El bosnio Boban Minic reflexiona sobre el periodismo como resistencia ciudadana durante las guerras y las implicaciones éticas de la propaganda en los medios de comunicación: «cuando la verdad muere, las demás muertes tienen un camino llano». 

Por: Estudiantes del curso Periodismo y Memoria*  

El periodista Slobodan Minic —conocido como Boban— mantuvo encendidos los micrófonos de su programa en Radio Sarajevo durante el asedio que vivió su ciudad entre 1992 y 1995. El cerco de Sarajevo fue llevado a cabo por el ejército serbobosnio contra los habitantes de la ciudad, quienes quedaron incomunicados y con restricciones de alimentos, electricidad y agua. 

Antes del asedio Minic tenía un programa cultural, pero durante la guerra se transformó en un programa sobre cómo sobrevivir; a la emisión radial invitó a psicólogos, psiquiatras y nutricionistas, con el objetivo de ayudar a las personas que lo estuvieran escuchando. Treinta años después del cerco habló con estudiantes de Periodismo de la Universidad de Antioquia sobre cómo vivió aquellos días y el papel fundamental de los medios de comunicación.

Quisiéramos empezar preguntándole cómo recuerda el cerco a Sarajevo.

Son recuerdos muy claros. Durante 425 días Sarajevo fue el campo de concentración más grande del mundo. No tuvimos comida, ni agua, ni salud. Mataban a la gente sistemáticamente desde las colinas alrededor de Sarajevo. Los francotiradores, por ejemplo, en el primer año mataron un promedio de doce personas cada día, y de estas, tres o cuatro eran niños y mujeres. Durante la guerra perdieron la vida mil 601 niños y en total casi once mil ciudadanos de Sarajevo. Había bajas entre mis amigos e incluso en mi familia. Mi hermana pequeña murió en la famosa masacre del mercado que se ve en el documental Good Night Sarajevo 

También recuerdo que en esos días los medios de comunicación tuvieron más importancia que nunca. Hubo medios que ayudaron a la gente a sobrevivir, a entender de qué se trataba todo eso; pero otros se convirtieron principalmente en los medios de propaganda de las ideas de la Gran Serbia, de la Gran Croacia. El sueño de Serbia y Croacia era hacerse más grandes de lo que eran, ampliando su territorio a costa de Bosnia. 

Recuerdo las cosas cotidianas: ir a casa, ir a trabajar. Esto era una ruleta rusa, nunca sabías cuándo te podía tener en la mira un francotirador o cuándo caería una bomba, porque caían así, sin un objetivo concreto. Trabajar era más seguro; el edificio de Radio Sarajevo lo habían hecho para las olimpiadas de invierno de 1984 y era muy fuerte, pero salir de allá era difícil, porque la radio y la televisión y los periodistas de Bosnia y Herzegovina eran objetivo militar. Querían hacernos callar. Recuerdo que lo primero que murió en esta guerra fue la verdad. Cuando la verdad muere, las demás muertes tienen un camino llano. 

Minic es licenciado en Derecho por la Universidad de Sarajevo. Periodista y exdirector de los programas de cultura y ocio de Radio Sarajevo. Foto: archivo particular.

¿Los periodistas que cubrieron esa guerra han reflexionado sobre su papel? ¿O es un tema silenciado?  

La guerra en Bosnia era una guerra particular, porque era contra los civiles, incluso los periodistas. Había una línea de separación, y no se podía pasar ni de allá para acá ni de acá para allá. Por eso, los corresponsales extranjeros tenían un papel muy importante, y más si eran de medios conocidos. Ellos tenían un poco más de libertad de movimiento, daban informaciones concretas sobre familias que vivían allí o por fuera, porque un montón de bosnios se fueron durante la guerra y estaban incomunicados de sus familiares que se quedaron en Sarajevo; debido a que la línea de separación pasaba por el centro de la ciudad, las familias de un lado no podían saber qué ocurría con los suyos en el otro lado. 

Por otra parte, nosotros en el programa de Radio Sarajevo no tuvimos nunca ninguna censura. Algo muy raro para un país en guerra. Para trabajar, entraba con un papelito y a veces me quedaba 48 horas porque no podía venir el sustituto, pero normalmente trabajaba 12 o 24 horas. Sin embargo, sí hubo autocensura, porque nosotros sabíamos que ahí estaba el ejército y el gobierno, y si decías algo que les disgustara, a los dos días tenías una invitación para ir a la trinchera. 

La radio nunca tuvo tanta importancia como en la guerra

¿Cuál fue el papel de la radio como resistencia, durante y después del asedio?  

Yo he dicho que, en toda la historia, la radio nunca tuvo tanta importancia como en la guerra; especialmente porque no había luz, no había nada. Los serbobosnios ocuparon las antenas de televisión. Y bueno, la radio era la única ventana para miles de personas que estaban en sus sótanos, en sus refugios. Nosotros éramos esta ventana. Además, creo que como periodistas no solo debíamos hablar de la guerra dura y pura, sino también del futuro, hablar sobre cómo sobrevivir a todo esto, cómo soñar, no perder los sueños, incluso se hacían programas de música que eran un poco raros.  

Con ayuda de la Cruz Roja podíamos enviar señales radiofónicas a todo el mundo para los bosnios que habían emigrado y no sabían nada de sus familiares; intentábamos encontrar la información y leerla por la noche, cuando se oía más radio en todo el mundo.  

Al programa invitaba a psicólogos, psiquiatras, nutricionistas, personas que podían ayudar a la gente asustada, que no podía salir de sus casas. Con la radio conectamos a mucha gente, y ellos no lo olvidan. Nunca olvidarán cuando por primera vez, a través de mi voz, encontraron alguna noticia sobre su familia. Por desgracia, no siempre eran buenas noticias. Me acuerdo de una vez que alguien me preguntó sobre su familia y buscando me di cuenta de que doce miembros de esa familia habían sido asesinados ¿Cómo decir esto?  

Como periodista y como habitante de Sarajevo en ese momento, ¿Qué opina de los procesos judiciales que hubo tras la guerra? Por ejemplo, la condena contra Ratko Mladic en el Tribunal Penal Internacional, que fue ratificada apenas en 2021.  

A mí me asusta la reacción en Serbia: últimamente, Ratko Mladic es venerado como un héroe nacional, como una persona muy importante en la historia de los serbios. Dicen que en Srebrenica no hubo genocidio, que hubo un crimen de guerra, un error. Ahora, por ejemplo, en Belgrado, la capital de Serbia, hay un mural con el rostro de Ratko Mladic y además la policía lo cuida por movimientos en contra de Mladic.  

Pero en general, me parece que no ha cambiado nada. Al revés… ahora los criminales se la pasan en Francia, los condenados después son miembros de la iglesia, todos saben que son criminales, pero no les importa. En Serbia y en Croacia, últimamente, hay un nacionalismo desmesurado, pero sin sentido. El nacionalismo normalmente no es a favor de tu nación, sino contra los demás.  

No tengo muy buenos recuerdos del papel de la comunidad internacional en Sarajevo

¿Cómo evalúa usted la participación de la Comunidad Internacional a través de los Cascos Azules como fuerzas de paz de las Naciones Unidas en el conflicto en Sarajevo? 

Cuando empezó todo eso nosotros tuvimos esperanza: pensábamos que no podía durar mucho, pero nos equivocamos. La comunidad internacional enviaba ayuda humanitaria y, en el caso de Bosnia, por ejemplo, eran fuerzas de paz; quiere decir que tenían que mantener la paz, pero durante 405 días no hubo paz ni un solo día. 

Yo no tengo muy buenos recuerdos del papel de la comunidad internacional en Sarajevo. Por ejemplo, muchas personas de estos cuerpos traficaban, cobraban para sacar personas de Sarajevo y las llevaban al aeropuerto, donde también tenían que pagar para que un oficial las dejara entrar en un avión para salir hacia Italia. Algunos también traficaban con drogas y otros con mujeres.  

Minic, de 72 años, vive en Cataluña desde 1994. Es autor de Bienvenido a Sarajevo, hermano y La vida y la muerte de Yugoslavia. Foto: archivo particular.

Durante ese periodo en que la gente evacuaba la ciudad de Sarajevo, usted se quedó. ¿Cómo mantuvo esa fortaleza para hacer radio y permanecer lejos de la familia? 

Durante la guerra no piensas mucho en eso. Es importante sobrevivir y no piensas, por ejemplo, en las pérdidas. Yo perdí una casa en la montaña y un piso en el centro de Sarajevo, mi coche explotó en mayo de 1992 por una bomba. Perdí todo, pero no me importaba. Cuando perdí a un miembro de la familia, ese sí fue un punto de inflexión.  

Nosotros decidimos conscientemente quedarnos en Sarajevo, en nuestra ciudad; después empecé a pensar cómo salvarme. En febrero de 1994 murió mi hermana y tenía que salvar también a mi madre. Cuando todo eso se acabó, empecé a pensar en mí. Pero decidí quedarme mientras que tuve la voz, hasta que supe que no podía trabajar como periodista y que debía ir a luchar y a matar a alguien. Los directores de la radio me dieron permiso para estar un año aquí, en Cataluña, para hacer contactos entre Cataluña Radio y Radio Sarajevo, los teatros, etcétera, y como no pude renovar mi permiso, me despidieron. 

La guerra empezó en los medios de comunicación

¿Cree que hubo acciones u omisiones por parte de los periodistas, que avivaron la violencia durante la guerra? 

Sí, antes y durante la guerra. Yo he dicho que en Serbia prácticamente la guerra empezó en los medios de comunicación: ellos tenían que envenenar a la gente, tenían que incitar el odio y el miedo, la violencia llega después. Incluso un periodista serbio dijo hace poco que el deber patriótico era mentir. Quiere decir que mentían a propósito, conscientemente. Otro dijo que los medios de comunicación en Serbia, en esa época, eran como una central nuclear que producía mentiras, incitaban al odio. Y claro, durante la guerra esto solo podía escalar. En el banquillo, después de los ideólogos de la guerra y de los más grandes criminales de la guerra, deberían sentarse algunos directores, redactores y periodistas de algunos medios de comunicación. 

 

*El curso Periodismo y Memoria es ofrecido en el pregrado de Periodismo de la Facultad de Comunicaciones y Filología de la Universidad de Antioquia y está a cargo del profesor Víctor Casas, coordinador de Hacemos Memoria. Esta entrevista es producto de la interacción virtual de los estudiantes con Boban Minic, quien participó en una sesión de clase.