Los integrantes del colectivo Crisálida, reconocidos por la Unidad Nacional de Víctimas como sobrevivientes del conflicto armado, recopilaron una serie de relatos en torno a Carlos Alberto Arboleda, líder LGBTIQ+ asesinado por los paramilitares en el año 2000.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Foto: Facebook colectivo Crisálida

A Carlos Alberto Arboleda, más conocido como Sardino, lo acribillaron cuando tenía 37 años. Sucedió el lunes 11 de diciembre del 2000. Ese día en la tarde, horas antes de que lo asesinaran, se encontraba en su casa, ubicada en San Rafael, Oriente de Antioquia, en compañía de su amigo Jairo Eusse Hoyos. En este lugar ambos fueron víctimas de una golpiza por parte de presuntos integrantes de grupos paramilitares. De la vivienda los sacaron moribundos y los montaron a una ambulancia rumbo al hospital de Rionegro, pero cuando el vehículo transitaba por el municipio de Guatapé paramilitares del Bloque Metro de las Autodefensas Unidas de Colombia lo detuvieron, abrieron las puertas traseras y les dispararon a Carlos Alberto y su amigo. Este acontecimiento está narrado Crisálida, un libro que recupera las memorias de los últimos 30 años de la comunidad diversa en este municipio y que fue publicado en 2020 por la Defensoría del Pueblo y el colectivo Crisálida LGBTI.

El libro recogió en cuatro capítulos interconectados algunos de los sucesos más relevantes de la comunidad LGBTIQ+ durante los años 90 y parte de la primera década del 2000, relacionados con la opresión social por su condición sexual en medio del conflicto armado, la vida en el campo, las relaciones sentimentales en una sociedad profundamente conservadora y la contribución de esta población al ámbito cultural del municipio. Este trabajo, que para los miembros de Crisálida es una novela de sus propias vidas, contiene además fotos y breves biografías de los principales miembros del colectivo, así como un glosario de expresiones propias del grupo que, entre otras cosas, se ha propuesto guiar a las nuevas generaciones de jóvenes con sexualidad diversa en el camino de la aceptación y el reconocimiento de su identidad dentro de una sociedad con algún grado aún de homofobia.

Por su puesto, el principal protagonista de esta obra es Carlos Alberto, quien tras declararse públicamente gay se convirtió en una de las figuras más emblemáticas de la población LGBTIQ+ en San Rafael. Su muerte está grabada en la memoria de la población diversa de este municipio que comenzó a vivir los rigores del conflicto armado en los años 80, con la llegada de las Farc al territorio, y que atravesó su peor crisis entre los años 1998 y 2003 con el ingreso de los grupos paramilitares que confrontaron a las guerrillas y agudizaron la violencia contra la población civil, como fue el caso de las personas con orientación sexual diversa, según registró el informe Entre la movilización social y la guerra publicado por la fundación Conciudadanía en mayo del 2021.

El año 2000, cuando fueron asesinados Carlos Alberto y Jairo Eusse, fue de gran actividad guerrillera y paramilitar en las regiones de páramos, embalses y bosques del oriente antioqueño, según datos de la fiscalía recogidos por Conciudadanía. Ese año, en Sonsón se presentaron 54 homicidios, en San Carlos 86, en San Luis 42 y en San Rafael 113. Los grupos paramilitares se centraron principalmente en el asesinato y el desplazamiento de la población, y entre 1998 y 2003 llevaron a cabo 62 masacres en el Oriente antioqueño, indicó el informe de esta fundación.

Carlos Alberto Arboleda. Foto: cortesía archivo particular.

Carlos Alberto fue una de las víctimas del conflicto armado en San Rafael que tras su asesinato inspiró a otros miembros de la población diversa a impulsar actividades comunitarias y a continuar con su legado cultural que incluye la danza, el teatro y la música. Según el concejal de ese municipio, John Jairo Botero Pérez, quien fue amigo de Carlos Alberto, los años siguientes a su asesinato fueron de zozobra, al punto que solo hasta hace cuatro años la comunidad LGBTIQ+ decidió organizarse alrededor del colectivo Crisálida, del que el mismo concejal hace parte, con el fin de ser reconocidos como víctimas del conflicto bajo la Ley 1448 del 2011, Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Lea también: El difícil camino por una «Casa de artes y oficios» para San Rafael

En el colectivo Crisálida, que en la actualidad cuenta con 16 integrantes activos, fue donde nació la idea de escribir una serie de relatos teniendo como eje central a Carlos Alberto: “Así iniciamos un proceso a principios del 2020 con la Defensoría del Pueblo y con el apoyo de la Unidad de Víctimas. Realizamos encuentros, entrevistas, organizamos las historias y decidimos qué contar y qué no, entre cosas buenas y malas. En esto participamos nueve integrantes de Crisálida”, comentó a John Jairo.

Crisálida es el segundo colectivo LGBTIQ+ en el país en ser reconocido como víctima del conflicto luego del grupo Casa Diversa, de la comuna 8 de Medellín. “Nosotros comenzamos a retomar las historias desde 1996, cuando los grupos armados comenzaron a tomar parte de la vida cotidiana del casco urbano del pueblo, cuando por primera vez sentimos miedo, miedo de salir a las calles”, afirmó John Jairo, quien añadió que más allá de querer rescatar un momento de violencia vivido, lo que les interesó a los integrantes de Crisálida fue brindar testimonio a jóvenes de tendencia sexual diversa del municipio que se han visto atrapados entre la discriminación, la xenofobia, el rechazo de amigos y familiares, y la encrucijada que representa identificarse distinto a los estereotipos sociales de una sociedad conservadora.

Otro protagonista en el proceso que lleva Crisálida es Benjamín Antonio Morales Morales, más conocido en el municipio como Mincho, quien al igual que John Jairo Botero, acompañó a Carlos Alberto en toda clase de correrías culturales, entre ellas la organización de reinados de belleza, actividades deportivas y carnavales en los que poco a poco miembros del paramilitarismo fueron infiltrándose, hasta que algunos cabecillas del paramilitarismo en San Rafael utilizaron la intimidación para que personas como Carlos Alberto les hicieran ‘favores’.

Uno de estos favores fue que Carlos Alberto le prestara su motocicleta DT Yamaha a un paramilitar “esbelto y alto”, como lo recordó Benjamín, una noche de juerga en el municipio, con la promesa de que esa misma noche se la devolvería. Pero no fue así. Al día siguiente el hombre apareció con la moto sucia, sin gasolina y con la pintura rayada. Carlos Alberto le reclamó al paramilitar que, al parecer, tenía tendencias homosexuales. La situación se convirtió en un chisme que rápidamente recorrió el pueblo y que enfureció a este paramilitar, quien días después, enfurecido, terminaría yendo a la casa de Carlos Alberto para propinarles una golpiza a él y a su amigo Jairo Eusse que se encontraba en el lugar. Horas más tarde ambos serán asesinados cuando eran trasladados al hospital y tres días después el hermano de Carlos Alberto, Fredy Arboleda Garcés, también sería asesinado, al parecer, por exigir justicia a las autoridades y divulgar la identidad del presunto responsable de la muerte de su hermano. Desde entonces han pasado poco más de 20 años y no ha habido ni una sola condena por estos hechos. Lea también: Unidad de Búsqueda recibió 34 casos de personas dadas por desaparecidas de Granada y San Rafael

Para Benjamín Antonio Morales compilar en un libro la historia de Carlos Alberto y la de otros compañeros LGBTIQ+ que vivieron situaciones de violencia es un ejercicio importante porque “fue la forma de contarle a la sociedad todo lo que tuvimos que pasar con los actores del conflicto armado del Oriente antioqueño y más en San Rafael, solo por nuestra inclinación sexual diferente. A mí, por ejemplo, me metieron al calabozo 27 veces por raro, volteado, marica y loca, todo ese poco de palabras me decían. Por eso, para mí fue importante escribir la historia”.

Acerca de este tipo de situaciones, en la presentación del libro el Defensor del Pueblo, Carlos Alfonso Negret, manifestó: “esperamos que su lectura permita sensibilizar a instituciones y a la sociedad en general sobre las condiciones a las cuales está expuesta la comunidad LGBTI en nuestro país y que se promueva la generación de acciones desde diversos sectores, que posibiliten la prevención de la violencia por prejuicio debido a la orientación sexual”. Lea también: Mujeres y población LGTBI contribuirán a la verdad del Oriente antioqueño

Desde la puesta en marcha de la Ley 1448 del 2011, la Unidad Nacional de Víctimas ha registrado en Colombia tres mil 608 víctimas del conflicto armado con orientación sexual e identidad de género diversas, según datos con corte al 1 de noviembre del 2019. Los hechos victimizantes que afectaron con mayor frecuencia a esta población fueron el desplazamiento forzado con tres mil 322 víctimas, la amenaza con 981, delitos contra la libertad e integridad sexual con 437 y el homicidio con 322.

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