Pajareros y ornitólogos coinciden en que hoy en Colombia hay zonas imposibles de visitar pese a que son de especial interés, entre ellas el departamento del  Cauca que alberga la mayor cantidad de aves del país, con 1409 especies, algunas de ellas endémicas. 

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Fotos: Facebook Asociación Calidris

Secuestros, restricciones a la movilidad e intimidaciones son algunas de las violencias que han sufrido en Colombia avistadores de pájaros (también conocidos como pajareros) y ornitólogos que se dedican a la observación e investigación de las aves. Pajareros y científicos consultados coincidieron en que la década de los 90 y principios del 2000 fue el periodo más peligroso para esta actividad, mientras que entre los años 2014 y 2018, con la negociación y firma del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las Farc, el país vivió un auge de excursiones para el avistamiento y expediciones científicas, lo que generó que miles de personas llegaran al país para recorrer zonas como el litoral Pacífico, la cordillera de los Andes, los Llanos Orientales o la Costa Atlántica en busca de pájaros imposibles de apreciar en otras latitudes del mundo. Pero la reconfiguración del conflicto armado representa de nuevo un riesgo para esta actividad que empieza a encontrar territorios vedados como el norte del Cauca, el Valle del Cauca, el Chocó y El Catatumbo.

Luis Fernando Castillo, director de la Asociación Calidris que la agudización del conflicto armado durante la segunda mitad de los años 90 provocó que ornitólogos profesionales y aficionados, así como pajareros de Estados Unidos y Europa, principalmente, descartaran a Colombia como un destino para el avistamiento y la investigación y prefirieran destinos como Costa Rica, Panamá, Perú, Ecuador o Nicaragua, pese a que no contaban con la misma biodiversidad de Colombia que tiene 1.925 familias de especies según los registros del Instituto Von Humboldt.

“Ese aislamiento por el conflicto hizo que fuéramos desarrollando por cuenta propia ornitólogos y hoy tenemos una muy buena generación de científicos”, destacó Castillo, quien añadió que el conflicto interno también redujo las posibilidades de descubrir nuevas especies, conocer su importancia en los entornos y analizar su comportamiento a fin de entender qué nos dice de la naturaleza que las rodea.

El conservacionista e investigador estadounidense John Edward Myers, impulsador del aviturismo en Colombia desde hace más de dos décadas, coincidió con Castillo en que el fuerte conflicto vivido durante los 90 y los primeros años el 2000, impidió conocer, por ejemplo, que solo en el departamento del Cauca existen 1.409 especies de las que se tiene registro, según la Corporación Autónoma Regional del Cauca. Esto “es como decir que el Cauca tiene más variedad de aves que el 98 por ciento de los países del mundo”, afirmó Myers. 

Foto: Facebook Asociación Calidris.

La alta biodiversidad de especies de aves que tiene Colombia, se debe principalmente a la variedad de pisos térmicos y ecosistemas que conforman la geografía del país como las cordilleras, los páramos, los humedales, las selvas, los bosques y los llanos, entre otros. Paradójicamente algunos de esos ecosistemas se han mantenido casi intactos porque el conflicto armado ha dificultado en algunos territorios el acceso de actividades como la explotación de madera, la minería legal e ilegal, y el tráfico de fauna y flora silvestre.

En ese sentido, Myers agregó que el riesgo para la conservación, avistamiento y estudio científico de las aves no solo se origina por la acción de los actores del conflicto armado y de grupos criminales dedicados al cultivo y comercialización de coca, sino también por actividades económicas y por “un absurdo abandono estatal que se aprecia en zonas como el Darién chocoano; la serranía de San Lucas, entre Antioquia y Bolívar; y la serranía de la Macarena en el Meta”. 

De hecho, en agosto del 2016, previo a la firma del Acuerdo de Paz, la fundación CSF y la organización Audubon publicaron el estudio La paz es mucho más que palomas: beneficios económicos del acuerdo de paz en Colombia, a partir del turismo de observación de aves, el cual dice que “la demanda proyectada para el sector de aviturismo en Colombia estima que un total de 278.850 observadores estarían interesados en visitar el país. De este grupo, un total de 174.635 observadores viajaría a Colombia si el costo diario por persona fuera igual al costo promedio estimado para Costa Rica, es decir $US 250. (…) Si cada una de las personas en este grupo visita Colombia una vez durante los próximos 10 años, el aviturismo generaría $US 9 millones de ganancias al año y más de 7.500 puestos de trabajo nuevos”. 

Este apogeo del pajareo, en el que también están involucrados líderes ambientales, biólogos, ornitólogos, científicos y agencias de turismo, entre otros, es corroborado por José Pushaina, de la comunidad Wayúu, quien desde hace más de 20 años trabaja como líder ambiental y guía turístico en el Santuario de Fauna y Flora Los Flamencos, en la Guajira. Puschiana señaló que “hace poco más de quince años era casi imposible visitar la Sierra Nevada de Santa Marta, la Serranía del Perijá, la Cuchilla de San Lorenzo o lo que hoy conocemos como Minka; eran zonas en disputa entre los paramilitares y la guerrilla, zonas rojas para líderes, turistas o pajareros; y luego del Acuerdo de Paz muchas comunidades indígenas de estas regiones se animaron a mostrar la riqueza de la biodiversidad de ciertas zonas, como en la que me encuentro, el Santuario de Fauna y Flora los Flamencos”.

Además de la violencia asociada al conflicto armado, las medidas sanitarias por la pandemia del Covid-19 han restringido para pajareros y ornitólogos la posibilidad de realizar salidas de campo en algunas zonas del país. Foto: Facebook Asociación Calidris.

Ana María Castaño Rivas, una de las más destacadas observadoras de aves del país y miembro del comité nacional del Global Bird Day, reconoció que en los últimos diez años son muchos los destinos que se han abierto para científicos y pajareros tanto nacionales como internacionales. Destaca el departamento del Meta, que para finales de los años 90 y la primera década del 2000 tuvo territorios de difícil acceso por el dominio de las Farc allí y sus continuas confrontaciones con las autoridades.

Sin embargo, destacó Ana María, hoy existen otros lugares muy apetecidos por los amantes de las aves pero que son casi inaccesibles por la complicada coyuntura de orden público, como lo son el Parque Nacional Natural Munchique, en el Cauca; gran parte del litoral Chocoano; la Reserva Natural El Pangan, en Nariño; el Bajo Cauca y el Nudo del Paramillo, territorios ricos en biodiversidad. “Lo que sucede con estos lugares que históricamente han vivido el conflicto es que los temas de seguridad fluctúan; pueden pasar semanas en estos lugares de mucha tranquilidad, pero luego esto cambia, por lo que hay que estar muy en contacto con personas de los territorios para conocer cómo está el orden público”, comentó la ornitóloga, quien destacó que estudiar aves es de vital importancia para conocer, por ejemplo, el impacto de proyectos extractivistas en los ecosistemas.

Por su parte, el biólogo de la Universidad de Antioquia, Diego Calderón, quien fue secuestrado por las Farc en el 2004, mientras desarrollaba una expedición en la Serranía del Perijá, afirmó a Hacemos Memoria que “para nadie es un secreto que Colombia hoy vive un momento difícil, no solo por la pandemia, sino por el resurgimiento de estructuras armadas ilegales. Sin embargo, también hay que añadir que estamos mucho mejor que hace 20 años, cuando incluso para entrar a ciertas zonas, a buscar aves, era necesario negociar con grupos y aclararles cuáles eran nuestros propósitos”.

Según Calderón, desde hace al menos dos años, la seguridad en algunos territorios de Colombia se deterioró significativamente, sin que eso signifique que hoy no se pueda viajar a zonas alejadas      para apreciar especies que no existen en otros lugares del mundo. “Y evidencia de eso son las exploraciones Colombia Bio, las que se pueden hacer con excombatiente de Farc, las realizadas por el Instituto Humboldt y Vida Color y Canto, así como las realizadas por la Universidad Nacional. De hecho, hemos podido ir de expedición al Cerro Murrucucú, en el departamento de Córdoba, una zona muy compleja y en donde hallamos 25 especies hasta el momento desconocidas en este territorio”. Leer: Ver pájaros y hacer las paces

Calderón añadió que algunos de los lugares a los que le gustaría ir, y que son difíciles de explorar, son el cerro Tacarcuna, el Alto de Nique, el cerro Pirre, el Aspavé y, en general, a la frontera con Ecuador y a “toda esa zona limítrofe del Putumayo que es divina; allí hay zonas a las que no se puede acceder, igual sucede con la Serranía del Pinche, entre Cauca y el Valle, donde viven dos aves endémicas inaccesibles con el conflicto armado”.

Entre tanto, Felipe Estela, biólogo y profesor del Departamento de Ciencias de la Universidad Javeriana en Cali, con 28 años desarrollando trabajo de ornitología, afirmó que entre el 2014 y el 2018 hubo un auge de expediciones científicas importantes en los departamentos del Caquetá, Putumayo, Meta, Nariño y Cauca. Pero en la actualidad, las condiciones de seguridad en esos territorios se ha complicado, así como en otras zonas del país.“He sabido que aquí mismo en el pacífico vallecaucano, en sectores como Agua Clara y en el Bajo Anchicayá, algunos exploradores han sido abordados por grupos ilegales, quienes preguntan sobre las razones de las visitas, por fortuna no se ha dado nada violento, pero esto me parece sensato que la gente lo sepa, esto quiere decir que hay lugares a los que es mejor ir sin confiarse mucho”, comentó.

Si bien en la actualidad, según los avistadores y ornitólogos consultados para este artículo, no existe una amenaza directa a pajareros o científicos de aves, es innegable que muchos líderes ambientales en los últimos años han sido amenazados y asesinados. Myers destacó el homicidio en enero del 2021 de Gonzalo Cardona, un defensor ambiental y protector del loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis) reconocido a nivel internacional. También recordó el asesinato en diciembre del 2019 de los ecologistas Natalia Jiménez y Rodrigo Monsalve, cuando viajaban a celebrar su luna de miel. Sobre este caso, un año después no había sentenciados y la Fiscalía alegó que el hecho se habría dado por robarles la camioneta en la que iban, aunque el sector de líderes ambientales alegó que las causas de estas muertes se debieron al activismo ecológico de la pareja. Asimismo resaltó el asesinato por parte de paramilitares de la directora del Parque Tayrona, la zootecnista Marta Lucía Hernández, en enero del 2004; su muerte se dio luego de que en junio del 2003 fueron asesinados en este mismo parque dos excursionistas. Marta se oponía a que el Tayrona fuera utilizado por narcotraficantes y a que se planease allí cualquier tipo de proyecto hotelero. Leer: El asesinato del líder Gonzalo Cardona, más allá de los loros orejiamarillos

Foto: cortesía Fundación Proaves.

Luis Fernando Castillo afirmó que la persecución que tienen algunos líderes ambientales se da casi siempre por bandas que llevan a cabo actividades ilegales en territorios defendidos por líderes sociales y ambientales, lo que hace estorboso la presencia de excursionistas pajareros con pretensiones activistas y que pudieran ser testigos de acciones ilegales. “Hoy, por la pandemia y el aislamiento, los amantes de las aves estamos promoviendo la observación de aves desde la ventana de nuestro lugar de residencia o desde campos cercanos, lo mismo hicimos este año durante el evento Global Big Day, que se da simultáneamente en varios países”, puntualizó el experto.

Según reportó Rutas del Conflicto, la defensa del medio ambiente en Colombia ha causado la muerte de 32 líderes ambientales desde el 2016 y hasta el 2020. Y la ONG inglesa Global Witness, que registra casos de protectores del medio ambiente asesinados desde el 2012, aseguró que en Colombia la tasa de impunidad frente a estos casos es del 92 por ciento. 

A pesar de estas circunstancias, Colombia sigue siendo uno de los países más apetecidos por los amantes de la naturaleza y, sobre todo, de las aves. El país cuenta con la mayor diversidad de pájaros en el mundo, poco más de 1.900 especies, equivalente al 20 por ciento de las existentes en toda la tierra. A ello se suma que posee 79 especies endémicas, 193 casi-endémicas y un total de 139 especies se encuentran amenazadas o con riesgo de extinción, según el instituto Humboldt. Estas características hacen de la observación de aves una actividad con perspectivas de crecimiento dentro del turismo de naturaleza en Colombia, según los expertos.