En el Cauca, la Guardia Indígena defiende la vida frente a grupos armados que desarmonizan el territorio, pero sus integrantes han sufrido asesinatos y otros daños irreparables causados por la reconfiguración del conflicto armado, especialmente en el norte del departamento.

 

Por: Lucy Fernández Mestizo

Foto: Facebook Cric

“Defender el territorio, defender el proceso, defender la vida, eso es ser Kiwe Thegna (Guardia Indígena)”. Estas son las palabras de Antonio Campo* un guardia indígena del municipio de Toribío, en el departamento del Cauca, que a pesar de que el conflicto armado le arrebató a un hermano, quien también fue miembro de la guardia, continúa su legado con la finalidad de orientar a los jóvenes para que elijan el buen camino, en un contexto como  el actual en el que, dijo, la suerte de cada joven es un desafío debido a la reconfiguración del conflicto armado después de la firma del Acuerdo la Paz entre el Estado colombiano y las Farc en noviembre de 2016.

Antonio inició su liderazgo como Kiwe Thegna en el año 2001, cuando la guardia se consolidó en la vereda El Tierrero, municipio de Caloto, el 28 de mayo de ese año. Él participó de ese encuentro que, dentro del territorio Nasa, fue un acto de posicionamiento frente a los actores armados que desde años atrás venían desarmonizando el territorio. Sin embargo, “yo no continúe porque mi papá quería que terminara mis estudios”, contó. Pero, cuando terminó el quinto de primaria, la falta de recursos económicos de su familia le impidió continuar cursando el bachillerato, entonces regresó de nuevo a la guardia.

Tres años después, en 2004, Antonio se había convertido en un joven rebelde, que no obedecía a sus padres ni a sus hermanos. En esa etapa de juventud, él sentía que sus padres no lo querían, “en ese momento casi me voy a coger las armas, yo era el hijo rebelde de esta familia, pero luego reaccioné y fue mi hermano el que me ayudó”, relató.

Su hermano se llamaba Agustín Campo, era mayor que él y su formación la había recibido en el movimiento juvenil del resguardo de Toribío, donde estuvo tres años aprendiendo todo lo relacionado con el proceso organizativo de su resguardo y donde inicio el camino de la guardia que después le inculcaría a Antonio. “Él me dijo: ‘no se vaya por allá, mejor únase a la guardia que allí aprende a cuidar el territorio y no anda asustado’”. Estas palabras hicieron reflexionar a Antonio quien aceptó conocer el proceso organizativo que, además, le permitía estar al lado de Agustín, con quien pasaba la mayor parte de su tiempo.

A mediados de 2004, Antonio inició su camino con la guardia indígena, encargada de hacer recorridos territoriales para verificar la presencia de grupos armados como las Farc, que hacían presencia en la zona, y expulsarlos de sus territorios como lo mandataba la comunidad en el ejercicio de control territorial.

La presencia de las Farc en estos territorios se dio desde las décadas de los sesenta y setenta con una fuerte presencia del Sexto Frente y de la Columna Móvil Jacobo Arenas, que se ubicaron principalmente en las zonas de la montaña donde vivían las comunidades indígenas. La presencia de este actor armado causó desarmonías en las comunidades, situación que, con el paso de los años, derivó en problemas como el reclutamiento de jóvenes indígenas para que formaran parte de este grupo. “En el caso de reclutamiento forzado en las comunidades indígenas muchos menores fueron víctimas de este flagelo, algunas familias no denunciaban por temor o porque el grupo armado hacía presencian en la zona, y porque no tenían una mínima condición que les garantizara denunciar”, comentó Jhoe Sauca, excoordinador de derechos humanos del Consejo Regional Indígena del Cauca (Cric).

“Nosotros empezamos a ejercer control territorial contra los grupos armados que estaban en nuestro territorio porque queríamos nuestras comunidades libres y tranquilas”, relató Antonio. Aunque la guardia ya se había organizado desde antes, en esta ocasión tomó mucha más fuerza y además de intensificó los recorridos territoriales en las veredas, comenzó a orientar a los jóvenes para que hicieran parte de este proceso de caminar y cuidar el territorio. Pero con el incremento de los recorridos empezaron las amenazas.

Entre los años 2007 y 2008, el conflicto armado se agudizó en el territorio y a las presiones de las Farc le siguieron las amenazas de las Águilas Negras que, mediante panfletos, intimidaron a las autoridades indígenas y a los Kiwe Thegnas por su ejercicio de control territorial dentro de los resguardos, porque “nosotros comenzamos a recorrer el territorio como guardias y la comunidad nos llamaba cuando había gente extraña y salíamos a verificar que sucedía”, comentó Antonio.

Para las comunidades indígenas, la guardia es un componente fundamental para la defensa de la vida y el control territorial de las comunidades indígenas del Cauca. “Los y las Guardias son los primeros en enfrentar cualquier riesgo, amenaza o emergencia que se presenta en cada uno de los territorios. Asumen este rol de manera voluntaria por su sentido de pertenencia con la protección de las comunidades”, explicó Jhoe Sauca. Ver: La Guardia Indígena del Cauca recibe premio internacional de derechos humanos

 

Primeros Kiwe Thegnas asesinados

Foto: Facebook Cric.

En el ejercicio de control territorial transcurrieron varios años, las autoridades y los guardias indígenas orientaban a la comunidad y evitaban que los grupos armados llegaran a los territorios a causar desarmonías. La guardia empezó a capturar personal armado y a delimitar el paso de los grupos armados que se movían en sus resguardos, un camino que emprendieron en defensa de su territorio, pero que les fue costando la vida como fue el caso de Manuel Tumiña, coordinador de la guardia indígena en el municipio de Toribío, quien fue asesinado junto a Daniel Coicué, en noviembre del 2014, mientras desmontaban una valla alusiva al segundo aniversario de la muerte de Alfonso Cano, antiguo comandante de las Farc. En ese mismo mes aparecieron amenazas contra los líderes indígenas por parte del grupo insurgente. “Allí comienza la persecución hacia nosotros y con estos grupos armados no se podía dialogar”, relató Antonio.

Después de la muerte de los Kiwe Thegnas, Antonio asumió el control como guardia operativo de la zona, posteriormente Agustín inició a laborar en una institución educativa como vigilante, dejando la coordinación de la guardia en manos de su hermano menor. “En este ejercicio empiezo con más fuerza con mis compañeros, y las amenazas pasan a hechos más concretos, pues llegaban a mi casa y me hacían tiros, incluso lanzaron una granada en el patio de la casa, pero esta no explotó”, comentó Antonio.

“Desafortunadamente, esta dedicación de las y los guardias los está exponiendo cada vez más a riesgos personales. Por su rol en el control territorial, se han vuelto un marco frecuente de amenazas y ataques por parte de los grupos armados. Coordinadores y coordinadoras locales, zonales y regionales de guardia están especialmente expuestos en este sentido”, manifestó Jhoe Sauca.

Para el año 2016, después de la firma del Acuerdo de Paz, las comunidades tenían la esperanza de que el conflicto para sus territorios había terminado y que podían tener esa paz que habían anhelado por años, pero esto duro unos meses, “antes del proceso de paz, nosotros tuvimos un conflicto bastante fuerte en el territorio y cuando se firmó el Acuerdo los primeros días hubo reducción del conflicto armado, pero después el posconflicto ha sido mucho más fuerte. Los acuerdos se firmaron, pero no se han cumplido y hoy hay una nueva reconfiguración del conflicto que nos está afectando a las comunidades indígenas”, manifestó Hermelinda Dauqui, autoridad Nej Wesx del resguardo de Toribío.

De esta reconfiguración del conflicto armado en el Cauca emergieron las disidencias compuestas en su mayoría por excombatientes de la antigua estructura de las Farc. Posteriormente se configuraron como las columnas móviles Dagoberto Ramos y Jaime Martínez, que emprendieron una disputa territorial por el control del narcotráfico en el Cauca. Sumado a eso, las Águilas Negras e incluso del Cartel de Sinaloa han entrado a la disputa armada por el control de la zona causando desarmonías en los territorios indígenas, y aunque las comunidades denunciaron de manera reiterada ante la institucionalidad las acciones de estos grupos ilegales, no recibieron respuestas estatales y, por el contrario, la violencia se intensificó en la zona.

Para el 2019, según el informe de derechos humanos del Cric las amenazas individuales a miembros de la comunidad indígena llegaron a 175 casos, las amenazas colectivas a 105 casos y los homicidios a 105 casos. De modo que “con la firma del acuerdo de paz aumentaron  las amenaza y homicidios de dirigentes, mujeres y guardias, y hay un temor  muy grande porque la reconfiguración del conflicto es mucho más fuerte en las comunidades del norte de Cauca y en otras zonas como Morales y Tierradentro”, manifestó Jhoe Sauca. Ver: La situación del Cauca es “una bomba de tiempo” para los pueblos indígenas: Joe Sauca

En 2019 las amenazas contra Antonio se intensificaron a tal punto que hombres armados de las disidencias llegaran a la escuela donde estudiaba su hijo. “Mi hijo estaba en la escuela en transición cuando llegaron dos hombres en una moto y le manifestaron a la profesora que eran familiares y se iban a llevar el niño”, relató Antonio. La profesora conocía de las amenazas que tenía Antonio y rápidamente dio aviso a los vecinos quienes salieron a defender al niño y los personajes se retiraron en una motocicleta.

Debido a las múltiples amenazas Antonio realizó las respectivas denuncias y en marzo de 2019 la Unidad de Nacional de Protección UNP evaluó el riesgo y le asignó un esquema de seguridad. Para ese mismo mes Agustín volvió a formar parte de la guardia y se dedicó a acompañar a Antonio. Sin embargo, las amenazas no se detuvieron para los Kiwe Thegnas. Pese a eso, los dos hermanos continuaron liderando el ejercicio de control de la Guardia Indígena. “Nosotros empezamos a detener personas e incautar armas, decomisar y quemar el material ilícito que llevaban estos grupos armados”, comentó Antonio, quien agregó que los grupos armados estaban alquilando las casas de los comuneros para que guardaran armas, lo que generaba un riesgo para las comunidades y las familias.

Este ejercicio llevó a que las autoridades indígenas y la guardia se convirtieran en objetivo militar a tal punto que en agosto de 2019 fueron asesinados Kevin Mestizo Coicué y Eugenio Tenorio, Kiwe Thegnas del municipio de Toribío, en un ataque armado que ocurrió mientras varios integrantes de la guardia se movilizaban en una chiva, o bus escalera, para acompañar las Ferias del Café en su municipio.  Los hechos se presentaron en el sector conocido como Los Chorros, en el municipio de Caloto, cuando fueron atacados con disparos por grupos armados que operan en la zona sobre la vía que conduce del Palo hacia Toribío.

El día del sepelio de los guardias, las autoridades indígenas realizaron un duro pronunciamiento frente a los hechos ocurridos y esa misma tarde circuló un panfleto de las Águilas Negras con una amenaza dirigida principalmente a gobernadores, capitanes, coordinadores, guardas, alguaciles y colaboradores. El documento también decía que no se podían utilizar las simbologías de la organización indígena. “Esto generó temor en algunos guardias que posteriormente se retiraron, uno entendía el temor de ellos, pero los que nos quedamos continuamos portando con más fuerza nuestra simbología”, relató Antonio.

El asesinato de estos guardias generó dolor y rabia en las comunidades, sin embargo, eso les dios más fuerza a otros integrantes de la Guardia Indígena para continuar su labor, pues aun sabiendo que defender el territorio de estos grupos armados les iba a generar más tragedias, era más grande su responsabilidad con la vida, por eso no se doblegaron y continuaron caminando en el ejercicio de controlar a los grupos armados hasta que en octubre de ese mismo año vivieron otra tragedia que sacudió a toda una comunidad.

 

La masacre en el sector La Luz

El 29 de octubre de 2019, Antonio había amanecido inquieto, sentía temor, un temor que nunca había sentido. “Yo pensaba, pero que es lo que va a pasar, porque me llega este temor, hasta que reuní a mis compañeros y les conté, pero ellos dijeron que no era nada”, comentó Antonio. Él estaba en la sede del cabildo en Tacueyo y de allí salió con los demás guardias a la vereda La Luz. Antonio iba inquieto y el temor que sentía se fue intensificando cuando llegó a esa vereda donde estaba la guardia haciendo control territorial, acompañada de la Nej Wesx, Cristina Bautista. Minutos después inició una balacera que no dejó tiempo para reaccionar. Las balas salían de todos los lados y los Kiwe Thegnas buscaban como protegerse porque su única arma era el bastón que portaban.

En esa balacera fueron asesinados la Nej Wesx, Cristina Bautista, Agustín y otros dos guardias, solo aquellos que se lanzaron hacia el peñasco pudieron salvar sus vidas. “Yo nunca me imaginé que fuera a perder un hermano, en ese momento sentí mucho dolor y rabia”, comentó Antonio. Cuando la comunidad llegó encontró los cuerpos sin vida de sus compañeros, fue una tarde de desolación e impotencia, entre todos auxiliaron a los heridos y se llevaran los cuerpos para la velación.

En diferentes escenarios los pueblos indígenas de Colombia han denunciado asesinatos y otras violencias sistemáticas en su contra. Foto: Onic.

Durante la velación de su hermano, Antonio salió de su casa hacia donde queda la vía y se sentó en el andén de una vivienda. “Yo salí con mi escolta y llegaron dos milicianos jóvenes que me amenazaron, me dijeron: ‘deje de joder y váyase de aquí o sino le pasará lo mismo que a su hermano’”, lleno de dolor Antonio reaccionó empujándolos, pero ellos no respondieron y se fueron del lugar.

A los pocos días del sepelio de su hermano, Antonio tuvo que dejar su casa y trasladarse con su familia a otro departamento donde estuvo por un mes, pero sus hijos extrañaban su tierra y a los abuelos y, aunque por días se distraían jugando, luego se acordaban de su hogar y se ponían a llorar. Ante esta situación Antonio decidió regresar a su casa. “Mi esposa me decía: ‘estamos bien acá, esperemos otro mes’, pero yo tampoco pude y me regresé con ellos nuevamente”, relató Antonio.

A su regreso al Cauca volvieron las amenazas para Antonio quien contó que estas personas llegaban a la casa y “me decían: ‘volviste nuevamente a joder, preocúpate por tu familia y deja de ser sapo, y me hacían tiros en mi casa o cuando iba para algún lado me perseguían”. A estas intimidaciones se sumaba el dolor que le seguía generando la muerte de su hermano y la imposibilidad de pasar por el lugar donde sucedió la masacre, pues en su mente continuaba aquella escena de violencia. “Yo no podía pasar por el sector La Luz porque escuchaba los gritos y veía todo, no fui capaz, me demoré dos meses en volver a pasar por ese sitio”. Su único refugio fue la iglesia evangélica, donde, dijo, logró sanar su odio y encontrar la paz que necesitaba para perdonar. “Algunos creen en la medicina tradicional, pero de mi parte yo creo en un Dios y es el que me tiene aquí y fue el que ayudó a sobrevivir el día de la masacre para estar aquí sentando y hablar con muchos jóvenes para que salgan adelante”, expresó Antonio.

En 2020 el conflicto continuó agudizándose en el Cauca. Ese año las comunidades indígenas se encontraron atrapadas por la amenaza de la pandemia del Covid-19 y por intensificación de la violencia armada y de las incursiones de grupos ilegales a sus territorios. Muchos de estos grupos armados, describe el informe de derechos humanos del Consejo Regional Indígena del Cauca, “quisieron ampliar sus esferas de influencia, tratando de auto representarse como garantes del orden público y justificar sus agresiones y asesinatos con supuestas violaciones a medidas sanitarias”. Debido a esto las comunidades y la guardia indígena reforzaron las labores de control territorial como parte de su estrategia de prevención frente a la pandemia y los grupos armados y, nuevamente, fueron blanco de ataques y amenazas. Ver: La pandemia facilitó la arremetida contra los pueblos indígenas

Ese año Antonio continuo siendo perseguido y en varias ocasiones fue atacado a tiros mientras se dirigía a reuniones. “Ahora no me da temor, yo salgo y esas personas me persiguen, me amenazan, pero yo sigo adelante por mi comunidad”, comentó, al tiempo que reconoció que hubo un momento en el que pensó retirarse para proteger a su familia: “No sabía si seguir porque amenazaron a mi familia y eso es lo que más le duele a uno, la esposa, un hermano, el papá y la mamá. Pero gracias Dios mi familia me ha apoyado y me dice que si me gusta el proceso ellos me dan fuerza”.

Pese a todas las amenazas que le llegan cada día, Antonio sigue luchando como Kiwe Thegna, usando con orgullo la pañoleta, el bastón y toda la simbología de la organización a la que defiende y por la cual continúa ejerciendo el control territorial, porque están cansados de las desarmonías en los territorios. Además, porque con su ejemplo puede ayudar a muchos jóvenes que están en los resguardos, pues ahora tiene a su cargo a 187 guardias indígenas entre jóvenes, mujeres y adultos, a quienes orienta desde su sabiduría y les enseña a salvaguardar la vida y el territorio por el que muchos han dado su vida. “Ahora que tengo a Dios en mi corazón y he perdonado, puedo hablar y orientar a muchos jóvenes” relató.

Trabajar con los jóvenes y encaminarlos a ser parte de la guardia indígena es la forma que tiene Antonio para honrar la memoria de su hermano y de los muchos Kiwes Thegnas que han sido asesinados en el marco del conflicto armado.

 


*Nombre cambiado por solicitud de la fuente para preservar su seguridad. El nombre de su hermano también fue cambiado.