los que la toma de la estación de policía por parte de las FARC en 1994 fue un hecho destacado.  

En ese periodo se desató una espiral de violencia que causó daños considerables tanto en términos materiales como emocionales para la población civil. Además, se desencadenaron enfrentamientos entre los grupos armados, que incluyeron homicidios, secuestros, desplazamientos forzados, extorsiones, combates, desapariciones, amenazas y daños a la propiedad. 

 Según el Registro Único de Víctimas (RUV), 5361 personas fueron víctimas del conflicto armado en Angostura, y el hecho victimizante que se presentó con mayor frecuencia fue el homicidio, con 4586 personas asesinadas entre 1985 y 2023. 

En 2020, la Mesa de Víctimas del municipio de Angostura, en alianza con la Personería, propuso que existiera una mención directa de las víctimas en el plan de desarrollo municipal, pero que implicara mucho más que los asuntos reconocidos por la ley: que se pensaran y ejecutaran espacios de creación y divulgación de su trabajo y reflexión colectiva. 

La intención de este trabajo de incidencia política era promover procesos de memoria histórica en el municipio. “Queríamos tener espacios que nos permitieran acercar a la comunidad, especialmente a quienes fueron víctimas del conflicto armado. Por eso, la Mesa de Víctimas era indispensable, ya que no deseábamos que fuera una memoria institucional guiada únicamente por fuentes oficiales”, cuenta Elmer Gaviria, personero de Angostura. 

Para consolidar este proceso se inició un acercamiento con el Centro Nacional de Memoria Histórica, mediante el cual se pudieron responder algunas preguntas en torno a la construcción de la memoria en un municipio que, a pesar de haber experimentado los impactos del conflicto armado, nunca había tenido iniciativas alrededor de este tema. A partir de entonces, se emprendió una búsqueda para tratar de comprender cómo la gente en Angostura hacía memoria o recordaba el conflicto. 

Marianito y los talleres 

La figura del padre Marianito se convirtió en la forma de iniciar las conversaciones sobre el conflicto armado entre los angostureños. “Encontramos que a través del padre Marianito teníamos un hilo conductor. Bajo esa figura, la gente narraba el conflicto y era la forma que generaba menos miedo”, recuerda Elmer Gaviria, el personero municipal. 

Mariano de Jesús Eusse Hoyos (1845-1926) fue un sacerdote católico colombiano, beatificado el 9 de abril de 2000 por el papa Juan Pablo II, quien lo nombró Patrono de la Paz para Colombia. Aunque al beato no le tocó el conflicto armado, su protección fue invocada por los angostureños. 

El cuerpo en estado de incorruptibilidad cadavérica del padre Marianito permanece en la iglesia principal de Angostura, un pueblo tradicional, de agricultura diversa, conocido como “la despensa del Norte de Antioquia”. “Si hablas con las víctimas del conflicto en Angostura, todas, de una u otra manera, hacen referencia al padre Marianito. Dicen que, gracias a él, la guerrilla ya no entró más al pueblo, y que pudieron recuperar la esperanza o encontraron el apoyo necesario para salir adelante después de los hechos victimizantes”, cuenta Gaviria. 

A partir de enero de este año, la alcaldía municipal, en colaboración con varios actores culturales del municipio, propuso comenzar unas tertulias y talleres en compañía de la Mesa de Víctimas para sensibilizar a la población sobre un nuevo espacio de memoria que se abriría en la Casa-Museo Porfirio Barba Jacob.  

El primer encuentro fue en marzo y se tituló “Marianito: protector en el marco del conflicto armado”. Con una sensibilización previa guiada por la eficacia simbólica del padre Marianito, el segundo encuentro en agosto abordó la toma guerrillera de la estación de policía en marzo de 1994, en la que un grupo de aproximadamente 50 guerrilleros de las FARC dinamitaron la estación de policía, robaron la Caja Agraria y asaltaron la cárcel municipal. El ataque dejó un policía muerto y causó el desplazamiento de campesinos. Las dos tertulias contaron con la participación de 103 personas, entre ellas varias víctimas del conflicto armado. 

Luego, en un taller con jóvenes y adultos mayores se continuó el proceso de sensibilización, a través de las memorias intergeneracionales. Allí, las personas que vivieron el antes y el después de la toma guerrillera compartieron sus experiencias y recuerdos con los jóvenes, mientras estos realizaban dibujos que luego serían exhibidos en el espacio de memoria de la Casa-Museo Porfirio Barba Jacob. “Ese momento fue muy bonito, porque éramos los más antiguos contándoles a los jóvenes qué había pasado en la época del conflicto, y eso nunca había ocurrido”, recuerda María Eugenia Ramírez, miembro de la Mesa de Víctimas de Angostura. 

Un espacio de dignificación 

En la Casa-Museo Porfirio Barba Jacob, el lugar que guarda parte de las memorias del conflicto armado en el municipio se llama “Angostura: Una historia de fortaleza, resiliencia y esperanza”; y está dividido en tres secciones: 

  1. Evocar. Este primer momento cuenta con una línea de tiempo que abarca desde 1994, cuando ocurrió la toma guerrillera de la estación de policía, y se extiende hasta 2023, el presente. Esta línea abarca extractos de testimonios de víctimas que narran algunas de las experiencias de violencia en su territorio. Además, se incluyen objetos simbólicos que fueron donados por los miembros de la Mesa de Víctimas y la comunidad en general, los cuales han sido intervenidos artísticamente por el colectivo Hecho en Angostura. 
  2. Sanar. Trata de una serie de obras en diferentes técnicas, como dibujos a lápiz, acuarela y óleo, donadas por artistas locales que se inspiraron en los recuerdos de las víctimas. Los relatos fueron extraídos de testimonios reales que hacen parte del trabajo de grado de maestría “De la vuelta del olvido a las memorias de Angostura” de Pedro Correa Ochoa, y algunos otros recopilados durante los encuentros y talleres realizados con la comunidad, en marzo y agosto de este año. 
  3. Mensajes de paz y amor. Es un espacio en el que se crean mensajes de paz y amor y se invita a los visitantes para que escriban o dibujen lo que quieran compartir con la comunidad.

“Ejercicios de memoria como este y las posibilidades que convoca, son una buena posibilidad para saldar esa deuda de reconocimiento colectivo” Pedro Correa

Para el próximo año la Mesa de Víctimas espera seguir avanzando en proyectos que contribuyan a la reparación y a la no repetición. Al respecto María Eugenia Ramírez expresa: “Esperamos hacerle un homenaje al padre Marianito, en un sitio que nosotros llamamos la vuelta del olvido, porque era un lugar donde concurría la guerrilla, queremos que ahí se haga memoria de lo que pasó”.  

“De la vuelta del olvido a las memorias de Angostura” 

En su investigación para la maestría en Intervención Social con énfasis en Paz y Postconflicto, de la Universidad de Antioquia, el periodista Pedro Correa Ochoa examinó el conflicto en Angostura, municipio en el que vivió desde los 11 años. Esta investigación contribuyó en el desarrollo del espacio de memoria en el municipio, y parte de los resultados de su trabajo metodológico se encuentran en la línea de tiempo que está exhibida en la Casa-Museo Porfirio Barba Jacob.    

Correa documentó eventos relacionados con el conflicto desde 1994 hasta 2019, a partir de La revista Noche y Niebla, del CINEP, y de once entrevistas en profundidad con personas relevantes en el municipio, incluyendo profesores, líderes comunitarios y políticos locales. Estos testimonios proporcionaron una visión más completa de lo que ocurrió durante los años del conflicto en Angostura, así como una comprensión de cómo la comunidad enfrentó los desafíos de la violencia. 

“Siempre había visto trabajos de memoria en otros municipios, que eran muy emblemáticos, pero en mi propia memoria estaba la idea de que en Angostura habían ocurrido muchos hechos victimizantes y de que no existía ningún trabajo de memoria que permitiera una comprensión más profunda de lo que había sucedido allí. No se trataba tanto de recordar momentos o episodios específicos, sino de comprender en mayor medida cómo se habían entrelazado, transformado y dinamizado los acontecimientos. Queríamos entender quiénes eran los actores involucrados y cómo comenzaron a desarrollarse en Angostura”, cuenta Correa, quien se graduó de la maestría en 2021.  

Por medio de este trabajo y con la participación de las víctimas y de las instituciones locales, en Angostura se abrió un nuevo capítulo para la construcción de memoria colectiva.