Manifiesta, hecho en Colombia, demostró que la reconciliación es posible. Mediante este proyecto productivo, víctimas y excombatientes de las Farc se unieron para apostarle a la paz a través de la moda sostenible.

Por: Paula Angélica Ruiz Torres

Fotos: cortesía @manifiesta.col

Los Acuerdos de Paz con las Farc en 2016 abrieron la puerta a la creación de tres mil 360 proyectos productivos, según datos de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) del 2021. En estos proyectos, excombatientes y actores sociales que le apuestan a la reincorporación han unido fuerzas para promover iniciativas que ayuden al sostenimiento de quienes decidieron dejar la guerra e iniciar un nuevo camino en la sociedad civil. La marca de ropa Manifiesta es una de esas iniciativas que, en articulación con la Corporación Tejiendo Paz, alberga los sueños de al menos 22 familias.

Manifiesta no solo es una marca de ropa, “es un acto político”, señala Ángela Herrera, creadora de la marca, posición política que se hace evidente en cada producto que saca al mercado. ‘Esta prenda no es una prenda cualquiera, esta prenda es un acto de paz’, versa una de sus camisetas. Y es que a pesar de lo dicientes que pueden ser las frases, los diseños y hasta los estampados, el mayor acto político se encuentra en quienes están detrás de la confección de las prendas. 

Todos los días, un grupo de once excombatientes y sus familiares llegan al taller de confecciones en Icononzo, departamento del Tolima, donde se encuentra uno de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), creados tras la firma del Acuerdo de Paz entre el Estado y la exguerrilla de las Farc en noviembre del 2016. Su jornada inicia entre las siete y ocho de la mañana y finaliza alrededor de las cuatro de la tarde. Algunos se encargan de medir, cortar, coser, mientras otros se ocupan de estampar las frases que llevan las camisetas: ‘Siempre fashion, nunca facho’ o ‘la moda es un tema político’. 

Mientras tanto, en Soacha, departamento de Cundinamarca, familiares de soldados que perdieron la vida en medio del conflicto armado confeccionan chaquetas y otras prendas, cuyos estampados, colores y diseños hablan de los paisajes, selvas, flores y bosques que fueron testigos y escenarios de una guerra que nunca les fue propia.

La ropa que se confecciona, tanto en Icononzo como en Soacha, hace parte de Manifiesta, la marca de moda que hoy le apuesta a la reincorporación de quienes cambiaron armas y camuflados por máquinas de coser.

Manifiesta, Hecho en Colombia es la materialización de un sueño, que inicialmente fue de Ángela Herrera y Sara Arias, estudiantes de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Bogotá, quienes para la época de las negociaciones de paz, entre el Gobierno y las Farc, iniciaron un emprendimiento de moda, cuyo principio era el de la responsabilidad social y ambiental. 

Ellas, creyentes de la reconciliación y de la posibilidad de paz que se abría con los Acuerdos, viajaron como voluntarias a uno de los 24 ETCR. Según Ángela Herrera, allí “me convencí de que esa es la lucha que quiero dar, ya tenía la certeza de la importancia del Acuerdo de Paz, pero todavía no lograba ver cómo aportar a esas casi 500 páginas que tiene el Acuerdo”, afirmó, al explicar que por eso ella y su compañera decidieron apostarle a la reincorporación desde su emprendimiento, aún incipiente. Para ello, generaron una alianza solidaria con la Cooperativa Tejiendo Paz, compuesta por exguerrilleros que trabajan en pro de procesos productivos.

Ese camino no fue fácil, pues “el proceso más desafiante que uno tiene es el de construir confianza mutua y más si empiezas a trabajar con personas que vienen de una realidad tan dura como es una guerra”, comentó Ángela. Sin embargo, luego de más de tres años trabajando juntos, ella resalta que han logrado afianzarse como un equipo: “Hemos demostrado que el proyecto funciona y que genera resultados y eso genera confianza con las personas”. 

En estos años de trabajo mancomunado, esta marca de ropa ha demostrado que es posible la reconciliación. Prueba de ello, fue la vinculación de familiares de soldados muertos en la guerra, quienes ingresaron al proyecto en 2020, tras la petición de los excombatientes de incluir también a personas víctimas del conflicto armado. 

Y a pesar de que los excombatientes y los familiares de los soldados fallecidos trabajan en zonas diferentes del país, han tenido la oportunidad de juntarse, tomarse un café y poder hablar de lo que solo un proyecto como Manifiesta permite: perdón, reconciliación y el deseo de que no se repita nunca más lo que pasó. 

 

Una guerra que tocó la puerta desde dos orillas opuestas

Albeiro Quinto Palacios poco conocía de la vida fuera de la guerra. Ingresó a la guerrilla de las Farc cuando tenía 17 años, en 1997. Vivía con su hermano mayor en una finca en el Guaviare cuando conoció de frente las dinámicas de un conflicto que incluso cambió su nombre. ‘Jonatan’ era el alias con el que se identificaba en el monte, como se refiere él a la guerrilla, y, a pesar de que le gusta su verdadero nombre, le guarda cierto aprecio al alias de su otrora vida, tanto, que incluso eligió ese nombre para su hijo: Jonatan Quinto.

Sobre su vida en la guerra, las palabras de Albeiro Quinto son escasas. No hay quejas o recriminaciones, pero sí una fuerte convicción de apostarle a la paz, “no hay nada más bonito que estar en paz”, reflexiona para sí. Y justamente esa convicción, aunada a la esperanza de un futuro diferente, lo llevó a tomar la decisión en 2015 de reintegrarse a la sociedad. Llegó al ETCR de Icononzo donde conoció a Manifiesta, emprendimiento en el que hoy lleva casi dos años y en el que se hace cargo del estampado de camisetas. Según él, todos sus antiguos compañeros de frente, decidieron dejar las armas y hoy se encuentran también en proyectos productivos.

Igual que Albeiro Quinto, Nicolás Galvis conoció y vivió el conflicto armado de cerca. Nunca empuñó un arma o hizo parte de algún grupo armado, pero desde su casa en Cundinamarca, el espectro de la guerra hizo aparición en su familia. David Sebastian Galvis, hermano menor de Nicolás, tenía diecinueve años cuando ingresó al ejército. Entró como bachiller, pero después de cinco meses, lo enviaron a Arauca como soldado regular, “no tenía el entrenamiento para enviarlo allí”, señaló Nicolás.

El 23 de agosto del 2013, la familia Galvis recibió la última llamada de su pariente menor. Veinticinco horas más tarde, 14 militares del Batallón de Ingenieros número 18, del que hacía parte David Sebastian, fueron asesinados por la guerrilla de las Farc, en complicidad con el ELN, según la página oficial de las Fuerzas Militares de Colombia

Un día después del ataque, el 25 de agosto, nuevamente sonó el teléfono, esta vez se trataba de un capellán que le daba la noticia a la familia de que David Sebastian Galvis había muerto en combate.

A raíz de la muerte de David Sebastian, la familia Galvis conoció la Fundación Color y Esperanza (FUNCOES), que alberga a madres, padres y esposas de militares víctimas del conflicto armado. Desde allí, conocen a Ángela Herrera y a su emprendimiento, del que Nicolás Galvis ha hecho parte desde 2019 y en el que además, se encarga de la confección de chaquetas.

De manera que Manifiesta, Hecho en Colombia acoge el deseo de un hombre como Albeiro Quinto que vivió la mayor parte de su vida en la guerra y que no tenía ninguna idea del mundo de la confección. Un hombre que solo conoció una máquina de coser cuando era adulto y por la mamá de su hijo, porque “nunca había trabajado en confección, yo solamente miraba eso por televisión y decía que algún día me gustaría hacer parte de eso”, contó.

Pero además, Manifiesta acoge los sueños de alguien como Nicolás, golpeado por la guerra, quien, además de ver en el proyecto su sustento económico, lo percibe como “ un grano de arena para apostarle a la paz”, permitiendo incluso que unos y otros se miren a la cara y puedan ver que: “somos los mismos humanos, que tenemos en común el deseo de la paz. He tenido dos encuentros con ellos (excombatientes). Hemos compartido historias, hemos compartido un café y hablamos. Ellos saben que soy víctima. Víctimas y victimarios tomando un café, analizando la situación de lo que pasó. Si tú quieres lo vives, te confortas y te llenas”.