Luego de recopilar las experiencias de algunas emisoras colombianas, ubicadas en las regiones más afectadas por el conflicto armado, la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) construyó un museo virtual de memorias sobre el periodismo en el país.

 

Por: Daniela Jiménez González

Imágenes: FLIP

Panfletos con amenazas, asesinatos, recortes presupuestales y censura son algunas de las grandes dificultades que tienen que sortear los medios de comunicación regionales del país. No son días amables para emisoras locales y periódicos pequeños que ejercen el periodismo en veredas alejadas de los cascos urbanos, que en medio de precarias condiciones económicas deben sortear además las intimidaciones de grupos armados. Esta realidad fue diagnosticada por la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) que en 2019 inició la construcción de un Museo de Memorias del Periodismo en Colombia.

La propuesta museográfica es una experiencia fotográfica, sonora y virtual, que permitirá el acceso remoto desde cualquier lugar. La premisa de este museo es ofrecer una alternativa a la deficiente información de testimonios o material de archivo que hoy existe en el país, para así facilitar la documentación de la violencia sufrida por los medios de comunicación en las regiones durante décadas de conflicto armado, tal como le explicó Jonathan Bock, director de la Flip, a Hacemos Memoria.

El proyecto vio la luz en diciembre de 2020, con la entrega de sus tres primeras salas: Arauca, Caquetá y Córdoba. En estos tres departamentos, la Flip no solo identificó un recrudecimiento actual de las amenazas hacia los periodistas, sino una violencia histórica signada por varias décadas de censuras, homicidios y atentados contra la prensa.

El ejercicio de mapeo permitió identificar que los periodistas y los medios de comunicación se convirtieron en un blanco estratégico para los grupos armados entre 1970 y 1990, que buscaban acallar no solo a algunos periodistas sino a toda una población, dejando el mensaje de que no se podía hablar de determinados temas, entre los que estaba, por supuesto, el accionar de los grupos armados, explicó Jonathan Bock.

En estas tres regiones, además, no había existido antes ningún esfuerzo por recuperar la memoria de los comunicadores y periodistas que perdieron la vida a causa del conflicto, ni hay material de archivo en ninguna biblioteca, ni documentos estatales que permitan saber qué fue lo que ocurrió con varios de los ataques a los medios locales. Tampoco era posible saber por qué algunos medios desaparecieron en medio de conflicto. Por ello, el trabajo de reconstruir la historia de lo que ocurrió en estas zonas fue todo un desafío.

En Colombia, añadió Jonathan Bock, 300 municipios no cuentan con medios de comunicación que produzcan información local. Y en otros, si bien hay flujos de datos y noticias por redes sociales, y se usan distintas herramientas de conexión para transmitir asuntos de interés, no logran consolidarse portales o canales periodísticos que generen contenidos con regularidad.

En otras 300 localidades, de acuerdo con los rastreos de la Flip, existen espacios de radio o televisión, pero sin producción, es decir, emisoras en las que únicamente suenan canciones o canales en los que solo se transmite entretenimiento. «Esto es dramático, la situación del periodismo local es absolutamente crítica y debería ser lo que llamara a una intervención directa por parte del gobierno. Debería ser una bandera, una política pública, estamos hablando de que no existen espacios deliberativos o informativos en dos terceras partes del país. Esto es el abismo para las democracias locales», concluyó Jonathan Bock.

La investigación que le dio soporte al museo virtual sobre periodismo, se consolidó a través de la financiación del Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz, y contó con el apoyo de la Fundación Guillermo Cano Isaza, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y de la Comisión de la Verdad.

 

 

Una historia de violencias y desafíos para la prensa en Arauca

Uno de los casos documentados en el Museo Memorias del Periodismo es el del departamento de Arauca. Allí, según la investigación de la Flip, la explotación de yacimientos de petróleo de forma continua desde 1983 generó un aumento del proceso migratorio desde diferentes sectores del país, pero también la llegada de los actores armados a la región, entre ellos el ELN, las FARC y las Fuerzas Militares, contexto que dificultó las garantías para el ejercicio periodístico.

Los medios locales que desde 1980 se hacían nicho en este departamento se negaban a apagar sus transmisiones, o cerrar sus sedes, aún con la plena consciencia de las violencias en contra del ejercicio periodístico. Sin embargo, como recordó la Flip en su exposición, el miedo y la intimidación se hicieron manifiestas y evidentes cuando en 1986 la emisora Caribabare, una de las más tradicionales de Arauca, fue dinamitada. De la estructura solo quedaron los escombros y los restos del panfleto amenazante en el que le exigían a su fundador, Efraín Varela, abandonar el pueblo.

Las estadísticas de la Flip señalan que entre 1991 y 2019 fueron asesinados siete periodistas en Arauca: Henry Rojas en 1991, Danilo Baquero en 1993, Iván Pelayo en 1995, Alfredo Matiz en 1996, Efraín Varela y Luis Eduardo Alfonso en 2002, y Mauricio Lezama en 2019.

En entrevista con Hacemos Memoria, Carlos Alberto Jaimes Castro, actual director de Meridiano 70, recordó esos días de inquietud, paranoia y desaliento en el trabajo. “En Arauca es normal que la gente sea asesinada, estamos en un territorio de conflicto, con grupos guerrilleros y grupos paramilitares, ha sido una normalidad terrorífica”, dijo Carlos Jaimes, quien fue víctima de secuestro por parte de las Farc hace tres años.

Carlos Jaimes añadió que en la actualidad el ambiente para ejercer el periodismo sigue siendo complejo ya que, según él, el Gobierno nacional impide el adecuado acceso a la información pública, y la falta de pauta hace que Meridiano 70 tenga dificultades para pagar sus cuentas. A esto, agregó que en las zonas rurales no es posible hacer cubrimientos por la situación de seguridad y que la presencia de grupos delincuenciales motiva la autocensura. “Todo eso es por seguridad, por temor a represalias. Prácticamente estamos viviendo la misma época de cuando asesinaron a Efraín Varela, cuando asesinaron a Luis Eduardo Alfonso, que fueron los directores nuestros. Es una calma que no da tregua. La delincuencia no avisa ni se identifica”, denunció Carlos Jaimes.

 

En Caquetá aún son los días de la censura

En una de sus salas, el Museo Memorias del Periodismo hace un homenaje a Luis Peralta, director de Linda Stereo, una de las emisoras más reconocidas del Caquetá. Su asesinato ocurrió el 14 de febrero de 2015, en la entrada de la sede de la emisora que él mismo levantó y ayudó a afianzar. El 1 de febrero de 2018, Yean Arlex Buenaventura recibió una condena de 58 años y 3 meses por el homicidio del periodista.

En conversación con este portal periodístico, Luis Antonio Peralta, hijo homónimo del destacado fundador de Linda Stéreo, recordó a su padre como un luchador: «Todo el mundo sabe que hacer radio en provincia es complicado y difícil. Mi papá fue un apasionado de la radio y nunca se dio por vencido. Siempre pudo sortear esos obstáculos». Además, contó que en 2015 la emisora tuvo la mayor pérdida que, hasta ahora, han tenido que vivir como empresa y como familia. Aun así, en la memoria de su padre se sobrepusieron y siguieron adelante con su labor periodística.

Con Luis Peralta han sido siete los periodistas asesinados en Caquetá entre 1987 y 2015, según el informe de la Flip que añadió: “Todos, salvo Luis Peralta Cuéllar, el último de ellos, fueron asesinados en Florencia. En marzo de 1987, Fernando Bahamón Molina, periodista de diferentes medios de comunicación, fue el primero en ser asesinado por su oficio en el departamento. Además de periodista, era miembro de la Unión Patriótica”.

Otro caso recordado en este departamento ocurrió en la madrugada de mayo de 1991, cuando los periodistas Carlos Julio Rodríguez, José Libardo Méndez y Judith Aristizábal se dirigían a la emisora La Voz de la Selva para hacer el radio periódico La Conga. En el camino los tres sufrieron un atentado del que solo Judith quedaría con vida.

En la actualidad, según Luis Peralta, la situación de orden público en Caquetá sigue siendo crítica debido al escalamiento de la violencia y las amenazas. Las emisoras se sostienen de la publicidad y asegurar su venta en medio del conflicto armado es un desafío, reconoció. En este contexto, el actual director de Linda Stéreo manifestó que es crucial que se conozca la historia de quienes cuentan el acontecer diario de estas regiones, además de las empresas radiales que no han querido dejar de trabajar a pesar de los intentos de silencio.

Acerca de estas experiencias, Jonathan Bock explicó que la recopilación realizada en el museo virtual de periodismo hace parte de un trabajo más amplio que viene desarrollando la Flip para entregarlo a la Comisión de la Verdad, el cual contempla también la realización de una serie de informes, sobre la situación del periodismo en medio del conflicto armado, que se vienen entregando de manera periódica a esa institución.

El último de estos informes, titulado “La tragedia del oficio más bello del mundo”, fue presentado en diciembre de 2020. En este se documentaron casos de asesinatos, amenazas y censura a periodistas, así como ataques a sedes de medios de comunicación. “Parte de lo que sigue es ampliar y poder cubrir otras historias regionales, pero también tener una mirada más amplia que vaya haciendo un repaso cronológico de lo que ha ocurrido en las salas de redacción con relación al conflicto”, apuntó Jonathan Bock.

Si desea conocer más información acerca del estado de los medios regionales en el país puede visitar el micro sitio Cartografías de la Información