El requerimiento lo hizo en Santa Marta un grupo de víctimas que le entregó a esa jurisdicción un informe sobre hombres víctimas de violencia sexual en medio del conflicto armado.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Imagen de portada: cortesía

La violencia sexual contra hombres heterosexuales y de orientación sexual diversa en el contexto del conflicto armado colombiano, comienza a dejar de ser un tabú y empieza a visibilizarse en las instancias de justicia transicional. Por más de tres décadas, el miedo cohibió a sus víctimas de la oportunidad de denunciar este tipo de crímenes. Pero ahora, afirmó la líder Ángela María Escobar, estos hechos comienzan a conocerse, develando un oscuro capítulo de la violencia que sintetiza, desde otro ángulo, un horror que solo se pensó exclusivo en las mujeres.

Así nació el informe Deponer las armas, retomar las almas, informe sobre violencia sexual contra hombres en el conflicto armado, que fue entregado a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) el 17 de marzo en la ciudad de Santa Marta. Allí, víctimas de este crimen por parte de guerrillas y paramilitares le exigirán a la JEP que abra un macro caso que trate a profundidad este delito.

Según Anderson Pérez Escobar, quien padeció el abuso sexual por parte de miembros del frente 47 de las Farc, en el municipio de Samaná, departamento de Caldas, presentar este informe es importante porque la violación constituyó un arma de guerra “para someter las mentes y los cuerpos a través del terror, y muchos hombres y mujeres apenas estamos superando el trauma con la ayuda del Estado”.

 

Una oportunidad para abrir un macro caso

Ángela María es víctima de violencia sexual por parte de paramilitares y desde el 2015 viene dirigiendo la Red de Mujeres Víctimas y Profesionales. En el 2019 la red decidió expandir su experiencia al caso masculino luego de apreciar la magnitud de esta problemática durante un encuentro en Paipa, departamento de Boyacá. En éste, varios hombres relataron su experiencia y manifestaron su interés en apoyar la elaboración de informes tanto para la Comisión de la Verdad como para la JEP.

Desde entonces la Red de Mujeres junto con el Equipo de Enfoque de Género de la Unidad de Investigación y Acusación de la JEP, consolidaron grupos focales con hombres heterosexuales y de orientación sexual diversa. Dichos espacios no solo sirvieron para que las víctimas contaran su experiencia, sino también para que transformaran sus miedos, angustias y recuerdos en realidades esperanzadoras. El proceso fue financiado por la ONG británica All Survivors Project, que apoya y orienta a niños, hombres y personas de la comunidad diversa que padecieron el abuso sexual.

“Hablar sobre este tema con hombres silenciados y permitirles que se expresen siempre es difícil con tanto machismo que hay, pero el encuentro con otros les permite liberarse”, comentó Ángela María, quien hace parte de la junta directiva de un fondo global para víctimas de violencia sexual creado por Denis Mukwege y Nadia Murad, premios Nobel de Paz del 2018.

En términos generales, la investigación está dividida en tres partes: un contexto socio-analítico de la presencia del delito de violencia sexual en el marco del conflicto; una descripción de los casos recolectados; y una serie de propuestas de reparación en torno a la salud emocional y espiritual, derechos sexuales y reproductivos, tratamiento psicosocial, y oportunidades de estudio y emprendimiento para las víctimas.

Según Ángela María, con este ya se le han entregado a la JEP al menos 74 informes relativos a la violencia sexual elaborados por diversas organizaciones. Para ella, este material es suficiente para que dicha jurisdicción abra un macro caso que investigue el tema a profundidad, porque “nuestros cuerpos no fueron un daño colateral de la guerra, lo que nos hicieron lo hicieron para sembrar terror, un arma de guerra, y este hecho permite apreciar criterios suficientes para un macro caso. Partamos del hecho de que, en el acuerdo de paz, que tiene como centralidad a las víctimas, este crimen quedó como un delito autónomo y específico sin amnistía ni indulto”, aseveró. Lea también: La batalla contra el silencio de los hombres y la población GBT víctima de violencia sexual

 

Orientar a los otros, libera

Omar Aguilar Silva fue víctima de abuso sexual por parte de miembros de la exguerrilla de las Farc en junio de 1992. Él participó en uno de los grupos focales desarrollados para la elaboración del informe. Allí tuvo la oportunidad de contarle a otras personas su historia y de escuchar el drama de otras víctimas que, como él, llevaban más de dos décadas sin denunciar su caso ante las autoridades.

“Solo hasta que comencé a asistir a grupos de víctimas dimensioné mi lugar y supe que podía contar con el apoyo de profesionales y amigos, como la señora Ángela. Antes pensé incluso en quitarme la vida. Ahora sé que no todo está perdido, que la existencia es bella y que no hay nada que no pueda ir superando”, manifestó Omar Aguilar, quien hace parte de los dos mil 450 hombres registrados ante la Unidad de Víctimas como sobrevivientes de este crimen.

Frente al informe, Omar Aguilar aseguró que espera un reconocimiento colectivo del daño por parte del gobierno, un justo acceso a la justicia y, sobre todo, un apoyo psicosocial que les permita a las víctimas una vía rápida a servicios de salud física y mental: “Este delito es un crimen contra nuestros cuerpos y nuestra identidad, que muchos hombres padecimos, dizque porque querían adoctrinar nuestra forma de ser hombres”, dijo.

Acerca de esta experiencia, Anderson Pérez Escobar, otra víctima de violencia sexual que participó en el proceso, añadió: “Ha sido interesante e importante, he aprendido sobre empoderamiento, superación personal, romper el silencio, no tener miedo a denunciar y decir a otras víctimas que tienen el apoyo. Por eso también comparto que la JEP abra un macro caso de abuso sexual en Colombia, para que las víctimas sean reconocidas y reparadas de forma individual y colectiva”.

Ambas víctimas, Omar y Anderson, quienes hacen parte de la comunidad LGBTI, hoy desarrollan en sus comunidades acompañamientos a hombres víctimas de abuso sexual, orientándolos y aplicando el conocimiento adquirido. Ellos admiten que aún habita en su interior la angustia y el recuerdo de sombras que atacan sus cuerpos, sentimientos agudizados por la falta de oportunidades y de un tratamiento continuado en el tiempo. Pero han aprendido algo: ayudar a los demás es la forma más eficaz de curarse ellos mismos.