Como positiva evalúa Álvaro Villarraga la tarea de escucha de excombatientes que adelanta la Comisión de la Verdad, una versión del conflicto que califica como clave para satisfacer el derecho a la verdad de las víctimas, de la sociedad y de las futuras generaciones.

 

Por Camilo Castañeda Arboleda

Foto de portada: Centro Nacional de Memoria Histórica

A treinta años de que la guerrilla del EPL depusiera sus armas, Álvaro Villarraga, uno de sus exintegrantes, participa de los espacios convocados por la Comisión de la Verdad en los que esta institución escucha testimonios y versiones de los responsables de la guerra. Esta es una tarea que el politólogo conoce de cerca, pues fue director del Área de Acuerdos de la Verdad del Centro Nacional de Memoria Histórica, desde donde estuvo al frente de la elaboración de informes que tuvieron como insumos las versiones que entregaban los exparamilitares, como una de las obligaciones que les imponía la Ley 1424 de 2010, que dictó disposiciones de justicia transicional para garantizar verdad, justicia y reparación a las víctimas
de desmovilizados de grupos armados al margen de la ley.

Para analizar la tarea de escucha de los excombatientes que realiza la Comisión de la Verdad, Hacemos Memoria conversó con Villarraga, quien en la actualidad dirige la Fundación Cultura Democrática y quien en las últimas tres décadas se dedicó promover la democracia en el país, a liderar acciones humanitarias en medio de la conflicto armado y a gestar acercamientos entre actores armados del conflicto para buscar salidas negociadas a la confrontación.

 

Durante el 2019 treinta exintegrantes de distintos grupos armados que hicieron parte del conflicto, entre ellos usted, participaron en la Mesa de Trabajo: Narrativas de Excombatientes convocada por la Comisión de la Verdad, ¿para qué se hicieron esos encuentros y de qué sirvieron?

Fue una invitación que nos hizo la Comisión de la Verdad, obviamente enfocada en conseguir información de primera mano de personas que tuvimos experiencias en distintos sectores del conflicto armado. A groso modo exploramos desde el origen, las motivaciones, las formas de actuación, territorios donde tuvieron presencia. Destaco varias cosas, entre ellas, el buen entendimiento, el trato respetuoso y los niveles de franqueza conseguidos. De ese ejercicio hay unas versiones bien logradas que están en manos de la Comisión. Obviamente en ocho reuniones tampoco se llega a un nivel de detalle de casos y de circunstancias mayores, pero sí en hitos, casos, consideraciones y opiniones que van a ser un buen aporte.

Hay allí apartes de narraciones que muestran circunstancias del país, motivaciones políticas de la insurgencia y de los grupos, hay reconocimientos de dinámicas del conflicto, que produjeron impactos graves y que comprometen a los distintos actores, incluso a la Fuerza Pública, aunque no participó en el espacio.

Desde luego eso tiene muchos matices, por ejemplo, un elemento que discutí es que creo que hay una tendencia en las personas que proceden del paramilitarismo, no todas, a mostrarse como autodefensa cuando realmente no tuvieron una actuación propiamente de defensa de comunidades, de responder de manera reactiva, coetánea y proporcional, sino que eran realmente expediciones estratégicas fácticas, en mayor o menor medida por acción o por omisión ligadas a la Fuerza Pública. Como una estrategia de guerra donde lo mínimo era la acción de militar de guerra y lo máximo era el ataque sistemático contra la población.

También quiero decir que en los movimientos guerrilleros y en el país con todo el debate que se ha dado, ha habido progresivamente una aproximación al reconocimiento; más allá de la acción insurgente de guerra contra el Estado, cómo también se afectó a personas de la población civil: hacendados secuestrados, amenazas o ataques a personas que colaboraran con la Fuerza Pública en la acción contrainsurgente. Creo que en eso hay una evolución que no significa que todo lo hagan con la sinceridad y la profundidad necesaria, yo creo que eso es parte del proceso mismo que se sigue.

Para el proceso de esclarecimiento de la verdad, ¿qué importancia tienen las versiones de los excombatientes?

Yo creo que el debate sobre el tema de la verdad hay que situarlo de una manera contextual. No debe caber duda de que la población colombiana fue durante décadas por violencias políticas, arbitrariedades de distinto norte, en una guerra en varios periodos y facetas. Es necesario entonces recuperar una narrativa y una interpretación de lo que pasó y, sobre todo, en esencia, dar unas explicaciones frente a las masivas violaciones a los derechos humanos y al Derecho Internacional Humanitario.

El derecho a la verdad es el derecho fundamental de la población, los ocultamientos le harían daño al proceso en el que nos encontramos. Se trata de entregarle una respuesta de qué pasó a las nuevas generaciones y que, en lo posible, se construya con el más amplio espectro de voces, que hablen sobre qué pasó, qué tipo de conflicto hubo, qué tipo de violencia, cuál fue su impacto, qué tipo de actores estuvieron incluidos en esas circunstancias, quiénes fueron víctimas de esos procesos y qué recomendaciones entrega la Comisión para resolver y construir una circunstancias distintas, por supuesto reparativas, constructivas de democracia y de un proyecto de paz.

Esa es la tarea que tiene la Comisión, obviamente recogiendo todas las voces posibles, pero no se puede quedar en el relativismo, ni en la negación de la posibilidad de llegar a consensos, cuando digo relativismo es que se llega a decir que la verdad es lo que dice cada uno, entonces, no interesa, pero no es así: hay que construir un relato coherente, hay que buscar un consenso compartido. Habrá algunos sectores reacios desde distintas orillas que negarán a cualquier tipo de reconocimiento.

La Comisión debe escuchar miles de voces, incluidas las de los responsables, desde una metodología flexible y a partir de una ética que no permita transigir con el horror, con las violaciones masivas de los derechos humanos, con los crimines de lesa humanidad, con las arbitrariedades institucionales o de sectores irregulares.

La Comisión escuchará versiones heroicas y justificadoras de los excombatientes, ¿qué deberá hacer esta institución para aterrizar tales testimonios?

Yo creo que la Comisión de la Verdad viene haciendo lo propia: busca persuadir a todos los actores, institucionales, sociales, políticos, armados, para que entreguen sus aportes y hagan un trabajo de cara al reconocimiento de todas las víctimas. Son miles de testimonios los que vienen acopiando y creo que van a tener la base necesaria para cumplir con su tarea.

Donde veo los mayores cuellos de botella es la parte institucional de la Fuerza Pública y el estamento militar, porque tienen mayores resistencias, un discurso más heroico y la negativa al reconocimiento. Me cuestiona que organicen con la Comisión eventos y hablen de entregar 50 informes y estén 100% enfocados a denunciar acciones de las guerrillas, en especial de las Farc. No he escuchado uno, uno solo, en el que las Fuerzas Militares digan que van a entregar un reconocimiento de las violaciones a los derechos humanos que los comprometen. No me cabe en la cabeza que el estamento militar, el Ministerio de Defensa, el Gobierno no entiendan que en Colombia y en el mundo una Comisión de la Verdad quiere relatos sinceros, de revisión crítica de todos los actores, que ello parte de la misma institucionalidad oficial.

Esta preocupación la tuvimos cuando publicamos el informe del Basta Ya del Centro Nacional de Memoria Histórica. Fue de público conocimiento el rechazo del Ministerio de Defensa y del estamento militar, precisamente el meollo del asunto con ello fue que el Basta Ya de forma necesaria, ponderada y soportada, señaló todas las responsabilidades del conflicto en las que no estaban exentos el Estado y la Fuerza Pública.

Me pregunto: ¿Habrá algún nivel de reconocimiento gubernamental, de las Fuerzas Militares, de los organismos de seguridad? ¿Se hablará algo de lo que fue la Brigada XX?, ¿el Batallón Charris Olano?, ¿las acciones de inteligencia y contrainteligencia?, ¿los nexos vertebrales por décadas de las dinámicas de promoción y acción del paramilitarismo? Eso lo necesita la Comisión de la Verdad, eso lo necesita el país, eso es un explicativo importantísimo de miles y miles de víctimas.

Desde luego las Farc tienen un compromiso y deben ser coherentes con ese compromiso y si en algún momento hay voces de dudas o declaraciones desafortunadas de alguno de sus integrantes, pues salen debates justos en reclamarles. También las Farc deben reconocer el nivel de magnitud y el nivel de compromiso frente a determinadas actuaciones violatorias al derecho humanitario. Ese rasero debe aplicarse a todas las insurgencias, por ejemplo, el M19 no puede defender un discurso heroico ni negar esa gran responsabilidad de haber sido el motivo de todo lo que pasó con el holocausto del Palacio de la Justicia y con otros hechos violatorios, el EPL con secuestros y extorsiones, y todas las guerrillas con la ejecución de determinados homicidios. Entonces, todos los actores tienen omisiones, resistencias, tensiones y exigencias a las que deben hacer frente.

¿Tiene la misma preocupación con los terceros civiles?

Por supuesto, es un riesgo el silencio de sectores de la sociedad, sectores de poder, grandes empresarios, grandes comerciantes, sectores bananeros de Urabá, ganaderos de Córdoba que tuvieron implicaciones directas especialmente con el paramilitarismo, hacendados que desde los años sesenta y setenta se aliaron con grupos privados para salir al paso de manera violenta a los reclamos campesinos de acceso a la tierra. No veo esas voces, no existen esos informes, no existe esa disposición desde esos sectores de la sociedad.

Ese es otro cuello de botella muy grave y profundo porque hasta razón tienen los militares, los paramilitares y los guerrilleros cuando dicen: es que la violencia aquí no solamente la hicieron quienes estaban en las instancias y usaban las armas, es que hubo determinadores, es que hubo jefes, hubo intereses, macro intereses corporativos en muchas regiones, hubo proyectos y hubo dinámicas de transformaciones territoriales que los implican.

En ese sentido, también es importante hablar de las profundas responsabilidades del Estado que pasan por los gobiernos y su políticas de acción y omisión, por ejemplo, las estigmatizaciones, el discurso anticomunista, propios de la doctrina del enemigo interno de la seguridad nacional. Eso está vigente aún, no tenemos una doctrina democrática, una doctrina militar propia para la reconstrucción de un país que busca una paz integral. En eso juega, por ejemplo, el ejercicio de señalamiento sistemático que hizo a través de sus Álvaro Uribe Vélez, en los que se construyó un discurso antiterrorista en el que el único responsable de la violencia era las Farc. Y claro que las Farc eran parte de la responsabilidad de lo que ocurría, pero de mucho más amplia es la responsabilidad estatal, un caso concreto son las seis u ocho mil víctimas que pudo haber dejado la acción de la fuerza pública de extermino de sectores en condiciones de vulnerabilidad a través de ejecuciones extrajudiciales o los llamados falsos positivos.

¿Este informe de esclarecimiento debería llevar a socavar el negacionismo y a dar paso a acciones de reconocimiento?

Yo creo que sí, tengo mucha esperanza y seguridad de que la Comisión va a entregar el relato justo que requiere el país y va a atreverse a hablar frente a todos los actores. Como está determinado no hará menciones personalizadas, pero sí alusiones institucionales, hechos e hitos emblemáticos de grandes victimizaciones. Todo esto tiene que ser coherente. ¿Cómo negar el genocidio de la UP y la victimización masiva de dirigentes sociales como una continuidad histórica que está arreciada en estos últimos años? ¿Cómo negar el asesinato masivo de los excombatientes? ¿Cómo negar que las guerrilleras atacaron determinados sectores de poder, victimizaron personas representativas de esos sectores del poder? ¿Cómo negar que desde los gobiernos y el Estado predominó una política anticomunista, antiinsrugente, que se extendió hacia sectores de la sociedad civil y de la ciudadanía?

De manera que hay unas verdades de puño que se trata de construir con todos los hilos necesarios y una narración coherente con ello, hacerlo con sinceridad. Son verdades dolorosas, difíciles, son revelaciones de hechos que son muy traumáticos y, sin duda alguna, eso va a despertar polémicas, desde ya producen señalamientos, se evidencian algunos ataques, incluso se habla de una campaña en contra de la Comisión de la Verdad. Pero en esos procesos será necesario enviar un mensaje positivo y reconstructivo hacia la gran mayoría del país, de los actores sociales, dirigido a todos, para que sea un motivo de consenso, de compromiso para que se cierre la página.