Corre la Cinta, un podcast hecho por estudiantes de Periodismo de la Universidad de Antioquia, compartió la historia de María Inés Mejía, una mujer que en los noventas recuperó cadáveres del río Cauca en Marsella, Risaralda, cuya labor inspiró la película Tantas almas.

 

Por: Luisa Fernanda Orozco Valencia y Sara Mesa Pérez*

Foto de portada: David Londoño Medina

La gente aplaudía de pie en el teatro Heredia de Cartagena, Colombia. Era por el estreno de la película Tantas almas, el 12 de marzo de 2020, en la edición 60 del Festival Internacional de Cine de la misma ciudad, más conocido como Ficci. Cuando terminaron los créditos, los miembros del elenco subieron a la tarima, formaron una hilera y se abrazaron. El director, Nicolás Rincón Gille, se limpió las lágrimas con la manga de su camiseta. Otros lloraban, también, mientras permanecían en el abrazo. Luego, en medio de los agradecimientos, algunos integrantes del equipo audiovisual nombraron a María Inés Mejía, una de las mujeres que estaba entre ellos, de pelo corto, pantalón salmón y blusa de flores, cuya historia había inspirado parte del largometraje: entre 1992 y 2001, ella rescató cadáveres que se quedaban estancados en el río Cauca a la altura del corregimiento Beltrán del municipio de Marsella, Risaralda.

El largometraje cuenta la historia de José, un pescador en búsqueda de sus dos hijos, Dionisio y Rafael. Ambos fueron asesinados y arrojados al río Cauca por grupos paramilitares. En la trama, José recorre las aguas en su canoa mientras intenta encontrar los cuerpos de sus familiares para enterrarlos dignamente. Así, en medio de su viaje, conoce al personaje inspirado en María Inés e interpretado por ella misma, una mujer que ayuda a encontrar a los desaparecidos en las aguas del río.

María Inés junto a sus compañeros de elenco. En 2020, luego de su estreno en el Ficci, Tantas almas ganó el Premio Alemán a Mejor Fotografía de Cine por el trabajo de Juan Sarmiento y fue reconocida con la Estrella de Oro a Mejor Película en el Festival de Cine de Marrakech, en Marruecos. Foto: David Londoño Medina.

Cuando acabaron los agradecimientos en el teatro Heredia de Cartagena y las personas comenzaron a salir del recinto, el equipo de Corre la Cinta buscó a María Inés, quien al principio la mujer fue reacia con los periodistas, evocando malos momentos del pasado con la prensa, pero luego aceptó un encuentro en un hotel del barrio Bocagrande. Allí, al día siguiente, sentada en una sala de juntas, mientras bebía un café, comenzó a narrar su historia que está contada en el capítulo “María Inés Mejía y los cuerpos del río Cauca”, el cual da cierre a la tercera temporada de este podcast cultural, titulada “Ficci 60: la edición incompleta”.

 

Recuperar los cuerpos que arrastró el río

En la década de los noventa, en medio de la confrontación que sostenían paramilitares, guerrillas, carteles de narcotráfico y agentes del Estado, era recurrente que integrantes de actores armados acudieran a algunos ríos de Colombia, como el Cauca o el Magdalena, para arrojar los cuerpos de las personas que asesinaban; era una práctica común para desaparecerlos. Ese tipo de hallazgos fueron comunes en Marsella, Risaralda, lugar donde nació María Inés en 1959. También era frecuente que en territorios como el corregimiento de Beltrán aparecieran restos humanos sin identificar, muchas veces en estado de descomposición y desmembrados, que se quedaban suspendidos en un remolino debido a una falla geológica de la zona.

Cuando tenía noticia de nuevos casos, ella llegaba hasta el lugar en su Jeep Willys. Llevaba una bolsa, una cabuya y las respectivas planillas para anotar los detalles del procedimiento forense. Comúnmente le asignaban dos agentes de policía para hacer los levantamientos; sin embargo, en algunas ocasiones, ellos decidían no participar porque decían que “esa no era su función”. Por eso, a veces su esposo Ancisar López Ospina, un hombre que se dedicaba a la pesca, la ayudaba a rescatar los cuerpos. Ella le daba guantes, tapabocas y Vic Vaporub para que se aplicara en sus fosas nasales, y así menguar el olor de lo que estaba descompuesto. “Ofrézcale a las ánimas para que le ayuden, y usted me pueda ayudar también”, le decía María Inés.

Al principio, los cadáveres que encontraban eran llevados al cementerio de Marsella y dejados a la intemperie, cubiertos solamente con láminas de zinc. Luego se construyó una morgue, pero no había una catalogación determinada de los cuerpos que allí se enterraban. Desde 1982 hasta 2010, según el Ministerio del Interior, en el Cementerio Jesús María Estrada fueron enterradas entre 406 y 450 personas no identificadas. Algunas venían de Trujillo, el Naya, Zarzal, Riofrío y Bolívar, municipios del Valle del Cauca[1]. Hoy en día, el de Marsella es considerado como uno de los cementerios con mayor número de personas no identificadas en Colombia.

El Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica dice que entre 1970 y 2018 “los grupos paramilitares fueron responsables del 32.66% de los casos registrados (un total de 26.284); las guerrillas, del 12,97% (10.441); los grupos posdesmovilización, del 3,15% (2.541) y los agentes del Estado, del 2.98% (2.401)”. Si se suma el total de estas personas, 41.667, supera la población rural y urbana de Marsella, sin contar el subregistro, o sea los casos sin denunciar.

María Inés llevaba registro de todos los cuerpos que encontraba. Anotaba tatuajes, marcas particulares, prendas de vestir y demás detalles para ayudar a identificar los cuerpos en caso de que algún familiar estuviera buscándolos. Foto: cortesía María Inés Mejía.

En su labor como corregidora, durante varias horas del día, María Inés hacía recorridos extensos junto con mujeres y hombres que buscaban a sus seres queridos, abriéndose paso por el bosque, a veces hasta los límites con otras veredas. A menudo recibía amenazas debido a sus labores de rescate. “Los cadáveres eran para desaparecerlos”, cuenta ella, “no para que yo los recuperara”.

En el 2000, tras perder a los gemelos que estaba esperando, María Inés dejó su trabajo en la corregiduría y se fue a vivir a una casa a orillas del río, “El ranchito”, como ella le decía. Siguió informando sobre los cuerpos que arrastraba el Cauca; los aseguraba para que no se los llevara la corriente y los cubría para protegerlos de las aves de rapiña y otros animales. Luego llegaban las autoridades y realizaban el respectivo levantamiento. Así lo hizo hasta que un día del 2005 recibió una llamada: El ranchito había sido incendiado. En ese momento, María Inés decidió retirarse al Alto Cauca con su esposo Ancisar de manera definitiva.

Otra vez, en una nueva casa, comenzó a dedicarse a una de sus pasiones: los animales. Así pasaron los años hasta que en 2010 Nicolás Rincón Gille llegó a su puerta. Para ese entonces estaba realizando uno de sus documentales, Los abrazos del río, y por eso quería conocer más sobre lo que sucedía en el Cauca como consecuencia del conflicto armado.  Luego, en 2018, Nicolás volvió a contactar a María Inés: le contó de su próxima película, Tantas almas, y la convenció para que interpretara a uno de los personajes del largometraje, inspirado en fragmentos de su labor de rescate. La fecha del estreno fue la primera vez que María Inés viajó a Cartagena y lo hizo como parte del elenco de actores que participaron en el audiovisual.

 

María Inés rodeada de sus perros: Natasha, Nerón, Mariposa, Lucho y Chiquita. Su casa sirve de lugar de paso para perros abandonados que después son atendidos por la Fundación Ángel de la Calle. Foto: cortesía María Inés Mejía.

Aunque a María Inés todavía le escriben personas que buscan a sus familiares desaparecidos, no volvió a rescatar ningún cuerpo. Esa labor, según ella, es cada vez más ausente y su registro está perdiéndose. Mientras, los cadáveres continúan bajando por el río Cauca. “Los pescadores se abstienen de informar porque tienen miedo, algunos cadáveres se recuperan y otros no”, cuenta y concluye: “El país no ve las cosas como están sucediendo, la violencia todavía existe”.

 


* Estudiantes del pregrado en Periodismo de la Facultad de Comunicaciones y Filología de la Universidad de Antioquia e integrantes del equipo periodístico del podcast Corre la Cinta.

[1] Cifra extraída de la investigación “Marsella y vereda Beltrán, Risaralda, un ejemplo de construcción de paz en el marco del posacuerdo” por Raquel Esperanza Alarcón Nieto, Angie Lorena Ávila Lizarazo, Diana Carolina Cañón Sandoval y Laura Valentina Riaño Alarcón.