Un grupo de ciudadanos de Medellín organizó una jornada de arte y cultura como manifestación contra una ola de violencia que en 2018 apagó 626 vidas.

Por: Lina Flórez

Mauricio Ospina Bohórquez, diseñador gráfico de la Universidad de Antioquia, fue asesinado la noche del 28 de diciembre de 2018 en el bar La Fania del barrio Laureles, en Medellín. Él fue una de las 626 víctimas de homicidio que hubo en la ciudad, según el Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia, SISC, 44 víctimas más que durante el 2017. El incremento en la tasa de homicidios preocupa a organizaciones y colectivos de la sociedad civil en general, que intentan por distintos medios hacer frente a la violencia.

Precisamente el lunes 28 de enero, en la plazoleta del barrio Carlos E. Restrepo, un grupo de ciudadanos, amigos y familiares de Ospina, convocaron a una jornada artística que incluyó poesía, performance, grafiti, hip hop, música del Pacífico y una conversación en torno al arte como resistencia. A la actividad que se realizó dos meses después del asesinato de Ospina, también se sumaron diferentes organizaciones y colectivos culturales y artísticos de la ciudad, como #NoCopio, Agroarte, El Partido de las doñas y los doños, la Fundación Juan José, Lunes de Ciudad, Confiar, la Unidad de Víctimas de la Alcaldía de Medellín, entre otras.

“Mauricio Ospina era un convencido de que el arte y la cultura son herramientas para transformar, y en la jornada vimos reflejadas muchas de las expresiones artísticas que Mauro tenía y disfrutaba: la poesía, la ilustración, la literatura. Esta fue una iniciativa para unirnos con otras víctimas y juntos hacer un grito de rechazo. Y también hacer una invitación para contrarrestar y quitarle jóvenes a la violencia”, explicó Natalia Ruiz Cuartas, una de las organizadoras. Por su parte, Wilmar Botina, integrante de Agroarte y del colectivo #NoCopio expresó que “estar juntos nos ayuda bastante, no solo a los amigos, a los vecinos, a los transeúntes… sabemos que esto es una herramienta para luchar contra la indiferencia, contra la naturalización de la violencia, contra los asesinatos. Nos hemos acostumbrado a eso, entonces, decidimos que fuera un encuentro que nos permitiera decirle a la ciudad que nos duelen todas las muertes violentas que se producen. Tenemos que unirnos cada que esto pase, porque no podemos naturalizarlo”.

Durante la jornada también se construyó un espacio para honrar a las víctimas de la violencia en la ciudad, en donde fueron recordados a través de sus historias de vida, fotografías e ilustraciones. «Abrimos un memorial de las víctimas de la violencia en Medellín con once historias que dan cuenta de sus pasiones, de sus luchas, porque muchos de ellos fueron líderes que creían que el arte y la resistencia ayudaban a restarle jóvenes a la violencia, entonces, quisimos rescatar sus historias. Creemos que es necesario que en la ciudad haya consciencia sobre lo que está pasando”, explicó Laura Úsuga.

Algunas de estas historias para el memorial fueron aportadas por proyectos como Postales para la memoria, una iniciativa colaborativa que recopila semblanzas de los líderes sociales asesinados en Colombia, a través de postales escritas e ilustradas por voluntarios.

Expresiones como estas se convierten en una manifestación activa de los ciudadanos frente a la violencia, pero también en una oportunidad para fortalecer alianzas entre las diferentes organizaciones que buscan crear estrategias contra el miedo que se vive en la ciudad. “Es necesario que nosotros como sociedad civil nos unamos en esta política de la vida, de la no naturalización del crimen, la violencia, el homicidio; y que como ciudadanos generemos otro tipo de códigos para convivir”, concluyó Botina.