El negacionismo ha dado pie a la impunidad y a la violación de derechos humanos, afirmó Caffiero, director de Una historia necesaria, serie que recuerda la vida de personas desaparecidas durante la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile.

 

Por: Estudiantes de Periodismo y Memoria*

Foto de portada: archivo particular

El chileno Hernán Caffiero, director de «Una historia necesaria». Foto: archivo particular.

El 11 de septiembre de 1973 se produjo en Chile un golpe de Estado de los militares contra el gobierno del presidente Salvador Allende. Lo que vino después fue una dictadura de 17 años comandada por Augusto Pinochet. En esos años, según el Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile (INDH), la dictadura dejó más de 40 mil víctimas, de las cuales por lo menos tres mil fueron ejecutadas o detenidas desaparecidas. A esas víctimas las rememora Una historia necesaria, serie dirigida por el cineasta chileno Hernán Caffiero, que recibió en 2018 el Premio Emmy Internacional en la categoría de Mejor serie de cortos.

Con Caffiero hablamos de la serie, de lo incómoda que resultó para un sector de la sociedad chilena y del poder de los productos culturales para transmitir las memorias de pasados dolorosos.

¿Cómo surgió la idea para desarrollar Una historia necesaria?

En el sentido personal y grupal de la gente que hizo la serie y que está vinculada a estas temáticas, existe toda una necesidad de hacer rescate de la memoria, no solamente por dar un sentido de justicia, que nunca ha llegado para los familiares, sino también entendiendo cómo se ha ido construyendo la sociedad chilena en función del negacionismo que ha dado pie a la impunidad y a la violación de derechos humanos.

Lo ocurrido durante la época de Pinochet marcó el devenir de una forma de hacer política y de armar estructuras sociales dentro de Chile, por lo tanto, lo que en algún momento fue la tortura, el asesinato y la desaparición de chilenos, después se transformó en impunidad, aplicación de la violencia, corrupción, robos, saqueos de los grandes grupos empresariales.

En Chile eso ha sido un ejercicio que hasta el día de hoy nos sigue penando, que nunca se haya hecho real justicia. Entonces, la idea de esta serie es justamente dar visibilidad y generar un vínculo emocional entre los espectadores y estas personas que habían sido detenidas y desaparecidas por la dictadura, víctimas que hasta el día de hoy no conocen el destino de su familia, que se están muriendo y con ellos también se está muriendo la historia de estas personas. Era un rescate que nosotros pensábamos necesario de realizar en virtud del aporte que eso podía entregarles a las nuevas generaciones en pro de la construcción de una sociedad un poquito mejor, o un poquito más justa que en la que vivimos.

¿Cuánto tiempo requirió el proceso de investigación de los cortometrajes?

Estuvimos investigando siete meses. Teníamos una dificultad muy grande en términos narrativos: contar 16 historias sobre el bueno, el malo y el malo que hace desaparecer al bueno, pueden ser todas iguales. Entonces la investigación apuntó justamente hacia allá: buscar historias que nos entregaran diferentes perspectivas y puntos de vista en función de la tragedia, es decir, las diferentes emociones que podíamos encontrar a través de la tragedia, la pena, la resistencia, la impotencia. Así, fuimos construyendo diferentes tratamientos para cada una de las historias y fuimos buscando que esas historias nos entregaran pequeñas hebras que en pocos minutos pudiésemos rescatar.

Lo que nosotros hicimos fue un formato súper novedoso. De hecho, cuando ganamos y recibimos el premio, en Estados Unidos nos decían que nunca pensaron que un proyecto de capítulos tan cortos podía ganar un Emmy, porque no habían visto algo así.

¿En qué momento empezaron a producir la serie? ¿Con el actual gobierno de Sebastián Piñera o con el anterior?

Fue en el anterior. El actual no hubiese dado jamás los fondos para poder realizarlo. En Chile hay que entender que durante la dictadura lo que se hizo no fue solamente opacar un sector político, aniquilarlo, sino que lo que se hizo también fue apropiarse de todo. En Chile el agua es privada, todo es privado y son muy pocos los dueños de los recursos naturales, asimismo son dueños de los medios de comunicación. A pesar de que nosotros se lo ofrecimos gratis a los canales, ninguno quiso el proyecto y hasta el día de hoy no se ha dado en ningún canal de la televisión abierta chilena.

Entonces, ustedes recibieron unos fondos para realizar esta serie durante el mandato de Michelle Bachelet, pero a la hora de proyectarlo estaban con otra realidad política

No era tan diferente. Lo que pasa es que nosotros obtuvimos los fondos estatales, pero los canales son todos privados, entonces, aunque hubiésemos estado en el gobierno de Bachelet, tampoco lo hubiesen querido pasar. El gobierno de Bachelet y los gobiernos de la social democracia chilena han sido muy tibios: nosotros seguimos viviendo bajo una constitución que fue impuesta durante la dictadura de Pinochet y no se ha modificado, entonces, partiendo de esa base es muy difícil poder generar visiones antagónicas a la oficial.

En ese sentido la labor mía, la labor de otros realizadores y la labor también de muchos periodistas que han hecho trabajo investigativo, que han levantado sus propias redes y que han hecho libros de investigación, ha sido generar esta visión más real de lo que pasa en Chile.

Una historia necesaria surgió muchos años después de terminada la dictadura. ¿Es necesaria esa distancia temporal para hablar de hechos que son tan difíciles y tan dolorosos para un país?

Yo sí creo que existe una distancia sana, pero trato de luchar un poco con todo eso. Por ejemplo, ahora estamos pensando la segunda temporada para tratar casos actuales, en ese sentido hemos trabajado meses y los vamos a representar como nuevos capítulos.

Creo que es aún más difícil poder encontrar los recursos que permitan generar contenidos actuales. porque hay mucha ropa tendida, mucha gente involucrada. En ese sentido se hace súper complejo sobre todo para quienes detentan los recursos, quienes te pasan la plata para hacerla.

Por otro lado, creo que la necesidad de generar memoria y de generar historias que puedan aportar ahora a lo que está pasando y que puedan incidir, son más potentes que escribir o hacerlas tanto tiempo después.

Todas las luchas son necesarias, incluso las actuales, entonces más que hacer un trabajo militante, de estar tratando de ir a la pelea en todo sentido, creo que uno tiene que ir definiendo y apuntando. Los realizadores me cortarían la cabeza porque dirían que el arte tiene que nacer a partir de tu propia experiencia, tus propias necesidades. Y sí, pero a mí lo que me interesa es aportar y si ese aporte se puede dar ahora, si se puede dar en este momento y en la pelea actual, nosotros tenemos que darla. Si hay que investigar vamos a investigar, si hay que ir a filmar, vamos a filmar.

¿Han sufrido censura en algún canal que hayan presentado la serie?

El único estreno que se dio en Chile fue en un canal de cable, no en televisión abierta. Y fue un canal de cable cultural de la élite, o sea, no teníamos por dónde llegar a mostrar esta Una historia necesaria. Incluso en ese canal decidieron cortar la última parte de cada capítulo, que es cuando se muestran los rostros de los condenados.

Las organizaciones de derechos humanos salieron a gritar, nosotros también, todo mundo, al quinto capítulo lo tuvieron que reponer. Así que fue una serie súper complicada para mucha gente. Lo que hicimos también fue tratar de abstraernos de cualquier conflicto, tratamos de ser irrefutables, por así decirlo. Tratamos de sacar de la serie cualquier bandera o accesorio que remitiera a la época o a la visión política de algo. Si bien hay una visión política detrás de la serie, tratamos de armar un mundo donde no se nos condenara, no se enjuiciara, principalmente porque veníamos con una mochila de todas estas familias a las cuales nosotros les pedimos sus testimonios para poder concretar esta obra y claro, teníamos que estar ajenos a cualquier tipo de conflicto.

¿Tuvieron preocupaciones durante el proceso de producción sobre una posible revictimización a quienes les compartieron sus historias?

Sí, yo creo que lo que hacemos en este tipo de historias es involucrarnos emocionalmente con la gente, nos involucramos con ellos, nos involucramos con la historia, nos comprometemos. Esto no se trata de escribir la historia, irse para la casa y después volver para filmarla. Requiere de estar todo el día pensando en esto.

Creo que para lograr emocionar uno tiene que desarrollar la empatía y es un ejercicio que a todas luces raya mucho con la ética. En ese sentido es fundamental, al menos mientras se está haciendo parte del proceso de creación, sentirse parte, hacerse parte, ser uno más; creo que es la única forma de poder plasmar un relato de una forma creíble, verosímil y que se respire, que no sea algo ajeno, plástico, superficial.

Hay cosas que tuvimos que dejar por fuera que incluso van más allá de la misma historia. Debíamos tener mucho cuidado de no caer en el morbo, en el excesivo melodrama, entonces, era todo muy complejo. Ese es uno de los grandes valores que tiene la serie.

La elección de qué contar y qué no contar raya mucho con eso: con la empatía, con la ética, hasta qué punto nosotros ya entregamos el mensaje. Tiene que ver también con generar madurez en el relato.

La investigación fue ruda, fue muy dura porque tuvimos que hacer entrevistas a familiares, personas que llevan cuarenta años sin conocer el paradero de sus seres queridos, que han seguido luchando por encontrarlos y que se han potenciado entre ellos. De hecho, el Consejo Nacional de Televisión, que nos entregó los fondos, nos dijo que destináramos parte de los recursos a tratamiento psicológico, porque entrevistamos a más de veinte personas con casos que eran realmente brutales, injusticias terribles.

En materia de construcción de memorias, en Colombia vemos mucho lo que se hace en el cono sur, en Uruguay, Argentina, Chile. Pero nos da a entender que hablar de la dictadura en productos culturales como el cine y la televisión no es tan sencillo

No, para nada. Yo creo que la figura del audiovisual es muy compleja porque probablemente sea una de las disciplinas más caras que existan y para acceder a los recursos es a través de fondos del Estado o nada. A diferencia, por ejemplo, de una película, una serie de televisión no va a llegar al cine donde la gente va a poder evaluar. Las series de televisión llegan a un canal de televisión que tiene una editorial detrás. Entonces también uno tiene que saber permear e ir conduciendo en toda esta jungla de visiones bien sesgadas con respecto a la realidad que vivimos. Se hace muy complejo el poder generar contenido así. A mí muchas veces me dijeron: “de nuevo vamos a estar viendo temas de la dictadura, ¿hasta cuándo?” Pero es necesario hacerlo.

De hecho, el 19 de octubre de 2019 inició a un nuevo estallido social en Chile, el primero después de la dictadura. Desde entonces han venido cinco organizaciones mundiales de derechos humanos y han terminado su diagnóstico diciendo que aquí no solamente se cometieron graves violaciones de derechos humanos, sino que han sido sistemáticas. Acá, en pocas semanas, les volaron 300 ojos a personas a las que dispararon a la cara. Eso está fuera de todo protocolo. A la gente la dejaron ciega, hubo asesinatos, hubo personas violadas por agentes del Estado y nadie dice nada. Somos los únicos que estamos de una u otra forma rescatando todo eso para que no pase al olvido, porque estas cosas pasan y después se olvidan.

Entonces es muy complejo el proceso, pero estamos siempre con la impronta y la necesidad de asumir la responsabilidad desde diferentes frentes. Nos tocó vivir esta época y tenemos que estar a la altura, creo yo, de poder contrarrestar lo que vemos que está mal y lo que de alguna forma hay que mejorar; y eso está profundamente ligado a los procesos de memoria.

La construcción de lo que somos ahora no es solamente por lo que ya fuimos, que es un cliché, sino también por el ocultamiento, la transformación y el revisionismo de la historia. Los problemas tienen que enfrentarse, tienen que mirarse, tienen que resolverse, tiene que haber también verdad, justicia y para eso la memoria es fundamental, sin eso estamos a merced de esta jungla.

¿La segunda temporada de la serie tiene que ver con ese estallido social que ocurrió en octubre de 2019?

Vamos a contar lo sucedido en Chile desde octubre: todo el proceso que se vivió con el estallido hasta la llegada de la COVID-19. Vamos a narrar desde la perspectiva de las víctimas y en ese sentido los casos que sean más complejos probablemente los dejaremos hasta el último momento para incluir al final la resolución judicial. Vamos a tener que ingeniárnosla para poder contarlo desde una perspectiva un poco más humana o más emocional que informativa. Cada uno de los procesos es muy particular, pero nosotros lamentablemente no tenemos el poder para hacerle frente a algunas demandas, no tenemos los recursos que tienen los que supuestamente se puedan ver afectados. Ahora, son riesgos que uno tiene que correr, si no, lo otro es quedarse callado.

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*El curso Periodismo y Memoria es ofrecido en el pregrado de Periodismo de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de Antioquia y está a cargo del docente Víctor Andrés Casas, coordinador de Hacemos Memoria. Esta entrevista es producto de la interacción virtual de los estudiantes con Hernán Caffiero, quien participó en una sesión de clase en julio de 2020.