Esta historia empieza en la madrugada del 2 de marzo de 2017, cuando Fabián Rivera, de veintitrés años, presidente de la junta de acción comunal del barrio Rosalpi, en Bello, fue asesinado. Empieza cuando el nombre de Fabián pasó a una lista junto a otros líderes que, igual que él, ahora ocupan el lugar de víctimas.

Por: Laura Cardona – Estudiante de Periodismo

Este artículo no podrá decir por qué alguien empuñó un arma contra la humanidad de Fabián. Julián Jiménez, presidente de la Asociación Municipal de las Juntas de Acción Comunal de Bello, nunca supo de amenazas; la familia Rivera jamás conoció problemas en los que él estuviera involucrado; solo la Fiscalía sostiene la hipótesis de un pleito sentimental. Así, este artículo solo podrá, palabra a palabra, buscar una imagen que narre el hombre que fue.

La primera imagen de Fabián se construye volviendo a su infancia, cuando un día de matrículas una sicóloga del colegio le dijo con tono quejumbroso a Antonio, su padre, que el niño era muy hiperactivo. El término, que define un trastorno infantil, logra mostrar un rasgo de Fabián: su desbordada energía para realizar sus proyectos. Uno de ellos fue llegar a ser presidente de la junta de acción comunal, idea que nació en una conversación con Hernán Darío Montoya, amigo de la familia, cuando Fabián le confesó su deseo de trabajar por la gente: “¿Usted quiere ayudar?, ¿le gusta eso? Entonces aspire a la junta de acción comunal”.

Y así empezó su campaña.

El 24 de abril de 2016 ganó las elecciones con 450 votos de 482. Para Antonio Rivera, esa victoria tiene su explicación en la labor comunitaria que su hijo había realizado por años: si alguien se accidentaba, él lo visitaba y buscaba cómo ayudar; si sabía de una familia con problemas económicos, él estaba ahí. Vio la necesidad de un ‘policía acostado’: él mismo compró los materiales y lo construyó con ayuda de la gente del barrio. En diciembre, daba regalos a niños en veredas y barrios periféricos.

Cuando Fabián llegó al cargo de presidente de la JAC, logró, en pocos meses, el patrocinio necesario para hacer un parque infantil. Una hazaña que sus vecinos vieron con asombro, pues en poco tiempo demostró todo lo que podía hacer por su comunidad.

Pero ese joven con esa energía y ganas de hacer, ese hombre de voz y risa fuerte, ese que cada noche revisaba que sus tres hermanos estuvieran en casa, ese que estudiaba Criminología y Estudios Forenses y que veía la carrera de Derecho como su siguiente meta, para ser concejal, para cumplir proyectos más grandes, ese joven fue asesinado mientras conducía una motocicleta, en la madrugada del 2 de marzo, en el barrio Niquía Camacol.

Sus proyectos quedaron en el intocable plano de lo que pudo ser. Claudia Carrasquilla, directora seccional de Fiscalías de Medellín, dice que, hasta el momento, la investigación indica que esa muerte sería un crimen pasional y que no estaría conectada con su labor social.

En casa, su familia insiste en que no hay razones que expliquen por qué alguien estaría interesado en asesinarlo. Hernán, ese amigo de la familia que conocía a Fabián desde los cuatro años, sostiene, con seguridad: “En el tiempo que lo conocí, no supe ni de un vicio ni de una mala propuesta ni de una cosa mal hecha”.

Mas este relato no puede responder al interrogante por la muerte de Fabián Rivera. Solo puede trazar un bosquejo de su imagen a partir de las voces de su familia y sus amigos. De la de su padre, quien habla de un joven que fue amado por su familia y por su comunidad, esas personas que estuvieron presentes en el funeral, tantas, que para él fue una sorpresa ver a cuántos alcanzó a tocar su hijo en veintitrés años de vida.



Nombre: Fabián Antonio Rivera Arroyave.
Fecha del asesinato: 2 de marzo.
Condiciones del crimen: En la madrugada del 2 de marzo, Fabián, de veintitrés años, fue baleado mientras conducía una motocicleta, cerca al cementerio San Andrés, en la diagonal 61 con la avenida 49, barrio Niquía Camacol de Bello.
Hipótesis: Sus familiares no tienen hipótesis sobre el crimen. Claudia Carrasquilla, directora seccional de Fiscalías de Medellín, dijo que se trataría de un crimen pasional y desligó el caso de su liderazgo comunitario.
Liderazgo: Presidente de la junta de acción comunal del barrio Rosalpi en Bello.
Contexto regional: A la influencia armada de las bandas de ‘Los Chatas’, ‘El Mesa’ y ‘Pachelly’, se suma el control que ejerce en el municipio el sector político de la familia Suárez Mira que, en nombre propio o por medio de terceros, ha tenido el control de la administración municipal de Bello desde hace más de veinte años. Por una parte, el mapa de la criminalidad depende de las disputas o de las alianzas entre las bandas; por otra, los líderes comunitarios —como Fabián Antonio Rivera— y sus procesos sociales deben enfrentarse o ceder a las presiones de esas mismas organizaciones y del clan político que gobierna el municipio.




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