Durante los próximos tres años, la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la no Repetición deberá tratar de responder a las preguntas que se hacen las víctimas sobre el conflicto armado colombiano e intentar encontrar razones más allá de los hechos y cifras.

Por: Carlos Olimpo Restrepo S.
Foto: Cortesía Comisión de la Verdad

Acercarse a la verdad tras un conflicto del que aún se sienten sus ecos, e incluso en medio de otras confrontaciones que se desarrollan en Colombia, es la labor de 11 personas que, el 29 de noviembre de 2021, deberán entregar un informe que, además de aproximarse a las razones de la guerra desde todos los frentes y durante seis décadas, deberá aportar elementos que contribuyan a la no repetición.

Al frente de este equipo se encuentra Francisco de Roux, sacerdote jesuita, que lideró iniciativas como el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio, el primer laboratorio de paz de Colombia y fue director del Centro de Investigación y Educación Popular (Cinep), proyectos desde los cuales ha indagado sobre el conflicto interno y la manera de ponerle fin.

El investigador reconoce las dificultades de la misión que tiene al frente la Comisión de la Verdad —el nombre abreviado de la institución— y, por ello, invita a las personas de todos los sectores a contribuir con su versión de los hechos, para llegar a una explicación de los acontecimientos desde 1958 hasta hoy.

Hacemos Memoria repasó con De Roux los retos de la Comisión, en este momento en que empieza labores de forma oficial, después de seis meses de preparación, y destaca la importancia del trabajo que se debe adelantar en Antioquia, donde ya se han puesto en marcha algunas iniciativas.

Desde que se anunció su creación, la Comisión de la Verdad ha recibido fuertes críticas y, cuando se designaron sus integrantes, las voces en contra elevaron su volumen. Ahora que empiezan a trabajar, ¿qué van a hacer ante estos acérrimos opositores a su gestión y sus miembros?

Las críticas que ha recibido, la falta de confianza y la falta de credibilidad en la Comisión por parte de diversos sectores en el país es parte de la verdad de Colombia y nosotros sabemos bien que buscar la verdad es aproximarse a la realidad con una mirada abierta y serena.

La realidad muchas veces no corresponde a lo que uno quisiera, a lo que uno soñara, a lo que uno considera que es lo mejor. La realidad es esa, el país está dividido, está polarizado, el país vive un trauma cultural muy profundo, un trauma causado por la violencia. Los golpes del conflicto armado interno, con su descomposición tan horrible, golpeó todos los estratos de la sociedad, desde los sectores campesinos, indígenas, afros, en los que el golpe fue mortal: a la gente la mataron y la mataron por miles; hasta los sectores de la clase media y de la clase alta, en los cuales los asesinatos fueron mucho menos, pero a ellos se sumaron la extorsión, el secuestro, la inseguridad. Y esos golpes tan profundos llenaron a toda la sociedad de sentimientos muy bravos de indignación, de rabia, de deseos de venganza; cuando esos sentimientos después se manifiestan a través de expresiones políticas y de propuestas económicas que dividen al país, lo cual es normal en una sociedad como la nuestra, y esas expresiones políticas y económicas están cargadas de rabia y de dolor y de indignación, pues el país se polariza y se crea un trauma, un trauma simbólico que pasa a través de la radio, de los ‘twitters’, de los WhatsApps, de la televisión y, sin casi darnos cuenta, eso nos penetra por todas partes, todos lo sufrimos, es difícil ponerse por fuera del trauma. Tan es así, que por eso las mamás tienen que decir en las salas, en los comedores, que de eso no se habla, para que la familia no se rompa. Uno ve que se acaban amistades, que se acaban empresas familiares. Eso es parte de la verdad y en esa verdad tiene que trabajar la Comisión.

Pero más allá de las críticas, también hay una oposición muy fuerte, con gran poder político, que está en contra de su trabajo.

Frente a los asuntos específicos de la ley, nosotros hemos dado las discusiones en el sitio donde hay que darlas, en el Congreso de la República. El caso más específico, más claro, fue cuando nos tuvimos que enfrentar a la propuesta del acto legislativo en que se nos prohibía el acceso a toda información reservada. Afortunadamente en la Comisión Primera de la Cámara pudimos atajar el proceso. Fue fácil en esa ocasión por dos elementos: primero, porque la propuesta rayaba en el absurdo, pues prohibía que las entidades creadas por el Gobierno colombiano como instituciones de Estado accedieran a su información, quedaban totalmente vetadas para ello. Y resulta que, por la Ley de Transparencia, cualquier ciudadano, sin necesidad de ser miembro de instituciones del Estado o de este significado, si hay un problema de violación de los derechos humanos o un delito de lesa humanidad tiene derecho a acceder a la información reservada. Entonces sería una paradoja que cualquier ciudadano tuviera ese derecho menos las instituciones creadas por el Estado para la verdad. El segundo aspecto es que las justificaciones del acto legislativo eran absolutamente desproporcionadas: nosotros aparecíamos allí como el enemigo interno, dignos de toda sospecha. Gracias a esos planteamientos fue fácil hacer entrar en razón a los mismos proponentes de la legislación, que retiraron la propuesta.

Uno de los reparos que se ha hecho a instituciones surgidas de los acuerdos entre el Gobierno y las FARC es que van a trabajar de manera sesgada. ¿Cómo garantiza la Comisión de la Verdad la inclusión de todos los sectores afectados por el conflicto armado interno?

En la instalación de la Comisión quisimos mostrar que nuestra tarea es la de escuchar todos los puntos de vista y contrastar esos puntos de vista. Entre los elementos que para nosotros son sustanciales destaco: no somos una institución en contra de nadie, no estamos en contra de los empresarios, no estamos en contra del gobierno actual ni el gobierno anterior, no estamos en contra del Ejército ni en contra de las FARC; estamos en contra de la mentira, en contra del miedo, estamos en contra del silencio; pero no somos oposición política, ni tenemos ningún interés de poder político, ni de reconocimiento, ni de dinero, nos importa llegar a la verdad.

Sobre esto de lograr la verdad, de llegar a una aproximación a la realidad, somos plenamente conscientes de que es un desafío muy difícil. Lo importante es estar siempre en la búsqueda de la verdad, muchas veces no se logra clarificar plenamente la realidad, pero lo importante es no dejar de lado ninguna pregunta, ningún punto de vista. Pero eso no significa que todos los puntos de vista son verdad ni que todos los intereses de todos los lados son absolutamente transparentes. Por eso es tan difícil el proceso.

Otro aspecto que destaco es que nosotros no aceptamos argumentos de autoridad, es decir, dar por sentado que las cosas son verdad depende de quién las dijo. Es que las dijo un político muy importante y entonces hay que seguirlo, no; es que las dijo el comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia, no; es que lo dijo el jefe máximo de las FARC, no. Justamente cuando uno se libra del argumento de autoridad, queda un desafío inmenso, el de buscar en mar abierto cuáles son las cosas que llevan a la verdad. Hacemos también un esfuerzo grande de liberarnos de toda ideología, las ideologías son un intento de tener explicaciones totales —económicas, políticas, culturales, históricas— de lo que pasa en el mundo, las ideologías permiten incluso construir realidades, como es el caso de lo que hizo la Unión Soviética. Pero esas realidades son transitorias, son frágiles, porque dejan de lado gran parte de las realidades profundas y por eso se cae el muro de Berlín o por eso los americanos, a pesar de que montan toda la historia para mostrarse o ser la potencia mundial, pierden la guerra Vietnam. La realidad se impone finalmente y ese es un desafío nuestro dificilísimo.

¿Qué harán para convencer a esas personas que dudan de la imparcialidad de la Comisión de la Verdad?

Yo les diría: venga y conversamos, pongámonos en un escenario de diálogo desde todos los puntos de vista. Sepan que sus posiciones no solamente serán recibidas con el más absoluto respeto y valoradas en todo su peso, sino que son necesarias para la paz de Colombia. Si todos los puntos de vista no son traídos ni son contrastados, no podemos avanzar. No es la verdad de la Comisión lo que nos interesa, lo que nos interesa es la verdad de los colombianos; atrincherarnos cada uno de nosotros en su punto de vista, sin entrar en una conversación de construcción colectiva, no nos sirve de nada. Nosotros partimos del más absoluto respeto por los demás y un respeto no solamente de sus opiniones, sino de considerarnos todos, nosotros los primeros, falibles, capaces de equivocarnos, conscientes de que también nos hemos equivocado.

Que tengan la tranquilidad de que nosotros, desde nuestro lugar, no dudamos de sus intenciones. Puede que tengamos puntos de vista distintos, puede que debamos preguntar sobre la manera como actuaron, pero no dudamos de que actuaron buscando el bien del país. Claro, también tenemos que preguntar sobre esas intenciones, pero no dudamos de su buena intención. Pero sabemos, por otro lado, que todos tenemos que hacer un esfuerzo muy grande de liberarnos de nuestro pequeño entorno de seguridad, de liberarnos del miedo. Sabemos que cuando uno ha sido muy afectado por golpes durísimos, se queda pegado al hecho: ‘es que a mí me mataron a mi mamá’, ‘es que a mí me secuestraron a mi esposa’, ‘es que siendo yo soldado vi morir a mis compañeros’, ‘es que yo me quedé sin piernas por la explosión de una mina antipersonal’. Pero la realidad es mucho más amplia y tenemos que tener el coraje de avanzar más allá. Por supuesto que lo único que nos puede llevar a la verdad es ponernos del lado del dolor de todas las víctimas.

El periodo histórico que cubrirá la Comisión de la Verdad es muy amplio, ¿cuál es la estrategia para alcanzar a cubrir ese tiempo en un país tan extenso y diverso como Colombia?

Resolvimos, con base en  estudios académicos —inclusive un estudio que nos mandó un grupo de generales de las Fuerzas Militares— poner como fecha de arranque un momento que está entre los años 1958 y 1962, porque a partir de ahí, técnicamente y según la literatura de derecho internacional, uno puede tipificar que aparecen en Colombia todos los elementos que permiten definir que aquí hay un conflicto político armado interno. Empieza a desarrollarse todo ese mundo de guerrillas que hay en Colombia, que lleva al surgimiento y establecimiento de las FARC, del ELN. Es realmente una confrontación política con el gobierno por el poder interno. Evidentemente, nosotros ponemos ahí el foco del comienzo, pero de ninguna manera vamos a analizar todo lo que pasa durante este periodo, vamos a responder a las preguntas de las víctimas que encontremos en ese período. Las víctimas son muy concretas en sus cuestionamientos: ¿Quiénes fueron?, ¿por qué lo hicieron?, ¿qué propósito tenían cuando nos atacaron en la forma como lo hicieron?, con ese tipo de afectaciones ¿qué querían producir en nosotros?, ¿qué resultados buscaban?, ¿quiénes los mandaban?, ¿qué efectos mayores estaban interesados en alcanzar, efectos políticos, económicos, culturales o simbólicos? Esas son las preguntas de las víctimas y lo que les interesa es poder avanzar hacia respuestas que, en la medida de lo posible, satisfagan con la mayor aproximación posible a la realidad a las víctimas de todos los lados, a sabiendas de que no vamos a decir la verdad última ni la verdad oficial, porque eso no existe, sino poner en marcha un camino para que el país siga avanzando hacia comprender el sentido de lo que nos ocurrió.

Quiero insistir en esto, que es parte de nuestro desafío: queremos una verdad que en lugar de acrecentar entre nosotros las divisiones, las venganzas, las retaliaciones, las polarizaciones, nos ayude a comprendernos a nosotros mismos desde todos los lados, incluso yo digo, a tener compasión de nuestra sociedad y generar en nosotros, desde las diferencias, una voluntad seria de que esto tenemos que transformarlo, tenemos que salir al otro lado, esto no se puede volver a repetir.

Tenemos otro problema y es que a nosotros se nos dice que es responsabilidad nuestra contribuir a la no repetición, y se supone que todo había terminado en noviembre de 2016, pero las cosas se siguen repitiendo y por eso no podemos dejar perder de vista esta realidad, de que el ELN continúa en la guerra, que de la coca se alimentan muchos procesos violentos, que hay un grupo de las FARC que desistió del acuerdo. Y eso tiene que ser parte de nuestras consideraciones.

Y en estas consideraciones, ¿Antioquia cómo está?

El caso de Antioquia es particularmente doloroso. El día que haya paz en Antioquia, hay paz en Colombia; el día que Antioquia se le sume concretamente al proceso de paz, habrá paz en Colombia. Para decirlo de otra forma, si Antioquia toda, como cultura, como proyecto de país —es que Antioquia es la gran locomotora de Colombia en todos los sentidos—, el día que Antioquia logre como cultura, como totalidad poblacional, como sensibilidad política, el día que Antioquia decida que haya paz en Colombia, en Colombia hay paz. Eso yo lo tengo absolutamente claro.

Hemos hecho ya un primer ejercicio, gracias a la ayuda del Centro de Fe y Culturas, como una contribución de sociedad civil a lo que hace la Comisión, y mientras estamos, al mismo tiempo, poniendo en marcha las casas de la verdad, la primera aquí en Medellín, con la posibilidad de llegar al resto del departamento, la segunda en Apartadó, que la estamos empezando, y seguramente también en Caucasia habrá otra. Lo que hicimos fue hacer una primera escucha, hasta donde es posible, en las nueve subregiones de Antioquia, para tratar de comprender el nivel de las afectaciones. Queremos profundizar en eso muy hondamente, por eso no paramos ahí. Necesitamos entrar a conversar con los que tienen los otros puntos de vista distintos de los de las víctimas y también escucharlas, porque muchos de los que fueron responsables habían sido previamente victimizados y qué explicaciones tienen para su proceder.

Esperamos poder hacer en Antioquia lo que llamamos Encuentros de la verdad. No las llamamos audiencias para no darles significado jurídico, porque nosotros —esto es muy importante resaltarlo— no tenemos  en nuestras manos procesos jurídicos, nosotros no podemos inculpar a nadie, no podemos sentenciar a nadie, para eso es la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), que es muy importante porque establece la no impunidad en el proceso de paz. Nosotros vamos por la verdad histórica, por la verdad humana, para tratar de comprender que fue lo que nos pasó y en esto son muy importantes los Encuentros de la verdad, en los que víctimas de todos los lados se encuentran con los responsables de todos los lados. Preferimos no hablar de victimarios ni de perpetradores para estos momentos.

¿Qué esperan obtener de esos Encuentros de la verdad?

Ya los hemos empezado a hacer y ahí he visto que lo que les importa a las víctimas es que se les diga la verdad y que los mismos responsables no solamente acepten su responsabilidad sino que digan la verdad de las cosas. Eso solo es posible en escenarios en los que se prepara muy bien a las víctimas y a los responsables y en los que los mismos responsables tienen incentivos, porque, sino, no lo van a hacer y ahí yo desataco tres incentivos que son importantes: el primero es el de legitimidad. La mayor parte de los empresarios, la inmensa mayoría de los empresarios de Colombia, no tiene ninguna incidencia directa en el conflicto armado; sería una injusticia muy grande decir que fueron los empresarios los que hicieron eso. Pero hay empresas y empresarios que contribuyeron directamente al conflicto y entonces estaríamos en la presencia de un tercero empresario, así como hay tercero periodista y hay tercero político y hay tercero administrador público que, por fuera de los que estaban peleando con armas, contribuyeron al conflicto. Para ese caso de terceros responsables, nosotros esperaríamos que, si se trata de una empresa, que su participación, su contribución en la Comisión eleve su legitimidad. En el entorno de las comunidades, por más cosas que una empresa diga o reconozca, mantiene siempre la condición de haber golpeado a esas comunidades de una manera significativa. Y si la empresa ahora, sí los que hoy son los responsables de la empresa —porque las empresas van cambiando personal— quieren ganar legitimidad, pues deberán entender que llegar a la Comisión les entrega legitimidad.

El segundo incentivo es que, lejos de destruir su reputación, que es un miedo del empresario, la engrandece. Nosotros queremos colaborar con eso, por así decirlo, darles un certificado de reputación a los empresarios que quieren contribuir a la paz de Colombia y que, a pesar de haberse visto enredados en una guerra tan complicada, quieren aceptar responsabilidades y decir: ‘nosotros queremos contribuir a que las cosas cambien’. El tercer estímulo es el jurídico. Hoy a la JEP solo van obligados los militares y la guerrilla, pero yo pienso que lo mejor que pueden hacer esas personas que están siendo señaladas y acusadas de ser terceros responsables, como esas acusaciones van a ir a la JEP, es venir a la Comisión de la Verdad a decir la verdad humana e histórica. Si ellos vienen a la Comisión, nosotros tenemos que comunicarle a la JEP que han colaborado a la verdad y esto es un atenuante sobre la sentencias que la JEP pueda emitir.

¿De qué manera utilizarán los recursos existentes, como, por ejemplo, lo ya hecho por el Centro Nacional de Memoria Histórica?

Hemos recibido el archivo del Centro Nacional de Memoria Histórica y tenemos la colección de los informes, de los libros. Es una contribución extraordinaria, entre otras, de un inmenso reconocimiento en la academia internacional lo hecho por Gonzalo Sánchez y su equipo. Ellos trabajaron la memoria, pero para nosotros es claro que la memoria no es la verdad, como tampoco el dato es la verdad. Ahora bien, uno necesita la memoria para tener las preguntas que le permitan caminar hacia la verdad, necesita el dato para poder avanzar; es decir, uno solo puede construir a partir de la memoria y del dato. Justamente el gran desafío de nosotros es pasar a la explicación, ya no solamente el relato, sino plantearse si más allá de la pregunta sobre qué fue lo que pasó, poder uno preguntarse: ¿Fue eso realmente así?, ¿eso explica suficientemente esto?, ¿hasta dónde tenemos que ir para lograr una explicación satisfactoria para las víctimas? Nosotros vamos a trabajar a partir de estos datos que tiene el Centro Nacional de Memoria Histórica y de la conversación nuestra directa con las víctimas con las que alcancemos a conversar y de ahí vamos a pasar a patrones explicativos, que son siempre elaboraciones intelectuales por supuesto, que tratan de leer, en las memorias y en los datos, los elementos más pertinentes, más significativos, más importantes, que ayudan a comprender por qué se da un tipo de victimización, por qué, por ejemplo, las FARC hacen una serie de asesinatos políticos, porque se hace desde el Estado un homicidio (sic) como el de la Unión Patriótica, por qué son llevados 17.00 niños a la guerra, por qué se produce el tipo de abuso y violación a la mujer tan fuerte durante el conflicto, por qué se produce el fenómeno de los ‘falsos positivos’. Nosotros vamos detrás de los patrones explicativos y queremos dotar a esos patrones de mucha capacidad de clarificación y por eso echamos mano de la ciencia política, de la ciencia económica, de la ciencia antropológica, de la cultura, del estudio de las culturas, de la historia, siempre conscientes de que en unos casos se puede llegar a explicaciones muy fuertes, a poner en evidencia la fuerza de la realidad; pero en otros no se puede, simplemente tienes que decir: ‘esto es lo que nos parece más probable sobre lo que estaba pasando allí, pero hay otras hipótesis que también hay que tenerlas en cuenta, que no nos parecen tan convincentes, pero que son serias’.

Este no es el primer proceso de paz en Colombia ni en el mundo del que surge una comisión de la verdad. ¿Qué avances tiene esta con respecto a otras entidades similares?

La Comisión, tal como está planteada, es el resultado de los aprendizajes de las comisiones de la verdad anteriores. Con muy buen sentido, los que elaboraron el proyecto de Ley 588, que es el que da origen a la Comisión, estudiaron lo que han hechos las distintas comisiones relevantes en el mundo y lo que ha pasado en Colombia y esto es una ganancia sobre las anteriores. Por eso, por ejemplo, esta es una institución de Estado, no de gobierno; no dependemos del ejecutivo, no dependemos del Congreso, no dependemos de la rama judicial, somos absolutamente autónomos.

En segundo lugar, las otras comisiones tenían implicaciones de tipo jurídico. Por ejemplo, podían determinar responsables y, en alguna forma, sus resultados podían pasarse directamente a los procesos jurídicos para sustanciar acusaciones. Nosotros no podemos hacer eso, se logró una total diferenciación entre la parte judicial, que es la JEP, la parte sobre los desaparecidos, que es muy dispendiosa y que lo hace la Unidad Especial para la Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas, y nosotros.

Y en tercer lugar, tenemos una facultad especial para acceder a los archivos de las instituciones del Estado. También tenemos una convicción muy grande de la articulación que debemos tener con los medios de comunicación, que hacen la historia de lo que hace la Comisión. Para nosotros es muy importante la relación con los periodistas, no para que los periodistas secunden lo que nosotros hacemos, sino que los periodistas sigan lo que nosotros estamos construyendo, pero que hagan ellos la historia como sociedad civil, de manera autónoma, desde el lugar de la prensa, presentando sus puntos de vista. No se nos escapa hoy, leyendo las comisiones de la verdad anteriores, que siempre estas han hecho la historia de las comisiones de la verdad, de allí que esperamos que este caso sea diferente.