Aunque ‘Isaías Trujillo’ mantiene su apoyo al Acuerdo de Paz, señala las dificultades que los excombatientes encuentran para seguir con el proceso. En Llano Grande, Dabeiba, más de 200 personas trabajan para que la reinserción sea exitosa.

Por: Carlos Olimpo Restrepo S

En los últimos años de lucha armada, ‘Isaías Trujillo’ fue uno de quienes dentro de las filas guerrilleras impulsó de manera decidida la búsqueda de un acuerdo de paz entre el Gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Farc. Hoy, a pesar de las sombras que se ciernen sobre el acuerdo firmado en noviembre de 2016, es uno de los comandantes desmovilizados que mantiene su compromiso con el proceso.

“En lo militar, ni el Gobierno nos acababa ni nosotros podíamos alcanzar nuestro objetivo de tomar el poder por las armas. Entonces había que cambiar de estrategia, que era negociar”, dice este campesino, cuyo verdadero nombre es Luis Óscar Úsuga Restrepo y quien ingresó a las Farc en 1971, aunque desde 1966 militaba en el Partido Comunista Colombiano, entonces el brazo político de esa guerrilla.

“Cuando entramos a dialogar con el Gobierno, los comandantes del Estado Mayor Central (de las Farc) fuimos claros en que con el proceso íbamos a hacer dejación de armas. Hoy no entiendo porque algunos se salieron, pero eso ya será cuestión de inteligencia militar, uno responde por su gente, pero por esos uno no puede responder”.

‘Trujillo’ llegó a esa instancia en 2003, tras la muerte por causas naturales de ‘Efraín Guzmán’ (Noel Matta Matta), entonces comandante del Bloque Noroccidental de las Farc. Al mando de esta unidad tuvo a cargo, asegura, a unos 700 hombres (inteligencia militar calculaba, a comienzos de la década del 2000, unos 900), divididos en ocho frentes y dos compañías móviles que hacían presencia en Urabá, Bajo Cauca, Norte, Suroeste y Oriente de Antioquia, ribera oriental del río Atrato en Chocó, y norte del departamento de Caldas.

Por eso se convirtió en uno de los “objetivos” de alto valor para el Gobierno, que, antes de las conversaciones de La Habana, ofrecía una recompensa de hasta 1.500 millones de pesos por su captura. Los grupos paramilitares, a los que propinó duros golpes en Urabá y el nudo de Paramillo, también lo consideraron en su momento una de sus prioridades para eliminar.

Pero ‘Isaías Trujillo’ llegó vivo al proceso y hoy, en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Llano Grande, en el municipio antioqueño de Dabeiba, lidera el trabajo de poco más de 200 hombres, entre exguerrilleros y sus familiares, que mientras esperan el cumplimiento del Gobierno, se adaptan a lo que tienen en esta zona.

“Este ETCR ha funcionado bien, ha tenido éxito, por el compromiso y el trabajo, la convivencia y el entendimiento entre todos con la comunidad. Entendemos que la guerra se acabó, no queremos saber más de guerra”, dice al recordar que al principio de la concentración había allí unos 250 guerrilleros.

“Algunos compañeros se han visto obligados a irse de aquí para donde sus familias que tienen tierras y les han dicho: ‘véngase para acá a trabajar’. Otros se han salido de aquí, del espacio, para conseguir tierras arrendadas, porque nosotros antes y durante la guerra éramos campesinos, no lo olvidamos, sabemos trabajar, por eso la mayor preocupación es que no nos den la tierra”.

Y por eso ‘Isaías Trujillo’ recuerda que “en los acuerdos se dice de la entrega de tierras, de apoyo a proyectos productivos, eso hasta ahora no lo hemos visto, no puedo decir que nos estén cumpliendo. Pero nosotros seguimos ahí, cumpliendo, porque ese es el deber de nosotros, cumplir, y somos conscientes de esa situación, que hay obstáculos pero tenemos que vencer esos obstáculos”.

Este es un problema que ocurre en todo el país: En abril de 2018 se conoció un proyecto de decreto del Gobierno Nacional “para el establecimiento de un programa especial de dotación de tierras”, pero hasta la fecha no se ha oficializado ni ha avanzado con la administración del recién llegado presidente Iván Duque.

Desde la dirigencia del hoy partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, Farc, han señalado este como uno de los mayores problemas del proceso, por ser un asunto en el que estaba centrada la esperanza de reinserción de los guerrilleros rasos, que son la mayoría de los desmovilizados. Del lado oficial hablan de trabas que deben superar y recuerdan que los líderes del grupo tampoco han cumplido a cabalidad con la entrega de bienes y restitución de tierras para los afectados por sus acciones.

A esto, ‘Trujillo’ insiste en que “sin la tierra va a ser difícil que se mantenga el compromiso de la gente, porque la mayoría somos campesinos y nos gusta trabajar la tierra”.

Otro de los problemas que enfrentan los excombatientes son los señalamientos por causa de los disidentes del proceso con el Gobierno y la presión de las bandas criminales. El ETCR de Llano Grande, al que le pusieron el nombre de “Jacobo Arango”, comandante muerto en combate en 2013, está ubicado en una zona montañosa estratégica, controlada durante más de cuatro décadas por las Farc y a donde solo pudo ingresar la Fuerza Pública hace dos años.

“En este espacio no ha habido presión de las disidencias, hasta ahora no. Esa gente está por allá muy lejos, por Peque, Ituango, Valdivia, para abajo por Urabá. De los otros (los integrantes del Clan del Golfo), es verdad que hay gente por acá, todo el mundo en el pueblo, en las veredas, sabe que esa gente está por aquí, pero mientras no nos ofendan, estamos bien”, asegura ‘Isaías Trujillo’, quien de inmediato reconoce que “si no estuvieran el Ejército y la Policía, esa gente ya se hubiera metido aquí”.

Pero el curtido comandante prefiere resaltar los avances generales: “Tenemos cinco congresistas allá, cinco representantes, y esto se lo debemos al proceso, entonces, vamos por el camino correcto. Estuve en el pleno del partido (a comienzos de septiembre de 2018) y ahí se vio que estamos unidos, reconociendo que hay gente que no está o que tiende dudas, como Iván Márquez o ‘El Paisa’”.

Y enfatiza que “cuando decimos que nos reconciliamos, es una reconciliación de verdad. Si nos dimos bala durante más de 50 años, hoy, al mirarnos las caras aquí, con la Policía y el Ejército, tenemos que hacer que esto sea una realidad, no podemos seguir con los odios. Entendemos que ellos son hermanos nuestros, de clase, porque ellos también son hijos de campesinos. Me parece muy importante la reconciliación con ellos, por eso vamos a seguir”.