En el municipio de Valparaíso, Antioquia, se conformó una filarmónica que en la actualidad cuenta con 47 niños y jóvenes indígenas. El proyecto fue impulsado por dos artistas antioqueños: Rakel Cadavid y Alejandro Vázquez.

 

Por Pompilio Peña Montoya

Fotos: cortesía Música para la Paz

En el Resguardo Marcelino Tascón Vélez del municipio de Valparaíso, en el Suroeste antioqueño, fue conformada en el 2018 la que es considerada la primera Orquesta Filarmónica Indígena de Colombia. Es por ello que hoy, en medio de la naturaleza que rodea al lugar, es posible escuchar los sonidos de trompetas, clarinetes, saxofones, violines y violonchelos, interpretaros por 47 niños y jóvenes Emberá Chamí.

Esta orquesta, producto de un semillero, ha tenido la oportunidad de mostrarse en varios escenarios de Medellín e, incluso, en el 2019, viajó a México para tocar en el marco de una gira de la Filarmónica Metropolitana del Valle de Aburrá, orquesta dirigida por Alejandro Vásquez, quien junto a la artista antioqueña Rakel Cadavid, hizo realidad el sueño de crear una orquesta indígena, en una comunidad como la de Valparaíso que ha padecido la falta de oportunidades, la discriminación racial y los efectos del conflicto armado.

Nidia Cértiga Tascón, lideresa de esta comunidad y cuyas dos hijas, de 7 y 9 años, hacen parte del semillero de música desde hace un año, contó que desde que empezó el proceso sus niñas han adquirido un buen nivel en el violín, gracias a la instrucción de músicos profesionales que viajan desde Medellín dos veces por semana para impartir las clases, las cuales tienen lugar en un espacio que el resguardo acondicionó para tal fin.

“Antes de que llegara el programa de música, aquí los mayores nos preocupábamos mucho por la gente joven, sobre todo por los adolescentes, pues no perdían oportunidad de volarse para Valparaíso, de pronto a necear. Nos preocupaban las malas compañías que podrían conseguir, o que se metieran en problemas. Eso ya no sucede, los niños se sienten felices con sus instrumentos y los más jóvenes adquirieron el hábito de componer”, contó Nidia Cértiga.

Para Nidia Cértiga, la música también se constituyó en una actividad que unió más y mejor a las 97 familias del resguardo, e impidió que los más “grandecitos” terminaran abandonando la comunidad para sumarse a filas de grupos delincuenciales o subversivos, como pasó en años anteriores, cuando no contaban con una tierra propia donde constituir su comunidad.

Y es que los ancestros de estas familias fueron caminantes que comenzaron su travesía a principios del siglo XX desde el departamento de Risaralda, huyendo de la violencia, y en 1965 se asentaron en Valparaíso, en la hacienda La María de propiedad de la familia Vargas Ruíz, que acogió a los indígenas. Luego, a principios del 2000, la alcaldía de Valparaíso le concedió a esta comunidad la posibilidad de asentarse en una reserva forestal, a pocos kilómetros del casco urbano, donde terminó por conformarse el Resguardo Marcelino Tascón Vélez, en honor a un antiguo gobernador.

 

El nacimiento de la filarmónica

Desde 2015, la cantante y artista Rakel Cadavid ha frecuentado la comunidad indígena de Valparaíso con el fin de enseñar a los más jóvenes música tradicional. Por eso cuando escuchó la propuesta de su amigo Alejandro Vásquez de conformar una filarmónica indígena, no dudo en hacer de ese proyecto una realidad.

Rakel Cadavid contó que desde el 1 de agosto de 2015 ella creó “la fundación Música para la Paz con el objetivo de llegar con formación musical a lugares aislados de Colombia, todo con aquellas comunidades que han sufrido algún tipo de violencia o discriminación, como es el caso de las comunidades indígenas”. Pero solo fue hasta mediados del 2019 que Rakel y Alejandro pudieron llegar al resguardo con un nutrido grupo de músicos profesionales que, entusiasmados con la idea, acudieron al lugar para compartir conceptos, conocimientos e instrumentos musicales.

“Por supuesto, la idea no es que estos chicos terminen tocando música clásica, sino que adquieran las bases necesarias para interpretar su propia música y cantar sus propias canciones referentes a su cosmogonía, que de hecho es muy bella. Para ello también construimos un salón de estudio dentro del resguardo”, contó a Hacemos Memoria Rakel Cadavid, quien en la actualidad desarrolla su carrera artística en México.

De hecho, hoy los chicos más avanzados, entre ellos las hijas de Nidia Cértiga, son invitados a interpretar piezas de música tradicional con artistas más experimentados y frente a públicos numerosos. Además, según relató Alejandro Vásquez, quien se vinculó a este proyecto a través de su fundación Pasión & Corazón, con los aprendices más avanzados “se ha hecho un trabajo muy bonito de composición de música, con letras compuestas por ellos mismos, en su propia lengua; y hemos trabajado para que muchos de sus cantos tradicionales sean adaptados. Esto ha sido interesante porque su tradición es netamente oral, por lo que ellos aprecian demasiado aprender a escribir música”.

Si bien, a causa de la pandemia el proceso de enseñanza pudo avanzar poco en 2020, el relacionamiento de los artistas con la comunidad se mantuvo, por lo que dentro del resguardo existe un gran aprecio por su labor y por cada uno de los profesores de la escuela de música, quienes desarrollan su trabajo sin recibir remuneración, manifestó Nidia Cértiga.

En 2021, pese a que la pandemia continúa, las actividades musicales pudieron reactivarse mejor haciendo uso de la enseñanza virtual. Los niños y jóvenes reciben sus clases de música de lunes a viernes, en horas de la tarde, luego de terminar su jornada escolar. Incluso este año, anotó Nidia Cértiga, la orquesta fue contactada por varios municipios, entre ellos en Caramanta y Jericó, para tocar en eventos. De igual forma, la alcaldía de Valparaíso le abrió un espacio en la Semana Santa con el fin de que interpreten piezas de su propia autoría.

Este año pinta bien para la filarmónica, afirmó Rakel Cadavid, pues se están creando alianzas con otras fundaciones y se siguen afianzando lazos con la Filarmónica Metropolitana del Valle de Aburrá, con la que no se descarta hacer una gira, en la que los niños y jóvenes indígenas seguro interpretarán algunas de sus composiciones más conocidas, el Canto del Jaibaná, que recoge la memoria de todos estos años lucha por el reconocimiento de su identidad.

 


*En la actualidad esta sinfónica cuenta con violines, violas, violonchelos, flautas, clarinetes, guitarras, saxofones, trompetas, trombones y percusión colombiana. Y está en busca de ayudas con el fin de adquirir el resto de los instrumentos para completar la orquesta: contrabajo, oboe, fagot, tubas y cornos. Si quiere unirse a esta causa y hacer donaciones, puede contactar a Rakel Cadavid al correo: info@musicaparalapaz.org