Este barrio, que ocupa un lugar determinante en el desarrollo del oriente de Medellín, vivió con fuerza la violencia de bandas desde mediados de los 90. Hoy algunos jóvenes del territorio buscan rescatar sus memorias para afianzar redes comunitarias.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Imágenes: cortesía Museo Casa de la Memoria de Medellín

‘La Magda’, la promotora de torneos de yoyo y trompo; don Cristóbal, el dueño de la tienda que vende tinto y paletas al lado de la iglesia; y ‘Pacho tamales’, el propietario de la mejor parada gastronómica de Loreto, son algunos de los personajes históricos de un barrio que comenzó siendo una ladera de matorrales y bosques, y que era paso obligado para los arrieros del Oriente antioqueño. Hoy Loreto es un sector con algunos de los lugares más icónicos de Medellín, que ha sido testigo no solo de desarrollo del oriente de la ciudad, sino también de enfrentamientos entre bandas que a su antojo marcaron ‘fronteras invisibles’ que hoy persisten en los imaginarios de los más adultos. Rescatar del olvido estos referentes y esos periodos de violencia fue la tarea de un grupo de jóvenes que desde el 14 de octubre exponen sus hallazgos en el Museo Casa de la Memoria de Medellín.

La muestra se llama Loreto, más plural más posible, y es una sala con fotografías de época, acompañadas de historias, memorias y dispositivos artísticos, material recogido por jóvenes de la Pastoral Juvenil Shemá que, desde hace seis años y a través de recorridos, talleres y entrevistas con la comunidad, se dieron a la tarea de identificar y reconstruir la identidad del barrio al descubrir que “existían unas memorias silenciadas” por el conflicto, según indicó Julián Pérez, integrante de la pastoral.

Uno de los hechos interesantes que encontraron los jóvenes investigadores, fue que gran parte de los lugares icónicos de Loreto fueron construidos gracias al convite, una práctica comunitaria de encuentro y fraternidad organizada con el propósito de recolectar fondos para la adecuación o construcción de espacios. De este ejercicio en común surgió la cancha de Loreto, construida en los 70, escenario de torneos de microfútbol, baloncesto en patines y peleas de boxeo. Otros lugares son los billares, la cancha de Marquetalia, el convento, el Colegio Infantil Nuestra Señora de Loreto, la Biblioteca Padre Martín Giocochea y el Centro de Atención Integral de Niños y Niñas Bambi.

Por su parte, la lideresa juvenil Paola López, también integrante de la pastoral, manifestó que “es importante resaltar que en la época de los 80, el barrio fue referente para la ciudad por los eventos deportivos y culturales que se hacían a menudo. Los 90 llegaron con violencia y se crearon fronteras invisibles muy marcadas, entonces la gente de un sector a otro no podía pasar, los tiroteos y los asesinatos fueron comunes en el barrio. Fue este contexto el que nos motivó a interesarnos por las memorias”. Pero Paola añadió que, al finalizar la primera década del 2000, la violencia disminuyó y se cernió sobre el barrio un pacto de no recordar esa época de dolor.

 

Nace una exposición

La Pastoral Juvenil Shemá nació en el 2012 en la parroquia y sus actividades giraron en torno a tres ejes: la vida comunitaria, la espiritualidad y la labor social. En el 2015 y teniendo como referente a la Casa Museo de la Memoria, los jóvenes plantearon la necesidad de tener un espacio similar en el barrio, donde pudieran contar historias propias de la violencia y recordar a aquellos que murieron en el conflicto, como una forma de crear conciencia de la importancia de la paz, en un barrio donde persisten fuertes problemáticas. En el 2016, tras una recolección de material proporcionado por la comunidad, se realizó la primera muestra en la Semana por la Paz, una exposición desarrollada en la parroquia.

“Este primer trabajo fue súper empírico; poco o nada conocíamos de cómo organizar una exposición de este tipo, pero teníamos un memorial en honor a las víctimas del conflicto armado y nos interesaba contar el pasado del barrio para comprender lo que es hoy. En el 2017 repetimos la experiencia y en el 2018 empezamos un trabajo en conjunto con la Junta de Acción Comunal de entonces y se nos unió Unicef”, recordó Julián.

Para el 2018 la exposición había adquirido reconocimiento y colectivos de otros barrios arribaron a la JAC de Loreto para conocerla. Con la llegada de la pandemia la JAC fue cerrada y cuando pudieron volver al lugar, descubrieron que fotografías, cartas de visitantes y documentos históricos habían sido destruidos por personas que desconocían la importancia del proyecto que llevaba un par de años funcionando de forma permanente.

En septiembre del año pasado, la Pastoral Juvenil Shemá entró en diálogos con el Museo Casa de la Memoria y allí nació la idea de trasladar los archivos a este lugar, con el fin de enriquecer el proyecto Territorios, una propuesta del museo que busca visibilizar los procesos de construcción de memoria en los barrios a través de pedagogías de co-creación, en la búsqueda de relatos plurales para la comprensión alternativa de la historia y las violencias en Medellín.

Como parte de este acercamiento, desde el 14 de octubre del 2021, la exposición Loreto, más plural más posible, tiene un lugar central en el Museo con una muestra permanente que, como se lee en la presentación del proyecto, reúne un conjunto de experiencias, reflexiones, acciones comunitarias y de encuentro realizadas a través de los años por el colectivo Shemá.

 

Anécdotas de Loreto

Nelly Benjumea lleva 62 de sus 66 años viviendo en Loreto. Ella es uno de esos personajes icónicos que llegó al territorio cuando no había más que media docena de casas escondidas entre matorrales y apenas se levantaba lo que es conocido hoy como el Seminario Mayor. Su familia se trasladó desde el municipio de Sonsón hasta Loreto, en un peregrinaje que hicieron desde el oriente antioqueño siguiendo los pasos de otras familias que buscaban la vida en la capital. Nelly, recordó que participó en los convites y que vio construir la calle principal que se atiborró de vehículos y camiones que iban y venían hacia el Oriente antioqueño, pero que luego se descongestionó, en parte, con la creación de la variante Las Palmas. Cuando era una veinteañera hizo parte del colectivo Amistad Comunitaria, que tiene entre sus más grandes legados la organización anual de una fiesta para los adultos mayores, una tradición que aún continúa.

“Loreto ha sido de cosas muy lindas. Tenemos comunidades muy valiosas como la de Los Padres Sacramentinos, que son unos sacerdotes que vinieron de España; llegaron también las Hermanas Franciscanas, que le ayudan a la gente más desprotegida y que, en su momento, les dieron clases de alta costura a las mamás con el fin de que emprendieras sus propios proyectos”, comentó Nelly el día de la inauguración de la exposición que permanecerá abierta al público durante todo el resto del año.

Nelly, testigo y partícipe de los cambios que ha tenido Loreto, hoy ve con algo de preocupación un fenómeno de urbanización que está encerrando el territorio entre edificios. Incluso contó que como el barrio está ubicado cerca de El Poblado, las empresas constructoras de proyectos dentro de Loreto, venden sus apartamentos como si estos estuvieran ubicados en zonas exclusivas del alto Poblado, engañando a interesados. Por este fenómeno, agregó con jocosidad, las urbanizaciones ostentan nombres con las palabras ‘palmas’ y ‘poblado’, cuyos inquilinos tiene que soportar hoy la bullosa felicidad que se arma todos los fines de semana en la cancha La Esmeralda, el corazón de las actividades de los colectivos del barrio.

Acerca del proyecto impulsado por los jóvenes de la Pastoral Juvenil Shemá, Nelly expresó que se han convertido en un ejemplo, “porque lo que no hemos hecho los mayores de ponernos a mirar lo que sucedió en el pasado y a reflexionar sobre eso, ellos lo están haciendo y además buscan como ayudarle a la gente. Entonces pienso que sería muy rico que nos uniéramos a ellos, de este modo las comunidades se unen y surgen”.