Haciendo uso del comic y de herramientas digitales, el proyecto 4 Ríos narra hechos ocurridos en el conflicto armado colombiano. Con sus historias buscan producir emociones en su público y con ello sensibilizar sobre los efectos de la guerra en el país.

Por: Juan Camilo Castañeda

4 Ríos fue uno de los primeros proyectos de comunicación del país que se interesó en dinamizar la memoria del conflicto armado en espacios virtuales. Según su director, Élder Tobar, la idea surgió en 2012, cuando él trabajaba como capacitador en herramientas digitales en regiones rurales del país y, al tiempo, era el productor del Festival de Cine Comunitario Ojo al Sancocho, “con el interés de asociar lo comunitario con lo digital comencé a pensar en un proyecto que se enfocara en tratar de explicar de forma distinta hechos relacionados con el conflicto armado”, dijo.

El primer proyecto narrativo que realizó el equipo de 4 Ríos fue sobre la masacre en la región del río Naya, que perpetraron paramilitares del Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), entre 10 y el 13 de agosto de 2001, cuando asesinaron a 46 personas, la mayoría indígenas. En esta narración, el equipo apostó por un comic interactivo en el que el visitante puede decir la manera en la que se adentra a la historia.

En este primer relato los realizadores se acercaron a una propuesta narrativa y artística que pocas veces había sido utilizada en Colombia para hablar de los efectos del conflicto, “iniciamos el proceso en el 2013 y lo terminamos en el 2016. Lo hicimos desde una perspectiva de experimentación, pues en aquél momento, en el campo de la memoria, era novedoso contar desde el comic y para una versión de experiencia virtual, por eso, nos llevó tres años”, explicó Tobar.

Con esa experiencia sobre la masacre del Naya el equipo de 4 Ríos entendió que su propuesta de memoria debía estar dirigida a habitantes de las ciudades colombianas, especialmente jóvenes, que no sufrieron directamente hechos victimizantes en el marco del conflicto armado. “Nos interesa hablar de una memoria que conmueva porque la información básica está en todos lados: en libros, en portales, en periódicos, en noticieros, pero la emotividad se puede lograr es en ejercicios artísticos como este”, afirma Tobar.

En la realización del relato de la masacre del Naya participaron once personas entre diseñadores, programadores, realizadores audiovisuales e investigadores sociales. En esa primera experiencia narrativa el equipo tuvo como punto de partida una fuerte investigación documental sobre los sucesos que quería narrar, en la que se acercaron a la información de prensa, a las investigaciones académicas que se habían desarrollado al respecto y a la información judicial disponible y, posteriormente, se fortaleció con trabajo de campo y entrevistas a las personas que sobrevivieron a la masacre.

De ese proyecto de narrativa transmedia sobre la masacre del Naya, el equipo de 4 Ríos ha presentado una serie de productos, entre los que se destaca el documental interactivo que se puede consultar en su página, una versión clásica del mismo que está en etapa de circulación y una experiencia de realidad aumentada que han llevado por diferentes escenarios en el país.

Para Tobar, el aporte de 4 Ríos en relatos como la masacre del Naya está en que, como bien lo pudo verificar en la investigación documental, a pesar de que hay muchos relatos e investigaciones sobre el tema, las estadísticas o las descripciones que estas ofrecen, ponen al lector como un espectador del relato y no lo involucran emocionalmente con las personas que sufrieron determinadas situaciones. En cambio, su propuesta implica que “el público se comprometa en la construcción del relato, se pongan en los zapatos de quienes han sufrido la guerra desde una plataforma de realidad ampliada y se hagan preguntas que les permitan reflexionar lo que ha pasado en nuestro país”, dijo.

Ahora, el equipo de 4 Ríos espera continuar con proyectos similares al del Naya. Su objetivo es poder contar las historias de situaciones como las que se vivieron en Bojayá, en el barrio la Chinita de Apartadó o la masacre del Salado.