Un estudio entregado a la Comisión de la Verdad analizó el papel de la violencia paramilitar contra el estudiantado de la Universidad de Antioquia en los años noventa y estableció que 89 universitarios fueron vulnerados por los paramilitares.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Foto: Yhobán Hernández

La incidencia del paramilitarismo dentro de la Universidad de Antioquia constituye uno de los capítulos más violentos vividos en la Alma Mater. Investigadores de diferentes áreas de estudio han abordado este tema para tratar de buscar respuestas o construir narrativas de memoria. Uno de esos estudiosos es Leyder Perdomo, docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la UdeA, quien en su trabajo investigativo ha buscado comprender cómo el paramilitarismo afectó a la democracia estudiantil en la década de los noventa.

Durante tres años, Perdomo y un equipo de investigadores recolectaron datos, fuentes documentales y testimonios que fueron clasificados y catalogados en matrices, y que dieron como resultado el documento Sobre una empresa de dolor y fracaso: agresión del paramilitarismo contra la democracia estudiantil en los años 90. Entre sus objetivos está el comprender cómo la violencia con fines políticos se filtró en todas las capas de interacción social estudiantil, a través de repertorios de violencia identificados.

Los estudiantes recibieron todo tipo de agresiones de varios grupos. Los paramilitares, en particular, perpetraron 17 acciones de violencia que vulneraron a 89 personas. “Llama la atención el que los paramilitares siempre atacaron la vida y la libertad del estudiantado, pues su repertorio de acción se compuso de doce amenazas, dos desapariciones forzadas, dos asesinatos, una tortura, a los que suma un número no cuantificado de desplazamientos forzados y exilios en contra de las y los estudiantes”, afirmó Perdomo.

De acuerdo con la investigación, las agresiones de los paramilitares se fundaron en la estigmatización, acorde con la criminalización de la asamblea, el estudiantado, sus líderes, sus repertorios de movilización política y protesta. El estudio también logró establecer que en los noventa se difundieron al menos doce comunicaciones amenazantes en las que se acusó a distintos estudiantes de hacer parte de una “gran conspiración” guerrillera para tomarse la universidad, el Estado y la sociedad.

Además de la violencia paramilitar, en términos generales Perdomo concluyó que los estudiantes fueron el estamento más agredido durante los años noventa por los diferentes actores del conflicto armado. En contra del estudiantado, estableció la investigación, se desplegaron once modalidades de agresión, en al menos 38 hechos de violencia, que afectaron a 224 personas. Llama la atención que en 16 ocasiones los agresores fueron agentes estatales con ataques, torturas, tratos crueles y judicializaciones injustas, desalojos violentos, empadronamientos y al menos una desaparición forzada. Lea también: La UdeA como víctima del conflicto: una discusión que debe continuar

Para realizar esta investigación, el profesor Perdomo recolectó los testimonios de 19 personas, entre estudiantes y profesores; analizó 13 textos amenazantes de paramilitares; revisó actas del Consejo Superior Universitario y de la prensa de la época, además de archivos personales. En ese proceso encontró que: “Adentrarse en los años noventa es emocionarse y sentir el ímpetu y la alegría con que los estudiantes de entonces se inmiscuyeron en la política, asumiendo el desafío de un mundo que cambiaba y tenía recientes tonos constituyentes, para hacerse a la bandera de la defensa de la universidad pública y de la dignidad humana. Pero también es sentir el terror que con letras y plomo impusieron los paramilitares, es extrañar las presencias y llorar a los muertos, desaparecidos, desplazados y exiliados”, expresó Perdomo.

Las amenazas paramilitares fueron la modalidad protagónica de la violencia con fines políticos en contra de la universidad y sus estudiantes. La estructura más notoria fue conocida como las Autodefensas de la Universidad de Antioquia (AUdeA), que difundió intimidaciones por medio de escritos públicos, enviados en muchas ocasiones a medios de comunicación o personalidades políticas de la ciudad y el departamento.

En esta medida, las amenazas estuvieron dirigidas contra líderes y activistas estudiantiles, con la intención de inmovilizar al movimiento estudiantil, explicó Perdomo, al agregar que las declaraciones de “objetivo militar” y el asesinato de Gustavo Marulanda en 1999 fueron las formas más expeditas de inmovilizar e imponer el temor sobre la comunidad universitaria, impidiendo su actuar democrático. Lea también: Gustavo Marulanda: ¿Quién lo recuerda?

 

Las luchas estudiantiles

El estudio de Perdomo, que fue entregado a la Comisión de la Verdad en diciembre pasado, y cuyo resumen ejecutivo será publicado a mediados de este año, se centró también en conocer las formas de resistencia estudiantil, así como sus motivaciones e ideales de universidad.

En los años 90 las luchas estudiantiles variaron hacia banderas que ahora “nos parecen ordinarias”, afirmó Perdomo, al referir situaciones como la defensa de una universidad pública; la lucha contra de la desfinanciación de la Universidad; el cambio del examen de admisión, frente al que los estudiantes coordinaron grupos preuniversitarios en los barrios más pobres de la ciudad; la imposición de la vigilancia privada y la privatización de espacios universitarios como ocurrió con el teatro Camilo Torres cuando la administración propuso comenzar a arrendar este espacio. Lea también: Las aulas de la Universidad de Antioquia fueron botines de guerra

En ese contexto, afirmó Perdomo, analizar los noventa es darse cuenta de la creatividad expresiva del inconformismo, por lo que entre el repertorio del movimiento estudiantil de aquella época se destacan acciones más tradicionales como la asamblea de estudiantes, la olla comunitaria y el tropel, pero también procesos innovadores como iniciativas de economía solidaria en Cooesdua y Utopía, el Comité de Impulso a la Organización Regional de Estudiantes de Secundaria (Ciores), y el Paro Taberna y la Mala Hora de Beethoven, actividades que consistieron en pregonar sus consignas por medio de un equipo de sonido en la Plazoleta Barrientos.

“Con todo esto, queda claro que la agresión paramilitar tuvo un sentido brutal para la esencia de la Universidad: atacar el pensamiento. Como diría alias Doble Cero, hacer “la guerra en la mente de las personas”. Intimidar, aquietar, apuntar hacia el sujeto estudiantil universitario pareció su objetivo primordial”, concluyó el investigador, quien recibió el apoyo de organizaciones como Viva la Ciudadanía.