Ante la Comisión de la Verdad el excomandante del Bloque Libertadores del Sur de las AUC Guillermo Pérez Alzate reconoció el crimen de esta lideresa religiosa. Sin embargo, familiares y amigos de la víctima piden saber quién dio la orden y a quién benefició su asesinato.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Foto: Comisión de la Verdad

“La hermana Yolanda Cerón no era guerrillera, fue una gran líder social que no merecía morir de la forma en que se hizo. Todas las vidas humanas tienen el mismo valor, pero asesinar una líder social es terminar con el buen vivir de las comunidades y destruir su futuro”. Estas fueron las palabras que pronunció Guillermo Pérez Alzate, excomandante del Bloque Libertadores del Sur de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), durante un acto de reconocimiento de responsabilidades de la Comisión de la Verdad frente al asesinato de esta religiosa ocurrido el 19 de septiembre del 2001, cuando sicarios motorizados le dispararon en seis oportunidades, a pocos pasos de la iglesia La Merced, en Tumaco, Nariño.

Durante su intervención en este evento, que se desarrolló en Rionegro, Antioquia, Guillermo Pérez reconoció que actuó de manera equivocada mientras fue comandante de las AUC en medio de la lucha por contrarrestar la expansión de las Farc en el extremo suroeste del país, donde incurrió en asesinatos selectivos, amenazas y desplazamientos de civiles. El asesinato de Yolanda Cerón, afirmó Pérez, fue especialmente significativo porque provocó el hundimiento y el silencio de una comunidad que luchaba contra la pobreza y la desigualdad ante un gobierno con poca presencia en el territorio. Y también porque años atrás Yolanda había luchado para que se hiciera realidad la Ley 70 de 1993, que reconoce la propiedad colectiva de la tierra de las comunidades afrocolombianas que históricamente han habitado en un territorio.

 

Familiares y amigos aún preguntan quién dio la orden

Al encuentro por la verdad asistieron familiares y amigos de Yolanda, quien al momento de su muerte era directora de la Pastoral Social de la Diócesis de Tumaco. Yenyt Cristina Narváez, sobrina de Yolanda, relató la historia de cómo su tía, “desde su primer encuentro con la población afro-indígena, se enamoró de dicha comunidad”, se esforzó por comprender su cultura, advirtió las carencias que le agobiaban, “y se comprometió en alma, vida y corazón en la búsqueda de mejoras a través de su trabajo”. Cristina también resaltó que Yolanda sabía que su vida corría peligro, pero nunca quiso dar a conocer este hecho para no preocupar a sus allegados.

Por su parte, Juan Carlos Cerón, hermano Yolanda, manifestó que el golpe por la muerte de la religiosa no ha sanado y dijo que los autores materiales del hecho reconocieron el crimen, pero deberían revelar las razones del asesinato de su familiar y, sobre todo, decir quién dio la orden y a quién buscaban beneficiar con el asesinato de esta lideresa.

Esta misma petición estuvo en las intervenciones de dos amigos de Yolanda que hicieron presencia en el evento. Se trata de Ángel Estacio Alegría y María Valeria Mina, quienes acompañaron a la lideresa en varios de sus proyectos dentro de las comunidades afro e indígena, en cuyo proceso fue posible crear el Consejo Comunitario Río Patía Grande sus Brazos y Ensenada (Acapa), ubicado entre los municipios de Tumaco y Mosquera, consejo del cual tanto Ángel Estacio como Valeria son cofundadores.

Ángel Estacio destacó el gran aprecio y respeto que la comunidad le profesaba a Yolanda, “porque donde ella llegaba dejaba sus raíces, y esas raíces las sembró en el Consejo Comunitario Acapa”. Ángel también recordó parte de la vida de la lideresa por medio de una sentida décima (estrofa poética de diez versos) en la que resaltó su trabajo incansable y su valor ante el peligro que significaron las amenazas en su contra.

Entre tanto, María Valeria Mina destacó el daño causado a las comunidades, pues significó que por cerca de un año estos pueblos quedaran “a la deriva como un barco sin timón (…). La muerte de Yolanda causó pena y dolor y todas las comunidades no saben por qué pasó, y hasta ahora en el Consejo Comunitario no sabemos por qué no la quitaron”. Además, añadió que hoy la lideresa es considerada la madre de Acapa, un proyecto que ella concebía como una gran ciudadela cultural y autosostenible a la que pudieran llegar personas de todas partes a conocer una cultura rica en folclor y costumbres ancestrales. De hecho, Acapa fue fundada en 1996 con 1.820 familias agrupadas en 32 pueblos que trabajan en las líneas agropecuarias, de explotación de madera, pesca, coco y cacao.

 

La partida de una lideresa

En su intervención durante el acto de reconocimiento por el crimen de Yolanda Cerón, el padre Francisco de Roux Rengifo, presidente de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición en Colombia, dijo que los años que Yolanda trabajó por la comunidad sirvieron como ejemplo a seguir, y que su recuerdo y sus palabras han sido combustible en la voluntad de cientos de afros e indígenas que hoy son líderes en territorios con enormes carencias.

Desde el año 2001, agregó el padre Francisco de Roux, en Colombia han sido asesinados poco más de 4 mil 500 líderes “del tamaño de Yolanda”.

Frente al trabajo pastoral de esta religiosa, Francisco de Roux afirmó que “el pastor crea una comunidad, simbólicamente de ovejas, y deja que estas vayan adelante, como iban ustedes en el Consejo Comunitario, respetando sus decisiones. Pero cuando sale el lobo, en este caso el paramilitar del Bloque Libertadores, el pastor se pone adelante, de primero, para decir: ‘estas son mis ovejas, yo las conozco a todas por su nombre, y si llegan a tocar a una de ellas, tóquenme primero a mi’. Eso es lo que estaba haciendo Yolanda y por eso la llevamos tan profundamente entre nosotros”.

Francisco de Roux también quiso aprovechar el espacio para dirigirse a los miembros del ELN, las disidencias de las Farc, la Segunda Marquetalia y a los Gaitanistas, a quienes invitó a que desistan de involucrar a los líderes sociales en sus planes. “Caigan en cuenta de que a los líderes los estigmatizan por culpa de ustedes. Como ustedes andan rodando en los campos es muy fácil, cuando quieren matar a una persona, conectarla con quienes siguen en la guerra (…) Esto no nos lleva a nada: la guerra seguirá destruyendo todo lo que toca”.

 

¿Qué hay de Tumaco?

Al final de este acto de reconocimiento, el comisionado de la Comisión de la Verdad Leyner Palacios reflexionó en torno a la situación del municipio de Tumaco, y aseveró que, en la actualidad, este territorio, en términos de orden público, “está peor que cuando mataron a la madre Yolanda”. Afirmó que la Comisión tuvo la oportunidad de hablar con cerca de 70 líderes sociales de Nariño, quienes afirmaron que la violencia está directamente relacionada con los grandes proyectos agroindustriales y minero energéticos que en el territorio “enriquecen a unos pocos y empobrecen a muchos, sobre todo a los nativos”, concluyó.

Según Leyner, la muerte de un líder suele destruir el tejido social construido por décadas y deja a la deriva a una comunidad que teme actuar ante la amenaza que dejó el asesinato. “Colombia ya ha practicado la pena de muerte con el asesinato del líder social. Aquí es más peligroso ser líder social y de derechos humanos que ser delincuente”, expresó el comisionado.

Leyner agregó que la violencia contra los líderes comienza ejerciéndose desde la estigmatización, no solo por parte de los grupos armados ilegales, sino también de representantes de instituciones estatales, lo que poco a poco va creando alrededor del líder una reputación que termina con su muerte. “Y si no superamos esa manera de ver al que piensa distinto, como el enemigo que es probable eliminar, vamos a seguir lamentando esta tragedia. Por eso me quedo con la frase que siempre repetía la hermana Yolanda: ‘Ánimo, el trabajo apenas comienza’”.