La exposición Memorias, exhibida hasta finales de noviembre en el Centro para la Diversidad Sexual e Identidades de Género de Medellín, es una muestra fotográfica en la que participaron diez personas de la comunidad diversa víctimas de violencia sexual en medio del conflicto armado.

 

Texto y fotos por: Pompilio Peña Montoya

Sanar el dolor causado por la violencia sexual en medio del conflicto, compartir experiencias de vida y generar lazos de unidad, fue parte del proceso que vivieron diez integrantes de la comunidad LGBTIQ+ de Medellín y el Oriente antioqueño, durante la realización del Estudio global sobre el estado y las oportunidades de reparación para las sobrevivientes de violencia sexual relacionada con el conflicto armado. Fruto de este estudio es la exposición Memorias que en la actualidad está exhibida en el Centro para la Diversidad Sexual e Identidades de Género de la capital antioqueña.

El grupo de participantes estuvo conformado por cinco mujeres cisgénero heterosexuales y cinco personas con otras orientaciones sexuales y expresiones de género diversas. Estas personas estuvieron en un encuentro que se realizó entre el 21 y el 22 de agosto del 2021, en una finca del municipio de Betania, Antioquia, donde con el acompañamiento de personal psicosocial desarrollaron una serie de actividades alrededor de la espiritualidad, la escucha y la expresión de emociones, las cuales terminaron por darle forma a las piezas fotográficas que hoy hacen parte de la exposición.

El encuentro fue organizado por la Corporación Caribe Afirmativo, organización que en Colombia lidera el Estudio global sobre el estado y las oportunidades de reparación para las sobrevivientes de violencia sexual relacionada con el conflicto armado, que es desarrollado por el Fondo Global de Sobrevivientes en veinte países del mundo.

Cartografía corporal Resurgir de la niña.

La actividad del encuentro que más emocionó a los participantes fueron las cartografías corporales, que tuvieron como propósito, según el investigador de Caribe Afirmativo, Jorge Agudelo, permitir a las personas sobrevivientes un reencuentro consigo mismas a través de la observación de su cuerpo y las heridas que el conflicto les dejó: “La idea que les propusimos fue dibujar esa cartografía corporal en una tela de manera estética y artística. Luego les pedimos que dañaran y cortaran a propósito la cartografía en aquellas áreas donde sentían algún tipo de herida a consecuencia de la violencia que vivieron, y luego les propusimos volver a cocer y reparar la tela”.

Acerca de esta actividad, John Jairo Gómez, que se identifica a sí mismo como pansexual, manifestó: “Las cartografías nos movieron mucho, lo noté en todas las que estuvimos allí, fue reconocernos y reconocer qué heridas aún llevábamos con nosotros y que pensábamos sanadas. Durante el proceso de la actividad, nos dimos cuenta que seguimos cicatrizando, poco a poco, en un proceso que es más un compromiso con nuestra identidad. Pintar esas telas fue pintar nuestras vidas”. John, que vivió la violencia y el abuso por parte de bandas delincuenciales de Medellín, hoy es pintor, escritor y brinda charlas grupales en las que cuenta su experiencia de vida.

Mary Luz López, otra de las participantes, coincidió con John en que esa forma de observarse a través del reflejo de un dibujo que es dañado y reparado, significó un reencuentro con su fragilidad: “Yo ya había hecho cartografías en otros espacios, pero esta fue la más dura. El ejercicio fue muy simbólico porque así es cuando uno vive la violencia: se siente una destrozada, y luego toca reinventarse, coserse, irse reparando del pasado, aliviando. Y es que en mi caso no ha habido justicia, entonces uno queda como mordido, como cuando se muerde una manzana, se te llevan un pedacito y el resto, uno se va pudriendo”, manifestó la lideresa, quien también es escritora y cofundadora de la organización de víctimas Ave Fénix. Lea también: Ave Fénix: mujeres que escriben para sanar

Tras vivir esta experiencia, Lina María Palacio, también de Ave Fénix, reafirmó su posición de que antes que, una reparación económica, lo que necesitan las mujeres y las personas con diversidad de género que padecieron la violencia sexual y la discriminación es un acompañamiento psicosocial que se prolongue en el tiempo, que les permita progresar y rehacer la vida. “Reconciliarse con el cuerpo creo que es lo más importante, porque nosotras a la larga terminamos somatizando el dolor que llevamos dentro y muchas terminamos manifestando molestias internas que van desde el dolor corporal hasta el cáncer”.

Juntanza de la violencia, obra de John Gómez.

De manera que, además de las fotografías que retratan a los participantes, en la exposición Memorias se exhiben fotos de las cartografías corporales realizadas durante el proceso, tituladas: Arcoíris, Voces y silencios del conflicto armado, Marica exigiendo sus derechos, El alma llora cuando el cuerpo se enferma, Vestigios de un ave nocturna, Rompiendo el silencio, Embarazo, El resurgir de la niña y Mi pasado.

Por su parte, John Jairo participó en la exposición con un cuadro llamado Juntanza de la violencia, una representación de las emociones oprimidas, según él, por la impotencia del no reconocimiento del otro, porque “en una sociedad enseñada a maltratar: vivimos entre gente que maltrata gente”.  Lea también: La violencia sexual no es solo violación

 

Falta mucho para reparar a las víctimas de violencia sexual

Jorge Agudelo contó que en un primer acercamiento de Caribe Afirmativo sobre el estado de las personas que sufrieron violencia sexual durante el conflicto, la organización encontró que las personas sobrevivientes solicitan reparaciones para atender sus necesidades, que usualmente están relacionadas con los daños que han experimentado. Solicitan recursos y apoyo para salir de la pobreza, la vulnerabilidad y la exclusión. Esto incluye solicitudes de compensación o de acceso a oportunidades laborales, educación o vivienda.

Según Jorge Agudelo, las personas sobrevivientes han sufrido daños físicos, morales, espirituales, mentales, materiales e intergeneracionales, algunos de los cuales han afectado también a sus hijos, parejas, padres, u otros miembros de la familia y sus comunidades. A esto se suma que la falta de una respuesta rápida y adecuada a estos daños ha privado a las personas del acceso a la justicia, la verdad o la reparación. Y que las víctimas han llamado la atención sobre la necesidad de acceder a servicios de salud mental, psicosocial y física de calidad para superar algunos de los daños más extremos.

Y es que “vivimos dentro de una violencia exacerbada con fines de dejar dolor, con fines de fracturar y dejar unas secuelas graves en las víctimas. Lo peor es que no hay una reparación integral por parte del Estado, no hay una reparación en salud a pesar de que la mayoría de mujeres víctimas de violencia sexual quedan con secuelas muy graves, por eso nos parece tan importante la creación de una clínica para la mujer”, expresó Lina María Palacio.

Frente a la discriminación que suelen enfrentar personas con sexualidad diversa, John Jairo Gómez afirmó que “la violencia contra la gente con diversidad sexual comienza desde las mismas poblaciones por medio del control sicológico, es un tema absurdo porque estamos ante un fenómeno de maltrato. Este tipo de violencia se multiplica en otras partes y a donde uno llega, muchas veces hay gente criticándolo y esto no permite ser quien uno es, y eso genera un efecto de limitación de la expresión tremendo”.

Por otra parte, según la investigación del Centro Nacional de Memoria Histórica, La guerra inscrita en el cuerpo, Informe nacional de violencia sexual en el conflicto armado, el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC), entre 1985 y 2016, se registraron 14 mil 254 casos y 14 mil 309 personas víctimas de este tipo de violencia, siendo el periodo más álgido entre 1997 y 2005, cuando se registraron 8 mil 242 casos. Lea también: Las violaciones a los derechos reproductivos en las Farc

Entre tanto, Caribe Afirmativo recogió datos del Registro Único de Víctimas de la Unidad Nacional para la Atención y la Reparación Integral a las Víctimas, los cuales indican que de las nueve millones 165 mil 126 víctimas del conflicto armado registradas en el país, a corte de agosto del 2021, 33 mil 526 fueron sobrevivientes de violencia sexual relacionada con el conflicto.

La organización también recopiló cifras relacionadas con el número de sobrevivientes de violencia sexual en medio del conflicto armado que han recibido algún tipo de reparación formal, las cuales indican que aproximadamente mil 637 mujeres han tenido acceso a servicios de salud mental; tres mil 141 mujeres han recibido servicios de salud física; y al menos ocho mil 370 víctimas han sido indemnizadas, según los datos registrados en el Séptimo informe sobre la implementación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, elaborado por la Procuraduría General de la Nación.

Si desea conocer más sobre la exposición Memorias, que estará exhibida hasta finales de noviembre, puede visitar de lunes a viernes a partir de las nueve de la mañana y puede comunicarse al número de teléfono 385 5555 ext. 8479 en Medellín.