En 2009 Granada fue el primer municipio de Antioquia en abrir un salón de la memoria para recordar a las víctimas del conflicto. Ahora, a propósito de la creación del primer Bosque de Paz en el país, Santa Ana, un corregimiento que fue escenario de luchas entre todos los grupos armados, se propone construir un espacio de memoria que sea ejemplo de reconciliación.

Por Esteban Tavera

Por muchos años el corregimiento de Santa Ana fue base de operaciones y territorio de disputa entre las guerrillas, los grupos paramilitares y el ejército colombiano. Su ubicación privilegiada debido a la accesibilidad que brinda al resto del Oriente antioqueño, hizo que tanto las Farc como el Eln se disputaran con fiereza la autoridad sobre ese territorio.

A pesar de los años de violencia, la comunidad ha sabido resistir y ahora se prepara para ser un ejemplo de reconciliación. Una muestra de ese compromiso, se vio el pasado 11 de abril en el acto de inauguración del Bosque de Paz en este corregimiento del municipio de Granada. Esta iniciativa hace parte de un programa nacional que promete sembrar más de ocho millones de árboles en el país; además, aporta a la construcción de memoria histórica y reconoce al medio ambiente como una más de las víctimas del conflicto armado. Por esta razón, los mil quinientos árboles que crecerán en Santa Ana tendrán una placa con el nombre de las víctimas que dejó el conflicto en este municipio.
Bosque de paz 1El pasado 11 de abril fue inaugurado el primer Bosque de Paz del país en el corregimiento de Santa Ana.

En medio del Bosque de Paz, además, están construyendo una casa de la memoria que reunirá los relatos de la guerra que padeció Santa Anta y las acciones de resistencia que emprendió esta comunidad.
La intención de construir un espacio que honre la memoria de las víctimas, surgió de un grupo de mujeres del corregimiento que se reúnen para compartir las historias de horror que vivieron en medio conflicto y así sanar sus dolores. A estos colectivos, que se promovieron desde 2009 en casi todo el Oriente antioqueño, se les conoce como los grupos de abrazos.

Una de las mujeres que lidera esta iniciativa es Adriana Galeano, integrante de la Asociación de Mujeres Cabeza de Familia de Santa Ana. Ella dice que los habitantes del corregimiento han podido superar en gran medida los dolores que dejó la violencia, pero “todavía hay deudas pendientes con la memoria”; por ejemplo, la historia de los líderes asesinados durante los años de guerra no se ha contado.

“Las mujeres que trabajan conmigo en la asociación recuerdan las banderas que la comunidad armaba con costales blancos y palos. Eso sucedió en el tiempo de mayor violencia. Con ese símbolo marcaban las casas que estaban habitadas y que el helicóptero no podía bombardear. Historias como esta deben estar en esa casa de la memoria, un lugar donde queremos recordar sin tanto dolor. Queremos honrar a los líderes que fueron importantes en nuestras Juntas de Acción Comunal, personas que se destacaron y fueron asesinadas”, agrega Adriana.

Ese capítulo de la historia de Santa Ana que recuerdan las mujeres hace referencia a los bombardeos del Ejército Nacional. El objetivo de estos ataques era neutralizar a las guerrillas, los primeros actores armados que se instalaron en este territorio. En esa época, el corregimiento era conocido como un “Caguán chiquito” por la comodidad con la que operaban los frentes 9 de las Farc y el «Carlos Alirio Buitrago» del Eln. A finales de la década de los noventa, empezaron a llegar los paramilitares, y en el 2000 con los gobiernos de Álvaro Uribe empezó la guerra con el Ejército.

De acuerdo con las cifras de la Coordinación Colombia Europa Estados Unidos (CCEEU), los granadinos fueron víctimas del 40% de las ejecuciones extrajudiciales que sufrió todo el Oriente antioqueño, y Santa Ana concentró gran parte de los casos. Esta práctica llenó de desconfianza a la población y en cuestión de meses, entre 2001 y 2002, el corregimiento quedó casi desolado.
Al ser un lugar en el que confluyeron tantos grupos armados, la organización Confraternidad Carcelaria, que acompaña a personas privadas de la libertad con el fin de adelantar procesos de justicia restaurativa en los que los lazos sociales se restablezcan después de la guerra, puso sus ojos en Santa Ana.

“A través de nuestro programa Comunidades Restaurativas llegamos al territorio. Creemos que la justicia retributiva lo que hace es encerrar y al hacerlo imposibilita el contacto entre las víctimas y quienes hicieron el daño. En Santa Ana, cuando planteamos una alternativa de restauración, la comunidad eligió hacerlo a través de la memoria. Por esta razón, queremos generar un lazo entre la comunidad y un colectivo de excombatientes de las Farc que están presos en la cárcel Bellavista, y el escenario ideal para ese encuentro será la casa de la memoria que se está construyendo en el corregimiento», explica Nancy Marín, integrante Confraternidad Carcelaria.

La ejecución del proyecto de la casa de la memoria comenzó en octubre del 2016, y hasta ahora se han realizado diez talleres en el casco urbano de Granada, en Santa Ana y en algunas veredas. En cada uno de los encuentros, liderados por la Confraternidad Carcelaria, han participado al menos 80 personas que se están preparando para perdonar y compartir sus experiencias sin sentir rencor.

Una de las historias que siempre está presente en la memoria de los habitantes de Santa Ana es la de la Escalera Verde de Pedro López. A pesar del temor y el abandono que el conflicto armado dejó en el corregimiento, “Peluca”, como le dicen a don Pedro, siguió transportando a los campesinos que no salieron de sus casas. Su chiva fue la única que recorrió los caminos de Santa Ana en los momentos más crudos de la guerra. Además de verse obligado a mediar con los actores armados para que le permitieran hacer su trabajo, don Pedro le ayudó a la comunidad a transportar a sus muertos y rescató los enseres de las familias desplazadas. Hoy la Escalera Verde es un símbolo de resistencia y un motivo de orgullo para los granadinos.
MuralChivaVerdeCon este mural, los habitantes de Santa Ana le rinden un homenaje al conductor de la escalera que, a pesar de las confrontaciones entre los grupos armados, nunca abandonó este corregimiento del municipio de Granada. 

Historias como esta se escucharán en el nuevo salón de la memoria. Francis García, enlace de víctimas de Granada, participó en la creación del Salón del Nunca Más que se inauguró en el 2009 en el municipio; ahora, acompaña el proceso que se adelanta en Santa Ana. “A nosotros nos tocó un momento en el que la memoria era una reivindicación política. Estábamos en el período de la ‘Seguridad Democrática’, cuando ni siquiera se reconocía que el conflicto dejaba víctimas. Ahora, este ejercicio que se adelanta en Santa Ana tiene mucho valor porque también ayuda a resaltar las iniciativas que ha emprendido la comunidad para alcanzar la paz”, comenta Francis.

Por su parte, Gloria Quintero, vicepresidenta de la Asociación de Víctimas Unidas de Granada (Asovida), organización que coordina el Salón del Nunca Más, considera que es importante cruzar las experiencias de estas dos iniciativas de memoria. «Sería muy bueno que nos pudiéramos juntar, estamos construyendo una nueva historia en nuestro municipio», concluye Gloria.

Las organizaciones sociales que promueven esta iniciativa pronostican que la casa de la memoria será inaugurada el próximo mes de agosto, cuando terminen de construir el techo de la vivienda que dispuso la alcaldía. Por el momento, en medio del Bosque de Paz una casa destechada y decorada con varios murales alusivos a la historia del conflicto en Santa Ana, espera albergar más historias de resistencia como la de don Pedro López, el dueño de la escalera que nunca dejó de ir a Santa Ana.