Las luchas sociales, la defensa de los derechos humanos y la violencia política son el foco de un discurso de resistencia que construye memoria a partir de la imagen. Así está planteado en el libro Representar las memorias.

 

Por Paula Ruiz Torres

Imagen: portada del libro. El río, tejido de Blanca Sánchez. Foto: Ana María Muñoz

El libro Representar las memorias, publicado por la Editorial Universidad de Antioquia en la colección Conflicto, Paz y Memoria, es un análisis de piezas gráficas: fotografías que muestran procesos sociales, imágenes en movimiento, tejidos, acciones performáticas, obras de teatro; así como de las posibilidades que  ofrecen estas representaciones visuales no sólo para comprender las memorias, sino también para construirlas.

Esta obra es producto de una apuesta colectiva, de diferentes autores, por interpretar las metáforas que han emergido en la región de América Latina. Por ello, incluye experiencias y voces de Brasil, Argentina, Chile y Colombia, y explora la manera en que diferentes dispositivos visuales se convierten en archivos, que a su vez, dan cuenta del pasado que les albergó.

Según sus editores académicos, Sandra Arenas y Luis Carlos Toro, América Latina es un lugar rico en estas expresiones visuales que refieren de manera singular los procesos políticos y sociales que la región ha vivido con dictaduras como la de Argentina entre 1976 y 1983, el régimen militar chileno entre 1973 y 1990 o el conflicto armado en Colombia 1958 hasta la actualidad. 

A esto se suma que la región está marcada por un contexto de pobreza, desigualdad y violaciones a los derechos humanos, lo cual ha generado un acervo de productos visuales que los autores desarrollan.

Sandra Arenas, editora académica del libro Representar las memorias.

Bajo este escenario, los autores exponen, desde la portada del libro, una de las representaciones visuales que ejemplifica las narrativas de esta parte del continente. Se trata de un tejido realizado por Blanca Sánchez, víctima del conflicto armado colombiano e integrante del colectivo de memoria Costurero: Tejedoras por la Memoria de Sonsón. Allí, esta mujer plasma su propia experiencia con la guerra en un escenario en el que el río, el cielo y las montañas fungen como testigos de la barbarie que terminó con la vida de Humberto Castro, el esposo de Blanca, cuando unos hombres, a quienes ella identificó como paramilitares, se lo llevaron hasta el río conocido como ‘La Represa’, donde lo asesinaron y lanzaron a las aguas, tal y como lo ilustra el bordado. 

Esta pieza, generosa en colores vivos y alegres, “es muy especial porque es un tejido que quiere mostrar un instante en el cual la vida de esta mujer se transformó completamente. La imagen tiene una cantidad de contrastes porque es bella en los colores, en la construcción de la imagen, en el lugar que ocupan cada uno de sus elementos, pero condensa un momento crítico”, subrayó Sandra Arenas, quien además de participar como editora académica es coautora de uno de los capítulos del libro.

Y es que este tejido, que nació como una apuesta desde el colectivo del que Blanca hace parte, termina por convertirse en un documento, en un ‘artefacto mediador’, como lo define Sandra Arenas, en cuanto permite la comunicación entre aquel que necesita contar ese relato y aquel que está atento a escucharlo y es justamente ahí donde radica la potencia de este tipo de narrativas visuales, cuya legitimidad, relacionada con la información que posee, rompe con el estatuto de documento oficial, abriendo paso a otras representaciones visuales menos hegemónicas.

 

‘Toda política es de imágenes’

Retomando esta premisa, que da nombre al primer capítulo escrito por Márcio Seligmann-Silva, Sandra Arenas afirmó que: “ toda imagen tiene un contenido político fuerte, el poder de sublevar, de llamar a levantarnos y discutir ese pasado sobre el cual es necesario hablar”. 

Justamente, en ese sentido político de la imagen, América Latina ha volcado su mirada no solo hacia las representaciones que tienen que ver con la violencia política, sino que hoy, vemos narrativas que están situando la discusión en el escenario visual como el feminismo y sus luchas por los derechos de las mujeres; los pueblos indígenas con el trabajo que realizan a través del bordado y la simbología alusiva a la madre tierra, en el campo de las luchas contra la minería y la agroindustria; las luchas de las negritudes, como en el caso brasileño, la pobreza, la desigualdad y la exclusión. 

Luis Carlos Toro, editor académico del libro Representar las memorias. Foto: cortesía.

“Es un escenario amplio y diverso, en el que encontramos expresiones que narran y construyen procesos históricos traumáticos que adquieren una intención plástica y sensible”,  concluyó Luis Toro, editor académico del libro y autor de uno de sus capítulos. 

Luis Carlos añadió que los lugares de la memoria como el Salón del Nunca Más en Granada, Antioquia, o el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos en Chile, demuestran la intención de una comunidad por hacer visibles sus procesos y construir las memorias del pasado.

Por otra parte, señaló también que el concepto de ‘fuera de campo’ resulta ser transversal a las diversas representaciones visuales de la memoria, en tanto, sitúa la mirada no solo en la imagen, sino también en el proceso de producción. Según Luis Carlos, esta mirada “busca ampliar el espectro más allá de lo que vemos en la imagen, todo lo que la rodea es lo que le da valor y es útil para interpretar tales representaciones”.

En ese sentido, tal vez uno de los aspectos más importantes de Representar las memorias, según Luis Carlos, es que muchas veces, en la producción de este tipo de obras, “nuestra intención es dar a conocer lo que nosotros hacemos, pero esta experiencia nos permitió que en Colombia también se conozcan otros procesos de producción de memoria de países donde esa reflexión ha estado durante mucho más tiempo y tiene unos procesos distintos”.