En abril del 2021 circuló en el Catatumbo, Norte de Santander, la segunda edición del periódico Pacificultor que abrió sus páginas con la editorial que compartimos a continuación, escrita por el sacerdote Jairo Gelvez Tarazona, párroco de la región.

 

Párroco Jairo Gelvez Tarazona.

Por: Jairo Gelvez Tarazona

Sembrar y cultivar es una tarea que podemos realizar diariamente. Esta labor, en favor de la paz, nos permite revisar cada día la mirada que tenemos de los demás. Debemos tener presente que cada interrelación es una oportunidad de cooperar para realizar proyectos conjuntos, y para ayudar a que la fraternidad y felicidad estén entre nosotros.

Esta es una tarea que, en ocasiones, se realiza en contravía de lo que a muchos nos han enseñado.  Desde niños, nos han inculcado que debemos cuidarnos del peligro al entrar en contacto con los demás, y esto nos ha llevado a estar prevenidos. Además, los medios de comunicación, los hechos infortunados y consejos y educación de nuestras familias nos afianzan en la desconfianza, por eso hemos crecido viendo al otro como una amenaza.

Esta mirada, que está presente en muchos de nosotros, debe desaparecer poco a poco, ya que sembrar y cultivar la paz nos exige ver al otro como alguien que llega a mi encuentro para construir juntos el bien común.

 

El papa Francisco y su llamado a la fraternidad

En esta línea de siembra y cultivo de paz, los mensajes del papa Francisco nos aportan esperanza: “Necesitamos los corazones irrigados de fraternidad, vidas liberadas de la esclavitud, miradas capaces de superar la indiferencia, semillas de no violencia para promover la paz. Pero también manos extendidas hacia los migrantes y refugiados, pasos inspirados en la buena política y en caminos de diálogo y reconciliación. Aunque entrelazada con la realidad de una sociedad deformada por varios vicios, es una mirada siempre ligada a la esperanza cristiana, al rostro de Jesús” (Vaticannews, 2019).

Continuando con las líneas de los mensajes del papa Francisco, nos lleva a ver la familia como cuna permanente de esta enseñanza: “La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz, pues, por vocación, debería contagiar al mundo con su amor”. (Jornada Mundial de la Paz de 2014)

Por su parte, en la Jornada Mundial de la Paz, en 2019, Franciso habló de la necesidad de redescubrir la fraternidad en la economía: “La guerra se «extingue» si cada uno reconoce en el otro un «hermano del que preocuparse»”.

En la llamada del papa a la construcción de paz en 2015, Francisco nos anima a dejar toda clase actitud que considere al ser humano como un objeto, esta postura lleva a las personas a la esclavitud u otras situaciones deshumanizantes. En resumen, el papa Francisco, nos hace un llamado a la globalización de la fraternidad, a ser sensibles y a tocar la carne sufriente de Cristo en cada uno de los hermanos.

En 2016, el papa Francisco nos invita a vencer toda clase de indiferencia, comenzando por la que se tiene ante Dios, ante el ser humano y ante lo creado. El papa advierte que se ha globalizado la indiferencia y se hace necesario reaccionar. Ante los males o situaciones de los demás, creemos que no somos responsables, pues estamos en una sociedad desgarrada, inerte y despreocupada. Estas razones refuerzan una vez más la necesidad de no dejarnos llevar de la insensibilidad que ha permeado el corazón del hombre.

En pocas palabras, sembrar y cultivar paz nos exige tener una postura tierna, madura y responsable de la necesidad del encuentro con el otro, para construir la globalización de la fraternidad, en donde realicemos los cambios de hábitos. Tengamos las manos abiertas al cuidado de la madre tierra y al corazón de cada hombre, particularmente el más desprotegido, generando así, en todos los espacios, políticas claras para un desarrollo humano integral sin ningún tipo de exclusión.

 

*Este editorial fue publicado originalmente en la segunda edición del periódico Pacificultor en abril del 2021.


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