Desde hace una década el Colectivo Dexpierte se ha valido del arte y la expresión gráfica para plantear discusiones, en el espacio público, sobre el conflicto armado, las resistencias y los derechos humanos en Colombia. Su obra combina memoria, arte y denuncia.

 

Por: Daniela Jiménez González

Fotos: cortesía colectivo Dexpierte

Hace diez años, un grupo de jóvenes estudiantes de Sociología de la Universidad Nacional llegó hasta un muro de ladrillo en la Avenida Caracas de Bogotá.  Con grafiti y esténcil los jóvenes dibujaron sobre el adobe, a punta de contornos muy negros y relleno blanco, las caras de Jaime Garzón, Nicolás Neira, Jaime Pardo Leal y Carlos Rodríguez. Los rostros de estas cuatro víctimas del conflicto armado quedaron retratados con aerosol, acompañados de la consigna “un pueblo sin memoria, ¡reacciona!”.

Lo que nació allí, con este primer grafiti, sería el origen del Colectivo Dexpierte, según el recuerdo de Mauricio Poveda, uno de sus fundadores. Por esos días, en 2010, los muros que podían encontrar, ocupar y dibujar se convertían en otra manera de explorar las calles y las fachadas como un espacio de denuncia y creación. Era, dicho de otro modo, un método para reconocer las historias de tantos colombianos a través de la imagen.

Al principio, inexpertos, los jóvenes le siguieron la pista a otros colectivos de intervención gráfica que venían apareciendo en Bogotá y otras ciudades de Colombia desde 2008 y que, poco a poco, comenzaban a apostarle al grafiti como una experiencia narrativa de la memoria del conflicto armado.

Los primeros años fueron de experimentación. El grupo de  estudiantes de sociología, contó Mauricio Poveda, conoció la serigrafía viendo imprimir a otros jóvenes, entusiastas como ellos, en los ratos libres que tenían en la universidad. Además, los muchachos pasaban el rato en un centro cultural en Bogotá que se llamaba Piso 3 y allí, con el apoyo de artistas novatos, iban sumando habilidades en otras técnicas como el vinilo.

Mural en memoria del periodista y humorista colombiano Jaime Garzón, asesinado en Bogotá el 13 de agosto de 1999. Foto: Dexpierte

No tardaron mucho en entender que el énfasis del naciente Colectivo Dexpierte sería el retrato. “Narrar la memoria sin tener una fotografía de por medio es como mochar la mitad de la historia”, afirmó Mauricio Poveda, quien fue enfático en decir que el proceso de este proyecto no sería lo mismo sin la posibilidad que han tenido de trabajar con fotos; a veces con retratos impresos que no han podido ser digitalizados, archivos casi perdidos, o, incluso, la única imagen análoga, ya desgastada, que conserva la madre de una persona que ha desaparecido.

Ana Cuesta, una de las integrantes de Dexpierte, le dijo a Hacemos Memoria que si algo tienen los retratos —y por eso son su técnica predilecta— es una carga simbólica y testimonial que quizás no se consigue con otros métodos. “También está la construcción alrededor de esa fotografía, mediada por la resistencia, por la lucha, por los familiares de esas personas que ya no están. Eso es muy poderoso porque finalmente da cuenta de esa historia y de ese conflicto. Como colectivo no solo pintamos a los desaparecidos víctimas de crímenes de Estado, también a los anónimos que encontramos en los archivos y demás. Es empezar a reivindicar lo que ese retrato representa y simboliza”, expresó.

Con su primer grafiti, el de la Avenida Caracas, que tenía como propósito hacer una reflexión sobre la violencia política y los excesos en el uso de la fuerza policial, también quedó claro el tono del colectivo. Por eso pintaron el rostro del joven Nicolás Neira, quien murió luego de ser impactado por un proyectil de gas lacrimógeno lanzado por el agente del Esmad, Néstor Rodríguez Rúa, durante las protestas del primero de mayo de 2005. A su lado quedó el rostro del periodista Jaime Garzón, asesinado en Bogotá el 13 de agosto de 1999. Con este caso, Dexpierte quiso abrir una discusión, desde el espacio público, sobre el magnicidio. Junto a ellos también quedó retratado el líder político y excanditado presidencial Jaime Pardo Leal, asesinato el 11 de octubre de 1987. Con su caso el colectivo buscó plantear interrogantes sobre el genocidio político de la Unión Patriótica, partido de izquierda que presidía Leal al momento de su asesinato. Este mural fue el inicio de muchas experimentaciones que desarrollaría este grupo de artistas.

Primer grafiti pintado por Dexpierte en la avenida Caracas, Bogotá. De izquierda a derecha: Jaime Garzón, Nicolás Neira, Jaime Pardo Leal y Carlos Rodríguez. Foto: Dexpierte.

Su trabajo los fue llevando a otras ciudades y otros países. Y así, de la mano de otros grupos de grafiteros locales que les daban apoyo, Dexpierte pintó en Cali, Medellín y México, en comunidades indígenas en el Cauca y en plazoletas de universidades. Ahora, que ha pasado una década, se precian de haber dejado su propia rúbrica y sus esfuerzos de memoria en paredes, fachadas, muros, monumentos, puertas, ventanas e incluso en las ruinas de lo que antes era una estación de policía.

Se cuentan también en decenas los rostros de personas desaparecidas que han conseguido inmortalizar, aunque sea por los instantes efímeros que dure un muro en pie o sin ser cubierto por otros grafitis o por la pintura de las autoridades.

 

Una memoria capaz de sacudir

Mauricio Poveda contó que el nombre del Colectivo surgió de la idea de provocar una especie de sacudón en los observadores. Algo así como una alarma que, de repente, se enciende en una habitación en total mutismo, dijo. “Es como llamar a la reacción, que la gente saliera de cierto adormecimiento, que fuera capaz de reconocer esa quietud en su memoria, en su historia, en su vida, en su contexto de construcción de país”.

Ana Cuesta agregó que para 2010 había un contexto político no muy alejado del que se vive actualmente, caldeado por el recrudecimiento de la violencia y el escepticismo: “nosotros intentamos hacer un salto en esos dos sentidos: en poner ese debate de la memoria y esta disputa de la memoria en un contexto político bien fuerte en la calle y, al mismo tiempo, aprovechamos esa apertura cultural que el grafiti estaba teniendo acá en la ciudad”.

Uno de los grafitis que más recuerdan los miembros de Dexpierte es el de la Minga Indígena de 2012. Mauricio contó que en esa ocasión varios integrantes del colectivo subieron a un bus que los llevó hasta Toribio en el departamento del Cauca, donde llegaron a pintar sobre lo que quedaba de una estación de policía en la que, un año atrás, estalló una chiva bomba accionada por las Farc. “Pintamos muchas personas, todas las que estábamos en la Minga y nos regresamos. Al final nos terminamos yendo, la policía no se lo tomó bien, hubo un malestar dentro de esas fuerzas ahí medio oscuras, un mensaje muy directo. Dejamos sobre las ruinas el retrato de una campesina que dice: ‘Nosotros tenemos un plan de vida, el gobierno un plan de muerte’”, relató.

Por su parte, Ana Cuesta recordó otro mural, uno que intentaron borrar justo una semana después de su elaboración: “Ahorita con las declaraciones de las Farc ante la Jurisdicción Especial para la Paz, uno como que viaja en el tiempo. Recuerdo el muro que pintamos en la 19 con séptima en Bogotá, en homenaje a Miguel Ángel Díaz, Jaime Pardo Leal y Faustino López, los tres desaparecidos por los paramilitares y exmiembros de la Unión Patriótica.  Como a los siete días apareció tachado, fue muy impactante para la familia, que se encuentra en el exilio. El muro tenía un título que era: ‘Gente con memoria reacciona’ y finalmente sí recibimos una reacción bastante violenta”.

Mural pintado en la calle 19 con carrera séptima en Bogotá. Foto: Dexpierte.

 

Que hablen las paredes

En la Universidad de Antioquia el Colectivo Dexpierte retrató, en 2011, a la líder afro Ana Fabricia Córdoba, asesinada en junio de 2011. Esa pintura hizo parte de un proyecto conjunto con producciones El Retorno y el colectivo Platoedro. Luego Dexpierte trabajó también con Agroarte de Casa Morada en San Javier (comuna 13 de Medellín), con esta organización pintaron unas latas en algunos de los jardines y huertas de la zona occidental de la ciudad, y ahondaron en el concepto de la memoria como una siembra. “Fui hace un año a Medellín y vi las siembras. El de Ana Fabricia Córdoba ya no existe, sabíamos que iban a construir algo ahí en ese terreno, duró bastante tiempo, es uno de los muros que más ha durado”, recordó Ana Cuesta.

En el mural, los esposos y defensores de derechos humanos Mario Calderón y Elsa Alvarado, asesinados en Bogotá el 19 de mayo de 1997. Foto: Dexpierte.

Y es que si algo tiene claro Dexpierte es que los muros caen, las calles ceden, los predios se venden. Pero quedan los aprendizajes del trabajo colectivo y, como explicó Ana Cuesta, queda el “comprender que no somos solo los integrantes de base, sino un montón de afinidades en los territorios, en las experiencias, en todas las personas”.

Allí, mencionaron Mauricio Poveda y Ana Cuesta, hay una acción de resistencia, en algunos casos violenta, porque se transgrede la propiedad privada cuando los muros no tienen permiso para ser rayados, como parte de esa esencia del grafiti de ser transgresor.

Los muros de Dexpierte son un terreno allanado para las efemérides y las conmemoraciones. Por ejemplo, en Bogotá, en el barrio Mariscal Sucre, quedaron plasmados los retratos de Mario Calderón y Elsa Alvarado, investigadores del Cinep, en un homenaje a más de veinte años de su asesinato. “Continúa la hoguera sin llama, pero con lumbre”, se lee en la inscripción que los acompaña.