Líderes de lugares de memoria de cinco departamentos de Colombia, consultados por Hacemos Memoria, reconocen la crisis por la que están pasando y aseguran que las víctimas que participan en las iniciativas de perdón y reconciliación se han visto emocionalmente afectadas por la falta de actividades.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

El tintineo de las llaves al abrir la Capilla de la Memoria, en Buenaventura, Valle del Cauca, intimida un poco a Mery Medina. Cuando está adentro y cierra la puerta, siente tristeza al no ver a sus 32 amigas que se reunían allí cada sábado para compartir sus memorias, rodeadas de velas, fotografías y objetos de sus parientes desaparecidos o muertos en medio del conflicto. Desde el pasado 25 de marzo, fecha en que el Gobierno declaró el aislamiento preventivo obligatorio, Mery es la única del grupo que ingresa al altar, hace el aseo y al final se dispone “a conversar con los recuerdos”, según ella, para darles a entender a las presencias que habitan las fotografías que no fueron abandonadas.

Mery es la coordinadora de Mujeres Rompiendo el Silencio, un colectivo de mujeres afrodescendientes víctimas del conflicto que promueve el respeto y la garantía de los Derechos Humanos. Cada día, ella recibe las llamadas de sus compañeras y siempre, con pesar, les responde lo mismo: “Todavía no podemos vernos”. Aun así, las anima a continuar con las labores que venían desarrollando, como manualidades y ejercicios espirituales para sobrellevar el dolor, la angustia y la ausencia de los abrazos que comparten cuando se reúnen.

La Capilla de la Memoria abrió sus puertas en el 2009.Desde entonces, organizaciones de víctimas guardan allí los recuerdos de sus seres queridos, aquellos que no volvieron a ver por el conflicto. Dos de estos colectivos son las Madres por la Vida y Hombres de Triana.

“El ejercicio de la memoria siempre lo hemos entendido como algo que se construye en equipo, compartiendo y apropiándonos de un espacio en donde podemos dignificar a nuestros desaparecidos, por eso se nos ha hecho tan difícil llevar este aislamiento”, comentó Mery, quien añadió que la cuarentena y la difícil situación económica de las mujeres han causado en ellas cuadros de depresión.

Situaciones similares a la de la Capilla de la Memoria, experimentan hoy otras organizaciones y lugares cuyo objetivo es la construcción de memoria, como el Grupo de Cultura, Memoria y Teatro El Tente, en Villavicencio (Meta); la Casa de la Memoria de Tumaco (Nariño); el Salón del Nunca Más, en Granada (Antioquia); el Centro de Acercamiento para la Reconciliación en San Carlos (Antioquia); y el Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María, entre otros. Estos hacen parte de la Red Colombiana de Lugares de Memoria, entidad conformada por 30 iniciativas que buscan la reparación simbólica y la no repetición de los hechos victimizantes que se dieron en el conflicto armado.

 

Teatro para no olvidar

El grupo de teatro El Tente, está integrado por mujeres víctimas del conflicto en el departamento del Meta. Foto: El Tente.

Desde el 2011, en Villavicencio (Meta), nueve mujeres adultas mayores crearon el grupo de teatro El Tente. En el encuentro y la puesta en escena, ellas hallaron un modo de expresar su angustia, dramatizando sus propios casos de desaparición. Su trabajo las ha llevado a presentar sus obras en centros culturales y en instituciones de educación superior como la Universidad de Los Andes y la Universidad Libre, con la coordinación de profesionales de Uniminuto. Gracias a estos trabajos, ellas han desarrollado talentos de expresión corporal y han planeado exposiciones y charlas de carácter terapéutico, todo mientras continúan con la tarea de hallar a sus seres queridos.

“Somos una organización producto de un trabajo en el que nos unimos para participar en el sendero de la recuperación de la memoria histórica de las víctimas del conflicto armado. Pero ahora, con el aislamiento preventivo, nos tocó detener todas las presentaciones que teníamos. Algunas de ellas me han manifestado su tristeza, ya que por más que ensayamos en casa el encuentro nos hace falta”, comentó Alicia León, integrante del grupo.

 

En Tumaco se están reinventando

Las víctimas y líderes culturales de Tumaco no pudieron volver a congregarse en la Casa de la Memoria del Pacífico Nariñense por las medidas de aislamiento preventivo. Foto: Casa de la Memoria de Tumaco.

José Luis Foncillas, coordinador de la Casa de la Memoria del Pacífico Nariñense, con sede en Tumaco, manifestó que este lugar tuvo que cerrar sus puertas con el fin de seguir los lineamientos del Gobierno.

Una de las actividades entorpecida por la cuarentena, fue el encuentro semanal de 20 mujeres víctimas conflicto. “Con ellas, quienes se hacen llamar Las Sobrevivientes, desarrollábamos encuentros en torno al perdón y la reconciliación. Por otra parte, el trabajo de formación en gestores de paz, con tres grupos de estudiantes de Tumaco (60 jóvenes en total), también tuvo que suspender sus encuentros en la Casa”, afirmó Foncillas.

Ahora los esfuerzos de la casa museo, inaugurada el 19 de septiembre de 2013, se centran en llevar a cabo una modernización de la página web introduciendo videos en 3D y otras herramientas interactivas. “Anualmente tenemos cerca de diez mil visitas y queremos seguir llegándoles de forma virtual. Ahora nos estamos preparando para un proyecto con Google Art, nos contactaron y quieren que aparezcamos en su red de museos virtuales”, puntualizó Foncillas.

 

Tejipaz le apuesta a la agricultura

El Café de la Memoria es una iniciativa productiva de las víctimas de Granada que se ha convertido en un espacio para el diálogo y el encuentro. Foto: Tejipaz.

En el municipio de Granada (Antioquia) funcionan varias organizaciones que trabajan por la memoria y la reconciliación. Una de ellas es Tejiendo Territorio por la Paz (Tejipaz), cuyos esfuerzos están dirigidos al restablecimiento de derechos, la sostenibilidad de la paz, la confianza social y la seguridad alimentaria de los campesinos que vivieron el desplazamiento por la guerra entre las guerrillas, el paramilitarismo y la Fuerza Pública.

Claudia Milena Giraldo, representante de Tejipaz, reveló que tuvieron que cerrar parcialmente una de sus iniciativas productivas: El Café de la Memoria, inaugurado a finales del 2019. Este espacio es un lugar de encuentro de cultivadores del grano como también de visitantes que desean probar cafés especiales y conocer la historia de los habitantes de Granada. “Ahora estamos utilizando el domicilio”, comentó la líder.

“La pandemia ha cambiado nuestras dinámicas un cien por ciento. Nos ha tocado reestructurar nuestra forma de trabajo, nuestras proyecciones. Sin embargo, esta ha sido una oportunidad también para otras alternativas. Si bien fue muy difícil lo que vivimos en el conflicto, donde la movilidad estuvo restringida, hoy, con unas medidas de protección y de solidaridad, hay motivación para el cultivo y la labor campesina”, afirmó Claudia Milena.

Otro proyecto afectado por las medidas del aislamiento preventivo es el denominado Rutas de Memoria y Paz, que consiste en visitas guiadas a veredas con el fin de escuchar y apreciar el trabajo de los agricultores. De hecho, explicó Claudia Milena, es gracias a una estrategia con los campesinos que hoy es posible contar con un modo de sustento basado en mercados que son vendidos en otros municipios, entre ellos Medellín. “Le estamos apostando a una agricultura limpia en donde el campesino pueda trabajar sus productos y cultivar otros con el fin de sostenerse”, expresó Claudia Milena.

 

Salón el Nunca Más cerró sus puertas

Las bitácoras del Salón del Nunca Más de Granada se han convertido en una práctica de memoria de las víctimas. Foto: Asovida.

También en Granada, según Gloria Quintero, vocera de la Organización de Víctimas Unidas por la Vida (Asovida), todas las actividades del Salón del Nunca Más están paralizadas “porque no nos podemos reunir, pues el Salón está cerrado”.

Gloria Quintero recalcó que ha sido complicado el cierre del lugar debido a que una buena cantidad de habitantes del municipio solían ir varias veces a la semana a hacer su duelo. De hecho, agregó, “el Día de la Madre fue particularmente triste, nadie escribió en las bitácoras del Salón”.

Las bitácoras permanecen guardadas en el Salón y, como parte del proceso de duelo en este municipio, se ha hecho costumbre que los parientes de las víctimas acudan al lugar para escribir en ellas sus recuerdos, pensamientos o sueños. Esta es para algunos una manera simbólica de compartir sus experiencias con sus familiares muertos o desaparecidos y, a su vez, una forma de dejar un registro para la memoria.

“Reconocemos que la cuarentena es algo que hay que respetar. Pero sabemos que la memoria la construimos no de forma individual sino colectivamente”, concluyó Gloria Quintero, al recordar que este lugar, inaugurado en 2007, cuenta con cerca de 330 fotografías de víctimas del conflicto, y recibe en promedio tres grandes visitas por semana.

 

En San Carlos buscan afianzar fuerzas

En San Carlos, a causa de la pandemia, los miembros del CARE reparten alimentos a las personas más necesitadas. Foto: Conciencia Colectiva.

La gran afluencia de personas en la Corporación para el Desarrollo, la Reconciliación y Reparación (CARE), desapareció con las medidas del aislamiento preventivo. Según John Jairo Ochoa, vocero de esta entidad y coordinador del Nodo Antioquia de la Red Colombiana de Lugares de Memoria, ahora los esfuerzos de las juntas que conforman el CARE están en coordinar ayudas, mercados y kits de aseo para familias de escasos recursos tanto de la zona rural como urbana de San Carlos.

“Nuestros medios de comunicación son el celular y la radio. Es imposible convocar a alguna de las tantas actividades que desarrollábamos. Nos tocó cancelar encuentros en Bogotá con la Red Latinoamericana de Lugares de Memoria, así como con el Centro Nacional de Memoria Histórica. Y paramos un proyecto con la Comisión de la Verdad sobre transformaciones positivas en el Urabá antioqueño”, reveló John Jairo Ochoa.

 

El Museo Itinerante se quedó en San Jacinto

El Museo Itinerante de la Memoria permanece cerrado en San Jacinto, Bolívar. Foto: Museo Itinerante de la Memoria.

Cerrado y a medio ensamblar se encuentra hoy el Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María, que antes de la cuarentena tenía programado trasladarse del municipio de San Jacinto (Bolívar) a Morroa (Sucre).

Según Julio César García, coordinador del museo, el fuerte de esta propuesta es el trabajo con niños y jóvenes, realizando actividades culturales que involucran historias de la región, el arte, la música y talleres de liderazgo y resolución de conflictos. Pero hoy este tipo de actividades no se pueden realizar.

A esto se suma que el equipo de trabajo del museo no ha podido acompañar otras actividades en 15 municipios más debido a que está prohibido trasladarse. Y aunque han probado otras alternativas como el Internet o la telefonía móvil, han tenido dificultades con la conectividad.

“Este espacio, que nació del Colectivo de Comunicaciones Montes de María, cuenta con un colectivo llamado Mochuelos, con guías, narradores e intérpretes del museo, con los que hemos estado en contacto, con muchas dificultades, para procesos de capacitación y creación de estrategias”, comentó Julio César García.

 

En la Capilla de la Memoria trabajan en un protocolo de bioseguridad

Capilla de la Memoria en Buenaventura, Valle del Cauca. Foto: Fundescodes.

Adriel Ruiz Galván, activista de Derechos Humanos y coordinador de la Capilla, afirmó que son muchas las actividades que se dejaron de hacer por cuenta del aislamiento preventivo, no solo en la Capilla, sino también en la Casa de la Cultura y la Memoria en donde se trabaja con niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad.

Por eso, buscando superar la situación, explicó Adriel Ruiz, los integrantes de estos espacios ahora están dedicados a la planeación de un protocolo de bioseguridad que piensan implementar una vez el Gobierno lo permita.

 

Mientras tanto, Mery Medina, coordinadora de Mujeres Rompiendo el Silencio, se las ha ingeniado para mantener unido a su grupo de 32 mujeres. Como ya no pueden reunirse en la Capilla, los días viernes ella realiza llamadas telefónicas de máximo cuatro personas, encuentros de 20 minutos en los que las víctimas del conflicto charlan sobre su vida y comparten sus experiencias en la cuarentena.

“Durante el día puedo llegar a hacer hasta diez llamadas, y si no alcanzamos seguimos el sábado. Ahora no podemos vernos, porque muchas viven en barrios apartados, pero al menos nos escuchamos, nos reímos juntas y nos apoyamos moral y psicológicamente”, expresó Mery.