Ante la lentitud del Estado para poner en marcha las llamadas “emisoras del posconflicto”, los habitantes de un pueblo de La Guajira produjeron su propia serie de radio.

Por: Pompilio Peña Montoya
Fotos: Tejedoras de Mil colores

Conejo es un corregimiento del municipio de Fonseca, en el sur de La Guajira, en las estribaciones de la Serranía del Perijá. Allí no hay acueducto ni alcantarillado, y la mayoría de sus 2.500 habitantes se dedica a la agricultura, la ganadería y el comercio informal.

La gente se divierte con el billar, charlando bajo un árbol, viendo el fútbol o componiendo tonadas y letras melancólicas de vallenato clásico. Hasta allí llegó el investigador César Tapias en diciembre del 2018, buscando entender un proceso que, en el marco de la implementación del Acuerdo de Paz, caminaba a paso de tortuga: la dinámica de las llamadas emisoras del posacuerdo.

Pero César se encontró con un problema: no había emisora. De hecho, para entonces, ninguna de las 20 pactadas en La Habana, funcionaba. Después de dos años y medio de firmado el Acuerdo, el proyecto no tenía doliente dentro del gobierno, o al menos eso pensó César, para quien ese detalle constituyó un retraso en la investigación para su doctorado.

En ese momento, Conejo era un pueblito que, a duras penas, contaba con un pregonero con megáfono, y donde el voz a voz era la forma más eficiente de divulgar noticias.

Sin embargo, Conejo era para César el escenario ideal. Allí convivían civiles, víctimas y 250 excombatientes de las FARC que llegaron desde el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Pondores. Estos actores simpatizaban bajo una discreta cordialidad que César interpretó como un claro ejemplo de que era necesaria una comunicación entre las partes para disolver odios y resentimientos.

Foto: cortesía Tejedoras de Mil colores

“El objetivo de mi investigación era entender cómo las emisoras del posconflicto aportaban a la construcción de paz y convivencia, y cómo debía darse este proceso para obtener buenos resultados”, comenta César, quien creció en el barrio El Picacho, al noroccidente de Medellín, estudió sociología en la UdeA., hizo una maestría, y hoy está vinculado a la Universidad de Norte, de Barranquilla, donde está por concluir su doctorado gracias a una beca de Colciencias.

La idea que les sonó a todos

Si aún no funcionaba la emisora del posacuerdo para este territorio ¿hacia dónde dirigir su trabajo de grado? César Tapias volvió a Medellín a resolver el dilema. Planteó un proyecto y en enero del 2019 regresó a Conejo. Convocó a los líderes con los que había hablado en su primera visita y les propuso elaborar una serie de cortos programas de radio. Lo importante era que todo debía realizarse bajo prácticas de producción participativa y colaborativa.

A aquellas primeras socializaciones asistieron mujeres caficultoras, líderes juveniles, artistas, campesinos, recicladoras, víctimas del conflicto y excombatientes. Una de las personas más entusiastas fue Dalvis Molina García, coordinadora de la Biblioteca Pública de Conejo. Ella escuchó la propuesta del “profesor” Tapias y le gustaron tres aspectos: aprenderían a hacer radio, divulgarían su cultura y construirían convivencia para la paz. “El proyecto lo vi como una oportunidad de aprendizaje que podía unir a las actividades de la biblioteca. Comenzamos una serie de capacitaciones en las que aprendimos de radio, de cómo se hacía una entrevista y un guión, de cómo se debía grabar, editar y divulgar, y así nos fuimos conociendo mejor”, comenta Dalvis.

A quien también le gustó la iniciativa fue a Eimer José Ariño Guerra, líder de la Asociación Juventud Pacífica de Conejo. Él y sus compañeros aprenderían habilidades que solo era podían aprender en una universidad. Además de divertido, hacer periodismo y radio comunitaria era la oportunidad de integrar procesos y crear lazos entre los colectivos del pueblo, una idea que, hasta entonces, era vista como un proceso imposible.

Foto: cortesía Tejedoras de Mil colores

“Dar a conocer la cultura de Conejo fue lo que más me gustó. Nosotros somos un pueblo de costumbres sencillas, pero de patrimonio cultural rico. Podíamos hablar de música y de trabajos que llevan nuestros vecinos, como los excombatientes, los ebanistas, las recicladoras y los músicos de Conejo”, afirma Eimer José.

Los conejeros radialistas

Pero el ejercicio no era tan sencillo como dar instrucciones de manejo de grabadoras y enseñar conceptos básicos de periodismo. César comprendió que había que poner en marcha una “pedagogía del habla para la paz”. Esto llevó al profesor a estudiar las dinámicas comunicativas del pueblo. Había pues que implantar un lenguaje constructivo para los podcasts, uno cotidiano que hiciera cercano a la gente los productos finales.

Se pusieron un nombre, Asociación de Radialistas por la Reconciliación. La emisora se llamó Radio para la Reconstrucción de la Paz, y se organizaron en equipos, se pactaron entrevistas y lugares de encuentro. Así comenzaron las producciones de doce piezas de audio, de no más de ocho minutos, que fueron subidas a Soundcloud para luego ser viralizadas a través de WhatsApp.

Uno de los primeros podcasts trató el tema de la violencia de género y fue propuesto por Paola Álvarez, una venezolana residente en Conejo que vivió en carne propia esa pesadilla. Llevó a cabo entrevistas y motivó a las mujeres a denunciar casos de maltrato. Paola dice en su nota: “si te manosean, si te golpean, si te empujan, busca ayuda; si te amenazan, si hay tortura física o psicológica, debes saber que tu vida está en riesgo”.

Por su parte, las mujeres víctimas de desplazamiento forzado que hoy lideran el proyecto Café Dorado del Perijá, emitieron tres programas. En ellos hablaron del proceso de siembra, recolección y comercialización del grano. También expresaron su sueño de darse a conocer a nivel nacional y mundial. Nelvis Aragón, productora de café, volvió a su pueblo en el 2016 y luego de recuperar su finca, se dedicó al café junto a veinte mujeres víctimas del conflicto.

Otro podcast fue propuesto por un reincorporado de las FARC, lisiado de guerra, quien quiso grabar un programa desde el ETCR de Pondores. Entrevistó a varias personas, entre ellas a Isabel, una mujer que sufrió daños físicos en combate y que ahora, como reincorporada, sueña con que, dentro de la implementación del acuerdo, los discapacitados ocupen un lugar especial: “Ojalá nos ofrecieran empleos y proyectos para salir adelante”.

Un grupo de mujeres recicladoras también tuvo su espacio. Ellas, como las caficultoras, vivieron el desplazamiento. Ahora, con la ayuda de la Pastoral Social, son recuperadoras ambientales y aseadoras del corregimiento: “En el momento estamos en el proceso de creación de un centro de acopio de residuos sólidos”, comenta Silvia Durán, líder y recicladora.

Comunicación para la paz

A la fecha, la emisora del posacuerdo prometida para Fonseca no está emitiendo. Según quedó estipulado en el Acuerdo, estas tienen el propósito de hacer pedagogía del proceso de paz, además de visibilizar la implementación de lo pactado. Originalmente, las emisoras iban a ser manejadas por reincorporados, pero tras ganar el “NO” en el plebiscito convocado en octubre del 2016, se cambió este aspecto. Pasarían ahora a ser coordinadas, en equipo, por excombatientes, víctimas del conflicto, organizaciones comunitarias y el gobierno. Aunque el objetivo seguiría siendo el mismo.

Foto: cortesía Tejedoras de Mil colores

“Me pareció muy interesante cómo había quedado planteadas las 20 emisoras tras ganar el NO. Así que, para entonces, enfoqué mi investigación en ese sentido. Me fui a Fonseca, donde se supone que funcionaría una de ellas. Finalmente, en Conejo terminé desarrollando mi trabajo”, recapitula César, quien en un segundo proyecto ya invitado por la comunidad, contribuyó a la elaboración de Tejedoras de Mil Colores, iniciativa patrocinada por las Naciones Unidas, en donde se elaboraron nueve videos resaltando aspectos culturales y patrimoniales de Fonseca.

Ahora ¿qué aportó la creación de la Asociación de Radialistas por la Reconciliación? Enseñanzas significativas que, según César Tapias, consolidaron tejido social, diálogo y reconciliación entre actores que, debido al conflicto armado, alguna vez se odiaron. Así lo afirman también Dalvis Molina, Eimer Ariño y muchos otros que hoy se topan por las calles con excombatientes que, como ellos, solo quieren convivir con respeto, emprender proyectos juntos, compartir una partida de billar, jugar al fútbol, sembrar el campo y ver crecer a los más pequeños sin el dolor de la guerra.

En la actualidad, de las 20 emisoras del posacuerdo, solo funcionan dos, una en Chaparral, Tolima, y en Ituango, Antioquia. Se espera la apertura de las de San Jacinto, en Bolívar, Convención, en Norte de Santander, y Fonseca, en La Guajira.

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