Luego de varios talleres con integrantes del Instituto Caro y Cuervo, 11 firmantes del Acuerdo de Paz escribieron sus memorias sobre el relacionamiento que tuvieron con los bosques, las selvas e, incluso, la ciudad.

 

Por: Pompilio Peña Montoya

Ilustraciones: libro Naturaleza Común

En sus primeros años en las filas de las Farc Doris Suárez conoció a un hombre extraordinario a quien la guerra se llevó. Le decían Rollito. Nunca quiso aprender a leer ni a escribir, sin embargo, su testarudez la compensaba con habilidades que podrían denominarse extrasensoriales y muy útiles cuando se habita dentro de las selvas: se orientaba en la más completa oscuridad de la noche, ubicaba las más apropiadas zonas para el descanso sin riesgo de enemigos, sin mapas, percibía olores de alerta a kilómetros y no fallaba en su valoración sobre las intenciones de las personas, como si pudiera leer las mentes. Esta historia la escribió Doris para el libro Naturaleza Común, el cual recopila 11 relatos de no ficción escritos por excombatientes que narraron cómo fue su relación con las plantas, los animales, el clima y las diferentes geografías que habitaron durante su permanencia en la guerrilla.

De los 11 relatos, nueve fueron escritos por mujeres excombatientes. El de Doris se llama Un lector de la naturaleza, como homenaje Rollito, cuyo amor por el campo le otorgó un don que, según Doris, en más de una ocasión salvó a su frente de caer en emboscadas.

“Como a la mayoría de los guerrilleros, a Rollito a veces le agarraba la nostalgia pensando en su familia. Creo que era la única raíz con la que se tropezaba de vez en cuando. Especialmente cuando estaba en la avanzada. Alejado del campamento y con el valle al fondo, tendidos boca arriba, muy cerquita del cielo abrazado de nubes caprichosas, contemplábamos el batir de alas de los colibríes y casi sentíamos su corazón acelerado como en un eterno orgasmo”, escribió Doris en su relato.

Naturaleza Común es resultado de un proyecto impulsado por el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación y el Instituto Caro y Cuervo. Y aunque la mayoría de relatos hablan sobre la vida en selvas y montañas, el libro también contiene una historia urbana escrita por Karen Pineda, quien fue miliciana en la ciudad por lo que, para pesar suyo, nunca experimentó los trajinares de los frentes en la ruralidad, ni se terció un arma y un moral, ni tuvo uniforme ni entró en combate, pues su trabajo se enfocó en lo ideológico.

El relato de Karen se titula Los secretos para llegar al monte, y en él cuenta como desde muy joven su deseo fue siempre vivir la experiencia guerrillera en el monte. Pero su historia siempre terminó palpitando entre calles asfaltadas, barrios concurridos y sonidos urbanos. Situación de la que ella se lamenta en su relato: “Hubo tres oportunidades para subir al campamento. Siempre sucedía algo y se frustraban los planes. Pedro luchaba por salir de la prisión. Nosotros lo acompañamos y apoyamos en ese tránsito porque continuamos bajo su mando a pesar de no tener comunicación con la organización. Así duramos un par de años”.

La de Karen es la historia de una joven que aprendió las maniobras de una militante y que, tras la firma del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las Farc noviembre de 2016, pasó a estudiar en la universidad, a llevar a cabo trabajos comunitarios con población de escasos recursos en Bogotá y a integrar las bases del partido Comunes, conformado por los antiguos integrantes del grupo insurgente en su proceso de reincorporación y participación en la vida política.

 

Enriquecer las memorias

Uno de los gestores de Naturaleza Común fue el escritor y docente Juan Álvarez, quien junto a varios estudiantes de la maestría en escritura creativa del Instituto Caro y Cuervo comenzó a gestar la idea de recopilar unas memorias de las que poco o nada se ha escrito: la relación de los excombatientes con la naturaleza.

Según Juan Álvarez, por décadas vivimos convencidos de que lo que nos unía como nación era una guerra con un enemigo común: la guerrilla, y eso condujo a una especie del monopolio de relato orientado por la fuerza pública y los comunicados que estos emitían. Lo que distorsionó y demonizó a los integrantes de las Farc frente a quienes, desde la comodidad de sus casas, veían las noticias. Pero, “una de las consecuencias paradójicas y premeditadas con las Farc, así como con campesinos e indígenas, es que fueron guardianes de bosques de facto y otros ecosistemas, y este ángulo de las Farc se ha estudiado poco, y creo que un proceso de paz más generoso y más abierto tendría que estudiar esto como una oportunidad de pasado y futuro”, afirmó.

El docente contó que al principio fue difícil vincular a los excombatientes a este proyecto narrativo, debido a la difícil situación que enfrenta esta población en la actualidad, ya que muchos son estigmatizados y otros viven con el temor de ser las próximas víctimas de un atentado, pues desde la firma del Acuerdo en noviembre de 2016 hasta enero de 2021 han sido asesinados 252 exintegrantes de las Farc en proceso de reincorporación.

Por su parte, José Antequera, director del Centro de Memoria Paz y Reconciliación, recordó que este libro digital fue posible gracias a la colaboración del partido Comunes y afirmó que “una de las cosas que se hicieron palpables a partir de la publicación es que la historia de vida de un excombatiente no está basada totalmente en el combate, está en la construcción de relaciones que se dan en las montañas, en las selvas, y esta es una experiencia que hoy en día es importante comunicar”.

Antequera afirmó que la historia de los combates es útil para los procesos de justicia transicional y los procesos de reconciliación. Y agregó que las memorias de este libro son fundamentales “para que podamos entender que excombatientes y no combatientes y el conjunto de la sociedad tenemos causas comunes qué construir y qué defender, independiente del lugar que hayamos ocupado en el conflicto; sobre todo esa causa común de la defensa del medio ambiente, que es vital hoy más que nunca”.

Doris Suárez coincide con Antequera. Para ella sería muy valioso que a este tipo de ejercicios de escritura se vincularan otras personas como ella, incluso exguerrilleros más antiguos y que hayan hecho recorridos por diferentes ecosistemas, pues “cada uno genera, en las mentes de quienes los habitan, impresiones diferentes: los colores y los animales cambian, las plantas medicinales son diferentes, la humedad y el calor condicionan a su vez la percepción de las cosas y hasta el cielo estrellado regala espectáculos imborrables”, contó Doris.

“Nosotros tuvimos una relación armónica con la naturaleza; éramos cuidadores porque ella nos proporcionaba medios de subsistencia. Ahora que buscamos conquistar la paz, este tipo de relatos muestran esa parte que los medios nunca dijeron, pero que también necesitamos para que desaparezca el estigma con que la mayoría nos mira, que otros actores que participaron en el conflicto digan la verdad y pidan perdón de las víctimas, como lo hemos estado haciendo nosotros”, puntualizó Doris.

A Karen Pineda, por su parte, le gustaría que este libro, que lleva una serie de ilustraciones hechas por los estudiantes de la maestría, pudiera ser socializado en colegios y universidades: “No desfallecemos y creo que estas historias, que son tan emotivas, pueden llevarse a la población civil, a la gente, a los colegios para que se desdibuje el imaginario creado alrededor de nosotros y así se pueda comenzar a construir diálogo, incluso con personas que fueron víctimas de las Farc”.

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