Esta historia empieza en la madrugada del 2 de marzo de 2017, cuando Fabián Rivera, de veintitrés años, presidente de la junta de acción comunal del barrio Rosalpi, en Bello, fue asesinado. Empieza cuando el nombre de Fabián pasó a una lista junto a otros líderes que, igual que él, ahora ocupan el lugar de víctimas. Por: Laura Cardona – Estudiante de Periodismo Este artículo no podrá decir por qué alguien empuñó un arma contra la humanidad de Fabián. Julián Jiménez, presidente de la Asociación Municipal de las Juntas de Acción Comunal de Bello, nunca supo de amenazas; la familia Rivera jamás conoció problemas en los que él estuviera involucrado; solo la Fiscalía sostiene la hipótesis de un pleito sentimental. Así, este artículo solo podrá, palabra a palabra, buscar una imagen que narre el hombre que fue. La primera imagen de Fabián se construye volviendo a su infancia, cuando un día de matrículas una sicóloga del colegio le dijo con tono quejumbroso a Antonio, su padre, que el niño era muy hiperactivo. El término, que define un trastorno infantil, logra mostrar un rasgo de Fabián: su desbordada energía para realizar sus proyectos. Uno de ellos fue llegar a ser presidente de […]
Sentado en la vieja mecedora, después de una larga faena, Porfirio Jaramillo miró con ternura los puños de arroz guindados de las vigas del techo. “La cosecha no pudo ser mejor, la suerte nos está cambiando”, le dijo a su esposa, hijas y nietos la noche del 28 de enero. Por fin, el hambre parecía cosa del pasado. Nadie presagiaba el desenlace que tendría ese día. Por: Juan Arturo Gómez Tobón – Estudiante de Comunicación Social – Periodismo Sentado en la vieja mecedora, después de una larga faena, Porfirio Jaramillo miró con ternura los puños de arroz guindados de las vigas del techo. “La cosecha no pudo ser mejor, la suerte nos está cambiando”, le dijo a su esposa, hijas y nietos la noche del 28 de enero. Por fin, el hambre parecía cosa del pasado. Nadie presagiaba el desenlace que tendría ese día. Tres fuertes golpes a la puerta retumbaron en el rancho. Doña Anselma abrió y uno de los dos hombres que llegaron a su vivienda, sin mediar saludo, preguntó por su esposo: “¿Se encuentra don Porfirio Jaramillo Bogallo?”. Él salió desde detrás del quicio de la puerta donde se guarecía y les dijo: “Soy yo. ¿Para qué les […]