Con esta exposición fotográfica que estará exhibida hasta el 28 de octubre en calles, veredas y espacios públicos de El Bagre, las comunidades hacen memoria para resignificar un territorio marcado por la violencia, la explotación minera y los cultivos de uso ilícito, buscando contar una  historia desde la resistencia.

 

Por Paulina Mesa Loaiza

Foto de portada: Río Abajo, exposición Renacer bagreño

La fotografía de una canoa manchada y oxidada puesta sobre un carro destruido y abandonado en medio de la maleza, es una de las imágenes que integra la exposición itinerante Renacer bagreño, exhibida en diferentes espacios urbanos y rurales del municipio de El Bagre en el Bajo Cauca antioqueño. A simple vista, la canoa y el carro son solo dos grandes objetos apilados y desgastados por el paso del tiempo, pero para la comunidad simbolizan la muerte, el sufrimiento y el llanto que ha causado la violencia asociada al conflicto armado. Para muchos habitantes de esta población no hace falta leer la descripción de la fotografía para recordar que en esa canoa y en ese carro los paramilitares llevaron a sus familiares, amigos y vecinos a un viaje sin retorno.

Imágenes de este tipo, cargadas de simbología y memorias, son las que llenan de valor esta exposición con la que las comunidades de El Bagre esperan contar, desde la resistencia, la historia de su municipio a través de 32 piezas compuestas por fotografías, relatos e ilustraciones que narran con detalle aspectos particularidades como la naturaleza, la minería y la lucha por sobrevivir en medio del conflicto armado en este territorio.

En el proceso de creación, liderado por el Museo de Memoria de Colombia, el Centro Nacional de Memoria Histórica, la Alcaldía Municipal y líderes de distintas comunidades, la foto de la canoa despertó recuerdos dolorosos entre los habitantes que participaron de este ejercicio de memoria y suscitó un debate sobre qué imagen del municipio querían mostrar por medio de la exposición. Al recordar esta fotografía, Óscar Hernández, quien tiene 73 años de edad, hace más de 20 años es líder comunitario en El Bagre y ahora es mediador y expositor de Renacer bagreño, exclamó: “¡Ay mi amor, por Dios! Esa es la historia que uno no menciona porque piensa que jamás se volverá a repetir”.

En la comunidad se referían a la canoa como “La última lágrima” porque las personas que subían a ella eran asesinadas en medio del río agitado para que el cuerpo no fuera encontrado. De manera que esta canoa simboliza los mecanismos de terror utilizados por los paramilitares en El Bagre. Por eso para Óscar Hernández es importante mostrar esta parte de la historia porque “hay que explicarle a la gente que esto sí pasó en nuestro municipio. A veces se acercan las personas y relatan cómo desaparecieron a sus seres queridos en esa chalupa, entonces es importante que la gente se reconozca en esa historia negra, pero al mismo tiempo entiendan que no queremos que se repita”.

Contar la historia desde la resistencia no implica desconocer el conflicto, por el contrario, es necesario un proceso de memoria que permita acercarse a los momentos dolorosos para entenderlos y sanar. Así lo explicó Lorena García, curadora de Renacer bagreño, quien agregó que el hecho de que la historia de la canoa fuera compleja no significó que no se fuera a contar, no obstante, «lo que hicimos con la comunidad fue mostrar un panorama de riqueza sin detenernos únicamente en el conflicto, sino en todo lo que tenemos más allá de la dificultad”.

En ese sentido, la exposición se propuso también abarcar los procesos productivos de la zona como la apicultura, la pesca, la minería, la siembra de caucho y la reforestación con especies nativas, porque aunque el territorio aún está profundamente impactado por las dinámicas del conflicto armado, resignificar estos trabajos también es una lucha política poderosa que le apuesta a la resistencia y a la recuperación del tejido social.

Comunidades indígenas, campesinas y habitantes de la zona urbana participaron en el proceso de creación de Renacer bagreño. Foto: Fabeook Museo de Memoria de Colombia.

“Nosotros como museo entendemos que todo el proyecto de las memorias de las víctimas debe permitir también la aproximación a la sanación incluso de generaciones futuras que puedan de alguna manera heredar el dolor. Este país necesita aportar al alma, al cuerpo y a la mente que ha sufrido o que ha escuchado sobre la violencia y sanar también con nuestras acciones”, expresó Laura Montoya, directora del Museo de Memoria de Colombia.

 

Renacer sin desconocer el pasado y el presente

El Bagre es uno de los seis municipios que conforman la subregión del Bajo Cauca en Antioquia, una de las zonas donde el conflicto armado ha tenido mayor intensidad. En esta población los actores armados se disputan el territorio por el control de zonas estratégicas para la guerra, los cultivos de uso ilícito y la minería ilegal, originando hechos de violencia que dejan hasta ahora 51 mil 591 personas registradas como víctimas del conflicto desde 1985 hasta la actualidad, según datos del Registro Único de Víctimas de la Unidad Nacional para la Atención y Reparación a Víctimas consultados en octubre del 2021.

Pese a que dos de los principales actores del conflicto armado en El Bagre ya no están en el territorio: el Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia que se desmovilizó en enero del 2006, bajo la Ley de Justicia y Paz, Ley 975 del 2005, y la guerrilla de las Farc que firmó el Acuerdo de Paz con el Estado colombiano en noviembre del 2016, en la actualidad los habitantes de este municipio continúan sometidos a hechos de desplazamiento forzado, asesinatos, torturas, desaparición forzada y masacres, causados por grupos armados como la guerrilla del ELN, las disidencias de las Farc y las Autodefensas Gaitanistas de Colombia.

Pero aun en medio de este contexto de violencia, los pobladores de El Bagre le apostaron a resignificar su municipio a través de esta exposición que fue instalada el pasado 8 de septiembre y estará exhibida hasta el 28 de octubre. “Para nosotros todo este proceso ha sido una sorpresa porque somos llamados por la comunidad para participar en la exposición, existe sobre todo la iniciativa por hacer actividades de memoria histórica. Mientras que nosotros visibilizamos los hechos, las víctimas, lo que ocurrió, en este caso la propuesta era la resistencia, la resiliencia, el futuro, los sueños, las expectativas y cómo se quieren ver”, comentó Laura Montoya, refiriéndose al proceso que dio origen a Renacer bagreño.

El diseño y la planeación de la exposición implicó reflexionar sobre la imagen que las comunidades querían proyectar del municipio a través de la fotografía, el texto y la ilustración. Por eso, la Alcaldía de El Bagre y el Museo de Memoria de Colombia realizaron una serie de talleres virtuales en los que convocaron a la comunidad a expresar y explicar sus procesos de memoria. “Nos dimos cuenta de que la comunidad quería que en la exposición contáramos la historia del municipio, la riqueza hídrica y de oro, el impacto del conflicto armado en el territorio y los procesos que se han gestado para cambiar de manera estructural la violencia. Eso para nosotros fue clave porque evidenciamos cómo la comunidad se empoderó para contar la historia desde otros ángulos”, contó la curadora Lorena García.

La exposición Renacer bagreño tiene un recorrido itinerante que inició el 8 de septiembre en la zona urbana de El Bagre y recorrerá la vereda La Bonga, el consejo comunitario Villa Grande, el resguardo indígena Los Almendros y el corregimiento Puerto López. Foto: Museo de Memoria de Colombia.

La experiencia y el acompañamiento curatorial del Museo de Memoria de Colombia fue fundamental para construir la exposición por medio de un trabajo colectivo con la comunidad. Los primeros encuentros se dieron a través de talleres con psicólogos y pedagogos de museología que permitieron abordar de forma compartida los procesos desde la comprensión del contexto, los hechos de violencia y lo que se quería visibilizar. Si bien se contrataron fotógrafos por medio de una línea curatorial, fue la comunidad la que validó las imágenes participando en la selección de las piezas que serían expuestas, según explicó Laura Montoya.

“En los talleres empezamos a captar las diferentes ideas que tenía la comunidad, entenderlas, trabajarlas y plasmarlas a nivel museográfico y curatorial. Además, empezamos a hacer procesos de validación con los habitantes de lo que nosotros comprendíamos del territorio, y fue un proceso muy interesante porque no solamente nos escucharon, sino que nos retroalimentaron. Fue un trabajo colaborativo”, agregó Lorena García.

Con Renacer bagreño las comunidades esperan resignificar el presente mediante otras maneras de construir y gestionar el territorio, además pretenden aportar a la memoria histórica gestando procesos que puedan atravesar la huella de violencia que deja el conflicto armado para derramar, por fin, la última lágrima.